Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
Un saludo para todos, hermanas y hermanos.
Los evangelios sinópticos dedican pocos versículos a la historia de la Última Cena. El Evangelista Juan dedica a la Última Cena 5 capítulos, prácticamente una cuarta parte de su obra. Y estos 5 capítulos contienen un largo discurso que hace Jesús a sus discípulos. Es importante entender el género literario de este discurso.
La Biblia recuerda los últimos discursos pronunciados de los personajes famosos – discursos que pronuncian al fin de sus vidas. Por ejemplo, Jacob, reúne a todos sus hijos en Egipto y se dirige a cada uno de ellos para recomendarles cómo se deben comportar en la vida y promete su bendición a cada uno de ellos. También Moisés al terminar su misión hace un discurso largo donde resume la obra que ha hecho y recomienda al pueblo la fidelidad al Señor. Y lo mismo los otros grandes personajes: Josué, Samuel.
También en los Hechos de los Apóstoles encontramos a Pablo que reúne a los ancianos de Éfeso en Mileto y presenta lo que él ha hecho en su vida, recomienda ser fiel al Evangelio que él anunció. Estos discursos son importantes porque se trata del testamento que estos personajes dejan al pueblo.
El evangelista Juan utiliza este género literario para dar la importancia máxima a las últimas palabras que el Señor nos ha dejado. Tomamos estas palabras como su testamento. Sabemos que las últimas palabras son sagradas de una persona que ha amado y que deja sus últimas palabras… Recuerdo que cuando murió mi padre yo no estaba presente. Cuando llegué a casa pregunté cuáles habían sido las últimas palabras de mi padre… porque estas palabras son sagradas. Ningún hijo puede olvidar lo que el padre les ha dejado como su último pedido.
El evangelista Juan quiere dar el máximo valor a estas palabras y las coloca como el testamento de Jesús. Este testamento no comienza inmediatamente con las palabras del Maestro. Se abre con una escena, conservada solamente por Juan, que debe haber dejado desconcertados a los discípulos: el lavatorio de los pies.
Prestemos atención al modo solemne como se introduce la escena.
“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios…” (Jn 13:1-3).
La escena del lavatorio de los pies y que precede a las palabras del testamento de Jesús – 5 capítulos del evangelio de Juan. Es una cena narrada de una manera muy solemne por el evangelista. Ante todo, está la referencia a “su hora” – a la hora de Jesús. Ya habíamos sentido hablar de ‘esta hora’ durante la boda de Caná, cuando respondiendo a su madre, Jesús dice: “Mi hora no ha llegado”.
Nos dice el Evangelio de Juan que, precisamente, unos días antes de la Pascua, Felipe y Andrés se presentaron a Jesús para decirle que había algunos griegos que lo querían ver. Y Jesús responde a los discípulos, “la hora ha llegado que el Hijo del Hombre sea glorificado. Ha llegado la hora de su gloria. Cuando nosotros escuchamos hablar de ‘gloria’ pensamos inmediatamente en los aplausos, el triunfo, pero cuando Jesús habla de la ‘hora’ de su gloria es el momento en que finalmente podrá hacer reflejar en su rostro la imagen del Dios Amor que él vino a presentar en este mundo.
El evangelista continua con esta introducción a la escena del lavatorio de los pies diciendo: “después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. La vida de Jesús se resume en un verbo: el verbo “amar”. Toda la vida de Jesús ha sido ‘amor’. Y se emplea el verbo ‘agapán’ que era muy poco utilizado en la Grecia clásica – solo una docena veces. En vez, en el Nuevo Testamento se utiliza 143 veces. Indica el amor de Dios que es amor incondicional; el amor que no espera una devolución, sino que va porque es necesario de ser amado. Y ama sin condiciones, ama incluso a los que son malvados, malos… porque no puede hacer otra cosa. Es lo que hace uno que quiere hacer feliz a otro – felices viendo que los otros están alegres. Este es el amor que Jesús vino a testimoniar y es lo que hizo durante toda su vida. La vida de Jesús se resume en este verbo: ‘amó a los suyos’. Y, por tanto, ha llegado el momento de amarlos hasta el fin, esto es, hasta lo máximo, más allá del cual es imposible andar. No se puede ir más allá de una manifestación de amor que es la donación de la vida.
Y “durante la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara…”. Antes de esta cena, en el lavatorio de los pies, el evangelista trae presente la figura de Judas – lo presenta como un Diablo. Diablo es ‘dia-balo’ – un verbo que significa “poner una traba”. ‘Diablo’ es todo aquel que se entromete en un mensaje de amor entre Dios y la humanidad. Puede haber no aceptación – el que no acepta este mensaje de amor = este es un ‘diablo’. Judas no ha comprendido la novedad del rostro de Dios… la entendió, pero no la quiso aceptar y entregó a Jesús a las autoridades religiosas porque quería perpetuar esa imagen de la catequesis de los escribas y fariseos.
Y Juan trae a propósito la presencia de Judas porque en la escena del lavatorio de los pies pondrá al Maestro de rodillas delante de aquel que no ha aceptado este nuevo rostro de Dios, esta nueva relación con Dios, no ha aceptado la propuesta del hombre nuevo. Antes de entrar en una descripción detallada que hace el evangelista de la escena del lavatorio de los pies quiero hacer una observación sobre la posición de los hebreos en la mesa durante la celebración de la cena pascual.
No estaban sentados a la mesa, como estamos acostumbrados a ver en las pinturas y cuadros, sino que estaban tumbados. El verbo empleado por todos los evangelistas es ‘anakeimái’ que quiere decir estar tumbados sobre la mesa. ¿Qué significaba este gesto? Significaba que aquellos que estaban a la mesa durante la celebración de la cena pascual se consideraban personas libres. Los hebreos tomaron este gesto de los griegos que a su vez lo tomaron de los persas, que ya en el siglo sexto antes de Cristo, cuando celebraban una gran victoria, una gran fiesta, no se sentaban a mesa, sino que se tumbaban. Después de la batalla de Platea, por tanto, en el siglo quinto, en el tiempo de las guerras persas, también los griegos comenzaron a comportarse como los persas – se tumbaban a la mesa. Luego los romanos recuperaron estos gestos y, luego, cuando las costumbres se corrompieron, no solo los hombres sino también las mujeres se tumbaban sobre la mesa. Entre los hebreos solamente los hombres se tumbaban sobre la mesa durante esta celebración de la cena pascual.
Debemos pues imaginar el gesto del lavatorio de los pies teniendo presente el modo como estaban en la mesa. Por tanto, comprendemos que para Jesús era bastante fácil dar una vuelta a todos sus discípulos porque los pies se encontraban en la posición justa para ser lavados cómodamente. Jesús podía dar la vuelta a todos sus discípulos.
Y también podemos imaginarnos a Jesús en la mesa, no sentado en el centro de la mesa sino, probablemente, en el último puesto, en el ángulo del triclinio. Veremos también lo que hace Jesús en esta introducción de la escena. A un cierto punto se pondrá de pie de la mesa y hará este gesto sobre el cual nosotros vamos a reflexionar. Y continua esta solemne introducción del evangelista, diciendo: “sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios…”. Jesús es plenamente consciente de haber llevado a cumplimiento su misión. Ha venido de Dios y está por regresar al Padre.
A veces nosotros sentimos hablar en los funerales: este nuestro hermano, nuestra hermana, regresaron al Padre. No es muy correcto. Jesús regresa al Padre porque ha venido del Padre. Nosotros ‘vamos’ al padre, porque es la primera vez que vamos y nuestra situación es distinta a la de Jesús. Él vino de Dios y va a Dios. Nosotros, al final de esta vida terrenal, iremos al Padre. Hemos, pues, escuchado esta introducción solemne a esta Cena que estamos invitados a contemplar.
Escuchemos juntos la lectura:
“Se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ató a la cintura. Después echa agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura” (Jn 13,4-5).
Hemos notado que el evangelista describe muy lentamente la escena del lavatorio de los pies. Pareciera que quiere remarcar todos los particulares sobre lo que ha acontecido. Describe la escena con todos los detalles porque quiere que el gesto hecho por Jesús perdure impreso para siempre en la mente de los discípulos.
La introducción a esta escena concluía diciendo que Jesús, sabiendo que había venido de Dios y que estaba por regresar a Dios… ¿cómo nos imaginaríamos nosotros que pudiese continuar el relato? Creo que lo que nos parecería espontáneo es imaginar a Jesús que toma el pan, instituye la Eucaristía, invita a los discípulos a comer de ese pan y a beber ese cáliz. En vez, el evangelista Juan, al contrario de los otros evangelistas, no narra la institución de la Eucaristía.
