Daniel
Introducción
La obra. Lo que hoy leemos como libro de Daniel es una obra compleja y aparte en el Antiguo Testamento. Empezando por la lengua, encontramos una serie de capítulos escritos en hebreo que imita el clásico, otros están escritos en arameo, otros en griego. Una obra trilingüe.
Es muy fácil separar los fragmentos griegos como adiciones posteriores, escritas en esa lengua o traducidas de un original semítico. No es fácil dar razón definitiva de la mezcla de hebreo con arameo; es más razonable pensar que los textos se escribieron primero en hebreo y que parte se tradujo al arameo, lengua popular de la época.
La distribución de formas y temas no coincide con el reparto de lenguas. Encontramos tres tipos fundamentales: una serie de episodios narrativos, que tienen por protagonistas a Daniel y sus compañeros; una serie de visiones de Daniel explicadas por un ángel; dos plegarias amplias y otras breves. Los relatos están en hebreo (1), arameo (2–6) y griego (13–14); las visiones en arameo (7) y hebreo (8–12); y las amplias plegarias en griego (3,24-90).
Autor. El personaje Daniel –«Dios es mi juez», en hebreo– es introducido unas veces en tercera persona (1–6); otras, en primera (8–12), como si fuera el autor. En el capítulo 7 pasa de la tercera a la primera. En los relatos aparece como adivino y jefe de magos (4,5; 5,10-12), y como político y administrador real (2,48; 6,3s; 8,27).
Parece ser que en la antigüedad hubo un personaje famoso por su bondad y sabiduría, llamado Daniel (Ez 14,14.20; 28,3). Fuera de la Biblia aparece como «Dnil» en el poema ugarítico de Aqhat. ¿Existió un personaje semejante, del mismo nombre, en tiempo del destierro? No lo sabemos. El caso es que Daniel se hizo legendario y popular; por eso lo seleccionaron como protagonista para esta obra. La pseudonimia es normal en el género apocalíptico: hay Apocalipsis de Enoc, de Moisés, de Isaías, de Baruc, etc.
Época. El libro está compuesto durante la persecución de Antíoco IV (175-163 a.C.), después del 167 a.C. y algo antes de su muerte. Por la persecución religiosa y las rivalidades internas, los judíos atraviesan una grave crisis. El autor quiere infundirles ánimo y esperanza: lo hace con un personaje ficticio y aureolado, en un género literario nuevo, el apocalíptico.
Algunos piensan que los capítulos 1–6 fueron escritos al final del período persa o al comienzo del helenista, o sea en la segunda mitad del s. IV a.C. Las adiciones griegas, por su carácter ficticio o fantástico, no permiten una datación probable.
Género apocalíptico. Con el libro de Daniel entra en el Antiguo Testamento un género literario nuevo, el género apocalíptico. El libro fue admitido en el canon judío de las Escrituras, no como libro profético, pues la serie estaba clausurada, sino entre los «Escritos», concepto vago y acogedor. En realidad, Daniel es el único escrito apocalíptico, entre muchos, considerado como inspirado por Dios. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro «profetas mayores».
La apocalíptica es heredera de la profecía; surge cuando la profecía se ha extinguido («ya no vemos nuestros estandartes, ni tenemos un profeta, ninguno de nosotros sabe hasta cuándo» Sal 74,9) y pretende llevar adelante su misión.
En momentos de crisis, la apocalíptica trae un mensaje de esperanza: la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo. En varias ocasiones la apocalíptica se presenta como la visión actualizada de una profecía.
Tema. El tema del libro es el drama de la historia. Luchan y caen y se suceden imperios y reinos. Los soberanos y emperadores actúan como protagonistas, pero la historia está gobernada por Dios y es conducida a un desenlace que llega de modo repentino, aunque previsto por el vidente y explicado por el intérprete. El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final: la restauración del reino definitivo y universal del Señor de la historia en la que los sujetos pasivos y sufrientes de la misma, los «elegidos y consagrados», pasarán a primer plano con un nuevo poder concedido por Dios. Lo que sucede después, se anuncia, no se describe.
