Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
Un buen domingo para todos.
La persona orgullosa, arrogante y algo vanidosa no atrae simpatías; se nota que actúa para lucirse, para hacerse valer, y si alguien que se molesta un poco por su preciosismo se anima a señalárselo esa persona se avergüenza. Los corazones de los discípulos de Jesús también estaban llenos de este orgullo personal.
Recordemos lo que nos dice el Evangelio del domingo pasado, en el camino estaban discutiendo ya que cada uno de ellos quería ser el primero y cuando Jesús llegó a casa les preguntó de qué discutían a lo largo del camino, ellos no respondieron porque se avergonzaron de estar involucrados en una conversación de la que Jesús no quería oír hablar. Este orgullo personal, este impulso que lleva a querer dominar, imponerse sobre los demás, viene del maligno, no del Espíritu de Cristo que lleva, en cambio, a elegir el último lugar, el del servicio.
Y este orgullo se nota fácilmente, se descubre inmediatamente, no se puede mantener oculto. Hay otra forma de orgullo que es más sutil, más peligroso porque no es fácil de detectar, está bien escondido. Es el orgullo de grupo que se mimetiza. A veces toma la forma de celo por Dios, otras veces se presenta como amor a la Iglesia, pero si se analiza bien, no deja de ser una expresión del deseo de competir, de afirmar la propia superioridad, no como persona, porque tienen vergüenza, sino como grupo. No es la actitud de quien se pone al servicio de los demás para ayudarles en su búsqueda de la verdad y del bien.
Como sabemos, este orgullo de grupo lleva siempre al fanatismo, al sectarismo y a la oposición a los demás. En el texto del Evangelio de hoy, Jesús nos quiere poner en guardia sobre este orgullo sutil de grupo.
Escuchemos lo que pasó:
“Juan le dijo a Jesús: Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo porque no nos sigue. Jesús respondió: No se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor”.
Notemos que aparece Juan, una figura eminente entre los discípulos, uno que más de los demás se preocupa por la reputación del grupo al que pertenece. Les decía antes que estas personas se convierten fácilmente en fanáticos, es el caso de Juan y de su hermano Santiago, quienes recibieron de Jesús un apodo no muy agradable, ‘boanergués’, que significa ‘gente que desata fácilmente huracanes, tormentas’, fundamentalistas, fanáticos. El evangelista Lucas también nos recuerda que cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Samaria y los samaritanos no los recibieron, los dos hermanos se acercaron a Jesús y le dijeron: ‘Temeos que hacer como Elías, invoquemos fuego del cielo para que incinere a todos estos no creyentes’. Y Jesús se dio vuelta y los reprendió.
Juan se presenta a Jesús y le dice: “Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre”. ¿Qué significa invocar el nombre de Jesús? Los antiguos curanderos solían pronunciar los nombres de los ángeles y los demonios durante los exorcismos, nombres de algún personaje famoso que fuera reconocido por sus poderes terapéuticos porque creían que este nombre contribuía a la eficacia de sus intervenciones. Flavio Josefo, el historiador, informa de un cierto Eleazar, que expulsaba demonios invocando el nombre de Salomón que era considerado el protector de todos aquellos que cultivaban el saber, el conocimiento. Y, como Jesús también se había hecho famoso, había curanderos que entre otros nombres también ponían el nombre de Jesús.
Juan corrió hacia el Maestro y le dijo: ‘Tenemos un rival peligroso por ahí que cura a la gente, hace el bien, pero usa tu nombre y nosotros desconfiamos de el’. El verbo que se utiliza quiere decir, ‘nosotros se lo impedimos’, por lo tanto, significa que trataron de impedírselo repetidamente pero no pudieron porque continuó de todos modos.
¿Qué es lo que molesta a los discípulos porque Juan está hablando en nombre de todos? Es el hecho de que esta persona ‘no nos sigue, no cuenta con nuestra autorización’. Aquí está Satanás. Antes Satanás había hecho hablar a Pedro en nombre de todos, ahora Satanás se manifiesta en el protagonismo comunitario; lleva a la competición, luego al fanatismo, luego provoca exclusiones. Si Juan hubiera dicho, ‘hay uno que está hablando en tu nombre, pero no te sigue, está lejos de lo que tú enseñas, lleva una vida opuesta a la tuya’… No. Juan dice, ‘no nos sigue’, es decir, identifica seguir a Jesús con hacer lo que decimos nosotros, lo que decidimos nosotros.