Y esto es muy extraño porque este evangelista ha dedicado un capítulo, el sexto de su evangelio, al pan de vida, al pan eucarístico. En vez de hablar de la institución de la Eucaristía, continúa así su texto – dice que durante la cena Jesús se levantó de la mesa. Y cuando Jesús hace este gesto de levantarse de la mesa debió hacerse silencio en la sala porque en el recuento del gesto hecho por Jesús los gestos suceden con la más grande de las sorpresas de los apóstoles quienes no entienden lo que el Maestro está haciendo.
En un cierto momento Jesús se levanta de la mesa, luego se quita el manto. Este gesto hecho por Jesús viene representado en los cuadros y también en las explicaciones que se dan sobre esta escena del lavamiento de los pies. Pero este gesto que trae el evangelista es muy importante. Sabemos cómo se vestían los hebreos en tiempo de Jesús. Vestían la prenda interior, luego la túnica, el cinturón y luego el manto.
Es importante ver cómo se llamaban en griego estos vestidos. El manto era ‘to imateon’, la túnica ‘ta imatia’ y el ’taparrabo’. ¿Qué dice el evangelista? Dice que Jesús se quitó ‘ta imatia’. No ‘to imateon’ la prenda que le podía molestar cuando lavaba los pies de los discípulos. No se habla del ‘manto’. Éste ya se lo había quitado. Dice que se quitó ‘ta imatia’ – la túnica y ¿esto qué significa? Que se quedó con el taparrabo. Salvo el pudor… este gesto es sumamente significativo que debe haber sorprendido a los discípulos, quienes no comprendían lo que el Maestro estaba haciendo, pero Jesús se quedó con solo el taparrabos. con la ropa de los esclavos.
Pongo al fondo, a propósito, esta escultura porque muestra al verdadero Dios. No es fácil entender que el que se queda con en ropa interior, con la ropa de los esclavos, sea nuestro Dios. Nosotros continuamos a imaginarnos a Dios que es servido, ante quien debemos inclinarnos… en vez aquí, estamos viendo el rostro nuevo de Dios que se hace esclavo del hombre.
No es fácil dejarse convertir a esta imagen de Dios, porque ese es nuestro Dios… Mantengámonos un poco en silencio para mirar a este Dios que sorprendió la mentalidad de los discípulos durante la Última Cena. En esa desnudez está revelado el rostro de Dios; sobre esa desnudez Jesús se pondrá el delantal – delantal que no se quitará luego cuando se ponga su ropa, porque es la ropa del esclavo que se hace servidor del hombre es la imagen de nuestro Dios.
Desnudez revestida de servicio. Este es el vestido del esposo. Recordemos que cuando Jesús cuenta la parábola de la fiesta de boda, en cierto momento entra uno a esta fiesta de bodas sin el vestido esponsal. Nos preguntamos: ¿cuál es el vestido esponsal para el banquete eucarístico?
Cuando participamos en la Eucaristía es el Esposo que nos pide si queremos unir nuestra vida a la suya. Por tanto, debemos presentarnos a la fiesta de bodas con el vestido esponsal y éste es lo que él ha vestido. Es el vestido del esposo y de la esposa, debe vestir la ropa del esclavo. Si no tenemos el hábito del siervo, de la disponibilidad para dar hasta la vida al servicio de los hermanos – nuestro encuentro esponsal con Cristo no es auténtico, no es verdadero. Y entendemos que cuando uno no tiene esta vestidura esponsal, no entra en el banquete de bodas – está fuera de esta propuesta de don de amor recíproco, de intercambio de amor que es la competición, la envidia… y este es el mundo donde hay ‘crujir de dientes’, el mundo viejo, no el mundo nuevo introducido por el Hijo de Dios, del Hijo que reproduce en sí la imagen del Padre del cielo, que se hace siervo del hombre.
Luego de haberse quitado la vestidura, Jesús se viste con la ropa del siervo – el delantal. Se lo ciñe… y notemos la lentitud de la descripción que debe haber dejado sorprendidos y en silencio a los discípulos que no entendían lo que Jesús estaba haciendo. “Después echa agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a los discípulos…” – sin distinción para nadie, de quien es más grande o más pequeño. El servicio de amor es igual – todos son amados por igual por Dios. “Y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura”.
El gesto de lavar los pies - ¿qué sentido tenía para los hebreos? En general, era un gesto tradicional de recibimiento a los visitantes. Sabemos, por ejemplo, y se recuerda en el Nuevo Testamento, la primera carta a Timoteo: las viudas entraban en eta institución que tenía la Iglesia primitiva que tenía varias características, y una de ellas era ‘lavar los pies a los santos’, esto es, que se pusieran a disposición de los que tenían alguna necesidad, incluso lavándoles los pies.
Se trataba de un gesto de humildad y servil. De hecho, recordemos el comentario rabínico en el libro del Éxodo donde se decía que el esclavo hebreo no debía lavar los pies a su patrón. El hebreo no es un esclavo y por tanto debe negarse a lavar los pies a su patrón. No es que fuera necesariamente un gesto servil, era también un gesto que manifestaba amor a la persona. Por ejemplo, la esposa debía manifestar su amor lavando los pies a su marido; también los hijos, como señal de reverencia para el padre, le podían lavar los pies.
Todos estos aspectos están presentes en el gesto de Jesús. Jesús es Dios que muestra todo su amor, también haciendo un gesto humillante – lo hace porque quiere revelar el rostro del Padre del cielo. Luego de esta escena que se describe tan lentamente por el evangelista, se nos presenta la reacción de Pedro.
Escuchemos la narración del evangelista:
“Llegó a Simón Pedro, el cual le dice: Señor, ¿tú me vas a lavar los pies? Jesús respondió: Lo que yo hago no lo entiendes ahora, más tarde lo entenderás. Replica Pedro: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. Le dice Simón Pedro: Señor, si es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza. Le responde Jesús: El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos. Conocía al que lo iba a entregar y por eso dijo que no todos estaban limpios” (Jn 13,6-10).
Hemos notado que la escena del lavatorio de los pies se desarrolla en silencio. Un silencio de sorpresa. Los discípulos no entienden lo que Jesús está haciendo. En un cierto momento, este silencio lo rompe Pedro. Cuando Jesús llega para lavarle los pies, se dirige al Señor antes que nada con una pregunta: ¿tú me vas a lavar los pies? Pedro se da cuenta que Jesús está dando vuelta el orden de valores aceptados como lógicos y normales por todos. ¿Cuál es el orden lógico y normal? Que el Maestro, el rabino, sea servido por los discípulos que deben estar orgullosos de lavarle los pies.
Aquí, por el contrario, Jesús está dando vuelta todo y Pedro no acepta este gesto de Jesús. No lo acepta porque ha comenzado a comprender que Jesús está reproduciendo el rostro del Señor – el Hijo de Dios reproduce el rostro del Padre del cielo. Y Pedro siente que toda la catequesis que él ha asimilado de los rabinos se desmorona. Porque el Dios que él siempre ha imaginado y en el cual ha creído siempre era el Dios servido por el hombre, y nosotros vimos en la escena precedente como se presenta en vez el Hijo de Dios, el que reproduce el rostro del Padre del cielo. Se ha presentado de manera desconcertante, con la vestimenta del esclavo.
Es un ‘Pedro’ que está presente en cada uno de nosotros. Es aquel que de frente al misterio de Dios que ama, hasta el extremo de arrodillarse delante del hombre, se rebela. No acepta que Dios sea un siervo. Que se haga esclavo del hombre, porque nosotros estamos siempre convencidos que debe ser el hombre el que sirva a Dios. En vez en el rostro de Jesús vemos brillar a un Dios que es amor y que es servidor del hombre.
Creo que ese ‘Pedro’ que está dentro de cada uno de nosotros quiere conservar una imagen de Dios que no es la del verdadero Dios. Es el Dios que el Maligno quiere presentar, porque si nosotros no cancelamos esta imagen de Dios, no estaremos en disposición de aceptar este amor del Padre del cielo. ¿Cuál es la imagen que Pedro tenía en mente? Es la que está presentada por Moisés, en el libro del Deuteronomio; Moisés dice al pueblo de Israel en un discurso a los israelitas: El Señor su Dios es el Dios de dioses – el Señor de los señores. Es un Dios grande, fuerte, terrible (Deut 10,17).
Tomadas al pie de la letra estas palabras son difíciles de comparar con esta imagen de Dios presentado por Jesús – que lava los pies de los discípulos. También lo que dice el libro de Ester: Dios altísimo, grandísimo… O en el libro de Judit: El Señor es grande, glorioso, admirable con su potencia, invencible… Este es el rostro de Dios que Pedro tiene en mente y creo que también en el ‘Pedro’ que está presente en cada uno de nosotros que estamos atrapados por esta imagen de Dios y nos resistimos a ponerla en cuestión por el gesto hecho por Jesús.
