Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
Feliz Pascua a todos.
Al fondo ven donde que la tradición coloca el episodio narrado en el texto evangélico de hoy. Allí se habría manifestado el Resucitado a sus discípulos que se encontraban en una barca y estaban pescando. Estamos en Tabga, un nombre que deriva de eptapegon = 7 surgentes. De hecho, existen en ese lugar varias surgentes de agua. Hay agua en abundancia. La peregrina Egeria, que recorrió los lugares santos, ha dejado escrito en su diario lo que ha visto en Tabga. Dice que en la roca hay 7 gradas sobre los cuales los discípulos habrían visto al Resucitado. Lo ven al fondo.
¿Cuál es el peligro en la interpretación de este texto? Es que sea considerado una crónica escrita por Juan que habría sido el testigo ocular. Pero si seguimos esta interpretación—digámoslo inmediatamente— no comprenderemos lo que el evangelista nos quiere comunicar y que es un mensaje que toca en profundidad nuestra vida. Este es el peligro principal: perder el mensaje pues no se entiende el lenguaje del autor que no está escribiendo una crónica. Pero, si lo consideramos como crónica debemos hacer frente con varias dificultades.
La primera: leyendo este texto se tiene la sensación que los discípulos no hayan tenido antes alguna experiencia del Resucitado. No lo reconocen. Con todo, el evangelio de Juan nos dice que era ya la tercera vez que el Resucitado se manifestaba a los discípulos. Otra cosa: ¿cómo es que se maravillan tanto con la pesca milagrosa? Lucas nos dice que fue cuando los discípulos fueron llamados que tuvo lugar una pesca milagrosa; cuando Jesús invitó a sus discípulos a seguirlo y luego los hizo ‘pescadores de hombres’. ¿Cómo es que se maravillan cuando este personaje que se manifiesta en la orilla les dice que echen las redes a la derecha y tendrán resultado?
Otra cosa: Pedro y un grupo de discípulos (lo veremos al leer este texto) se encuentran en Galilea. No en Jerusalén sino en Galilea. Da la impresión que hayan vuelto a su vida normal de pescadores. Da casi la impresión de que se han olvidado de los tres años que han transcurrido con Jesús. Luego, que se hayan olvidado de la experiencia del Resucitado en Jerusalén y también narrada por el evangelista Juan. Y nos preguntamos: ¿Después de Pentecostés, no se dedicaron inmediata y completamente al anuncio del Evangelio? ¿Cómo es que encontramos a este grupo de discípulos en Galilea, siguiendo la vida que tenían antes?
Estas observaciones nos orientan hacia una interpretación diversa del texto. Es una invitación para ir en profundidad para comprender lo que el evangelista nos quiere comunicar sirviéndose de imágenes y de simbolismos bíblicos que él emplea a menudo en su evangelio. Y en la explicación que trataremos de dar, algunas de las referencias simbólicas podrían aparecer un poco forzadas, pero Juan, más que los otros evangelistas, emplea este lenguaje con referencias al Antiguo Testamento.
Nosotros no nos ocuparemos de saber exactamente lo que ha acontecido. Mucho más nos interesa saber lo que el evangelista quiere decir. Escuchemos dónde ambienta Juan el episodio: “Después Jesús se apareció de nuevo a los discípulos junto al de Tiberíades”. Así comienza el último capítulo del evangelio de Juan. En el capítulo anterior el evangelista ha recordado dos encuentros de los discípulos con el Resucitado en Jerusalén. El primero, el día de Pascua cuando Tomás no estaba presente. Y el segundo, 8 días después y Tomás estaba presente. Son dos encuentros que el evangelista coloca en el día del Señor. Pascua – 8 días después.
Es exactamente lo que pasa con nosotros el Domingo. Es la representación de la experiencia espiritual lo que las comunidades cristianas de todos los tiempos estamos llamados a hacer, en el Día del Señor, o sea, encontrar al Resucitado, el Viviente, presente, en su Palabra y en el pan eucarístico.
