Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
Un buen domingo para todos.
La semana pasada vimos el fracaso que tuvo Jesús en Nazaret, no solo sus compañeros de aldea sino tampoco sus propios familiares creyeron en él; se mantuvieron firmes en sus posiciones, en lo que siempre habían creído que era correcto. Y aquí tenemos un primer mensaje importante para nosotros: se puede amar a Jesús como sus compañeros de aldea, ya que los familiares amaban a Jesús, lo estimaban. Se puede amar a Jesús sin creer en él. ¿Por qué sucede esto? Nosotros decimos que si hubiéramos estado en Nazaret, hubiéramos dicho que sí a Jesús. Y es verdad, si razonáramos como lo hacemos hoy en día habríamos dicho que sí.
Los habitantes de Nazaret dijeron NO porque entendieron lo que significaba decir sí; adherirse al evangelio significa cambiar la imagen de Dios, significa cambiar la imagen del hombre exitoso, significa cambiar la imagen de la sociedad. Eran cambios demasiado radicales los que Jesús requería y dijeron que NO. ¿Cómo es que decimos que sí tan fácilmente? Porque amamos a Jesús, lo amamos, pero no hemos entendido lo que significa decir sí, creer en el evangelio. Cuando escuchamos las bienaventuranzas decimos qué bonito y nos sentimos discípulos de Jesús porque admiramos lo que dijo y también estamos convencidos de practicar un poco lo que dice, pero cuando pensamos en el hombre ideal que nos propone: el que se hace pobre, el que pone todo lo que posee, todas sus propias capacidades no al servicio de su propio disfrute, de su propio placer sino al servicio de la vida y de la alegría de su hermano, incluso de su enemigo, incluso del que le ha hecho daño… cuando entendemos esto sentimos una repulsión interior.
Mientras no experimentemos esta repulsión significa que no hemos entendido porque la ley de la carne (dice Pablo), lo que nos viene instintivamente con el impulso inmediato, es contrario a lo que nos propone el Espíritu. Cuando consideramos lo que dijo Jesús sobre esos dos hijos: el primero al que el padre se dirige y le dice ‘ve a trabajar en la viña’ y dice sí, luego no va. Cuando entiende lo que conlleva, entonces no va, pero el segundo que inmediatamente dice NO y después va, dice NO porque ha entendido lo que conlleva adherirse a lo que dice el padre; solo después la da la adhesión.
Aquí está la importancia para nosotros: la necesidad de hacer la experiencia que han hecho los habitantes de Nazaret. La primera respuesta que nos viene instintivamente, y debemos hacer esta experiencia, es decir que NO. Recordemos al hijo mayor en la parábola del hijo pródigo cuando le dice a su padre: No eres justo porque tratas a un fugitivo igual que yo que trabajo, que me entrego al trabajo, que siempre obedezco, no es justo. Aquí está la repulsión que se siente ante la propuesta de un rostro nuevo de Dios que hace Jesús de Nazaret. O lo que sucede a Jonás, que le dice a Dios: No eres justo porque no castigas a los ninivitas. Este es el primer mensaje que ya podemos sacar de lo que sucedió en Nazaret.
¿Qué sucede ahora? Es el pasaje del evangelio de hoy. Ante el rechazo de su evangelio que ocurrió en Nazaret, y que dirá luego en el evangelio de hoy, ‘este rechazo les sucederá a ustedes también, porque significa que entendieron lo que proponen, lo que es mi propuesta’. ¿Cómo se comportó Jesús? Tal vez nos hubiéramos desanimado, hubiéramos dejado caer los brazos, Jesús, no; Jesús salió de Nazaret y comenzó a recorrer todos los pueblos de los alrededores, anunciando el evangelio. Y no solo reanudó su misión, sino que escuchemos ahora lo que hizo:
“En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos”.
Jesús quería poner fin al viejo mundo y comenzar el nuevo mundo; tendría que contar con el éxito porque no es fácil adherirse a su propuesta, pero también sabe que no puede llevar a cabo este plan de salvación por su cuenta, sabe que su vida es limitada, en cierto punto termina. Tiene que involucrar a los discípulos en su proyecto; son los que han creído en él, le han dado su adhesión. Entonces ¿qué hace Jesús? Los llama a sí. No se trata a acercarse en sentido material, ya están ahí alrededor de él, ¿qué significa llamarlos a sí?