Jesús comprende esta dificultad de cambiar la imagen de Dios y de hecho dice a Pedro: Lo que yo hago ahora no lo entiendes. Lo entenderás más tarde, cuando hayas visto hasta qué fin llega el amor del que yo vine a dar testimonio – el amor del Padre del cielo. Será en el Calvario, cuando Jesús entregue su vida. Jesús no pretende que Pedro entienda enseguida.
También nosotros podemos encontrar esta dificultad a dejarnos convertir a esta imagen auténtica de Dios. Jesús entiende esta dificultad. Y Pedro reacciona y dice a Jesús: “Tu no me lavarás los pies nunca. Jesús le responde: Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo”. Notemos: Jesús no dice a Pedro: ‘si tú no aceptas lavar los pies a los hermanos’… esto lo dirá después.
Aquí Jesús está diciendo: Yo tengo necesidad de lavarte los pies, porque si yo no bajo a este último peldaño, tú no tienes nada que ver conmigo. La salvación, el mundo nuevo, solo puede comenzar si yo desciendo al último puesto del servicio – que será luego el don de su vida sobre el Calvario.
Si Jesús no llega a esta hora en que pueda manifestar toda la gloria, todo el amor del Padre del cielo, el mundo nuevo no comienza. Jesús está diciendo a Pedro: deja que yo baje al último puesto, el del siervo, que lava los pies de los discípulos. A nosotros nos cuesta servir a los demás, pero también nos da fatiga a dejarnos servir. Porque dejarnos servir nos hace sentir que no somos autosuficientes y esto nos humilla un poco.
Somos orgullosos – queremos autoabastecernos a nosotros mismos. En cambio, Dios no. Lo ha hecho bien. Nos ha hecho necesitado del don del otro. Sin el encuentro con los demás y con los dones que el otro puede ofrecer no nos realizamos. Y la lógica en la cual Dios quiere que entremos es la del don gratuito, del amor incondicional – aun al enemigo, aun al que nos ha hecho algún mal.
Nos cuesta donar gratuitamente, y también a dejarnos amar gratuitamente porque nuestra lógica es la del intercambio. Y, de hecho, cuando aceptamos un regalo, agregamos enseguida ‘¿cómo puedo devolverte el favor por el regalo que me has dado?’ Porque queremos emparejar cuenta enseguida.
Esta es nuestra lógica. En cambio, el regalo fue hecho para crear este desequilibrio que debe permanecer. Si uno me he hecho un regalo que cuesta 100 Euros y yo lo pago, toda la lógica del regalo se pierde. En vez, debido este desequilibrio pide una respuesta de amor. Lo sabemos. Pongamos el ejemplo de la familia donde se realiza está lógica del don gratuito. Entre hermanos, en familia, se hacen servicios sin exigir que se paguen, porque allí está la lógica el amor, la que regula las relaciones.
Y notemos que cuando uno ofrece el propio servicio de amor, no necesariamente recibe un intercambio de amor inmediato. Este amor, muchas veces, se manifiesta con otros. Por ejemplo, el don que hacen los padres a los hijos, el regalo de la vida, el don del servicio que hacen para que los hijos puedan crecer. No viene necesariamente compensado por parte de los hijos a los padres, sino esta lógica del amor se manifiesta por parte de los hijos en un don de amor que a su vez ellos hacen, educando, haciendo crecer sus propios hijos.
Esta lógica y dinámica del amor la vemos aun en un ejemplo muy sencillo: si uno me cede el paso cuando estoy conduciendo me siento agradecido porque ya hacía un poco de tiempo que estaba esperando que alguno me dejase entrar a la ruta y estoy agradecido a este gesto que el otro me hizo… ¿qué sucede: Estamos bien hechos… sentimos también nosotros la necesidad de hacer algo gratis, no para aquel que nos ha dado paso para la ruta, sino para cualquier otro.
Esta es la lógica nueva que Dios quiso introducir en el mundo. No la lógica del intercambio, sino la lógica del amor gratuito. El que acepta esta lógica entra en la dinámica del amor de Dios que ha sido revelado en Jesús. En Jesús este amor ha sido total, incondicional. Si nosotros queremos entrar en esta relación de amor con Cristo, también nosotros debemos entrar en la lógica del amor sin condiciones.
Jesús le dijo a Pedro: “Si no te dejas lavar los pies”. Pedro querría ser él el que donara la vida por Jesús. Pero aquí viene la vuelta: es Jesús el que tiene necesidad de donar su vida, de otra manera no puede comenzar el reino nuevo, continúan los reinos antiguos, el reino de las fieras. Pedro reacciona diciendo: “Señor, si es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza”. Pedro no ha entendido lo que está diciendo Jesús. Está todavía pensando en las purificaciones rituales y Jesús le dice: “El que se ha bañado” - quiere decir: el que ha entrado en el agua nueva, el agua de vida que yo he venido a traer al mundo, no tiene más necesidad de ninguna purificación.
Y ustedes están limpios – ya están purificados por la Palabra que yo les he anunciado, aunque uno de ustedes no ha sido purificado. Nuevamente la mención a Judas que lo estaba por entregar. Este es el gesto sobre el cual hemos meditado. Después de esta reacción de Pedro, viene la lección de vida que Jesús quiere dar. Jesús quiere hacer comprender muy bien lo que ha hecho.
Escuchemos juntos lo que luego dice a los discípulos:
“Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que acabo de hacer? Ustedes me llaman maestro y señor, y dicen bien. Pero si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13,12-14).
Después de la descripción del gesto hecho por Jesús del lavatorio de los pies, con la reacción de Pedro, el evangelista continua con la descripción de los hechos que hizo Jesús. Se puso el manto, la túnica y luego vuelve a la mesa. Y se dirige a los discípulos y pregunta: ¿Comprenden lo que acabo de hacer? No se trata de un gesto tradicional hecho al comienzo de la cena como se solía hacer – lavar los pies. Ha sido ‘durante’ la cena cuando Jesús hizo este gesto profético sobre el cual quiere que los discípulos reflexionen y entiendan el significado.
Un significado que es decisivo porque da vueltas la imagen de Dios y da vueltas la imagen del hombre grande, del hombre redimido. Es por esto que Jesús pregunta a los discípulos: ¿Comprenden lo que acabo de hacer? Cuando Jesús se pone la ropa no se quita la toalla.
El evangelista ha anotado todos los detalles y el hecho de que no diga que Jesús se sacó la toalla es significativo. La toalla es el símbolo del servicio a la humanidad que Jesús continuará sirviendo siempre. El servicio es la divisa, la moneda de Dios.
Y luego comienza a dar la lección. “Ustedes me llaman maestro y señor, y dicen bien. Pero si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros”. Es la interpretación moral. Pedro es el primero entre los discípulos y es el que más ha reaccionado ante esta imagen nueva de Dios, transformadora, es lo que aún le preocupa es la imagen del hombre.
Si el hombre debe humillarse a Dios para ser grande, debe ser como Jesús el servidor, el que esté siempre dispuesto a amar de manera incondicional. El lavatorio de los pies no es un gesto de humildad hecho por Jesús.
Debemos estar atentos a no minimizar este gesto como si Jesús hubiese hecho una acción, una sola vez que luego se acaba… solo un momento. NO. Se trata de la presentación de su identidad. Es la presentación de la identidad de Dios que no cambiará más. Esta es la naturaleza de Dios. La verdadera dignidad del hombre será la de reproducir este rostro del Padre del cielo, que brilla en el rostro de Jesús.
Y cuando sintamos –no en el evangelio de Juan, sino en los sinópticos– la institución de la Eucaristía, cuando Jesús dice: Hagan esto en memoria mía…. Para que yo esté presente… se refiere a este gesto de amor total donde deben entrar aquellos que se dejan envolver en una relación esponsal que se celebra en el banquete eucarístico. Jesús concluye su lección diciendo: haciendo esto serán bienaventurados, si lo ponen en práctica. Para ser bienaventurados – solo los que han tenido una vida entregada, a los cuales Dios felicita: eres verdaderamente mi hijo, eres feliz porque has manifestado mi amor a tus hermanos. Eres bienaventurado.
No se trata de conquistar méritos para el paraíso en el cual entramos por esta dinámica de amor, para ser envueltos en el amor del Padre del cielo, ese amor que se ha manifestado en plenitud en Jesús de Nazaret.
Les deseo a todos una buena preparación para la fiesta de Pascua.
11 Abril, 2025 - Viernes Santo – Año C
Un saludo para todos, hermanas y hermanos.
En este Viernes Santo, la liturgia nos trae la reflexión sobre la pasión de Jesús, tal como na narra el evangelista Juan. Nosotros vamos a detenernos sobre un episodio que solamente lo narra este evangelista. El diálogo entre Jesús y Pilato sobre la realeza. ¿Quién era Pilato? Un personaje que hoy nadie recuerda sino el nombre, si no fuese por aquel viernes, 7 de abril del año 30, la vigilia de la Pascua, se encontró con Jesús y tuvo que pronunciar una sentencia, que fue la condenación a muerte.