El tercer encuentro con el Resucitado—lo que leemos en el texto de hoy, tiene lugar en un contexto completamente diferente. Ya no es el Domingo, cuando uno va a la Iglesia. Es un día de semana, un día de trabajo. Luego, la escena no se desarrolla al interior de una casa, como si fuese una Iglesia, sino al aire libre. Y esta es la pregunta a la que el evangelista quiere responder. La actividad ordinaria, durante la semana, del discípulo ¿cómo se debe realizar para que sea parte de la construcción de un mundo nuevo? El Resucitado, ¿está presente a nuestro lado en vida cotidiana? O ¿lo encontramos solamente en Domingo? … y luego, durante la semana, él no aparece… y así nuestra vida transcurre como si él no hubiera resucitado, nos arreglamos por nuestra cuenta. Podemos hacer de nuestra vida lo que queremos si nos olvidamos del Resucitado, si su luz no nos guía más…
Desde el comienzo de este texto, se hace referencia al lugar donde se desarrolla la actividad de los discípulos. No en un ambiente religioso, sino en un ambiente profano. El mar. Este término no es correcto porque se trata de un pequeño lago. El Lago de Tiberías o el Lago de Galilea es pequeño. ¿Por qué lo llaman ‘mar’? Cuando los hebreos hablaban del mar – ián gadól. El mar grande era el Mediterráneo. Aquel sí era un mar. Y este es un lago. Si el evangelista lo llama mar es porque quiere dar un significado al trabajo que en esos días laborales harán los discípulos, llamados a pescar en el mar. Y sabemos que el mar es el símbolo del mundo de la impureza, de lo demoníaco, de lo que es contrario a la vida. Los peces están bien en el mar, pero los hombres se hunden en este mar. Si son arrollados por las olas acaban hundidos, pierden la vida.
Y recordamos cuál era la misión que Jesús había confiado a sus discípulos: sacar a la gente de estas olas del mar que los azotan. La pesca representa la actividad apostólica. Es símbolo de salvar a la gente de la muerte, de situaciones deshumanizantes. Y este mar es de Tiberíades. Tiberías acababa de ser fundada por Herodes Antipas. Había ido a vivir a Tiberías que era su nueva capital, apenas 5 años antes del comienzo de la vida pública de Jesús. Los evangelios no mencionan nunca que Jesús haya ido a Tiberias. Le habían dicho que el rey Herodes lo quería ver.
Herodes Antipas había fundado allí su ciudad, una ciudad pagana, dedicada al gobernante de turno: Tiberio. ¿por qué se menciona el ‘mar de Tiberías’ y no el mar de Galilea? Es una alusión al paganismo de esta ciudad. Y es en este ‘mar del paganismo’ = este es el simbolismo, donde la comunidad cristiana está llamada a trabajar, a sacar fuera a la gente de lo deshumano y llevarlos a una vida realmente humana, la que propone Jesús de Nazaret. Los discípulos están llamados a sacar a la gente de una vida idolátrica y llevarlos a ser gente, hombres, verdaderos. Lo que los discípulos encuentran es un mundo pagano. Y no hay que lamentarse. ¡Cuántos lamentos sentimos siempre sobre este mundo… que es más pagano cada día, corrupto, sin valores, moralmente degradado y sin fe… Y la conclusión es… dejémoslo como está.
