Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
“En aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de unos galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios”.
Un Buen domingo para todos.
“En aquella ocasión…”. Así comienza el texto evangélico de hoy. Nos llama la atención que el evangelista coloque esta noticia que le cuentan a Jesús: un crimen cometido por Pilatos “en aquella ocasión…”. Quiere decir que Lucas quiere unir lo que Jesús dirá después, como comentario a la noticia que le dan.
Lucas quiere unirlo a lo que Jesús estaba hablando en ese preciso momento. Jesús estaba hablando de los signos de los tiempos, cómo la gente sabía prever la lluvia, el tiempo, el viento, pero luego no sabían reconocer el tiempo de la venida del Señor. Jesús les dice: Ustedes ponen mucha atención a las señales meteorológicas porque deben organizar sus vidas y está bien, ¿cómo es que no ponen la misma atención a las señales del tiempo de Dios? ¿No se dan cuenta que está apareciendo una nueva alborada en el horizonte; que un mundo nuevo está comenzando?
Jesús nos podría decir hoy a nosotros: Están tan atentos a las señales del mercado, cómo va la economía, la nueva línea de coches que está por salir… y hacen bien. Pero no prestan atención a la oportunidad única que se les ofrece para reflexionar sobre el sentido de sus vidas por medio de la Palabra del Evangelio que yo les anuncio. Es un interrogante importante en este tiempo de Cuaresma. Nos preocupamos por las señales del tiempo en que vivimos, pero ¿sabemos reconocer el tiempo de la venida del Señor en nuestra vida? Vale la pena reflexionar sobre esto, porque aquí se juega nuestra vida.
“En aquella ocasión”, mientras estaba hablando de estas cosas, le dan a Jesús la noticia dramática que un grupo de galileos—por tanto, de la tierra de Jesús—habían ido a Jerusalén, probablemente a cumplir alguna promesa, orar al Señor en el templo, a pasar unos días de alegría en la ciudad santa, y Pilatos había hecho intervenir sus soldados en el recinto sagrado y había hecho derramar su sangre junto con la sangre del sacrificio que se estaba ofreciendo. Un crimen horrible.
Los historiadores del tiempo, como Flavio Josefo, no hacen referencia a este hecho, pero corresponde al carácter brutal de Pilatos. Agripa describe a Pilatos de esta manera: Tirano corrupto, ávido; lo acusa de desfalcos, insultos, robos, ejecuciones sin procesos, crueldad sin fin. Con esta descripción, es muy probable que haya sumado a sus otros crímenes también éste. ¿Qué es lo que probablemente ocurrió en el templo? Algunos peregrinos provenientes de Galilea quizás intercambiaron alguna broma un poco pesada con los guardias. Es posible porque los guardias estaban fuera del recinto sacro, pero las bromas de los peregrinos abundaban. Luego, de las palabras pasaron a los empujones, unos puñetazos… y Pilatos, que durante las fiestas se encontraba en Jerusalén, para asegurar el orden, porque no quería que hubiera disturbios actuó de esa manera.
Por otra parte, era de todos conocido que los galileos eran personas sospechosas, porque las revueltas comenzaban siempre de Galilea. Y, también, durante el proceso a Jesús, el hecho de que él fuera galileo era un sospechoso por principio. Entonces, Pilatos hizo intervenir a los soldados sin ningún respeto por el lugar sagrado e hizo masacrar a estos desafortunados galileos. Un gesto brutal y sacrílego. ¿Qué respuesta esperaban de Jesús los que le dieron la noticia? Creo que lo primero que esperaban era una posición política, un severo juicio de condena a Pilato y una toma de posición anti romana y quizás también la declaración e invitación a tomar las armas… Sabían que Jesús era contrario a estas cosas, pero quizás bajo el impulso de la emoción quizás se pronunciase contra los romanos.