Los discípulos revelan que tienen la convicción muy arraigada de que son los únicos y exclusivos depositarios del bien; se sienten el punto de referencia obligado para cualquiera que quiera pronunciar el nombre de Jesús, hablar en nombre de Jesús. Y se sienten molestos y fastidiados por el hecho de que haya alguien que haga el bien sin pertenecer a su grupo. Y lo que más les molesta es el hecho de que se vean obligados a admitir que puede suceder que alguien que no pertenece a su grupo hagan algo bueno que ellos no son capaces de hacer. Esto es lo que aquí sucede.
De hecho, el evangelista Marcos, unos versículos antes, contaba un episodio en el que el padre de un niño con epilepsia vino a Jesús y le dijo, ‘traje a mi hijo a tus discípulos, pero no fueron capaces de curarlo’. Aquí están los doce que no fueron capaces de ejercer esa acción liberadora que Jesús les había dado el poder de ejercer; en vez aquí está uno que no pertenece al grupo, que hace lo que ellos no pueden hacer. Son los celos que hacen ver como peligrosos rivales a los que hacen el bien.
El peligro de estar en la misma condición espiritual de los discípulos está siempre presente, incluso para la Iglesia de hoy. A menudo olvidamos una verdad fundamental y hermosa: el Espíritu, la vida divina ha sido dada a toda persona, no está reservada para los bautizados. Por lo tanto, no es sorprendente que esta vida divina, que es el Espíritu presente en todos, inspira a las personas a realizar obras de amor bellas e incluso heroicas, obras verdaderamente dignas de los hijos de Dios.
Cuando un cristiano se enfrenta a estas hermosas obras ¿qué debe hacer? ¿Debe entristecerse o alegrarse? El demonio del orgullo comunitario puede sugerir fingir no ver, ignorar o disminuir el bien que hacen los demás, los que no pertenecen a la Iglesia… ‘sí, hacen buenas obras, pero no como nosotros, las nuestras son mejores. Es difícil aceptar que los demás pueden incluso darnos lecciones de honestidad, lealtad, no violencia, hospitalidad, tolerancia’. Cuando veas el bien sólo puedes alegrarte porque siempre es obra del mismo Espíritu que el Padre celestial ha dado a cada persona.
De hecho, Jesús dice: ‘No se lo impidan. Aquel que haga una obra grande –y una obra grande solo puede venir del Espíritu– no puede luego hablar mal de mí’. La comunidad eclesial fue querida por Cristo como la ciudad en el monte para que todos puedan comprobar y contemplar las cosas bellas que hacen los que se dejan guiar por el Evangelio y, así, deben ver siempre el amor, la alegría, el diálogo, la acogida, la reconciliación, pero esta comunidad no es el único lugar donde se pueden ver maravillas; estas buenas obras brotan en todas partes cuando las personas se dejan mover por el Espíritu que se les ha dado.
Jesús sigue con un principio hermoso: el que no está en contra de nosotros está a favor de nosotros. Por tanto, ¿quién está en contra de nosotros? En contra de nosotros es quien hace la elección de dominar en lugar de servir, la ambición de estar por encima de los demás que deben servir de pedestal para nuestra grandeza. Estos están en contra de Jesús; quien quiere ser grande se aleja del Señor; quien sirve, aunque no pertenezca a la comunidad eclesial es de los nuestros. Quien ama es uno de nosotros, aunque no esté bautizado. Después de este episodio del que hemos captado el mensaje actual para nosotros, el pasaje evangélico sigue presentando una serie de dichos del Señor que queremos degustar juntos.
Escuchemos la primera de estas frases:
“Quien les dé a beber un vaso de agua en atención a que ustedes son del Mesías les aseguro que no quedará sin recompensa”.
El gesto de dar un vaso de agua no es muy significativo para nosotros hoy porque lo sacamos del grifo, pero situemos el dicho del Señor en la tierra de un pueblo que ha experimentado el desierto, donde los que no conocen la ubicación de los pozos mueren de sed. Situémonos en la tierra donde aun hoy en día el agua es escasa.