Jesús nos está hablando a nosotros porque somos nosotros estos discípulos que ahora quiere enviar a llevar adelante su proyecto de salvación anunciando el evangelio. Acercarse a Jesús significa que antes de ir a anunciar el evangelio a otros, hay que haberlo anunciado a uno mismo, es necesario haberlo asimilado, hay que establecer una profunda sintonía con la persona de Jesús, con sus elecciones, con su estilo de vida. Solo el que ha estado realmente con Jesús puede ir a anunciar a los demás y ser creíble porque se presentará con la alegría del que ha descubierto un gran tesoro y quiere involucrar también a los que ama porque quiere que sean felices en esta experiencia del encuentro con Cristo.
Existe una gran diferencia entre dar una lección de matemáticas o física y anunciar el evangelio. El catequista no es alguien que enseña una doctrina, sino alguien que encarna una propuesta de vida y está feliz de haberla hecho y comunica su experiencia de alegría a los demás. Y después de haber hecho esta experiencia de estar con Cristo, uno es enviado. Jesús envía a estos discípulos. Notemos que no envía a cualquiera, a alguna persona que tiene esta tarea como los sacerdotes, los diáconos, las personas consagradas en la vida religiosa, NO.
Todo discípulo debe sentirse enviado, de lo contrario no es un discípulo, no está involucrado en este plan de salvación. El discípulo que no siente la necesidad de compartir con otros el don recibido probablemente todavía no está convencido de que al descubrir a Cristo ha descubierto el sentido de su propia vida.
Y los envía de dos en dos. Este es un uso judío, pues cuando querían mantener el contacto entre las sinagogas no enviaban a un individuo solamente, siempre a una pareja, también porque este es el significado de ser personas creíbles, testigos fiables. En el Nuevo Testamento vemos que a menudo encontramos estas parejas: Pedro y Juan que van al templo juntos después de la Pascua; luego, especialmente, cuando la comunidad de Antioquía decide enviar heraldos de que el Mesías ha venido, los envían a las distintas sinagogas repartidas por el imperio romano, la comunidad de Antioquía envía a dos: Bernabé y Saúl; luego serán otros dos: Bernabé y Marcos, Pablo y Silas, Pablo y Timoteo, siempre en pareja.
Esto tiene también un significado teológico importante: pareja significa comunidad, significa que quien va a anunciar el evangelio es expresión de una comunidad, es parte de una Iglesia. Hay una gran diferencia entre el hinduismo, el budismo y todas las prácticas ascéticas que tienen como objetivo alcanzar la propia liberación, la propia perfección espiritual o la búsqueda del propio equilibrio interior. Aquí hay una gran diferencia con el cristianismo; estos se pueden vivir en soledad, en el más completo aislamiento, pero no el cristianismo. Solo se puede vivir en comunidad y para formar una comunidad tiene que haber por lo menos dos de nosotros.
Notemos la alegría de ser anunciantes, pero parte de una comunidad, enviados por una comunidad, en sintonía con el pensamiento, con los sentimientos de una comunidad. La Iglesia no es una asociación de amigos unidos por simpatía mutua, sino por hermanos y hermanas; los amigos son elegidos, somos responsables de nuestras amistades no de nuestros hermanos y hermanas; éstos no son elegidos y por eso estamos unidos en esta comunidad no por simpatía, sino por el amor de Cristo que es incondicional y no conoce barreras. Puede ser difícil estar en una comunidad, pero seremos creíbles cuando proclamamos el evangelio si estamos unidos, si nos sentimos parte de una comunidad. Cuando oímos hablar de la Iglesia no digamos ‘la Iglesia’ sino ‘mi Iglesia’, en la que estoy feliz de pertenecer, aunque tenga tantos límites, tantos defectos, soy parte de esta Iglesia.
Luego, Jesús da poder a estos enviados, ‘exusía’ en griego. Este es el único poder que Jesús da a sus discípulos, ningún otro poder. Para nosotros ‘poder’ significa la autoridad para mandar, de dar órdenes, de hacerse obedecer. No, la única autoridad que Jesús da a sus discípulos es la de expulsar a los espíritus inmundos, a los espíritus impuros. Esto es lo que Jesús dirá al final de su vida, después de la Pascua, a los discípulos en el monte, dice Mateo: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra".