Los recursos principales del género y del libro son la ficción narrativa y la alegoría. El autor despliega a grandes trazos el pasado, lo estiliza y lo cuenta como profecía. Para ello inventa un personaje pretérito, a quien da un nombre ilustre y pone en su boca la historia pasada como profecía de futuro. La alegoría sirve también para comunicar en clave enseñanzas políticamente peligrosas.
En el uso de la alegoría el autor de 2–7 ha sido genial. Con función alegórica ha sabido crear unas cuantas imágenes poderosas que han fecundado el arte y el pensamiento occidental: la estatua de diversos materiales, el emperador convertido en fiera, el festín de Baltasar, los jóvenes en el horno, Daniel en el foso de los leones, las cuatro fieras con el anciano y la figura humana. ¿Cuántos escritores podrán exhibir semejante repertorio? Gracias a su vigor imaginativo, esos símbolos han sobrevivido al fracaso de la expectación del autor, se han desprendido de sus ataduras alegóricas y han comenzado una nueva vida como instrumentos para interpretar la historia.
Daniel y el Nuevo Testamento. Tres doctrinas principales han influido de algún modo en el Nuevo Testamento. La angelología, incluso con los nombres concretos de Miguel y de Gabriel (Lucas, Judas y Apocalipsis). La doctrina de la resurrección y retribución en la otra vida. La «figura humana» del capítulo 7, que por una falsa traducción se convirtió en «el Hijo del Hombre» trascendente, el de la parusía anunciada.
Además de éstos, Mc 13,14 y Mt 24,15 mencionan al «ídolo abominable» de Daniel 9,27 y 12,11; Mc 13,19 y Mt 24,21 citan literalmente a Daniel 12,1. Finalmente 1 Cor 6,2 parece basado en Daniel 7,22. De los relatos griegos, el de Susana ha tenido gran aceptación en la teología y en el arte cristiano.
1,1-21 Daniel en la corte de Babilonia.
El libro de Daniel tiene una larga y compleja historia de composición. Está escrito en tres lenguas: hebreo, arameo y griego y abarca el dominio de cuatro imperios, el Babilónico en el siglo VII a.C., el Persa, el de los Faraones Lágidas o Dinastía Ptolemaica reinante en el Egipto helenístico entre los años 305 y 30 a.C. Finalmente el de los reyes Seleúcidas de Siria en el siglo II a.C. El mensaje recurrente y central del libro está relacionado con el desafío de permanecer fieles al Dios de la Alianza bajo la opresión política de reyes extranjeros. La hostilidad se torna más cruel, cuando Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C.) cercena la libertad religiosa del pueblo. Muchos expertos sostienen que al menos la mayor parte del libro habría sido escrita en este último período, cuando finalmente fue compilado. De hecho, la resolución de Daniel y sus compañeros de no contaminarse (8) refleja la intención de Antíoco IV de forzar a los Israelitas a comer comida prohibida (1 Mac 1,62-63; 2 Mac 6,18; 7,1).
Los primeros versos de este libro sitúan el escenario en el comienzo del exilio en Babilonia, cuando el rey Nabucodonosor escoge los mejores jóvenes de Judá, entre los que se encontraba Daniel, para servir en su palacio. La sabiduría de estos jóvenes es muy superior a la de los magos y encantadores del rey caldeo (19-20).
2,1-49 El sueño de Nabucodonosor. Así como José interpreta el sueño del faraón (Gn 41,15), ahora Daniel, gracias a una revelación divina, imbuido con la sabiduría y “la luz” del Dios de Israel, devela el misterio del sueño, que los sabios y hechiceros caldeos no lograban descifrar.
2,31-45: Daniel descifra el significado de cada uno de los elementos del sueño: la cabeza de oro, las partes de plata y bronce, y los pies de hierro mezclado con barro representan los pueblos poderosos que subyugaron a Israel. Su poder es pasajero y serán destruidos por una fuerza mayor representada por la piedra arrojada desde una montaña sin intervención humana (34). El poder humano de las armas puede obtener triunfos por momentos, pero la sabiduría y el poder de Dios se manifiestan en aquellos que le son fieles en una victoria final y eterna que es obra del Altísimo.