Pero ¿qué es lo que esperábamos? ¿Que Jesús enviase a sacar fuera a la gente que se encuentra ya en tierra firme? NO. Se trata de la gente que está en el mar. El mar es el mar. Debemos tener presenta que la situación de la humanidad que Cristo ha encontrado y que también encontramos nosotros hoy, no es la situación ideal que nosotros querríamos. NO. Debemos trabajar en este contexto – que es el mar y un mar pagano. La pregunta, pues, a la cual el texto de Juan quiere responder es: “¿Cómo está llamado el discípulo a realizar la propia actividad en lo cotidiano, para que la actividad laboral sea verdaderamente humanizante? ¿Qué influencia tiene la presencia del Resucitado y qué influencia tiene su Palabra en el fluir de nuestra vida cotidiana? Esta actividad ¿está desconectada del encuentro con el Resucitado que se tiene en el Día del Señor, cuando nos unimos a la comunidad para escuchar su palabra, partir el pan? ¿De lunes a sábado… el Resucitado no cuenta para nada?
El evangelista responde a estas preguntas con una página de teología que ahora trataremos de entender. Se manifestó así: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos. Les dice Simón Pedro: Voy a pescar. Le responden: Nosotros también vamos. Salieron, y subieron a la barca; pero aquella noche no pescaron nada.
Ahora “Jesús se manifestó así”. El evangelista no dice que los discípulos han visto a Jesús, sino que él se ‘manifestó así’. Es exactamente como se manifiesta a nosotros hoy, en lo cotidiano, si estamos atentos a acoger su presencia y su luz en nuestra vida, mientras realizamos nuestra actividad profesional, para construir un mundo como él lo quiere. Tomemos nota de la composición de este grupo que representa a la comunidad cristiana. Veremos unas características que reproducen exactamente la composición de nuestras comunidades hoy.
El primero es Pedro – con su historia personal y representa al discípulo a quien se le hace difícil aceptar la propuesta de hombre exitoso según Dios. La persona grande, no porque ha acumulado dinero y poder, sino grande porque es capaz de amar, de donar la vida. Y Pedro es el discípulo que quisiera seguir a Jesús, pero quiere poner junto a la propuesta de Jesús sus propios proyectos y sueños; que son los proyectos de poder, del tener, del aparentar. Es el discípulo de hoy que ha dicho SÍ a Jesús, pero continúa a pensar como antes. Pedro tiene la cabeza dura. Y en ciertos momentos de dificultad no duda hasta de renegar su propia fe. Así, hoy, cuando hay que elegir entre los propios intereses y el evangelio, no duda el alejarse de Cristo. No hay que desesperarse.
Es la historia de este primer discípulo, que guía a la comunidad… una persona frágil, enamorada de Cristo, pero con todas las fragilidades humanas. Tengámoslo en cuenta incluso en nuestras comunidades de hoy. El segundo es Tomás. Dídimo = gemelo. O sea, nuestro gemelo. Es el que ama a Jesús, pero luego le cuesta vivir en comunidad… después de un tiempo se aleja; pertenece a la comunidad, pero hay algo que le disgusta y lo empuja a alejarse. Le cuesta creer – porque él quiere verificar. Es exactamente la imagen de tantos cristianos de nuestras comunidades que son como Tomás. A veces están tentados de abandonar la comunidad, luego regresan porque no encuentran nada mejor fuera. Quiere creer… pero con pruebas… con prodigios… con milagros, donde no se pueda poner ninguna duda.
El tercer personaje es Natanael. Es un personaje agradable. La tradición lo identifica con Bartolomé… pero esto está forzado. Natanael es un simple discípulo. Se caracteriza por el hecho que él no excluye a nadie. Es una persona de corazón puro, limpio. No cree en Jesús porque tiene sus propias convicciones, pero cuando lo encuentra, cuando lo descubre y como tiene el corazón puro, dice: ‘realmente es como dice, es lo que esperaba’. El hecho de que Jesús le dijera: ‘te he visto bajo la higuera’. En la tradición la higuera representa la paz. El que está debajo de la higuera es el que busca un mundo de paz, anunciado por los profetas. De hecho, estar sentado bajo la higuera era el símbolo de la paz.