De hecho, en la Biblia encontramos el mandato de que no se puede negar el agua ni siquiera a los enemigos. El libro de los Proverbios en el capítulo 25 dice: “Si tu enemigo tiene hambre dale pan para comer, si tiene sed dale agua para beber”. Es también hermoso lo que dice el profeta Isaías que habla de gente que huye de una guerra y dice: “Tienes que ir al encuentro de estos fugitivos llevando agua porque tienen sed”.
Y el vaso de agua nunca se da solo, siempre va acompañado de una palabra, de una sonrisa o algún otro gesto de amor. Por eso en las tierras del Antiguo Medio Oriente, dar un vaso de agua es signo de bienvenida. Ofrecer un vaso de agua al desconocido, al extraño, al enemigo, era equivalente a decir, ‘te quiero bien’, ‘quiero que tu vivas’. Es un pequeño gesto de amor pero, ¿qué es lo que lo hace florecer? Hace brotar el diálogo, la reconciliación, la toma de conciencia de que el otro, sea quien sea, es un hermano o hermana; he aquí la recompensa prometida por Jesús: de un pequeño gesto de amor brotará un mundo más humano y fraterno.
Jesús no atribuye este gesto a uno de sus discípulos sino a un extraño, un desconocido que, quizás encontrando por primera vez a alguien que anuncia el Evangelio, le ofrece un vaso de agua. La recompensa que recibe no es el paraíso, un premio en el más allá, no; el premio es que colabora a iniciar un diálogo, a una relación de amor entre personas que tienen diferentes concepciones de la vida. Esto es lo que dice Jesús: ningún gesto de amor queda sin fruto.
Y ahora escuchemos el segundo dicho:
“Si alguien lleva a pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le atasen una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran al mar”.
‘Escándalo’, en griego, significa un obstáculo, algo que encuentras en el camino que te hace tropezar e interrumpe tu camino. Y Jesús aquí advierte sobre este obstáculo que algún creyente hace ante los pequeños para hacerlos tropezar. Estos pequeños no son los niños; aquí ‘micrói’ son las personas débiles en la fe, los que intentan dar sus primeros pasos siguiendo a Jesús. Es precisamente un creyente el que hace tropezar, interrumpe este camino, hace que la gente se aleje de Cristo. Los que ponen este obstáculo, dice Jesús, están asumiendo una enorme responsabilidad.
El contexto en el que Marcos ha insertado este dicho nos permite identificar la razón de la gravedad de este escándalo. ¿Cuál es el escándalo que encuentran estas frágiles personas cuando se acercan a la comunidad cristiana? El contexto nos dice que es la ambición, la competición por ser el primero. Este es el escándalo que aún hoy aleja a los pequeños de la Iglesia; es siempre lo mismo, el espectáculo poco edificante de la competición, las intrigas, la carrera por los primeros lugares, los títulos honoríficos, los privilegios. Estas son las comedias patéticas que alejan a los pequeños que luego llegan a no creer en Cristo.
Luego hay otro escándalo que se da además de la ambición, y esto es mucho más grave, la falsa catequesis sobre Dios que ha alejado a tanta gente de la fe porque no han sido capaces de aceptar un rostro de Dios que no es el que brilla en el rostro de Jesús de Nazaret, sino que fue inventado por la lógica de los hombres.
Hay un tercer escandalo que todos comprendemos muy bien. El de una vida poco evangélica de nosotros los cristianos; Jesús quería que su Iglesia se colocara en la montana para que todos pudieran contemplar los prodigios, los efectos, los resultados extraordinarios que la adhesión al Evangelio produce en las personas. Y cuando alguien ve lo contrario en la comunidad cristiana entonces se escandaliza.
A todos nos ha pasado que nos acusan de algún escándalo presente en la Iglesia y nosotros reaccionamos correctamente diciendo que somos humanos; es el aspecto humano que está presente en la comunidad cristiana, pero nos habríamos dado cuenta que el no creyente no se queda convencido porque espera una vida diferente de un cristiano.
Y Jesús recurre a una imagen dura ahora para indicar la gravedad de este pecado. Habla de la muerte por ahogamiento… ‘es mejor poner una piedra de molino’, la que mueve el burro –que ven a mi espalda, es una de estas imágenes y es de Cafarnaún–. La gravedad de este pecado la presenta Jesús con la muerte más infame porque hacía imposible un entierro adecuado del cadáver. Y ahora vienen tres dichos en los que Jesús habla de los cortes que hay que hacer en la vida; también lo decimos nosotros a las personas que se están involucrando en situaciones dudosas—les decimos que den un corte.