Y la segunda respuesta que esperaban de Jesús era de carácter religioso, porque la concepción de aquel tiempo era que si habían sufrido la muerte quería decir que eran pecadores, porque el mal acontece a los que pecan contra el Señor. Pero éstos estaban ofreciendo sacrificios en el templo, y justo cuando se elevaban las plegarias al Señor, son asesinados. Y esto no se entendía según la concepción y mentalidad religiosa que esa gente tenía. Y, por tanto, también esperaban una respuesta de Jesús sobre este aspecto.
Escuchemos lo que Jesús responde:
“Él contestó: ¿Piensan que aquellos galileos, sufrieron todo eso porque eran más pecadores que los demás galileos? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten, acabarán como ellos. ¿O creen que aquellos dieciocho sobre los cuales se derrumbó la torre de Siloé y los mató, eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten acabarán como ellos”.
La respuesta que Jesús dio es hermosa, porque arroja una luz sobre la reacción que también nosotros tenemos delante frente a los acontecimientos dramáticos que saltan a la vista: las víctimas inocentes de guerras, los terremotos, las enfermedades, las desgracias. ¿Cómo son interpretados estos acontecimientos hoy? Más o menos como lo hacían al tiempo de Jesús. Todavía tenemos ciertos predicadores—incluso entre los no cristianos—que interpretan estos hechos dramáticos como castigos de Dios. Y Jesús se apresura a desmentir inmediatamente esta interpretación.
No hay ninguna relación entre el pecado y estas desgracias. “¿Piensan que aquellos galileos, eran más pecadores que los demás galileos?” NO, dice Jesús. Son hechos que suceden. Les puede pasar a una persona o a otra. El evangelio de Jesús, su palabra, nos enseña cómo vivir todos estos acontecimientos. No son los castigos y desventuras que manda el Señor. Jesús ha afrontada el drama de su vida y todas las dificultades no pensando que fuesen castigo del Padre. NO. Son situaciones que acontecen en nuestro mundo y en nuestras vidas.
Y debemos dejarlos pasar no como una derrota sino oportunidad de madurar a través de todos estos eventos. Por tanto, ciertas expresiones que oímos todavía hoy, incluso entre cristianos cuando acontece algún problema, algún dolor: ‘¿Qué hice de malo para que me sucediesen estas cosas?’. No has hecho nada malo. Algo te pasó en tu vida y debes pedir la luz del Señor para saber cómo vivir este acontecimiento. Es un llamado a los hermanos y hermanas para estar cerca.
La segunda reflexión que se suele hacer es que los interlocutores de Jesús esperaban que Jesús hiciera es de carácter político. La situación al tiempo de Jesús no era especialmente tensa. Aún no habían aparecido los zelotas que luego llevarán a la revuelta contra Roma. Jesús no se pronuncia sobre el crimen cometido por Pilatos. Ellos querían que Jesús se pronunciase. Pero Jesús no lo hace. No había necesidad. No valía la pena exacerbar aún más los ánimos.
Jesús no era insensible a los sufrimientos y a las desgracias… se conmovía incluso hasta las lágrimas por amor a su pueblo. Estaba muy atento a no incitar a la ira, a la agresividad, al odio, al desprecio. Esto no sirve, incluso puede llevar a realizar gestos impulsivos y a la violencia que, ulteriormente, complican aún más la situación. Todos deben empañarse en dar una contribución en el campo político, es el deber de cada ciudadano. Hay que prestar atención a no limitarse y dejarse envolver en ese círculo donde se sigue al que hace la declaración más fuerte y luego todo acaba allí. No se realiza nada concreto; es mejor hacer algo, aunque sea poco pero que deje alguna señal. Menos ruido, menos declaraciones y más cosas que ayuden, aunque sea algo pequeño.