Pilato no residía en Jerusalén, sino en Cesárea y se encontraba en Jerusalén porque durante la pascua se debía mantener el orden en la ciudad. Estaba con su corte: unos 500 soldados en la ciudad santa. ¿Dónde residía? Trataremos de localizar el episodio sobre el cual buscaremos reflexionar. Localizamos el Pretorio de Pilato. Tradicionalmente se pensaba que Pilato residía en la Torre Antonia – la fortaleza que se muestra al fondo, construida por el Rey Herodes el Grande, y llamada con el nombre de su gran amigo y protector: Antonio, uno del triunvirato. Una confirmación de esta localización del Pretorio fue cuando los arqueólogos descubrieron un ‘litóstroto’ precisamente en ese lugar. Y como el evangelista Juan dice que el lugar donde Jesús fue condenado era un ‘litóstroto’ = una pavimentación con lastre de piedra, se pensaba, pues, que Jesús había sido condenado allí, en esta torre Antonia.
Los arqueólogos han esclarecido esta cuestión pues ese ‘litóstroto no es del tiempo de Jesús, sino de 100 años después, colocado en el tiempo de Adriano, cuando construyeron el Foro Romano. El pretorio de Pilato, donde residía Pilatos durante esos días ¿dónde estaba? Cuando se habla de pretorio, se entiende siempre la residencia del gobernador. En la ciudad de Jerusalén la residencia del gobernador no era la torre Antonia, donde estaban los soldados. Su residencia estaba donde se ubicaba al palacio de Herodes el Grande. Herodes había construido el palacio en la parte más alta de la ciudad. Desde la cima de esas tres torres él controlaba toda la ciudad. Era la parte más elevada. Allí vivían los ricos de Jerusalén.
De este palacio de Herodes conocemos prácticamente todo, hasta los detalles, porque viene descrito por el historiador muy conocido, Flavio Josefo. Constaba de dos grandes edificios y tenían el nombre de dos grandes amigos de Herodes el Grande: César y Agripa (Marcos Agripa, el constructor del Panteón de Roma), que era el general de César Augusto. El edificio al norte se llamaba “Caesarion” (de César), y el edificio al sur “Agripeion” – dos grandes amigos de Herodes el Grande. Pilatos residía en estos palacios en esos días. Notemos algunos puntos significativos de este palacio. Ya he indicado el “Caesarion” en la parte norte, luego podemos ubicar allí el encuentro de Jesús con Pilatos, cuando hablen sobre la realeza. Otro detalle importante para tener presente es la puerta que está ahora indicada, que es la salida del palacio de Herodes hacia el ‘agorá’, la plaza, que era el mercado alto de la ciudad de Jerusalén.
Tengamos presente que estamos en la vigilia de Pascua y la ambientación de este lugar donde se tuvo este encuentro de Jesús con Pilatos, en la mañana temprano, podemos pensar que el aquel mercado, a aquella hora, estaban preparando el banquete con todo lo necesario para la Cena Pascual.
Ya he hablado de estos dos edificios estupendos y ahora localizaremos, más específicamente, el lugar de encuentro de estos personajes de estas 7 escenas y que viene narrado por el evangelista Juan. ¿Por qué 7 escenas? Porque al final del relato Pilatos hace 7 traslados al interior y al exterior del palacio. En el interior se encuentra y habla con Jesús, luego, después de haber hablado con Jesús, encuentra a los jefes de los sacerdotes y al pueblo que le presentaron a esta persona que los jefes quieren que sea condenada a muerte. ¿Qué es lo que notamos? Que en este ir y venir de Pilato se forman 7 escenas. Las examinaremos una por una porque en cada una de estas escenas el evangelista Juan coloca un mensaje teológico importante. Regresemos a esta ambientación que es importante. En el fondo ven el Caesario. ¿quiénes son los personajes que se encuentran dentro de este palacio? Son Pilato y Jesús. Ven al fondo que están las tres torres que dominaban la ciudad de Jerusalén. Al interior de este pretorio (cuartel general) tiene lugar este encuentro y el tema es sobre la realeza.
Hay dos realezas que se enfrentan. La realeza que deriva de los principios y valores de este mundo, de la grandeza de este mundo y la realeza que viene del cielo, de los valores y de los principios que son de Dios. Son dos realezas que son incompatibles y que se enfrentan en el interior del palacio. En el exterior, mientras tanto, tenemos las otras escenas, cuando Pilatos sale para encontrarse con los jefes de los sacerdotes que fueron los que le presentaron a Jesús, porque, y que no pudieron entrar en el palacio al ser ocupado por un pagano, se hubiesen contaminado y no hubieran podido celebrar la Pascua. Aquí viene indicado el lugar donde Pilatos salía para encontrarse con los jefes de los sacerdotes. Y de frente a esa puerta está el ‘agorá’ que era el mercado donde estaban los vendedores que no se interesaban por este Jesús que era presentado a Pilato.
Y es aquí donde también se enfrentan otros dos poderes. Dentro fue el encuentro entre dos realizas – una que viene de los valores y de la grandeza de este mundo, y la realeza que viene del cielo, que viene de Dios. De frente a esta puerta tenemos el encuentro entre otros dos poderes: el poder político del representante de Tiberio y el poder religioso. Estos dos poderes se enfrentan, pero veremos que estos dos poderes se unen ya que ninguno de los dos soporta que exista un reino nuevo, un mundo nuevo. Quieren mantener el mundo antiguo, por tanto, el poder político y el poder religioso quieren impedir y, por tanto, quieren poner fin a esta provocación que viene del cielo, el nacimiento de un mundo completamente diverso, con principios y valores que no son los de grandeza de este mundo, sino de la grandeza auténtica que son las de Dios.
Después de esta ambientación de los lugares, donde colocaremos las 7 escenas que componen este texto, escuchemos ahora la introducción a la primera escena que será el diálogo entre los jefes de los sacerdotes y Pilato.
“Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al cuartel. Era temprano. Ellos no entraron en el cuartel para evitar contaminarse y poder comer la Pascua” (Jn 18,28).
Una primera indicación respecto a la hora dada por el evangelista para el encuentro entre los jefes de los sacerdotes y Pilatos. Era temprano – en griego ‘proi’, indica el comienzo de la mañana y esto está de acuerdo con el reglamento de los magistrados romanos que comenzaban su actividad temprano por la mañana. Habrá otras dos indicaciones en el texto que examinaremos – indicaciones de tiempo: el mediodía y luego la conclusión de esta jornada que es el comienzo de la fiesta de Pascua.
La indicación tiene un significado teológico, es el despuntar de un día nuevo luego de una noche muy larga, tenebrosa, donde han sucedido tantas cosas: la entrega de Jesús por parte de Judas, la captura, la condena de Jesús por parte del sanedrín que decidió que este hombre debe ser quitado de en medio porque pone en crisis toda la estructura religiosa, teológica, de los guías espirituales del pueblo de Israel. También en esta noche tenemos las negaciones de Pedro. Es la oscuridad que comienza a disolverse en este nuevo día. Era temprano. En esta noche hay una figura muy siniestra: la de Anás, el suegro de Caifás, sumo sacerdote. Este Anás es la figura más oscura. El verdadero responsable de la muerte de Jesús que es quien controlaba toda la actividad religiosa, mezclada con el tráfico económico del templo de Jerusalén. Había estado sumo sacerdote durante muchos años, desde el año 6 después de Cristo hasta el 15. Y después de él, fue nombrado sumo sacerdote su yerno Caifás – hasta el año 36. Es en el 36 que Caifás es destituido sumo sacerdote y, a la vez, el mismo año, también Pilatos.
Nos da la impresión que ambos estaban aleados, porque el verdadero líder político hábil se acerca al poder religioso y será debido a esta alianza entre Caifás y Pilatos que el sumo sacerdote obtuvo la condenación a muerte. Esta condenación a muerte ya estaba decidida durante la noche por el sanedrín, pero no podía llevarse a cabo porque el poder de condenar a muerte estaba reservado el procurador romano. Los jefes de los sacerdotes y sus sirvientes fueron al ingreso del palacio de Herodes. Se pararon para no contaminarse y pidieron hablar con Pilato.
Escuchemos el recuento de este diálogo:
“Pilato salió afuera, a donde estaban, y les preguntó: ¿De qué acusan a este hombre? Le contestaron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. Les replicó Pilato: Entonces, tómenlo y júzguenlo según la legislación de ustedes. Los judíos le dijeron: No nos está permitido dar muerte a nadie. Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir” (Jn 18,29-35).
