Esdras
Introducción
¿Dos libros? Originariamente se trata de un solo libro, incorporado a la obra del Cronista. Más tarde sucede la separación, la colocación en la Biblia hebrea de Esdras y Nehemías antes de Crónicas y la división de Esdras en dos partes, llamadas primero y segundo libro de Esdras; posteriormente el segundo recibe el nombre de Nehemías, dando así relieve al personaje al asignarle un libro.
Orden de los libros y orden de los hechos. Los veintitrés capítulos no están en orden cronológico ni en el orden literario original. Se refieren a dos etapas distanciadas por un siglo: la primera repatriación, con la actividad de Ageo y Zacarías; otra repatriación con la actividad de Esdras y Nehemías. La primera es capital, porque afirma la continuidad del pueblo y de su historia. La segunda es importante para sus protagonistas y fuente de información fidedigna para nosotros. Es probable que Nehemías actuara antes que Esdras.
Dada la dificultad de restablecer el orden primitivo, proponemos aquí la reconstrucción que aceptamos como más probable –sin ir hasta los últimos detalles–.
Esdras 1–6: Repatriación en el 538 a.C. 1: Decreto de tolerancia. 2: Lista de repatriados. Llegada. 3: Construcción de un altar, se reanuda el culto, fiesta de las Chozas. Preparativos para el templo, se echan los cimientos. 4,1-5.24: Estorbos contra las obras. 5: Se reanudan los trabajos. 6: Dedicación del Templo. 4,6-23: Intrigas contra los judíos.
Nehemías 1–7: Construcción de la muralla. 1: En la corte: malas noticias, oración. 2: Permiso, viaje, inspección nocturna, dificultades. 3: Reparto del trabajo de construcción, burlas. 4: Amenazas; los constructores se arman. 5: Problemas sociales y desinterés de Nehemías. 6: Intrigas de los enemigos, intimidación y falsa profecía. 7,1-3: Las puertas de la ciudad.
Nehemías 7,4-72; 11–12: Repoblación de Jerusalén. 7: Repoblación de la capital, lista de repatriados. 11: Continuación de las listas. 12: Listas de sacerdotes y levitas. Inauguración de la muralla. Resumen.
Nehemías 8–10; 13: Alianza y reformas. 8: Lectura de la Ley. Fiesta de las Chozas. 9: Liturgia penitencial, oración de Esdras. 10: Renovación de la Alianza. 13: Reformas de Nehemías.
Esdras 7–10. 7: Esdras recibe poderes del rey persa. 8: Lista de repatriados. Viaje a Jerusalén. 9: Matrimonios mixtos: penitencia. 10: Asamblea, compromiso y ejecución. Lista.
Fuentes, autor y época. El autor ha utilizado las siguientes fuentes: Listas de personas y lugares conservadas quizás en el archivo del Templo o en algún archivo civil; algunas estaban ya incorporadas a las memorias. Un relato en arameo sobre la reconstrucción del Templo, que el autor recoge sin traducir: Esd 5s y 4,6-23. Las memorias de Esdras que abarcan: Esd 7,12–8,36; Neh 8; Esd 9s; Neh 9s. Las memorias de Nehemías que abarcan: Neh 1–7; 11–13.
El autor retoca y añaden en diversas ocasiones; en general, respeta el texto original. Y hemos de agradecerle que haya dejado hablar a los protagonistas.
Para algunos, el autor del conjunto es el mismo de las Crónicas. Por eso se suele llamar esta obra histórica la Historia del Cronista. Su fecha de composición más probable es hacia el año 400 a.C. Al interrumpir la narración con la primera actividad de Esdras, parece considerar que los años siguientes no habían traído acontecimientos decisivos. Así comienza el gran silencio histórico, que se extiende hasta el tiempo de los seléucidas.
Mensaje religioso. ¿Qué añade estos libros al mensaje de Crónicas? Los que separaron este libro de los capítulos precedentes que conocemos por el nombre de Crónicas, sintieron que con esta nueva página comenzaba una nueva era. A nueva era, nuevo libro. Precisamente el interés de Dios en la historia humana hace posible y real la nueva era. El Señor que «incitó» a Nabucodonosor al castigo, «suscita» ahora a Ciro para la reconstrucción.
Así se afirma el protagonismo de Dios: podrá la historia medirse por reinos humanos, pero su verdadero motor es Dios. Y su instrumento es el corazón del hombre: «El corazón del rey es una acequia a disposición de Dios, la dirige a donde quiere» (Prov 21,1).