¿Cuál es el poder que Jesús recibió? El poder de expulsar a los espíritus inmundos del mundo. ¿Qué son los espíritus inmundos? No nos dio el poder de usar agua bendita para los exorcismos. No, los espíritus inmundos son todo lo que lucha contra la vida, todo lo que deshumaniza. Son espíritus inmundos el afán incontenible, la avaricia de acumular bienes, de tener más y más aún, a costa de cometer injusticias, de hacer guerras, de destruir la creación. Este es un espíritu que está en contra de la vida; si lo dejamos actuar deshumaniza. Sabemos muy bien que nuestro mundo se mueve por este espíritu inmundo.
Jesús nos da el poder de vencer a estos espíritus inmundos que pensamos que son invencibles. Cuántas veces lo decimos: el poder de la economía, de las finanzas ¿quién los controla? Aquí es donde Jesús nos dio exactamente esta ‘exusía’, este poder que es su palabra, su Espíritu que vence a todos los espíritus que deshumanizan. El espíritu inmundo empuja a la gente a buscar lo que les gusta, sólo lo que les gusta. Parece invencible porque el instinto lleva precisamente a esto, el impulso interior lleva a replegarse en uno mismo. Jesús ha dado el poder de vencer estos espíritus deshumanizadores, el espíritu que te empuja a atacar, a cometer violencia, a hacer guerras; el espíritu que te hace ver a los que son diferentes a ti como un enemigo.
Todos estos espíritus crean un mundo inhumano y parecen invencibles y lo decimos muchas veces: ‘esta degradación de la sociedad’… ‘hoy en día hay toda una concepción de la vida que es invencible y será cada vez peor’. Desde el punto de vista humano las fuerzas del mal son muy fuertes porque es precisamente este impulso instintivo que lleva en una dirección inhumana.
Esto es lo que Jesús promete: ‘mi palabra, mi Espíritu, expulsa a estos demonios inmundos’, pero es necesario anunciar este evangelio porque donde llega el evangelio, estos espíritus inmundos ya no pueden quedarse, el uno o el otro. De aquí la necesidad de anunciar esta palabra. Entonces es necesaria la fe. Quien no crea en esta autoridad, en esta fuerza que nos ha dado Jesús, no podrá moverse y se resigna a dejar que el mundo antiguo siga deshumanizándose. Ahora Jesús explica cómo deben presentarse los discípulos enviados a proclamar su evangelio.
Escuchemos:
“Les encargó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja, que calzaran sandalias pero que no llevaran dos túnicas”.
Antes de enviar a los discípulos, Jesús da instrucciones que son introducidas por un verbo griego: ‘paranghélei’, que significa dar órdenes y es la única vez en el evangelio según Marcos que Jesús da órdenes y por eso son muy importantes. En primer lugar, dice lo que pueden llevar para el camino, y es una imagen muy bella la del discípulo que está de viaje, no tiene una morada estable aquí, sino un destino que va más allá de este mundo.
¿Qué deben llevar con ellos? El bastón. Un detalle interesante; Marcos dice que Jesús permitió llevar el bastón, mientras que en Mateo y en Lucas se dice no llevar el bastón. ¿Por qué? Estos bastones tienen diferentes significados. Para el evangelio según Mateo y Lucas es el símbolo del arma de los pobres; esto es lo que en Mateo está prohibido. Mateo es el evangelista que más que los otros, insiste en la no violencia del discípulo; y solo Mateo se refiere a la frase de Jesús a Pedro “vuelve a poner la espada en la vaina”. El mundo nuevo no se construye con violencia. Esta es la razón por la que todo lo que recuerda instrumentos de violencia son excluidos en el evangelio según Mateo.