Pilatos fue llamado fuera del pretorio y se dirige a este grupo de personas guiadas por el sumo sacerdote. Pilatos es el representante del poder político. Es un protegido del famoso ‘Sejano’ que domina Roma. Tiberio se encuentra en Capri – medio demente, y el que administra el poder en la capital es Sejano. Y Pilato durará hasta tanto su protector no caiga en desgracia. El representante del poder político se debe confrontar con el poder religioso.
Es la primera escena que tiene lugar fuera del pretorio de Pilatos. Se dirige al jefe de los sumos sacerdotes y le pregunta: “¿De qué acusan a este hombre?”. La respuesta es: es un malhechor. Te debes fiar de nuestro juicio y debes pronunciar inmediatamente la sentencia.
La respuesta de Pilato es inmediata: “Tómenlo y júzguenlo según la legislación de ustedes”. Pero responden inmediatamente los jefes de los sacerdotes: lo hemos condenado, pero necesitamos que tu confirmes la condena a muerte, porque nosotros no podemos llevarla a cabo.
Quiero hacer notar esta señal que hacen los jefes de los sacerdotes. Hace notar el evangelista que dicen al procurador romano: te lo hemos entregado porque es un malhechor. Este verbo ‘entregado’ es muy importante. Juan lo menciona 15 veces. ¿Quiénes son estas personas que ‘entregan’? Es muy significativo: Judas ‘entrega’ a Jesús; luego los jefes de los sacerdotes que lo entregan a Pilato; será Pilato que lo entregue para morir. Todas las ‘entregas’ malas, contra el diseño del proyecto de Dios. Buscan eliminarlo a través de estas entregas.
¿Cuál será la respuesta del cielo a todas estas ‘entregas’ de parte de los hombres? Sobre la cruz, Jesús entregará el don de la vida, entregará su Espíritu. Este verbo ‘paradídomi’ en griego es como la respuesta de Dios a todas estas entregas de los hombres que entregan a la muerte. Y Dios responde a esta entrega de los hombres entregando su Espíritu: la vida divina a la humanidad.
Nota el evangelista que esto ha sucedido para que se cumpla lo que Jesús había dicho. ¿Qué había dicho Jesús? Una frase teológicamente importante. “Cuando yo sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia mí”. Esta elevación material de Jesús, levantamiento de la cruz, es elegido por el evangelista como el momento glorioso. Glorioso y una abominación para los hombres. Glorioso a los ojos de Dios porque es el momento cuando finalmente llega toda la grandeza de su amor. Es una interpretación de este verbo “elevar” – elevado materialmente sobre la cruz y la elevación en la gloria.
Esto no hubiese acaecido si Jesús no hubiese sido condenado por el procurador romano, porque los judíos hubiesen querido la condenación a muerte por lapidación. En vez, se ha realizado lo que Jesús había prometido. “Será enaltecido” porque será Pilatos quien pronuncie la sentencia a muerte. La sentencia a muerte será la crucifixión.
Después de este diálogo con los judíos, Pilatos vuelve a entrar y tenemos el primer diálogo entre el procurador con Jesús.
Escuchemos:
“Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús respondió: ¿Eso lo preguntas por tu cuenta o porque te lo han dicho otros de mí? Pilato respondió: ¡Ni que yo fuera judío! Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Contestó Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Le dijo Pilato: Entonces, ¿tú eres rey? Jesús contestó: Tú lo dices. Yo soy rey: para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz. Le dice Pilato: ¿Qué es la verdad?” (Jn 18,33-38).
En esta escena comienza el diálogo sobre la realeza en el interior del pretorio entre Pilatos y Jesús. El procurador le pregunta a Jesús: Pero tú, ¿eres el rey de los judíos? Pilatos sintió hablar de esta realeza. Y Jesús le responde: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o porque te lo han dicho otros de mí?”. ¿Por qué hace Jesús esta pregunta? Porque no puede responder a la pregunta de Pilato que le preguntó si era rey de los judíos. ¿Por qué no puede responder? Porque si Pilato habla por sí mismo, entiende la realeza según los criterios de este mundo.
Si habla por sí mismo Jesús ciertamente habría respondido: NO – yo no entiendo la realeza como tu la entiendes; o sea, la realeza de Tiberio. A esa realeza yo no la quiero. Pero, si son otros los que te lo han dicho de mí, o sea los judíos, entonces se trata de otra realeza, la que fue anunciada en el Antiguo Testamento cuando Dios tomaría finalmente el poder para instaurar un reino nuevo. Jesús mismo ha hablado mucho del reino de Dios, del reino de los cielos, que el Señor instauraría en este mundo.
Es por esto que Jesús pregunta a Pilato: ¿Eso lo preguntas por tu cuenta o porque te lo han dicho otros de mí?... para que yo pueda responderte. Y, Pilato, sorprendido, responde: Yo no sé nada de los asuntos de ustedes… a mí solo me interesa mi realeza – yo no soy judío. Y ahora Jesús puede responder sobre la realeza que le fue preguntada por Pilato. Y le dice: Mi realeza no es de este mundo.
Es importante tener la traducción correcta del texto original porque en general viene traducido: Mi reino no es de este mundo. No es así. El reino de Jesús es de este mundo –del otro mundo vamos a hablar en otro momento–. Jesús quiere instaurar el reino de Dios en este mundo. La traducción correcta es: Mi realeza no viene de este mundo, de los criterios, de los valores de este mundo. El texto griego dice: Ἡ βασιλεία ἡ ἐμὴ οὐκ ἔστιν ἐκ τοῦ κόσμου – ‘no viene de’ este mundo. Es un reino que viene de lo alto, de los criterios de Dios, de los valores del cielo. Si mi reino fuese ‘de’ este mundo, en la cual tu crees, Pilato – que es el reino de Tiberio, de César Augusto… este reino proviene de los criterios y de los valores de este mundo. Si mi reino fuese así, mis siervos lo habrían notado, porque el primer criterio sobre el que se rige la realeza que proviene de los criterios de este mundo lo primero es la fuerza, la violencia. Mi reino no es de aquí, viene de otros criterios y de otros valores.
Para entender esta diferencia entre los dos reinos digamos que la realeza de este mundo puede ser entendida según lo que dice San Agustín en “La Ciudad de Dios”: es un diálogo legendario entre un pirata y Alejandro Magno. El pirata cayó en manos de Alejandro Magno y le dijo: tu eres un delincuente - por qué infestas el mar, con audaz libertad el pirata respondió: Yo soy un delincuente. un estafador, un pirata, pero tengo una pequeña nave y me llaman delincuente porque robo en el mar. Pero, tú, Alejandro Magno, que tienes una gran flota y con tu flota devastas el mar y la tierra con tus ejércitos, que haces desastres muchos más grandes que los míos, te llaman grande, emperador porque vences (De civitate, IV, 4). Yo soy un pobre pirata, un pequeño delincuente, pero tú, como vences, eres grande.
Los grandes de este mundo son aquellos que establecen su poder ante todo con la fuerza, con el dominio y cuando vencen son tenidos por grandes, personas exitosas – la realeza de este mundo. Este es el reino que viene de la mundanidad y es el reino sobre el cual también Jesús fue tentado de construir. El Diablo le había sugerido: Si quieres tener éxito – yo te lo digo cómo debes hacer. Debes imponerte y con la fuerza y con la mentira si fuera necesario, también con la injusticia, con la violencia, con la opresión porque solamente de esta manera podrás instaurar un reino que nace de los principios de este mundo. Y notemos que la tentación, con los pequeños reinos que cada uno de nosotros tratamos de crear, pueden derivar de estos valores y propuestas del Maligno.
Llegar a ser grande oprimiendo a los demás. Es lo que hemos visto suceder a lo largo de los siglos. La misma cosa. Buscar de dominar, de imponerse sobre los demás y luego se cae cuando llega un poder más fuerte. En el interior del palacio, entre Jesús y Pilato, se enfrentan estos dos reinos. Jesús explica la diferencia entre las dos. La primera diferencia es la del dominio. Los reinos que se instalan y que provienen de la lógica de este mundo se basan, ante todo, en la fuerza. El reino que viene de Dios no se basa sobre el dominio sino por su contrario – sobre el servicio. La persona grande, que es exaltada, que está sobre el trono, es el que sirve, el que se pone de rodillas delante del que lo necesita. Pilatos se queda turbado, desconcertado, no entiende, y dice: ¿tú eres rey? Y Jesús responde: Es cierto. Tú lo dices. Yo soy rey.
Y aquí Jesús señala la segunda diferencia entre la realeza que viene de este mundo y la realeza que viene del cielo. Dice: Para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz. ¿Qué se entiende por verdad? La verdad en la biblia no indica decir mentiras o no.