3,1-23 La estatua de oro. Es de notar que Daniel no aparece en la escena que parece estar destinada a animar a los fieles en tiempos de la persecución religiosa de Antíoco IV (175-164 a.C.). Los tres jóvenes permanecen fieles al Señor prefiriendo la muerte antes que violar la Alianza. Ante el fuego de la hoguera ellos profesan que su Dios tiene el poder de salvarlos.
3,24-90 Oración penitencial de Azarías – Cántico de los tres jóvenes. Estos versos, que no se encuentran en las Biblias protestantes, son una adición en griego al texto en arameo de esta sección. En la primera parte (24-45), los jóvenes reconocen que la situación angustiosa que viven se debe a los pecados y rebeldía del pueblo en contra del Señor y le suplican misericordia y salvación. En un segundo momento (52-90), después de experimentar el poder salvador de Dios, los tres muchachos invitan a toda la creación a unirse en alabanza al a alabar al Dios de Israel (cfr. Sal 148).
3,24-33 (3,91-100) Confesión de Nabucodonosor. Una vez más, el Dios de Israel se manifiesta en la historia de su pueblo como salvador y libertador (cfr. Éx 15,2). El rey pagano es testigo de su intervención por intermedio de un “ser divino” y confiesa que no hay otro Dios que tenga ese poder libertador (29).
4,1-34 Visión del árbol. Este relato, narrado por el mismo rey Nabucodonosor, según el cual él habría perdido la razón adquiriendo “instintos de fiera” (13), tiene como trasfondo a su hijo y sucesor en el trono, Nabondio. Este se había retirado al desierto de Arabia y habría sufrido una extraña enfermedad por siete años. Como epílogo, se menciona el mensaje recurrente en este libro: el Dios Altísimo reina sobre todas las naciones y los poderosos de este mundo deben reconocer su soberanía.
5,1–6,1 El festín de Baltasar. En realidad, Baltazar no era el hijo de Nabucodonosor, sino su nieto, y nunca fue rey sino regente de su padre Nabundio cuando este se retiró al desierto. Esto demuestra que la Biblia no es un libro de certezas históricas. Lo importante es el mensaje de Dios: Las tres palabras escritas en la pared son medidas de peso y significan que los días del reinado de Baltazar, que había profanado los vasos sagrados, están contados. Con el “Dios Altísimo” no se juega (21-22).
6,2-29 Daniel en el foso de los leones. Esta última narrativa de la primera sección del libro (1–6) está situada en el reinado de un tal rey meda llamado Darío. En realidad, el conquistador de Babilonia fue Ciro de Persia (Is 45,1). En este libro la secuencia de los pueblos que dominaron a Israel es: Babilonia - Media - Persia - Grecia. De todos modos, el autor pretende abordar la situación de persecución religiosa del reinado de Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C.). En todas estas historias el mensaje de fondo es el mismo: el Señor es el único rey a quien pertenecen el dominio y la sabiduría. Aunque los judíos hayan perdido la tierra, el templo y la monarquía, ellos pueden confiar en su Dios.
7,1–12,13 Las visiones. En esta segunda sección del libro la historia regresa al tiempo del dominio de Babilonia. Ahora el narrador es el mismo Daniel cuyos sueños y visiones denotan un marcado estilo apocalíptico. La apocalíptica es un recurso literario que se emplea especialmente en tiempos de persecución. Por medio de imágenes simbólicas y complejas se presenta la intervención de Dios en la historia para consolar y dar la victoria a sus “santos”, o sea, a aquellos que permanecen fieles al Señor y a la Alianza en medio de todos los sufrimientos y vicisitudes que tienen que enfrentar (cfr. Ap 1,1-8).
7,1-28 Primera: Las cuatro fieras. Los cuatro vientos agitan el océano de cuyas profundidades surgen cuatro fieras. Como en el capítulo 2, hay cuatro imperios que se suceden, ahora representados por las cuatro fieras que con su poderío bélico (vientos) agitan la tierra y la someten en toda su extensión (los cuatro puntos cardinales): el león representa a Babilonia; el oso, a Media; el leopardo a Persia y la bestia a Alejandro Magno. Los cuernos representan el poder destructor y el cuerno pequeño del v. 8 introduce a Antíoco IV. El clímax de la visión es la llegada del quinto y definitivo Reino de Dios simbolizado por la “figura humana” a quien “el anciano” le confiere todo el poder sobre las naciones (13-14). En la literatura apocalíptica, las imágenes simbólicas son un medio de expresión para hablar de realidades espirituales e invisibles que impregnan el mundo físico.