Existe una tercera interpretación de estas desgracias. Y tiene muchos adeptos, incluso hoy en día. ‘Si todo esto sucede incluso a gente inocente, quiere decir que el mundo ha estado mal hecho. Si existe un Dios bueno, esto no debe pasar’. Y algunos dicen que nuestro mundo no está bien hecho, ¿por qué Dios no ha hecho un mundo distinto donde no sucedan las desgracias, que todos sean buenos’.
La razón es que el mundo es lo que es, y no puede ser otra cosa. Si Dios hiciera un mundo diferente, ya no sería nuestro mundo. Y Dios ha amado tanto a este nuestro mundo, donde existen todas estas cosas… lo ha amado tanto que ha venido a hacer la experiencia de vivir con nosotros. Es nuestro compañero de viaje. Debemos tener en cuenta que en nuestro mundo hay gente muy buena, muy simpática, muy generosa, pero también gente mala como Pilatos. Este es nuestro mundo. Si Dios lo hiciera de otra manera ya no sería el nuestro. Y Dios ha amado a este mundo. Nos ha amado a nosotros.
¿Qué reflexión hizo Jesús sobre lo acontecido? Una solamente. La invitación a la conversión. La conversión no consiste en la decisión de evitar algún pecado. Es la decisión para dejarse abrir los ojos por Cristo y seguir la opción de vida que él propone. Dice que hay que convertirse inmediatamente, porque el tiempo es corto, no tenemos una eternidad de vida. Tenemos un número limitado de años y debemos utilizarlos bien, con los valores debidos para nuestra vida.
La Cuaresma es este tiempo de reflexión, de tomar conciencia sobre la manera que estamos llevando nuestra existencia. Por eso la referencia a ‘en aquel preciso momento’, en aquella ocasión… para saber reconocer los signos de los tiempos. La predicación de Jesús es una ocasión única para cambiar radicalmente el modo de pensar y de vivir. Es una invitación a ir a la raíz del mal. Es inútil convencerse de que se puede cambiar algo simplemente con la sustitución de aquellos que ahora están en el poder. O sea, una revuelta – ahora mandamos nosotros… los anteriores eran malos… Si no se cambia el corazón de la gente, si no se interioriza una lógica diversa, todo permanecerá como antes. Sería como cambiar a los actores, pero el guion teatral sigue el mismo.
La actuación no cambia. Cambian los actores que toman el poder, pero recitan siempre la misma escena que es la del que manda, la del que sigue sus propios intereses. Jesús invita a la conversión, porque para que estas cosas no vuelvan a suceder, es necesario cambiar el corazón de la gente. Por tanto, un consejo muy actual para nosotros hoy. Menos palabras, menos acusaciones y más opciones de vida conforme al hombre nuevo propuesto por Jesús.
Y para hacer más claro su pensamiento Jesús recuerda otro episodio de crónica acontecido poco tiempo antes y es mencionado por el historiador de esa época, Flavio Josefo. La muerte de 18 personas por el derrumbe de una torre en Siloé. Existían siempre trabajos de manutención en la surgente del estanque de Gíjon. De aquí parte el agua que luego llega a la piscina de Siloé. Probablemente fue durante este tipo de trabajo que se derrumbó una torre y mató a 18 inocentes.
¿Cómo interpreta Jesús este hecho? Lo primero, excluye nuevamente la unión entre la muerte y el pecado. No han sido castigados por Dios. Murieron por una fatalidad. Me hubiera también pasado a mí, si me hubiese encontrado allí en aquel momento. ¿Qué hace Jesús? Una segunda invitación a la conversión. La conversión supone cambiar la manera de vivir, de orientarla hacia una luz nueva, la luz del Evangelio. El dar vuelta los valores en nuestra vida.