Escuchemos tres recomendaciones dadas por Jesús en este sentido:
“Si tu mano te lleva a pecar, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida que con las dos manos ir a parar al infierno, al fuego inextinguible. Si tu pie te lleva a pecar, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida que con los dos pies ser arrojado al infierno. Si tu ojo te lleva a pecar, sácatelo. Más te vale entrar con un solo ojo en el reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
Hay escándalos, obstáculos en el camino que lleva a la vida, que se ponen desde fuera. Hemos visto el escándalo que algunos creyentes dan a los pequeños, pero hay obstáculos y escándalos que vienen de dentro. Todos experimentamos una fuerza negativa, un espíritu del mal que está dentro de nosotros y que hay que tener en cuenta. No todo lo que nos viene a la cabeza, los impulsos que sentimos, son buenos, no, y hoy Jesús quiere advertirnos de este peligro de escándalo que viene de dentro, y utiliza tres imágenes: la mano, el pie, el ojo, y un lenguaje que es muy duro, paradójico, un lenguaje semítico. No hay que tomarlo literalmente, por supuesto, sacarnos los ojos o cortarnos las manos, pero sí hay que tomarlo en serio, porque el peligro de que las manos, los pies y los ojos constituyan un impedimento para construir una vida según el Evangelio es muy real.
Estos tres dichos que hemos escuchado terminan con un estribillo lúgubre, con una referencia a la ‘gehena’ y al fuego inextinguible. ¿Qué es esta gehena y qué es este fuego? Lo primero que hay que dejar claro es que no tiene nada que ver con el infierno y con toda la imaginería que se relaciona con este término: las llamas, los tormentos, los diablos… Este infierno no existe en el Evangelio. Los cristianos empezaron a hablar de estas cosas a partir de la segunda mitad del segundo siglo después de Cristo. Fueron ellos los que inventaron incluso la palabra ‘infierno’. Jesús nunca la empleó. Habló de la ‘gehena’; entonces queremos entender bien qué es esta gehena y qué es este fuego. ‘
Gehena es el pequeño valle que corre a lo largo del lado sur del monte Sion. Pueden apreciar la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén en tiempos de Jesús y también se indica este pequeño valle que es la ‘gehena’. El nombre hebreo es ‘geimnón’ que significa ‘valle de himnón’. Este himnón puede que haya sido el dueño de este la tierra. Hoy en día la ‘gehena’ es un lugar agradable. Cuando era estudiante solía ir allí a pasear. ¿Por qué se ha convertido en un lugar maldito? Porque donde se encuentra con el Cedrón, que está indicado, y el ‘grinnón’ existe un montículo que se llamaba ‘tofet’. En este montículo, en la antigüedad, se hacían sacrificios humanos, se inmolaban niños a Moloc, el ídolo pagano.
En la antigüedad era muy común sacrificar niños a Moloc. Los cartagineses eran famosos por este cruel rito. Este lugar había sido profanado por el piadoso rey Josías, y luego había sido maldecido por los profetas. En este lugar del ‘tofet’ ahora se encuentra el monasterio de San Onofrio, y como era un lugar maldito, la tradición cuenta que fue allí donde Judas fue a ahorcarse. Esta gehena se había convertido en un lugar impuro, también porque se habían cavado tumbas en las rocas a lo largo del valle; de hecho, este valle es todo una sucesión de tumbas.
Y luego, para desacrar completamente este lugar, empezaron a tirar toda la basura de la ciudad en este valle. En la época de Jesús la gehena se había convertido en el vertedero, el basurero de la ciudad de Jerusalén. Luego, día y noche quemaban esta basura y había un fuego que nunca se apagaba, un olor nauseabundo. En la parte sur de la ciudad, en la zona de Siloé, que está indicada, estaban todas las actividades impuras; allí trabajaban los curtidores de cuero y los queseros; de hecho, incluso hoy, la puerta sur de la ciudad de Jerusalén, la puerta de los magrebíes, tiene muchos nombres, la puerta de la basura, del estiércol, en fin, de todo lo sucio.