Este hombre representa a aquellos discípulos sinceros que no creen sino hasta tanto encuentren a alguien que dé testimonio de Cristo, como hizo Felipe con Natanael. Son hermosos estos ejemplos que en nuestras comunidades, que quizás estaban alejados pero luego se acercan apenas descubren verdaderamente la hermosura del Evangelio. Luego, los dos hermanos, hijos de Zebedeo. Es el ala fanática de nuestra comunidad cristiana. Los que piensan que son los únicos capaces de hacer el bien. “Nosotros somos los valientes. O están con nosotros o no son buenos”. Nos lo recuerda Marcos en el capítulo tercero, cuando Juan ve a alguien que expulsa demonios y emplea el nombre de Jesús de Nazaret para hacer el bien… y se lo prohibieron “porque no eran de los nuestros”.
Luego, en el capítulo 9 de Lucas se dice que cuando fueron rechazados por los samaritanos, Santiago y Juan (estos dos hermanos) dicen a Jesús” ‘Vamos a invocar fuego del cielo contra estos brutos malvados’. Jesús les llama severamente la atención. Y les llama con un nombre no muy atrayente: ‘Hijos del trueno’. Intolerantes. Alzan siempre la voz, listos a hacer polémica, ven enemigos en todas partes. Y estos existen también en nuestras comunidades hoy. Adviertan cómo está compuesta esta comunidad que encontramos en la barca. Y, para llegar al número 7, tenemos a otros dos discípulos para indicar la totalidad.
¿Quiénes son estos dos discípulos? ¿Por qué no vienen nombrados? Porque no debemos preguntarnos quiénes eran… son dos anónimos. Si no nos identificamos con la descripción de los personajes presentados anteriormente, estos dos discípulos somos nosotros, con nuestras buenas y menos buenas características y con todas nuestras fragilidades. Pero también podríamos representar a estos dos que están sobre la barca y trabajan junto con los otros 5 a quienes conocemos muy bien, que son los bautizados.
Estos dos podrían representar a aquellos que son discípulos sin saberlo. Son aquellos que trabajan por los mismos objetivos de los cristianos: hacer más humano nuestro mundo. Son aquellos que quieren construir paz, amor, reconciliación. Tienen los mismos objetivos que los discípulos de Cristo. Éstos, aunque no estén bautizados, están en la misma barca y cumplen la misma misión que Jesús ha encomendado a sus discípulos.
Por tanto, estamos de frente a un grupo abierto. Hay lugar para todos aquellos que quieren un mundo nuevo—un espacio para todos los hombres de buena voluntad. Pedro dice a este grupo de discípulos: ‘Yo voy a pescar’. Y el hecho, en este punto, se convierte en una parábola. Notemos que Pedro no manda ‘vengan a pescar’. NO. Él va. Es un modelo para imitar. No da órdenes. Este es el ejemplo para quienes presiden la comunidad cristiana. Es uno que invita a los hermanos. Él sigue a Cristo y con su vida invita a los hermanos. Es un creyente que es feliz de encarnar esa propuesta de hombre que Jesús ha hecho, y desempeña la misión que le ha sido encomendada. Y vemos que los otros deciden, espontáneamente, ir con él. No solo los discípulos, sino también las personas que pertenecen a una comunidad por una opción libre porque comparten la misión.
Es hermoso lo que Pedro dice en su primera carta, cuando se dirige a los ancianos que presiden a la comunidad y dice: “apacienten el rebaño de Dios que se les han confiado, cuidando de él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino generosamente” (1 Pe 5,2). No como ‘patrón’ sobre los demás que se les han confiado, sino como modelos para la grey.