8,1-27 Segunda: El carnero y el macho cabrío. Otra revisión de la historia: dos carneros avanzan desde el oriente (Media y Persia) arrasando todo con sus cuernos (poder). El macho cabrío representa a Grecia. Del cuerno grande (Alejandro Magno) se desprenden otros cuatro (los generales que a su muerte se repartieron el imperio). Uno de ellos, Antíoco IV, desde el Norte atacó a Judá (la Perla) y amenazó al cielo prohibiendo los sacrificios en el templo y profanándolo con la desolación: la imagen de Zeus. La figura de hombre, Gabriel, anuncia que todo este despliegue de poder y fraude acabará.
9,1-27 Tercera: Las setenta semanas. El texto comienza con una lectura de las Escrituras (2). Luego Daniel eleva una sentida oración penitencial y de súplica que revela su sincero llamado al pueblo a renovar su fidelidad a Dios y a la alianza. El Señor responde a su “amado” por medio de Gabriel que interpreta la Palabra leída: Las setenta semanas (de años) representarían 490 años (70 x 7), prolongando así alegóricamente el exilio hasta el tiempo de la profanación del templo por Antíoco IV entre los años 167 a 164 a.C., período al que se refiere la media semana (27) = tres años y medio, que es la mitad de 7 (la perfección), simbolizando así un período de gran tribulación y maldad (cfr. Ap 11,9.11).
10,1–12,13 Cuarta: La visión terrible. El ayuno y la meditación de la Palabra dan su fruto. La visión del hombre vestido de lino con el cinturón de oro deslumbra y debilita a Daniel (Ap 1,13). Luego a través de mediadores –ángeles– Dios revela sus designios (Gabriel) a su “predilecto” y dirige un combate celestial (Miguel) con repercusiones en la historia humana (Ap 12,7-9).
Resurrección y salvación (12,1-13): El arcángel Miguel es enviado para liberar a Israel de la persecución. Sigue una referencia explícita de la resurrección que precede al juicio: Así como la liberación del destierro tiene dos posibles resultados, el retorno a Jerusalén (Ez 37,12) o la muerte en el desierto (Ez 20,33-38), los “tiempos difíciles” (1) serán un crisol de purificación para “muchos” (2,10), pero aquellos que se no acojan el mensaje de salvación serán condenados (cfr. 1 Tes 4,8). El desenlace final de la historia y sus tiempos pertenecen a Dios. Los fieles que sufren la persecución deben confiar en la soberanía de Dios sobre la historia humana. La muerte es un tiempo de descanso en la esperanza de la vida y el gozo eternos con Dios (13).
13s Relatos griegos. El texto hebreo de Daniel termina en el capítulo 12. Sin embargo, cuando se tradujeron los textos del Antiguo Testamento a la lengua griega (LXX) fueron añadidos estos relatos, de origen hebreo, pero compuestos en griego, donde se resalta la personalidad de Daniel. Se trata de relatos populares que tienen un carácter ejemplar. La enseñanza que quieren transmitir es sumamente simple y sencilla, para que cualquier lector u oyente de la época pudiera captarla sin dificultad.
13,1-64 Susana y Daniel. Con el relato de Susana se quiere alabar la sabiduría limpia y justa de Daniel; pero más que eso, se trata de inculcar en el creyente la convicción de que Dios no abandona ni deja en manos de malhechores a quien confía en Él y que, por su parte, los inicuos serán irremediablemente castigados.
14,1-42 Bel o el fraude descubierto. Otras dos historias ejemplares buscan ilustrar la vanidad de los ídolos. Son prácticamente dos sátiras: una contra quienes confían en divinidades de hechura humana (1-22), y la otra es contra la divinidad misma (23-27). Daniel queda en peligro por desenmascarar la falsedad idolátrica, pero el Dios vivo en quien él confía no lo abandona (28-40), al punto que los mismos idólatras tienen que reconocer al Único y verdadero Dios (41s).