Todos nos guiamos en la vida según ciertos objetivos que tenemos delante siempre. Algunos son muy buenos, otros no lo son tanto. Hay valores muy importantes: la familia, el trabajo, la casa, el dinero, la salud, la amistad. Pero estos no son los objetivos más importantes. Son objetivos buenos, pero inmediatos. Es necesario dar a la vida un objetivo que unifique estos objetivos momentáneos. Algo que de sentido a todo. Saber qué es lo que estamos haciendo en este mundo. Saber cómo vivir. Saber qué es lo importante y qué espacio tienen los otros objetivos, como la familia, el trabajo, la casa. Deben entrar en la perspectiva que el Evangelio nos da.
Esto es lo que nos dice Jesús en este tiempo cuaresmal. Reflexionen sobre qué es lo que da sentido a todos los intereses—que pueden ser cosas muy hermosas, como los que mencioné anteriormente—pero se acaban en sí mismo. Lo que hay que hacer es unirlos a un proyecto que vayan más allá de esta vida, que de sentido a toda tu existencia. Jesús dice: ‘Estén atentos. Comprendo la desgracia sucedida a estas personas, pero esto le podría pasar a cualquiera’. La reflexión que Jesús quiere que hagamos, especialmente en este tiempo cuaresmal, es sobre nuestra vida. Toma conciencia que es breve y es precaria. Jesús dice que eso le podría pasar a cualquiera, lo que les ha pasado a esas 18 personas. Nuestra vida es precaria y breve. Tantos proyectos, tanto dinero, tantas cosas que hacer, a veces se corre como un trompo… se llega a la noche fundido… todo bien, pero no se tiene en cuenta la fragilidad de la vida. Hay que tener presente siempre la vulnerabilidad de la vida. Puede acabar de un momento al otro. Y es importante que cada uno le dé un buen sentido.
No es para preocuparse o vivir angustiado con la amenaza de la muerte…NO. Es un tomar conciencia de manera sabia. La vida es breve y hay que vivirla bien. Piensa bien y da el valor justo a cada cosa. El tiempo cuaresmal es para reflexionar sobre esta verdad. Jesús nos dice a cada uno de nosotros: ‘Observa con sabiduría todo lo que pasa a tu alrededor, incluso cuando te distraes mirando la TV, presta atención a lo que allí se dice… Está atento a no hacer lo que hacen muchos que cuando escuchan ciertas noticias se prenden a la TV durante horas para ver y rever lo que ha pasado, esperando con curiosidad nuevos detalles, alguna otra cosa emocionante.
No es así cómo Jesús indica que se debe considerar los eventos. Pregúntate qué es lo que estos hechos te enseñan. Estudia tu vida para ver si la estás viviendo de manera correcta. Si la estás empleando para lo que verdaderamente vale, para lo que permanece. Y ahora se narra una parábola. El contexto sobre el cual hemos insistido es importante: la llamada a la conversión que Jesús ha repetido ya dos veces: ‘si no se convierten…’.
Escuchemos la parábola:
“Y les propuso la siguiente parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo al viñador: Hace tres años que vengo a buscar fruta en esta higuera y nunca encuentro nada. Córtala, que encima está malgastando la tierra. Él le contestó: Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás”.
Veamos quiénes son los personajes de esta parábola. El primero es el patrón. Claramente es Dios que viene personalmente a buscar frutos porque está muy interesado por lo que sucede en este mundo, en esta viña. Luego aparecen la viña y el higo. Es importante tener presente que la higuera no crece selváticamente o a lo largo del camino donde quizás ha caído alguna semilla. NO. Se encuentra dentro de la viña. Y sabemos muy bien que en la Biblia la viña simboliza al pueblo de Israel. Recordemos el muy famoso canto del enamorado de su viña, en el capítulo 5 de Isaías. Todas las atenciones que se habían dado a esta viña y que cuando fueron a buscar el fruto solo encontraron uvas agrias que no se podían comer.
