Macabeos II
Índice de comentarios
Introducción | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15Introducción
¿Un libro histórico? No estamos ante una historia en sentido clásico, sino más bien ante la transformación de datos reales en una especie de parábola o símbolo, desarrollado sobre un esquema que se podría resumir así: un Reino de Dios en la tierra, del que forman parte un pueblo de escogidos, y los demás quedan fuera. Los de dentro están ligados a su Dios, que es su verdadero rey: si no lo obedecen son escarmentados; si le son fieles participan de los bienes de esta vida y de una vida después de la muerte. Hay una comunidad entre los ciudadanos vivos y muertos: algunos difuntos viven más allá e interceden por los que viven acá; algunos mueren con culpas que los vivos pueden expiar con oraciones y sacrificios.
Todo era bello y pacífico bajo Onías; pero por el pecado de algunos judíos el Señor se encoleriza y castiga a su pueblo, culminando en el martirio de Eleazar y de los siete hermanos con su madre. Este momento es como una expiación: el Señor pasa de la cólera a la misericordia, y los acontecimientos, incluso los más adversos, se vuelven triunfalmente a favor de los judíos.
Los de fuera, o sencillamente no entran en la representación, o son extras que contemplan, o son ejecutores providenciales de un escarmiento, o son agresores que sufren un castigo ejemplar.
Estilo literario. El autor dice en el prólogo que su tarea no ha sido fácil, y da a entender en el epílogo que ha quedado satisfecho de su trabajo y espera que guste a los lectores. ¿Es cierto? ¿Ha conseguido el libro agradarnos a nosotros, como quizás agradó a sus contemporáneos? Hay en el libro una serie de cosas que nos desagradan: el recurso a las apariciones crea la impresión de un «deus ex machina» para los momentos de crisis; las mismas apariciones resultan de una magnificencia infantil; la tendencia a exagerar y esquematizar; el estilo hinchado y retorcido; el patetismo teatral; el placer de contar y multiplicar las bajas enemigas. Algo así sería nuestro libro en clave narrativa.
Leyendo el libro podríamos pensar en un auto sacramental barroco con mucho de tramoya y aparato escénico. El público tiene que quedar prendido en la intensidad de la pasión o de su expresión. Los personajes son más bien símbolos; el tiempo se concentra en los momentos dramáticos; los diálogos, como el de la madre de los Macabeos y sus hijos frente al tirano, están compuestos de cara a un público. También adquieren valor escénico las intervenciones corales de la multitud anónima, creando un clima e induciendo el contagio de los espectadores.
Para disculpar semejantes impresiones algunos apelan a la historia literaria: el libro es producto de su época. Pero la respuesta no basta; tener valor de documento no es tener valor literario. Además, la época no justifica el valor de sus libros, sino que los libros recomiendan o condenan una época literaria. Si lo típico de aquella época eran semejantes producciones, la época no es un momento estelar de la literatura. La obra puede ser objeto de estudio, no de disfrute.
Mensaje religioso. A favor del libro están algunas enseñanzas importantes: la fe en la resurrección, justificada por el poder creativo de Dios; la valentía de los mártires sin distinción de edad; el templo como tesoro de limosnas para los pobres; la protección divina como respuesta a la oración confiada; el triunfo del bien sobre el poder tiránico y su violencia. Son valores que fácilmente se entresacan del libro y se imprimen favorablemente en la memoria.
1,1–2,18 Cartas a los judíos de Egipto. El libro comienza con dos cartas (1,1-9 y 1,10–2,18) que envían los judíos de Jerusalén a sus hermanos judíos de Alejandría invitándolos a celebrar la fiesta de las Chozas, o fiesta de la Dedicación del Templo instituida por Judas Macabeo.
1,1-6: El saludo busca mantener la unidad y la fraternidad entre Jerusalén y los judíos que, obligados por diversas circunstancias han emigrado a tierras extranjeras –diáspora–. Está mediado por una seguidilla de peticiones a Dios en torno a la promesa –Alianza–, la obediencia, la Ley, la oración y la reconciliación.