La verdad es una concepción que también nosotros tenemos. Cuando nosotros decimos “verdadero’ – ‘es un verdadero hombre’ – es un ‘verdadero sacerdote’ o un ‘verdadero bautizado’ quiere decir una persona que realiza la identidad del discípulo de Cristo, que es fiel a la propuesta de hombre hecha por Jesús en el Evangelio. Este es el concepto de la verdad. Jesús ha venido al mundo para dar testimonio de la verdad sobre Dios y cancela todas las mentiras que fueron contadas sobre Dios, presenta la verdad sobre el rostro de Dios con su persona. El que ve a Jesús, ve el verdadero rostro de Dios, y el que ve a Jesús ve también el verdadero rostro del hombre, del hombre verdadero. El dominador no es un verdadero hombre; es todavía una fiera. Jesús da testimonio de la verdad sobre Dios y sobre el hombre.
Esta es la segunda diferencia entre la realeza de este mundo y la realeza nueva, la de la grandeza del servicio y la de la realización, la reproducción dl rostro del Padre del cielo en el rostro de cada persona. Y en este punto Pilatos no comprende nada, y menciona esa famosa expresión: ¿Qué es la verdad? Y luego se retira afuera para hablar con los jefes de los sumos sacerdotes. No entiende nada, porque la realeza para él es solo la de Tiberio, de los dominadores y, luego, esa ‘verdad’ de la tanto hablaron los filósofos no quiere interesarse por el discurso que está haciendo Jesús.
Si Pilato hubiese comprendido de qué realeza hablaba Jesús, se habría convertido en un hombre libre, se hubiese liberado de esa imagen de realeza que lo deshumanizaba. Por la descripción que Filón de Alejandría hace de Pilatos es muy dura… No se dejó liberar, ha huido… le podría haber preguntado a Jesús o esperar su respuesta cuando preguntó qué es la vedad. Y Jesús se lo hubiese explicado, habría comprendido que ser un gran hombre no hay que ser como Tiberio, sino gente que aman, que se ponen al servicio, no que los otros lo sirvan.
Y Jesús no se hace entender por Pilatos, es muy complicado porque Jesús estaba dando vueltas todas las concepciones de grandeza de este mundo. Jesús tampoco tuvo éxito con Pedro –cuando Pedro quería que Jesús fuese grande, cuando Pedro no quería que Jesús le lavara los pies. Quería ser el primero, pero Jesús les hace entender a todos que es que la verdadera grandeza es la que se refiere a la realeza que viene de arriba y es lo opuesto de la realeza, de las grandezas de este mundo. Pilatos sale de nuevo y va hacia los judíos que lo están esperando fuera, delante de la puerta en el patio.
Escuchemos juntos la lectura de la tercera escena – el encuentro de Pilatos con los jefes de los sacerdotes:
“Dicho esto, salió de nuevo a donde estaban los judíos y les dijo: No encuentro en él culpa alguna. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a un preso durante la fiesta de la Pascua. ¿Quieren que suelte al rey de los judíos? Volvieron a gritar: A ése no, suelta a Barrabás. Barrabás era un asaltante” (Jn 18,38-40).
Pilatos, un poco confuso dialoga con los jefes de los judíos y dice simplemente: hablé con Jesús y no encuentro en él ninguna culpa de lo que ustedes lo están acusando. Para intentar un camino de salida, propone liberar a Jesús por lo que se llamaba el “privilegio pascual”. No hay muchos detalles sobre lo que dice el evangelista que era la costumbre en ocasión de la Pascua liberar a un prisionero que el pueblo pidiese.
Es inimaginable que el procurador romano liberase un delincuente en ocasión de la Pascua. ¿Qué pudo haber acontecido? Tratemos de reconstruir los hechos tal como puedan ser entendidos y, luego, la relectura que hace el evangelista que habla de un cierto ‘Barrabás’. ¿Quién podría ser este personaje Barrabás = Bar–Abbá? Significa ‘hijo de su padre’ – este era el nombre dado a los hijos de nadie.
Sabemos que se trata de esas personas presentes en todas las sociedades, que viven un poco abandonados, que luego son acusados de todo porque son los marginados – este hijo de nadie – Barrabás. El evangelista Marcos cuenta que hubo una reyerta en una ciudad y esta revuelta había habido un homicidio. Buscaron a los responsables de este crimen y ¿a quién se sacaron del medio? A ‘Barrabás’ – debió ser él. Había sido puesto en prisión con otros responsables de la reyerta.
Con ocasión de la Pascua, este hombre fue liberado, probablemente porque era sabido que no era culpable del crimen y de la revuelta que había acontecido en la ciudad. Al ser narrado este episodio, contemporáneamente con la condena de Jesús… y como el procurador romano ha pronunciado la sentencia de muerte para el autor de la vida y el pueblo, en vez de liberar al autor de la vida, el que daba comienzo a un mundo de amor, lo nuevo venido del cielo – el pueblo ha preferido a este ‘Barrabás’, considerado un criminal, por tanto, uno que está de parte de la muerte.
Los evangelistas han puesto a estos dos personajes pare decirnos que estemos atentos, que la opción que fue hecho por los judíos se repite continuamente, porque cada uno cuando está colocado frente a esta opción: por el autor de la vida o por el padre cuyos hijos elijen la ‘no vida’.
Esta es la razón teológica porqué los evangelistas han puesto a estas dos figuras. He tratado de explicar lo que pudo haber sucedido, que a nosotros no nos interesan mucho. Más nos interesa el significado teológico que el evangelista quiere dar. Quiero aclarar una cosa muy importante.
El evangelista Juan no habla del ‘pueblo de Israel’, menciona, con términos muy precisos, a los judíos y entiende con este término aquellos que refutan la propuesta de mundo nuevo introducida por Jesús. Por tanto, los judíos no son el pueblo de Israel, son todos aquellos que se oponen con toda su fuerza y quieren quitar de en medio al que presenta un mundo nuevo.
Por tanto, los ‘judíos’ no son los hebreos del tiempo de Jesús. Son los judíos de siempre – podremos ser también nosotros si intentamos quitar de en medio a Jesús, de impedir la realización de aquel mundo nuevo que Él vino a instaurar en este mundo. Y ahora llega la cuarta escena, la central, la más importante, que es la parodia de la realeza según los criterios de este mundo.
Escuchémosla.
“Entonces Pilato se hizo cargo de Jesús y lo mandó azotar. Los soldados entrelazaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; lo revistieron con un manto rojo, y acercándose a él le decían: ¡Salud, rey de los judíos! Y le pegaban en la cara” (Jn 19,1-3).
Hay dos acontecimientos en esta cuarta escena – que es la central: la flagelación de Jesús y después la parodia de la realeza que culmina con la coronación de espinas y luego con el manto de color púrpura que le ponen a Jesús. El evangelista no se detiene sobre la flagelación, no quieren insistir en esta crueldad. No es sobre esta crueldad que quieren insistir. Están presentando la pasión de Jesús que no hay que entender como la pasión que ha sufrido –lo cual es verdadero– sino que quieren hacernos caer en la cuenta de la pasión de amor de Cristo que revela la pasión de amor de Dios por la humanidad – esa humanidad que lo rechaza, pero que Dios ama perdidamente.
Esto es lo que nos quieren hacer comprender los evangelistas. Hablemos ahora de esta parodia de la realeza. El evangelista utiliza una ironía finísima. Quiere mostrar cómo las grandezas de este mundo – la realeza que se derivan de los criterios de este mundo son ridículas. Primero la corona de espinas. La corona de oro que se ponían los reyes para reinar era la señal de su gloria, de su éxito. Indicaba la irradiación del dios sol. No es ésta la corona que le ponen a Jesús, sino una corona de espinas. La realidad de la realeza de este mundo se celebraba con la corona radiante del dios sol; la realeza que viene del cielo es la que ama hasta aquellos que hacen el mal, que responden con odio a este amor. ¿Qué quiere decir el evangelista? Que los reinos de este mundo son paliativos, son teatros de este mundo que están enmascarados.
Así lo decía San Juan Crisóstomo: las grandezas de este mundo son como representaciones teatrales donde cada uno se pone una máscara, pero luego a la noche, se quitan esta máscara y aparece la verdad. Cuando uno saca estas máscaras ¿qué queda? Juan Crisóstomo dice que aquel que en el teatro era un rey, te lo encuentras en la plaza como a un simple hombre; otro que se presentaba como filósofo, porque tenía la barba de los filósofos, te lo encuentras por la calle y no es capaz ni siquiera de escribir su propio nombre. Llega, pues, la noche, cuando estas coronas, que resplandecen a los ojos del mundo como el sol, se revelan después en su vacuidad. Jesús presenta una realeza totalmente diversa. Para el mundo es una realeza de burla, hace reír, porque en el mundo cuentan las coronas como las que se puede poner Tiberio en la cabeza.