La referencia es a la viña Israel. El profeta se refería a lo que Israel ofrecía al Señor: grandes liturgias, cantos, sacrificios, holocaustos, pero esto a Dios no le interesaba. Los frutos que Dios esperaba eran otros: frutos de amor, de justicia, de atención al pobre, al huérfano, a las viudas… éstos eran los frutos que Dios esperaba de esta viña Israel, viña que Él había cultivado. Es simbolismo es muy adecuado, porque la viña da uvas, las uvas dan vino y el vino es símbolo de la alegría. ¿Qué es lo que Dios espera como fruto de la viña? Espera alegría. El que produce alegría, está produciendo frutos que agradan a Dios. Las liturgias y las devociones… están bien si llevan a dar frutos. Pero, si acaban solo en palabras o gestos... esto a Dios no le interesa. No son éstos los frutos que Él espera. Y puede ser engañoso: un árbol con hermosas hojas, pero lo que Dios espera son los frutos.
El único fruto que se espera es que haya alegría. Y el que produce alegría en el mundo, produce frutos agradables a Dios. Y hay una higuera. El higo es otra imagen bíblica. La encontramos en el capítulo 9 del profeta Oseas. También indica al pueblo de Israel, pero en nuestra parábola hace referencia a una persona. Tú eres el que debe producir higos. La higuera era un árbol símbolo de la paz, de la vida serena. Cuando los israelitas estaban en el desierto soñaban con una casa tranquila, con una vid, el campo y luego la higuera fuera de la casa pues bajo la higuera uno se podía encontrar, dialogar, intercambiar alegría con los amigos, bajo la sombra de la higuera; y luego gustando este fruto muy dulce que crece abundantemente en Israel. Este era su sueño. También la dulzura es lo que se espera de estos higos. El que es un árbol que produce frutos, debe producir dulcedumbre en torno a sí.
En esta parábola, la invitación es a reflexionar a nivel personal: ‘Tú, cristiano, que estás dentro de la viña del Señor, y perteneces a una comunidad cristiana que ha nacido del seno de la esposa Israel, estás dentro de esta viña de la cual el Señor espera frutos. Y el higo se refiere al empeño personal, al comprometimiento de cada uno en este diseño y proyecto de Dios. Por tanto, tú (cada uno), es interrogado sobre qué frutos estás produciendo.
Y ahora entre en escena el tercer personaje: el viñador. El patrón se dirige al viñador—que claramente es Jesús. El viñador es el que ha sido enviado a esta viña para hacerla rendir, para hacerle dar fruto. Y el viñador se ocupa de cavar alrededor, de abonarla, darle agua. Hay una indicación muy interesante respecto al ‘tiempo’: ‘tres años’. “Hace tres años que vengo a buscar fruta en esta higuera”, después del trabajo de este viñador, que se ha empeñado y ha trabajado mucho, “y nunca encuentro nada”.
La referencia a esos tres años es, probablemente, una referencia a los tres años de la vida pública de Jesús, y al tiempo de la predicación del Bautista que también invitaba a producir los frutos que Dios espera. Recordamos lo que el Bautista dijo a los que se presentaron pidiéndole les dijera qué debían hacer. ¿Qué le dijo al pueblo? No les dijo que hicieran más oración… bien, que hagan las oraciones establecidas, pero estos no son los frutos. “Ustedes del pueblo quieren dar fruto, entonces, los que tengan dos mantos que den uno l que no tiene; el que tiene de comer, que invite a los que no tienen. Estos son los frutos. A los publicanos: No cometan injusticias, no defrauden al prójimo, compórtense de forma leal, íntegra. A los soldados: No cometan violencia. Esto es lo que el Bautista sugería. Pero estos frutos no llegaron…
Recuerden también el episodio cuando Jesús va a la higuera a buscar higos y solo encuentra hojas. Es claramente la imagen del patrón que va a ver si este árbol que él ha plantado da frutos o no. ¿Qué hacer cuando no da fruto? Continúa la parábola: “Dijo al viñador: Córtala, que encima está malgastando la tierra”. Es una pegunta que nos debemos hacer. ‘Tú que perteneces a la viña, a la Iglesia… ¿qué es lo que haces? Das fastidio solamente o produces frutos… ¿cuáles son los frutos que produces? Quizás te estés contentando con algunas prácticas religiosas… participar en algunas liturgias, pero esto luego no incide en tu conducta. Debes reflexionar sobre esto.