Promulgando «el año primero de su reinado» un edicto de tolerancia religiosa, el emperador Ciro define su política y pregona el advenimiento de una nueva era. En la historia de Israel comienza también una nueva era. En adelante los israelitas serán los judíos, al rey sucederá el sacerdote; a los profetas, la escatología. En esta etapa se moldeará la comunidad del futuro.
1,1-11 La vuelta del destierro. Comienza una nueva era. Los que separaron este libro de los capítulos precedentes, que conocemos con el nombre de Crónicas, sintieron que con esta página comenzaba una nueva era, y entonces, a nueva era, nuevo libro. El Cronista quiso describir un final y lo concentró en Jerusalén, Templo y muralla. De los habitantes, unos murieron y otros fueron deportados como esclavos. Es decir, en la tierra prometida no quedaba nada, ni Templo, ni ciudad, ni habitantes. Quedaba un resto en Babilonia, y quedaba la fidelidad del Señor, soberano de la historia.
Precisamente ese interés de Dios en la historia de los hombres hace posible la nueva era. El Señor que incitó a Nabucodonosor para el castigo, suscita a Ciro para la restauración. Y, ¿cuál es la novedad? En la historia universal, el advenimiento de un nuevo imperio, que reemplaza a Asiria y Babilonia, aportando formas nuevas de vida internacional. Hay una novedad en la relación de Ciro con los judíos. El Señor no suscita jueces ni un rey para realizar su independencia, suscita un monarca extranjero. Sometida a él como provincia de un gran imperio, la comunidad judía se salvará de los enemigos vecinos y de las tentaciones políticas internas.
En la historia de Israel también comienza una nueva era. Ya el nombre lo dice: en adelante los israelitas serán los judíos; al rey sucederá el sacerdote; a los profetas la escatología. En esta etapa se modelará la nueva comunidad del futuro. En el edicto de tolerancia religiosa (2), el nuevo emperador define su política. La reconstrucción de los templos es una manera de congraciarse con las poblaciones locales y especialmente ganarse el apoyo de la clase sacerdotal, muy influyente de ordinario. La repatriación (3) será un modo de deshacer la política de los monarcas babilonios. Éstos habían quebrantado el nacionalismo judío. Ciro, permitiendo el regreso de los exilados marcaba la distancia que lo separaba de aquella política.
Este segundo éxodo es de principio a fin obra de Dios. No vuelven todos sino aquellos a quienes Dios «mueve» (5). Históricamente fue así: en la primera expedición solo regresaron unos escogidos, los entusiastas, los contagiados con la esperanza que predicó Isaías II, otros muchos se quedaron, los que habían perdido definitivamente la esperanza, los que se habían mezclado con la población, los que habían hecho fortuna en el destierro y no querían sacrificarla. No todos se sintieron movidos por Dios. Hacía falta en aquel momento sentir la pobreza o tener el desprendimiento para ponerse en marcha.
2,1-70 Lista de los deportados que volvieron a su tierra. El gusto del Cronista por listas y genealogías reaparece aquí con redoblada razón. Se trata de recoger para el recuerdo los nombres de aquellos primeros ciudadanos que volvieron a la patria. La lista es como una lápida escrita para la posteridad; de hecho, viven hoy judíos que hacen remontar su apellido a alguno de estos repatriados. La lista se encuentra con ligeras variantes en Neh 7.
3,1-13 Restauración del altar y del culto. Por analogía al capítulo 8, podemos calcular que el viaje se iniciaría en primavera y concluiría en pleno verano. Hay que imaginarse lo que significaba desplazar una caravana de cincuenta mil personas con los medios de entonces. El capítulo está centrado en el tema del Templo.
La restauración del culto restablece la legislación de Moisés y las instituciones de David. Esto significa que la nueva era está en continuidad con el pasado. La fiesta de las Chozas (4) correspondía al final de la vendimia y de todas las tareas del campo. Ordinariamente una fiesta agrícola, se aplicó a conmemorar el camino por el desierto al salir de Egipto. Resultaba oportuno celebrar como primera fiesta en la patria esa festividad alegre y popular: también los repatriados habían vivido en tiendas, repitiendo en cierto modo la experiencia de los salidos de Egipto.
4,1-24 Interrupción de las obras. Este capítulo tiene una coherencia temática: la oposición a las obras; pero no sigue el orden cronológico que es: Ciro, Darío, Jerjes, Artajerjes. Además, desde el versículo 8 el relato discurre en arameo. Con respecto a los rivales (1) se identifican a sí mismos como descendientes de los colonos trasladados por los asirios. Los colonos extranjeros eran representantes de un sincretismo religioso inconciliable con la fe israelita. Habían aprendido a venerar al Dios de Israel junto con sus dioses. Aceptar su ofrecimiento era poner en peligro a la comunidad naciente, por eso las autoridades judías lo rechazan.