Los rabinos usaban la expresión: ‘acabar en la gehena’ para advertir del peligro de arruinarse la vida: ‘ten cuidado porque si te comportas así vas a acabar en gehena’, es decir, estas tirando tu vida en un basurero. Es una expresión muy fuerte que indica arruinarse la vida. Y es en este sentido que Jesús habla de la gehena. Ninguna referencia a los castigos de Dios. Tal interpretación no sólo es errónea sino blasfema. No se puede dar mayor ofensa a Dios que presentarlo como un verdugo que condena a sus hijos, Él que es amor y sólo amor.
La imagen de la gehena se completa, entonces, con la del gusano que no muere y el fuego que no se apaga. ¿Qué es este gusano y qué es este fuego? El gusano indica la descomposición de un cadáver; es la descomposición, la putrefacción que enfrentan los que se entregan al libertinaje y a la decadencia, la autodestrucción de los que hacen elecciones que difieren de la vida propuesta por Jesús de Nazaret.
El fuego que no muere es una imagen que también es usada por el Bautista, cuando habla del trigo y la basura que se echa al fuego. Al final, el trigo queda y la basura es quemada en el fuego. Pablo usa la misma imagen; dice que al final de la vida la obra de cada persona es probada por el fuego que quema todo lo que no es oro: las hojas, la paja, todo lo que es efímero es quemado. Es una advertencia para construirse una vida sobre los valores que quedan, porque todo lo que es efímero es barrido fuera. Nuestros castillos de papel maché se queman, pero es hermoso lo que dice Pablo: ‘Recuerda que tienes que pasar por el fuego, pero al final te salvarás, pero pasando por el fuego’. Se trata de una advertencia sobre la seriedad de la vida para no construir castillos que luego se queman.
Estas imágenes eran bien conocidas en la época de Jesús; los rabinos solían utilizarlas para amonestar, para sacudir las conciencias de aquellos que descuidaban sus deberes hacia Dios y hacia el prójimo. Esta insistencia de Jesús en la seriedad de esta vida debe ser retomada por los predicadores de hoy, pero no malinterpretemos las palabras de Jesús convirtiéndolas en una proclama de condenación eterna de los réprobos. Es una interpretación falsa.
Veamos ahora los tres cortes necesarios para no acabar en la gehena. La primera, la de la mano; la mano representa la acción, las obras del hombre y Jesús dice: controla lo que haces. Porque la mano puede hacer el bien, dar vida, levantar al caído, puede dar pan al hambriento, vestir al desnudo; pero también puede robar, puede acaparar los bienes que otros necesitan, amontonándolos para provecho propio, puede cometer violencia, puede incluso matar. Jesús dice: vigila tus acciones; si tu corazón te impulsa a hacer cosas malas, corta esa mano de un golpe. Jesús dice: siguiéndome, tu decidiste que tu mano nunca se cerrara para retener algo para tu propio bien, sino que siempre estará abierta para dar; por tanto, la mano que se cierra egoístamente córtala, haz los sacrificios necesarios porque tu vida depende de ello, y puedas ser una persona como yo, dice Jesús.
Segunda imagen: el pie que te escandaliza. El pie indica la dirección, las elecciones, la orientación de la vida. Jesús dice: mira por dónde vas. En el judaísmo era común la imagen de los dos caminos; el camino de la verdad y el camino de la mentira, de la corrupción. Los justos andan por el camino de la luz y los malvados eligen el camino de las tinieblas. En el libro de Deuteronomio, en el capítulo 30 dice Dios: “Pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal; elige el camino de Dios”.
Es hermoso como empieza la Didajé, que es el primer catecismo de la Iglesia, escrito antes incluso del Evangelio según Mateo. Comienza diciendo, ‘Dos son los caminos, uno de vida y otro de muerte y la diferencia es grande y entre estos dos caminos’. Y Jesús también habla de la elección del camino ancho y el camino estrecho. Los caminos anchos son muy populares, son elegidos por muchos, seducen porque son cómodos. Jesús dice: no inviertas tu vida en los caminos del pecado, no pongas tu pie en ellos porque si empiezas a ir por estos caminos entonces serás seducido y nunca podrás regresar. Por eso la necesidad de cortar inmediatamente los caminos errados porque siempre terminan en la gehena, en el basurero. Es tu vida la que termina ahí.