En el pasaje de hoy, en cambio, el bastón tiene un significado diferente que encontramos en la biblia. Recordemos que para cumplir su misión de realizar maravillas Dios le entrega a Moisés el bastón con el que divide el Mar Rojo, hace fluir el agua de la roca. Es el símbolo del poder que Dios da al discípulo que tiene que llevar a cabo una misión extraordinaria. Pues bien, también el discípulo de Cristo, que tiene que cambiar el mundo anunciando el Evangelio, lleva consigo un bastón, símbolo del poder que Dios da. Y éste es el único poder en el que el discípulo debe apoyarse, el poder de la Palabra y del Espíritu de Cristo; no en alianzas con los poderes de este mundo, no en el dinero, no, eso lo estropea todo.
Y luego lo que no deben llevar consigo y hora Jesús recurre a las paradojas. Pero hay que tener cuidado en no dar interpretaciones reductivas a sus palabras porque esto desfiguraría su mensaje y lo privaría de su contenido provocador. Un tema muy delicado es el tema de los bienes de la Iglesia. Conocemos todas las críticas que el mundo secular hace a la Iglesia, precisamente por las riquezas que posee, por lo grandioso de ciertas estructuras.
Pues bien, ¿qué le dice Jesús al discípulo? Que se presenten como personas que emplean los bienes de este mundo, pero se desprenden de ellos, no los absolutizan. El cristiano agradece al Creador, no desprecia los bienes de este mundo pues sabe que son dones que Dios ha dado para la vida de sus hijos e hijas, pero el centro del mensaje que el discípulo está llamado a anunciar es el destino último de la vida del hombre; es una vida que va más allá de esta vida; y si el discípulo empieza a acumular bienes, implica que él también está comprometido en este mundo como si fuera su destino último; entonces no puede ir por ahí predicando los valores del Evangelio.
Cuando se tiene lo necesario para vivir, cuando se tiene el pan de cada día, el resto pertenece al hermano y a la hermana, también porque el discípulo tiene siempre presente que en la aduana todos los bienes de este mundo que no han sido entregados a los hermanos y, por tanto, no se han transformado en amor, serán requisados.
Recordemos cómo los primeros discípulos habían puesto en práctica esta disposición de Jesús. Cuando Pedro y Juan van al templo, encuentran a ese paralítico en la puerta hermosa y Pedro le dice: “Míranos” y él espera que le den una limosna. Pero Pedro le dice: “No tengo plata ni oro; solo te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo camina”. Y Pablo, un pasaje muy hermoso, ese discurso en el capítulo 20 del libro de los Hechos, cuando saluda a los ancianos de Éfeso y les dice: “Ustedes saben que para mis necesidades y la de los que estaban conmigo, estas manos mías han trabajado y de todas maneras les he mostrado que hay que ayudar a los débiles trabajando como yo lo he hecho, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo ‘es más feliz el dar que el recibir’”, una frase de Jesús que no se conserva en los evangelios, pero fue conservada por Pablo.
Por lo tanto, solo lo necesario, pero no acumular, de lo contrario el discípulo no podría proclamar el evangelio y si lo anuncia no será creíble. “No llevar ni pan, ni alforja” … ¿Por qué? Simplemente, porque se estropea. Al discípulo no se le permite guardar provisiones para el día siguiente. El pan que el discípulo pide al Padre es el pan de cada día y si le sobra lo dará a los hambrientos y a los necesitados.
Luego, “ni dinero en la faja”. Se trata de una finura que conviene recordar. El dinero se llama aquí ‘jalkós’, en griego es el cobre. El cobre y el bronce se usaban para hacer cambio, no el oro o la plata. Aquí Jesús dice, el discípulo no debe guardar con él ni siquiera las moneditas de cambio. Estamos en la paradoja, pero tratemos de no perder el sentido provocador de estas disposiciones de Jesús. Recordemos lo que pide el sabio en el libro de los Proverbios, en el capítulo 30; pide dos cosas al Señor y dice: ‘no me niegues, oh Dios, antes de morir dos cosas; te pido no me des pobreza y no me des riquezas; déjame mi pedazo de pan. ¿Por qué te pido estas dos cosas? Porque si me das riquezas podría decir al Señor ‘ya no me interesas’ porque tengo todo lo que me gusta; no me des pobreza, porque en la pobreza podría robar o incluso blasfemar’. Estas son las dos cosas que el sabio pide: ni riquezas ni pobreza.