A partir de esta negativa los colonos comienzan a poner trabas (4); indudablemente por detrás estaba un claro interés económico que nada tenía que ver con lo estrictamente religioso: la llegada de los antiguos dueños ponía en peligro sus propiedades. De arriba viene la orden de suspender las obras; los judíos tuvieron que aceptar de momento la intimación, hasta que se presentase otra ocasión favorable. Será la contribución de Nehemías.
5,1–6,22 Se reanuda la construcción. En estos capítulos pasamos a la segunda etapa del libro: la reconstrucción del Templo en tiempos de Darío I, en los años 520-515 a.C., o sea, desde que comienza la predicación de los profetas Ageo y Zacarías hasta que se celebra la dedicación del Templo y la Pascua sucesiva.
Los capítulos tienen una breve parte narrativa al principio y al fin y una larga parte documental. El primer documento es una carta informativa que transmite las explicaciones dadas por las autoridades judías; el segundo documento es una carta del emperador que recoge parte del decreto de Ciro. Finalizada la construcción del Templo se celebra la Pascua y el Templo reconstruido comienza a atraer y a reconstruir la unidad nacional con su presencia. Con todo, la formulación es genérica, quizá intencionadamente, como dejando la puerta abierta a los prosélitos, respondiendo a la visión universalista de Zacarías (8,20-23).
7,1–8,14 Esdras llega a Jerusalén. Con Esdras surge una nueva clase intelectual y religiosa en la historia de los judíos: el letrado o experto en la Ley. La función pudo muy bien nacer y desarrollarse en el destierro, cuando faltaba el culto. Un siglo más tarde, al acabarse prácticamente la clase profética, el experto de la Ley vería crecer su autoridad.
La Ley era ante todo un cuerpo de prescripciones, pero también por extensión, un cuerpo literario, que los letrados ayudaron a seleccionar, fijar, conservar y transmitir. De aquí pudo surgir la leyenda que hizo a Esdras el creador del primer canon de las Escrituras hebreas. En 7,10 tenemos descrita la vocación del «letrado»; se dedica a estudiar para «practicar y enseñar». La observancia es parte de su profesión, es maestro también con el ejemplo. En Eclo 39 se describe esta profesión como la más ilustre.
8,15-36 El viaje a Jerusalén. En total resultan casi mil quinientos varones. Parece como si la comunidad de Judá necesitase periódicamente estos refuerzos de población procedente de la diáspora.
En los versículos 21-23 vemos al guía espiritual de la caravana. Un viaje tan largo era un riesgo repetido por las bandas de salteadores que acechan las rutas caravaneras; el riesgo se multiplicaba cuando los peregrinos transportaban cargas valiosas. Pero Esdras no acepta escolta militar, así demostraba ante el emperador la grandeza de su Dios que cuida de sus fieles; y a los peregrinos les enseñaba a confiar en Dios, más que en los hombres. Nuevamente el desierto desempeña una función de prueba.
9,1–10,44 El problema de los matrimonios con extranjeras. En este capítulo y en el siguiente Esdras narra su acción en un asunto que considera trascendental: la cuestión de los matrimonios mixtos. El peligro de idolatría o sincretismo era lo que motivaba la prohibición en el Éxodo y el Deuteronomio, un peligro que se volvía a presentar. En la convivencia de muchos pueblos dentro de un gran imperio unificado, el peligro máximo era perder la identidad nacional. De poco valía un Templo único si las familias lo acompañaban con cultos y ritos extraños. La acción enérgica de Esdras pretende cortar y prevenir estas posibilidades.
La comunidad del pueblo escogido se sigue llamando «los desterrados», aunque la mayoría son nacidos en Judá; como si el destierro fuera la clave de la continuidad. Si comparamos la lista que nos da 10,18-43 con la de los repatriados (2,1-70), observaremos que casi todos los casos responden a descendientes de familias de la primera caravana.
Con el último verso del capítulo 10 Esdras desaparece de la escena dejando a los suyos un ideal de segregación para mantener la identidad nacional y la pureza religiosa. Su legado es la interpretación rigorista de la Ley. Ahora vienen más de doscientos cincuenta años de silencio. Será a mediados del s. II a.C. cuando un historiador retome la pluma para contarnos lo que está sucediendo.