Este es Pedro que dice: “Voy a pescar”. Comprendemos el significado de esta imagen de ‘pescar’. La primera parte de esta pesca se desarrolla en la noche, en la oscuridad. En la Biblia, la luz es siempre positiva; las tinieblas son negativas. La actividad de los discípulos puede desarrollarse sin la luz, que es la luz de Cristo, la del Resucitado, la del Evangelio… esa actividad para humanizar el mundo según el criterio y las astucias humanas o llevar adelante esta misión siguiendo las indicaciones del Maestro. La noche indica el trabajo que se hace siguiendo los criterios humanos. Y no sacan nada. No recogieron nada. Notemos que el día, en Israel, comienza al atardecer, por tanto, la jornada comienza siempre con una noche. Y si pensamos en la historia del mundo, es como la jornada de Israel. Existe una noche: es la noche del paganismo, del deshumano… hasta que en cierto momento llega la luz. Por tanto, no nos debemos maravillar si vivimos en un mundo todavía muy oscuro porque el nuevo día ya ha comenzado a despuntar.
Recordemos lo que dice Pablo: “La noche está avanzada, el día se acerca…” (Rom 13,12). El verdadero creyente sabe que la construcción del mundo nuevo sabe recibir las señales de esta nueva luz. Escuchemos ahora cómo aparece esta luz del Resucitado:
“Al amanecer Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era Jesús. Les dice Jesús: Muchachos, ¿tienen algo de comer? Ellos contestaron: No. Les dijo: Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Tiraron la red y era tanta la abundancia de peces que no podían arrastrarla”.
Ahora llega el alba. La noche se acabó. Jesús está en pie en la orilla. Los discípulos aún no saben que es Jesús. Y el relato se convierte en parábola. ‘Está de pie’. En pie porque ha resucitado. Y no está en el mar, sino en la orilla. Los discípulos están en el mar, Él está sobre la tierra firme. Ya ha llegado a destino, al mundo de Dios. Recordemos lo que dice Pablo escribiendo a Timoteo… Pablo es anciano y dice: ‘Ha llegado el momento de recoger las velas’… Es una comparación muy hermosa porque significa que la conclusión de la vida es una despedida para algo maravilloso porque cuando sale de un lugar es para encontrar uno mejor.
Se deja esta tierra para ir hacia nuevas costas y recoge las velas. Jesús ya ha llegado a la playa definitiva. Cumplió su misión, pero no la ha abandonado a la comunidad de los discípulos. Está siempre interesado en el trabajo que están desarrollando en medio de las dificultades de la pesca sobre el mar. Y no saben que es Jesús. ¡Es él, pero no es más él! Es siempre la misma persona pero en una condición que no es la de antes, cuando lo podían abrazar, lo podían ver con los ojos materiales.
Luego, comienzan a intuir quién es este personaje… es él, pero no es el de antes. Y escuchan su voz: “Muchachos, ¿tienen algo de comer? El texto original dice: ¿tienen algo para poner en el pan? Algo para añadir al alimento que yo ya tengo. Este término ‘hijitos’ que traducimos como ‘muchachos’… nosotros no somos hijos de Jesús… somos hijos del Padre del cielo, pero esta palabra indica la ternura de Cristo que permanece siempre enamorado de sus discípulos y está atento a lo que les sucede a los que todavía están trabajando en este mundo. Y ‘algo para añadir al pan’ es algo que también los discípulos están llamados a llevar, a añadir al pan que él ya tiene. La respuesta de los discípulos es un seco: NO. Lleno de desilusión, no han comprendido.
Y cuántas veces también nosotros a pesar de trabajar con pericia y constancia, seguimos a tientas en la noche y no acabamos nada en nuestra actividad apostólica. Pensemos en cuántos esfuerzas hace la gente para construir una paz duradera. Cuántas son las astucias de los políticos quienes muchas veces están solamente guiados por los intereses nacionales. Están trabajando en la noche. No construirán más un mundo de paz. Habrá interrupciones entre una guerra y otra. Cuando los hombres, para llegar a este objetivo de un mundo en paz, se dejan guiar de su egoísmo, de sus estratagemas.