Luego el ojo. El ojo indica las lujurias que están presentes en el corazón de toda persona; la lujuria por la acumulación de bienes, la lujuria por el placer, la lujuria por la codicia, los sueños de gloria. Los ojos representan lo que vemos, y las elecciones que hacemos siempre parten de los ojos, de la lujuria, de lo que nos seduce. Mirando alrededor vemos lo que agrada a los ojos, pero el discípulo es guiado por la voz del Espíritu, desde su ser hijo de Dios, no por la seducción de lo que ve, lo que nos agrada. Recordemos el fruto prohibido: la mujer que vio que era bueno, bello, agradable.
Jesús dice al discípulo: cuando tus planes no están en sintonía con el amor, no esperes a que sea demasiado tarde, cuidado con la seducción de los ojos. En el evangelio según Mateo este dicho de Jesús está directamente relacionado con el control de la sexualidad. Dice en el capítulo 5: “Has oído que se dijo no cometerás adulterio, ahora les digo que quien mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio”. Y luego sigue diciendo: Si tu ojo derecho es motivo de escándalo, arráncalo y échalo de ti, córtalo inmediatamente porque si empiezas a dejar que tus ojos te seduzcan, tu vida acabará en el basurero.
Está claro que estas elecciones pueden ser ingenuas a los ojos de los paganos. A los ojos de la gente el cristiano puede parecer uno que se priva de todas las oportunidades de disfrutar de la vida porque recorta todo lo que puede ser agradable a los ojos, pero sabe porque lo dijo Jesús de Nazaret: ‘mira que vas a terminar en la gehena’. El cristiano puede parecer un minusválido porque ha hecho todos estos recortes. No es un minusválido, es alguien que ha tomado la decisión de unir su vida a Cristo, sabe que al final la vida exitosa es la que se invierte en los valores evangélicos. Una vida exigente, por supuesto, pero la única verdaderamente humana.
Ahora, para un recordatorio final a los discípulos, Jesús usa la imagen de la sal. Escuchemos:
“Todos serán sazonados al fuego. La sal es buena; pero si la sal pierde el sabor, ¿con qué la sazonarán? Ustedes tengan sal y estén en paz con los demás”.
En la cultura bíblica la sal es símbolo de sabiduría, de lo que da sabor, da sentido a la vida. También es utilizada por Pablo; escribiendo a los colosenses dice: ‘Sus conversaciones deben ser siempre agradable, sazonada con sal’. Las conversaciones de los creyentes en Cristo tienen un sabor particular. El cristiano no usa palabras ofensivas, agresivas, no dice vulgaridades, porque su conversación se caracteriza por un sabor particular que viene del fuego –dice Jesús–.
¿Qué es este fuego? “Todos serán sazonados con el fuego”. El único fuego que Jesús conoce es el fuego del Espíritu. Jesús dice en el capítulo 12 del Evangelio según Lucas: “He venido a traer fuego a la tierra y cómo quisiera que estuviera ardiendo”. Es el fuego de Pentecostés, el fuego del Espíritu, es este Espíritu que sala al cristiano, que da sabor a la vida de un cristiano. El fuego del Espíritu no es otra cosa que la sabiduría del amor y el cristiano se caracteriza por la anti-ambición que lleva a querer dominar a los demás, a hacerse servir; no.
El sabor que es dado por el fuego del Espíritu es el sabor del servicio y del amor. Y Jesús te advierte que tengas cuidado de no perder este sabor que te caracteriza. Los químicos dicen que la sal no puede cambiar su sabor, pero hay un truco para hacerle perder su sabor, por ejemplo, añadiendo un poco de azúcar, y el sabor ya no es lo mismo. Es el peligro que incluso los cristianos pueden correr al introducir en la lógica evangélica un poco de sabiduría pagana; así pierden su sabor.
La última frase de Jesús: “Ustedes tengan sal”. Sal pura, que viene del Espíritu, que los caracteriza. “Y estén en paz con los demás”. Aquí es de donde puede venir la paz, la reconciliación; solo de la sal que viene del Espíritu, del amor. Todos los otros intentos de construir la paz que no parten de esta sal que Jesús trajo al mundo, que viene de su Espíritu, fracasarán. El cristiano está llamado a ser un testigo del poder del amor traído por Cristo.
Les deseo a todos un buen domingo y una buena semana.