Y aquí comienza el diálogo entre el patrón y el viñador. El patrón que dice: ‘Córtala que no sirve para nada’. Y el viñador que dice: Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás. Este diálogo nos causa un poco de dificultad, porque sabemos que el patrón es Dios y el viñador es Jesús. Por tanto, parece que Jesús está en contra de las decisiones del Padre. Hagamos el esfuerzo de comprender bien, porque esta imagen es muy hermosa.
Aquí, el patrón que quiere resolver el problema cortando es el Dios que tienen en mente aquellos que están escuchando la parábola. Están pensando todavía en un Dios justiciero, y Jesús, con esta parábola, quiere desmentir esta imagen blasfema de Dios: el Dios que cuando ve que las cosas no funcionan, las corta. NO. Jesús ha venido para anunciar el nuevo rostro de Dios, que da la posibilidad de ‘un año’ para convertirse, cambiar de vida y producir frutos. ¿Cuánto dura este ‘año’? Presten atención, de nuevo lo repito, aquí Jesús quiere cambiar la imagen de Dios que tienen en mente los que lo escuchan, que es el Dios justiciero, y que es el Dios que aún hoy, tienen en mente muchos cristianos. NO.
El Dios de Jesucristo da un año… pero ese ‘año’ es muy largo… es un año que no acaba nunca. Es un año que es la expresión del amor incondicional e infinito de Dios. Entonces, reflexiona ahora sobre la realidad de tu vida, pues eres tú el que está llamado a verificar los frutos que estás produciendo teniendo en cuenta que luego, un día, tu vida acabará y esto puede ser de improviso, como decía Jesús comentando esos dos episodios de crónica de hechos acontecidos en su tiempo. ¿Qué hace el viñador durante este cuarto año—un año que no acaba? Cava alrededor, abona el terreno, para que la semilla de su Palabra pueda penetrar a fondo y transformar la vida. Y este es una tarea especialmente para este tiempo cuaresmal. Pero debemos dejarlo que remueva la tierra donde debe penetrar su Palabra; la tierra que es nuestro corazón, nuestra mente. Dejémosle trabajar, especialmente durante este tiempo de cuaresma.
Concretamente, si queremos que la semilla de la Palabra penetre, al menos durante este tiempo cuaresmal, preguntémonos: ¿Por qué vamos a Misa los domingos, contentos porque hemos cumplido? No es así como se trabaja el terreno. ¿Por qué en este tiempo cuaresmal no reflexionamos con anterioridad el texto evangélico que luego escucharemos juntos con nuestros hermanos y hermanas de fe? Así obtendremos toda la riqueza que el texto contiene. Dejemos trabajar al viñador para que mueva bien el terreno y la semilla de la Palabra pueda penetrar. Luego, lo alimenta. Alimenta este árbol. Nuestro alimento es la Palabra. La Palabra del Evangelio.
Luego el agua: la de su Espíritu, de su fuerza de vida. Y, dice el viñador, veremos si en el futuro produce fruto o quizás no. Eso de que ‘será cortado’… no es una amenaza, pero te recuerda la importancia de los años que Dios te da en este mundo. Mira que al final, tu vida acaba, se acaba el tiempo para dar fruto. Los frutos son los que Pablo recuerda en la carta a los gálatas, frutos del Espíritu que, ante todo, son el amor, la alegría, la paz, la magnanimidad, la benevolencia, la bondad, la atención a los demás, el dominio de sí.
El tiempo cuaresmal es el tiempo de verificar y, luego, de conversión a esta propuesta de vida del Maestro.
Les deseo a todos un buen domingo y una buena semana.