Reflexionemos: Lo que aparece en este mundo muchas veces es una farsa. Busquemos algunas enseñanzas sobre los personajes en cuestión. ¿Qué queda? Tratemos de quitar las decoraciones, los títulos honoríficos… ¿qué persona queda? Especialmente si quitamos el dinero, el poder a cierta gente - ¿qué queda? Quitemos el truco a ciertas cosas, quitemos los reflectores a los teatros de este mundo… ¿qué hombre – qué mujer queda? ¿Cuáles son los valores de esta gente? Valor auténtico, no las apariencias. Así, en esta escena el evangelista quiere hacer una parodia de la realeza de este mundo.
La segunda señal de realeza es el manto de púrpura que le ponen a Jesús. El color recuerda el color de la sangre que la realeza de este mundo debe verter para poder dominar. No la guardan y esconden; si deben aplastar a alguien lo hacen.
En esta cuarta escena se presenta la parodia de la realeza de este mundo. Estaba preparado al interior del pretorio de Pilatos el rey de burla. Según la gente es una realeza ridícula: el que dedica su vida al servicio de los demás, que no se hace grande, rico, potente… no cuenta para nada.
Esto es lo que el evangelista quiere decir. Prestemos atención, porque estas realezas que son las grandezas de este mundo – son éstas precisamente las que son de burla. Esta es la ironía que quiere presentar el evangelio de Juan. Lo que aparece grande, es insignificante. Y, en vez, lo que los hombres consideran ridículo es lo verdaderamente grande. Las dos realezas están confrontadas. Y, de hecho, Pilato saldrá con este rey de burla y lo presentará al pueblo.
Escuchemos juntos cuál será la reacción de aquellos que deben hacer la opción entre la realeza de este mundo y la nueva realeza que viene del cielo.
“Salió otra vez Pilato afuera y les dijo: Miren, lo saco afuera para que sepan que no encuentro en él culpa alguna. Salió Jesús afuera, con la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dice: Aquí tienen al hombre. Cuando los sumos sacerdotes y los policías del templo lo vieron, gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Les dice Pilato: Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, que yo no encuentro en él ningún motivo de condena. Le replicaron los judíos: Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se ha hecho pasar por hijo de Dios” (Jn 19,4-7).
Hasta este momento Jesús no ha hablado directamente con los judíos. Pilatos ha sido siempre el interlocutor. El diálogo entre Jesús y Pilatos tuvo lugar en el interior. Ahora, después de la escena de la parodia de la realeza, Pilatos lleva afuera a Jesús y lo presenta delante de su pueblo. Está vestido de payaso – de rey burlón. Y Pilatos no dice: aquí tienen a su rey, sino “aquí tienen al hombre”. Pilato no sabe lo que significa la expresión que acaba de usar: “Aquí tienen al hombre”.
El evangelista nos quiere hacer comprender el significado real de esa palabra: ‘hombre’. Es el hombre verdadero. El hombre auténtico según Dios, el siervo, el que se ofrece totalmente. Y lo que es importante es la reacción del pueblo frente a este hombre. Cuando lo ven los jefes de los sacerdotes y sus sirvientes –recordemos que se encuentran delante de aquella puerta del pretorio – se encuentran en el agorá, que estaba frente al pretorio– … ¿qué gritan? ¡Crucifícalo, crucifícalo! Como sabemos, la crucifixión era la pena de los esclavos. Un ciudadano romano, un hombre verdadero no podía ser crucificado. Los jefes de los sacerdotes y su servidumbre están diciendo: ‘este no es un hombre’.
El hombre verdadero es el que viste de púrpura, el hombre grande, el hombre que está bien – este es un esclavo, ¡crucifícalo! Aquí están las dos propuestas de hombre: el hombre que domina y el que sirve. El hombre poderoso según el criterio de los jefes de los sacerdotes y del pueblo es el que es grande, el que viste bien. El hombre verdadero (“¡He aquí al Hombre!”). Es el hombre que Dios presenta. por boca del ignorante Pilatos. El Siervo. Esta reacción era de esperar. No soportan esta propuesta de hombre que es lo opuesto a la de aquellos que detectan el poder, tanto político como religioso, porque es un terremoto de la lógica según los criterios humanos.
Quiero hacer notar un detalle. No es el pueblo de Israel el que rechaza a este hombre. Son los que detectan el poder religioso y los de su séquito. En Juan no aparece más el pueblo hebreo, sino solamente los jefes, que son los verdaderos responsables de este rechazo del hombre según Dios. Quieren proteger sus propios intereses, perpetuar su poder y Jesús está haciendo mover esta institución religiosa deshumanizante a la cual los sumos sacerdotes han legado todo su interés. Pilato responde: “Crucifíquenlo ustedes” y sigan ustedes la condena… yo no encuentro en él ninguna culpa. No se puede encontrar ninguna culpa en aquel que pone toda su vida al servicio.
Pero esta imagen de hombre no puede ser aceptada por los que tienen en mente otra clase de hombres exitosos. Y los jefes de los sacerdotes le responden: Tenemos una ley y éste debe morir porque se presenta como Hijo de Dios. Hijo de Dios quiere decir el que reproduce el rostro del Padre del cielo. Y ellos tienen en mente otra imagen de Dios – el Dios dominador, el Dios justiciero… y aquí no tenemos esta imagen de Dios en el rostro de Jesús. Ellos son los jefes religiosos – cuidado con contradecir su catequesis.
Están dispuestos a cometer un homicidio, pero no de rever sus propias convicciones. Y en este punto revelan el verdadero motivo: no que Jesús es un malhechor, un rebelde sino aquel que cuestiona sus concepciones religiosas, sus tradiciones. No aceptan al hombre nuevo. Y aun Pilatos comienza a tener miedo. Aquí, no es tanto que Jesús hace resquebrajar las concepciones religiosas de los sumos sacerdotes, sino que hace resquebrajar también el poder político, al hombre grande según los poderes de este mundo. Y Pilatos siente miedo, porque sabe que el poder religioso ya lo puso en crisis desde el principio, cuando Pilatos tuvo el problema de los estandartes que él había introducido en la ciudad santa, en Jerusalén y la reacción del poder religioso fue durísima y Pilatos tuvo que echar marcha atrás.
Por eso Pilatos, ahora tiene miedo. De frente a este hombre –parece increíble– es un esclavo, un rey burlón… son los poderes religiosos y políticos que se encuentran en dificultad. Intuyen que su poder está por ser derrumbado. Pilatos está preocupado, sabe que Jesús es inocente, pero si quiere proteger su propia posición, debe estar dispuesto a andar contra la verdad. De hecho, entra en el pretorio para encontrar una vía de salida.
Escuchemos justos su último diálogo con Jesús:
“Cuando Pilato oyó aquellas palabras, se asustó mucho. Entró en el cuartel y dice de nuevo a Jesús: ¿De dónde eres? Jesús no le dio respuesta. Le dice Pilato: ¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? Le contestó Jesús: No tendrías poder contra mí si no te lo hubiera dado el cielo. Por eso el que me entrega es más culpable” (Jn 19,8-11).
Pilato se tiene que enfrentar de nuevo a Jesús. Tiene miedo. No quiso dejarse atraer por el hombre nuevo, porque tuviese que haber renunciado a todas sus posiciones de hombre poderoso. No sabe cómo salir del paso. Entonces le hace una pregunta a Jesús: “¿De dónde eres?”. No significa de dónde bienes… Ya sabe que es un galileo. Esta pregunta de Pilatos quiere decir: “Tú – quién eres?”. Y Jesús no le responde. Nosotros hubiéramos esperado que, inmediatamente, Jesús diese una explicación, pero Jesús calla. ¿Por qué se queda callado? Tiene que haber un motivo.
Un verdadero diálogo presupone momentos en que se habla y momentos de silencio. Antes y después de la palabra el silencio es necesario, es un momento indispensable en la comunicación. Existen palabras que interrumpen la comunicación y existen silencios que crean la comunicación, porque son una invitación a la reflexión, a dejar penetrar un cierto mensaje – un mensaje que quizás produzca interrogantes, una inquietud interior y esto es lo que Jesús quiere que suceda en Pilatos.
El silencio es necesario. Pilato tiene miedo de estos silencios y le dice a Jesús: “¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?”. Pilatos tiene miedo del silencio. No quiere que su inquietud interior y su pregunta quede en el aire, porque está en juego su posición, quiere ser él el que conduzca el interrogatorio, el diálogo. Y Jesús se calla a propósito porque quiere que Pilato repiense… a ver si se deja involucrar por el hombre nuevo.