Cuántos esfuerzas se hacen para vencer el hambre en el mundo… Si nos guiamos por los criterios humanos, estamos todavía en la oscuridad… trabajamos en la noche. No obtendremos buen resultado. Construiremos bombas, utilizaremos todos nuestros recursos, pero no lograremos el objetivo humanizante de lograr lo necesario para una vida digna para todos. O también los esfuerzos que hacemos para resolver el problema de la contaminación y del cambio climático. Pero no lo obtenemos porque queremos salvaguardar todos nuestros egoísmos. O queremos construir una sociedad fundada sobre valores sólidos, vencer las enfermedades, los dolores, la soledad, poner fin a la injusticia, a la pobreza…pero según nuestros criterios. No obtendremos resultados.
Sin la Palabra del Evangelio seguimos en la oscuridad y si no escuchamos a su Palabra no obtendremos los resultados. Si, en vez, prestamos atención a la Palabra que el Señor nos ha dejado entonces nos empeñaremos en la vida diaria guiados por el Evangelio. Y, al centro de todo proyecto, de toda búsqueda, buscaremos al hombre, no al egoísmo, no los intereses nacionales o personales. Buscaremos la fraternidad, la dignidad humana para todos, la renuncia a los propios intereses, el propio provecho para donar la vida al otro.
¿Qué dice Jesús para obtener resultado en esta pesca? “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. La parte derecha es la parte buena de la persona. El instinto había llevado a esos 7 pescadores a tirar la red por la parte equivocada, la parte mala. Todos tenemos una parte buena y una parte mala. ¿De qué parte podremos engancharlo para sacarlo fuera de la situación deshumana en que se encuentra? Nosotros estamos tentados de tirar por la parte mala… con los improperios, con los insultos… ‘no sirves para nada’… mira lo que haces… Jesús dice: NO. Echa la red por la parte buena. Esto es, sabe cómo engancharlo en lo que esa persona tiene de positivo y lo sacarás fuera.
Luego la red es llevada a tierra. Encontraremos una multitud de gente salvadas de estas aguas. Y ahora entra en escena el discípulo amado por el Señor que sabe reconocer en el Resucitado al Jesús de Nazaret que ellos han conocido. El discípulo amado de Jesús dice a Pedro: Es el Señor. Al oír Pedro que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces, porque no estaban lejos de la orilla, apenas unos cien metros.
¿Quién es este discípulo que Jesús amaba? No es Juan. Representa al discípulo auténtico. El que en medio de tantas voces que dan sugerencias, sabe reconocer la voz del Maestro e indica a los hermanos al Maestro que debe guiar sus actividades. Veamos lo que sucede cuando este discípulo amado dice a Pedro: “Es el Señor”. Y lo que hace Pedro ahora… no pude ser crónica… pues dice el evangelista: “se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua”. ¡No se ciñe la túnica para tirarse al agua! Ya la debería tener puesta, pues cuando se pesca de noche, hace frio y hay que protegerse. Y si luego se tira al agua se quita la túnica.
¿Qué significa el hecho de que Pedro, al oír la voz del discípulo amado que le hace reconocer la palabra del Señor, se ciñe? Es importante el verbo que aquí se emplea, es: διεζώσατο ‘diezózato’ - ‘diashónimi’ que es muy raro, aparece solamente dos veces en el Nuevo Testamento. Aparece aquí, cuando Pedro se reviste y aparece cuando Jesús se pone el delantal para servir. Ese delantal que Pedro refutó, porque no quería ser siervo y menos aún que Jesús se comportase como siervo, pues luego él debería también comportarse como el Maestro.