A través de los siglos sabemos que la Iglesia ha pagado caro su apego a los bienes de este mundo y con sus alianzas con los poderes políticos ha perdido credibilidad. Recordemos unas palabras del obispo Hilario de Poitiers en el siglo IV cuando Constanso, el hijo de Constantino, había comenzado no a perseguir a la Iglesia sino a favorecerla, dice Hilario de Poitiers: ‘Ya no tenemos un emperador anticristiano que nos persigue, sino que debemos luchar contra un perseguidor mucho más insidioso, un enemigo que no nos persigue sino que nos halaga, no nos azota la piel sino que acaricia nuestros vientres, no confisca nuestros bienes porque nos devolvería la vida, sino que nos enriquece para darnos la muerte. No nos empuja hacia la libertad metiéndonos en la cárcel, sino hacia la esclavitud invitándonos a las fiestas de palacio; no golpea nuestros cuerpos, sino que se apodera de nuestros corazones, no nos corta la cabeza con la espada, sino que nos mata el alma con el dinero’. Esta es la razón por la que Jesús advirtió a sus discípulos (que somos nosotros) sobre la relación incorrecta con los bienes de este mundo.
Luego, “que calzaran sandalias”. Aquí habla de la vestimenta. Es interesante que Lucas prohíbe las sandalias porque Lucas insiste en la pobreza con la que se presenta el discípulo, el desprendimiento total de los bienes de este mundo. En Israel iban descalzos, pero Marcos escribe en un contexto diferente; escribe para los romanos y en Roma iban descalzos los mendigos y los esclavos, pero los discípulos no deben presentarse por lo que no son; no son mendigos, no son esclavos, son personas desprendidas de los bienes de este mundo, pero libres. Esta es la razón por la que deben ir con sandalias.
“Que no llevaran dos túnicas”. La túnica significa que incluso el vestido se reduce a lo esencial, a lo indispensable. Y esta única túnica también tiene otro significado; se insiste continuamente en el Nuevo Testamento que el discípulo se revista de Cristo, esta es la única túnica que debe llevar, no dos túnicas: una túnica de Cristo cuando está en la Iglesia luego más tarde cuando se trata de dinero u otras cosas se viste la túnica pagana. Este significado de la única túnica lo tenemos en la carta a los romanos; Pablo dice: “Revístanse del Señor”; que quien se encuentre con ustedes debe ver a Cristo en sus palabras, es su forma de razonar, en su forma de actuar vean a la persona de Cristo. El vestido indica cómo aparecemos por fuera. Y, en la carta a los efesios, “revístanse del hombre nuevo”. En la carta a los colosenses: “Revístanse de sentimientos de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de magnanimidad”. Por tanto, no dos estilos de vida, o sea, vivir en la doblez, en la ambigüedad.
La predicación: son enviados; prevé que puedan ser bien recibidos, pero también que pueden ser rechazados. ¿Cómo debe comportarse el discípulo cuando no es bien recibido y cuando es bien acogido?
Escuchemos:
“Les decía: Cuando entren en una casa, quédense allí hasta que se marchen. Si en un lugar no los reciben ni los escuchan, salgan de allí y sacudan el polvo de los pies como protesta contra ellos. Se fueron y predicaban que se arrepintieran; expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban”.
¿Qué sucederá con los discípulos que son enviados a anunciar el evangelio? En primer lugar, Jesús dice que no deben esperar a que alguien venga a buscarlos; deben ser ellos los que lleven el mensaje a la gente en sus casas, es decir, en todos los ambientes en los que viven, en el trabajo, la política, el deporte, incluso en el entretenimiento, los cristianos se presentan encarnando una propuesta de vida que no es pagana. Se comporta, razona, habla y vive de una manera diferente a los paganos. Y también anunciará con la palabra la razón por la que hace estas elecciones.
¿Qué sucederá? Pueden ser aceptados o rechazados; y aquí Jesús da algunas indicaciones que conciernen a los misioneros que van a anunciar el evangelio, pero el mensaje se dirige también a toda la Iglesia. “Cuando entren en una casa, quédense allí hasta que se marchen”. ¿Qué significa? ¿Que visitas solo una familia y luego ya está, has terminado y descuidas a todos los demás? Este no es el significado. Jesús dice que quien va a anunciar el evangelio encontrará gente buena, piadosas y generosas que estarán cerca de él, que le ayudará y también le ofrecerán hospitalidad.