Y Jesús dice a Pilato una frase enigmática: “No tendrías poder contra mí si no te lo hubiera dado el cielo”. Ten presente que eres culpable porque no quieres abrir tu mente y tu corazón a mi propuesta de hombre, pero hay gente más culpable que tú. Pero la frase enigmática es “ese poder no lo tendrías si no te lo hubiera dado el cielo”. Ahora Pilatos no entiende… no quiere entender.
La frase de Jesús es clara para nosotros hoy. Quería decir: tú tienes poder sobre la tierra, eres poderoso, pero es el cielo el que está conduciendo mi historia. Es un crimen que los poderes de este mundo están haciendo, pero Dios está conduciendo este crimen para que se produzca un prodigio de salvación, porque el cordero que será inmolado pondrá en crisis, hará reflexionar a los lobos que lo han matado.
Era la única manera para introducir un mundo nuevo. Tu no lo sabes, pero desde lo alto Dios está conduciendo este evento. Pilato tiene delante la posibilidad de hacer una elección definitiva en su vida – renunciar a los bienes de este mundo, tomar postura frente al mundo nuevo, del hombre nuevo… pero no lo hace.
Escuchemos el último diálogo entre Pilatos con los sacerdotes y sus seguidores:
“A partir de entonces, Pilato procuraba soltarlo, mientras los judíos gritaban: Si sueltas a ése no eres amigo del césar. El que se hace rey va contra el césar. Al oír aquello, Pilato sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gábbata. Era la víspera de Pascua, al mediodía. Dice a los judíos: Ahí tienen a su rey. Ellos gritaron: ¡Afuera, afuera, crucifícalo! Les dice Pilato ¿Voy a crucificar a su rey? Los sumos sacerdotes contestaron: No tenemos más rey que el césar. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado” (Jn 19, 12-16).
Pilato quería liberar a Jesús, pero los sumos sacerdotes le dicen: si libras a éste no eres amigo del César. Miremos lo que está dispuesto a hacer el poder. Los jefes religiosos están dispuestos a todo incluso a proclamar como rey suyo a un pagano: Tiberio, un cuasi-demente que se encuentra en Capri, lejos de Roma. El que manda en Roma es Sejano.
Los judíos detestaban la dominación extranjera, pero ahora reconocen solemnemente la autoridad de César. Para obtener la condenación a muerte del verdadero hombre. ¡Cuánto fastidio ha dado esta propuesta de hombre nuevo! Y Pilato lleva afuera a Jesús y se sienta en el tribunal. Aquí hay una interpretación diversa que el evangelista quiere dar a este verbo: ‘ekátisen’ que puede significar: Pilatos se sentó en el tribunal, pero puede haber otra interpretación de este verbo… y es lo que el evangelista quiere decir. Está claro que Pilatos se sentó sobre el tribunal, sobre el banquillo, pero el evangelista utiliza este verbo que puede significar, y significa en la intención del evangelista: Pilatos hace sentar a Jesús sobre el banquillo para que pudiese ser contemplado por todos.
En el lugar llamado “litóstroto’, en hebreo ‘gábbata’. Es un detalle extraño porque ‘gábbata’ no significa ‘litóstrofo’. Sabemos el significado de ‘litóstroto’ = el enlosado puesto sobre el pavimento, o una pavimentación típica del tiempo y de hecho, cuando el litóstrtoto fue encontrado en la zona de la torre Antonia, se pensó que Jesús había estado juzgado por Pilato en aquel lugar.
Ya he mencionado antes que este litóstoto de la torre Antonia no es del tiempo de Jesús, es 100 años posterior. Aquí ‘litóstroto’ no viene citado en referencia a ‘gábbata’, pero ‘gábbata’ significa un lugar elevado, que es precisamente el lugar donde se encontraba el pretorio de Pilato.
Al ‘litóstroto’ lo encontramos solamente dos veces en toda la Escritura. Aquí en el evangelio de Juan y si buscamos en el Antiguo Testamento encontramos este término solo una vez en el Cantar de los Cantares y es, seguramente, a este texto que el evangelista quiere hacer referencia. Imaginemos a Jesús sentado en este trono, un trono real que el evangelista quiere que contemplemos en este momento. ¿Qué dice el Cantar de los Cantares? Presenta al rey Salomón sentado en un palanquín, en un asiento de púrpura y al centro de este asiento hay un litóstoton = un entablado de piedras preciosas, símbolo del amor que se tenía a este rey que estaba sobre el trono. Y continua el texto del Cantar de los Cantares: “¡Muchachas de Jerusalén, salgan, miren, muchachas de Sión, al rey Salomón con la corona que le ciñó su madre el día de su boda, día de fiesta de su corazón!” (Cant 3,9-11).
Aquí es un poco difícil, pero debemos entender lo que el evangelista nos quiere decir, a lo que se refiere. Debemos recordar que, en el evangelio de Juan, desde el comienzo, Jesús entra en escena como el esposo que sale al encuentro de la esposa.
En el Antiguo Testamento la esposa es Israel, el pueblo; para nosotros es la humanidad hacia la cual se dirige el esposo para el encuentro esponsal. Esta es la perspectiva desde la cual nosotros debemos leer este evangelio de Juan. Recordemos que cuando Jesús entra en escena, viene precedido del Bautista, el cual dice: Yo no soy el esposo que ustedes esperan, que Israel espera. Yo estoy sintiendo la voz del esposo, la voz de aquel que está por llegar.
Y recordamos que inmediatamente después, la boda de Caná y luego, a lo largo de todo el evangelio, está este hilo de oro de Jesús – el Dios que ha venido a encontrarse con la esposa, la humanidad. Es precisamente en este momento que el evangelista presenta al Esposo y lo hace con la referencia a este texto del Cantar de los Cantares. La invitación a Israel de contemplar el amor del Esposo, de su Dios. Y notemos que es presentado con la corona “que le ciñó su madre”.
La madre de Jesús es Israel, el pueblo de Israel, del cual ha nacido este Mesías. Y no es una corona gloriosa, una corona radiante del dios sol, no una corona de espinas. Este esposo se presenta como el que ama tanto a su esposa que es capaz de donar toda su vida, de hacerse siervo, de hacerse esclavo – en el día de su boda.
Es así como el evangelista quiere que contemplemos esta última escena grandiosa: es el Esposo que viene presentado a la esposa – quiere indicar cuánto la ha amado. Y tenemos la indicación de la hora que nos da el evangelista: era la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y Pilatos dice a los judíos: He aquí a su rey. El que da comienzo a un reino que transforma a todos, que disturba al mundo porque es una realeza que es un terremoto para todas las otras realezas. El rey es que se hace servidor.
Notemos el detalle: la preparación a la Pascua y la hora – mediodía. Era el momento en que en el templo comenzaban a ser inmolados los corderos que después serían comida durante la cena pascual. Es la presentación del Cordero. El Cordero que será inmolado. El Cordero que mostrará al hombre verdadero y pondrá en crisis a las fieras que han dominado siempre en el mundo. Es con Él que comienza el mundo nuevo. La reacción de los sumos sacerdotes y de sus seguidores: “¡Afuera, afuera, crucifícalo!” no aceptan esta realeza. Pilato no quería ir contra la verdad, no quería cometer este crimen… “¿quieren crucificar a su rey?”. Y la respuesta de los sumos sacerdotes: “No tenemos más rey que el césar”.
Los sumos sacerdotes descienden a este bajo nivel. Están dispuestos a todo, a ir contra toda su concepción, también religiosa, para eliminar a aquel que les fastidia. “Entonces se lo entregó para que fuera crucificado”. ¡La ironía a que Juan llega en este punto! Es una ironía que llega al culmen. Porque vemos a dónde ha llegado – los sumos sacerdotes, el poder religioso y Pilato, el poder político. Pilato no quería condenar a Jesús – no quiere cometer un crimen, pero se siente obligado a hacerlo frente al poder religioso que había asumido un inmenso prestigio después de la construcción del templo por parte de Herodes.
Pilato se ve obligado a hacer lo que no quiere. Incluso los judíos se ven obligados a hacer lo que no quieren. Ellos no querían servir al césar, lo aborrecían, pero se ven obligados a declararse súbditos fieles y a proclamarlo rey, contra la tradición judía que sostiene que existe un solo rey que es Dios. Cuando no se acepta la propuesta de hombre y la propuesta de realeza nueva se obliga a entrar en contradicción consigo mismo, con Dios, con los hermanos y a cometer crímenes.
También nosotros hoy estamos delante de esta imagen de hombre y a este principio de la nueva realeza. No debemos cometer el error que ha hecho Pilato y el error que han hecho los sumos sacerdotes. Recibamos al hombre nuevo, el mundo nuevo y la nueva realeza, la de aquellos que se ponen al servicio de los hermanos, que no quieren ser dominantes, sino aquellos que están dispuestos hasta de entregar la propia vida por amor.
Les deseo a todos una buena preparación para la fiesta de Pascua.