Notemos que cuando oye al discípulo amado que le dice: ‘es la voz del Maestro’, Pedro se pone esta vestimenta. Es el delantal que él había rechazado. Notemos que la primera persona sacada fuera de las olas del mar es Pedro. Y este es el momento cuando él adhiere plenamente a la propuesta del Maestro. Luego se tira al agua. Son las imágenes de las aguas bautismales. Pedro se ha puesto el delantal que caracteriza al verdadero discípulo y tirándose al agua… son las aguas del bautismo donde son ahogadas las presunciones, la culpa, la vida antigua, esas convicciones que te llevaban a una vida que no era la de un hijo de Dios. Y cuando se emerge de esta agua eres una persona nueva, revestida de esas vestiduras que caracteriza al cristiano. Es lo que Pablo dice escribiendo a los colosenses: “Revístanse de sentimientos de profunda compasión, de amabilidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia…” (Col 3,12). Y, en la carta a los romanos: “Revístanse de Cristo” (Rom 13,14). El verdadero discípulo es aquel que cuando alguien lo encuentra lo reconoce como una imagen del Maestro.
“Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces, porque no estaban lejos de la orilla, apenas unos cien metros”.
El bote representa la Iglesia… no es grande, es una barca, pero tiene una misión grande que cumplir. Y esta barca, que representa a la Iglesia que saca fuera a los hombres de una situación de muerte y los lleva a la vida. ¿Cuál será el resultado del trabajo de estos discípulos? Escuchemos. Cuando saltaron a tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan. Les dice Jesús: Traigan algo de lo que acaban de pescar. Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, la red no se rompió.
Les dice Jesús: Vengan a comer. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó pan y se lo repartió e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera aparición de Jesús, ya resucitado, a sus discípulos. Cuando los discípulos descienden de la barca ven en la orilla: brasas, pescado y pan. El texto no dice que han visto a Jesús. Ven las brasas. Y este término: ἀνθρακιὰν - ‘anfrakía’ aparece solamente dos veces en el Evangelio. Una vez aquí y también cuando Pedro reniega al Maestro. Pedro tiene aquí el recuerdo de su experiencia pasada, cuando tuvo miedo de unir su vida totalmente a Cristo, y ahora, de frente a esta brasa, cuando sale del agua, encuentra al Cristo a quien ahora entrega su misma existencia. Ahora ha salido del agua. Se ha revestido de Cristo, de la vida nueva.
Y no ven a Jesús, sino: ὀψάριον (pescado) – igzís – que es un acrónimo: Jesús – Cristo – Hijo de Dios – Salvador. Y pan. También Cristo se ha hecho pan; toda su vida fue una vida entregada para alimento de los hermanos y hermanas. “Les dice Jesús: Traigan algo de lo que acaban de pescar”. Y de hecho, Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red repleta de peces grandes”. Es el fruto de la misión de la Iglesia que se lleva a Cristo; la gente que ha sido sacados fuera de la condición pagana donde se encontraban. Y llena de “ciento cincuenta y tres peces grandes”.
Este número ha recibido muchas interpretaciones, pero todas llegan a la misma conclusión: indica la plenitud del resultado que obtendrá esta misión que Jesús ha confiado a la Iglesia: la de llevar a toda la humanidad… 153. En todas las interpretaciones indica la totalidad de la humanidad. Por tanto, la salvación universal para todos. Y ahora Jesús realiza el gesto eucarístico: “Jesús se acercó, tomó pan y se lo repartió e hizo lo mismo con el pescado”. También ese pescado que le han llevado.
Notemos entonces la vida eucarística de esta comunidad. ¿Qué significa dejarse salvar? Significa dejarse sacar de una condición donde uno se mueve de manera egoísta, donde se piensa en sí mismo y, por tanto, se vive de manera deshumana…dejarse sacar fuera para transformarse en alimento para la vida de los hermanos y hermanas. Como alimento para la vida de los hermanos ha sido toda la vida de Cristo, consumada por amor. Ahora, esta nueva comunidad está compuesta por todos aquellos que ofrecen la propia vida para alegría y vida de los hermanos y hermanas. Y con esta imagen eucarística se concluye el texto evangélico sobre el cual hemos meditado.
Les deseo a todos una buena Pascua y una buena semana.