El primer alojamiento nunca es el mejor, siempre es un alojamiento sorpresa, lo saben bien los misioneros que han ido a tierras lejanas; es una condición muy precaria en la que uno trata de adaptarse para vivir como se pueda; pero después sucede que los misioneros ciertamente conocen gente bien dispuesta, gente buena hacia ellos y reciben el ofrecimiento de una residencia más cómoda, luego otra aún mejor y así hasta terminar instalándose en palacios. Aquí está el peligro; Jesús recomienda quedarse en la primera casa; a los discípulos se les pide que den testimonio de una vida austera y sobria, ajena a cualquier expectativa de uso de la riqueza. Está en juego la credibilidad misma de la misión.
Esto es cierto para los misioneros, pero también lo es para toda la Iglesia. Cuando existe, aunque sea la sombra de la riqueza, de pompa, el evangelio pierde credibilidad. También es una invitación a confiar en la hospitalidad. En el evangelio de Lucas, en el capítulo 22, Jesús pregunta los discípulos: “Cuando los envié sin bolsa ni alforja ni sandalias ¿les faltó algo? Contestaron: Nada”. El que anuncia el evangelio debe confiar en la presencia del Señor en su vida que lo acompaña, que lo asiste.
Pueden ser aceptados, pero también pueden ser rechazados ¿cómo comportarse? Jesús dice: “salgan de allí y sacudan el polvo de los pies como protesta contra ellos”. Este gesto de sacudir el polvo lo hacía todo israelita cuando salía de la tierra pagana y entraba a la tierra santa; no tenía que llevar consigo ni el polvo de la tierra pagana. En boca de Jesús este gesto tiene un significado diferente. No es un rechazo al pagano o a los que no aceptan el mensaje evangélico; el texto dice: “como testimonio para ellos”, en su favor. Aquí, el hecho de dejar al pagano en su condición significa el respeto a sus opciones.
Un cristiano no puede ser regañón, no puede molestar a la gente gritando su propia fe, sus propias razones. No, está haciendo una propuesta de vida, y es una propuesta a la que se adhiere por amor, por eso, en total libertad. Los discípulos son enviados a hacer una propuesta de vida, no a entrar en batallas ideológicas; no tiene sentido un debate televisivo en el que cada uno intenta gritar más que los demás. Esta no es la forma de proclamar el Evangelio.
El objetivo, incluso para los cristianos, no es conseguir conversiones y aumentar los números. Solo debe anunciar fielmente la palabra de Cristo encarnándola es su vida. La adhesión o el rechazo, los frutos más o menos abundantes no dependen de él, sino del tipo de suelo en el que caiga esta semilla del evangelio. Pero, esto de sacudir el polvo de sus propias sandalias también tiene otro significado.
Yo diría que cuando se entra en tierra pagana es inevitable que se pegue un poco de polvo del paganismo a la ropa y cuando vuelvas a tu propia casa este polvo tiene que ser eliminado. Pongamos un ejemplo muy sencillo: si entro en diálogo con alguien que está muy alejado de la propuesta evangélica, razonará de una manera completamente diferente, para esta persona todo está permitido, todo es lícito… no hay que ser medievalistas, retrógrados…Tengamos cuidado porque estos discursos paganos acaban dejando algo de polvo pagano en nosotros. Cuando volvemos a casa, el contacto con el Evangelio tiene que purificarnos también de este polvo.
La conclusión es que los discípulos salen y predican, anunciando la ‘metánoia’, la conversión, dejando atrás la forma pagana de vivir y razonar y acogiendo la nueva vida, el nuevo mundo propuesto por Cristo. De hecho, con el poder que Jesús les dio, expulsan a muchos demonios. Donde llega el evangelio—son los demonios de los que hablábamos—ya no pueden permanecer, y aquí está la curación de toda una sociedad que se convierte en una sociedad verdaderamente humana, es decir, compuesta por hijos e hijas de Dios y viven como hermanos y hermanas.
Les deseo a todos y buen domingo y una buena semana.