1,7s: El año 169 corresponde al año 143 a.C. Se refiere a la profanación del Templo ordenada por Antíoco IV Epífanes y apoyada por los judíos «renegados» (1 Mac 1,11; 6,21; 7,5; 9,23.58.69; 10,61; 11,21.25). El Templo será un tema clave a lo largo del libro. El escritor llama «tierra santa» al territorio de Israel, el mismo que utilizan hoy los cristianos.
1,9: Llegamos a la razón última de esta primera carta, invitar a los judíos de Egipto a celebrar la fiesta de las Chozas, o de la Dedicación del Templo (cfr. Dt 16,16; Zac 14,16-19) en el mes de diciembre, fecha diferente a la más tradicional que era en octubre (Lv 23,34s). El año 188 corresponde al año 124 a.C.
1,10: La segunda carta está dirigida a Aristóbulo, importante filósofo judío nacido en Alejandría, autor de un comentario bíblico donde demuestra que la filosofía griega había sido extraída de la literatura judía contenida en la Ley y los Profetas. La notificación de la muerte de Antíoco permite fechar la carta en el año 164 a.C.
1,11-17: He aquí un primer relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, que no coincide con el de 9,1-29 ni con 1 Mac 6,1-16. Es probable que el autor esté confundido con la muerte de Antíoco III ocurrida al intentar saquear el templo de Bel en Elimaida, o que retoma una de las tantas leyendas que el pueblo elaboró en torno a la muerte de Antíoco. La concepción de un Dios que participa y apoya la muerte cruel del enemigo hace parte de la conciencia religiosa del pueblo en esa época concreta de la historia. Con Jesús las cosas serán radicalmente diferentes.
1,18-36: Esta sección se basa en algún escrito apócrifo de Nehemías, dado que los datos no coinciden con el libro canónico. En la conciencia religiosa de Israel, el fuego sagrado servía como signo visible de la manifestación de Dios (Éx 3,4; Lv 9,24; 1 Re 18,20-30; 2 Cr 7,1). La destrucción del Templo de Jerusalén por parte de las tropas invasoras de Babilonia en al año 587 a.C. llevaron a los judíos a pensar que Dios había abandonado temporalmente su morada. Al regresar del exilio, los sacerdotes utilizan el fuego sagrado y la nafta –petróleo bruto– para restaurar el altar de los sacrificios, creando las condiciones para que el Templo sea de nuevo lugar sagrado y morada de Dios. La idea de limitar la presencia de Dios al Templo sirvió para que en el futuro la clase sacerdotal controlara y manipulara las relaciones del pueblo con Dios. Si Dios está privilegiadamente en el Templo, son los sacerdotes los que tienen en exclusiva la relación con Él. Jesús critica con firmeza esta posición, proclamando que a Dios se le adora en espíritu y verdad (Jn 4,19-24; cfr. Mt 23,1-29; 27,51). Según Jesús a Dios se le encuentra en el Templo, en la casa, en el trabajo, pero sobre todo en el hermano necesitado (Mt 25,31-46; 1 Jn 4,20s). El error de los judíos al regresar del destierro fue pensar que para agradar a Dios lo primero era reconstruir el Templo con todos sus sacrificios y no reconstruir la vida del pueblo que estaba sumida en la desgracia. El mismo Nehemías deja constancia que la recuperación del Templo no implicó mejores condiciones de vida para el pueblo, por el contrario las empeoraron (Neh 5,1-12).
2,1-8: Esta sección tampoco se encuentra en el libro canónico del profeta Jeremías. Probablemente es una leyenda que le permite insistir en guardar la Ley, evitar la idolatría, e introducir en el Templo, además del fuego, otros objetos sagrados: la tienda, el Arca y el altar del incienso.
2,9-12: Esta sección recuerda la primera dedicación del Templo a través de un sacrificio ofrecido por Salomón (2 Cr 7,1), cuya eficacia es comparado con los sacrificios ofrecidos por Moisés (Lv 9,24; 10,16-20). El autor intenta con estos recuerdos legitimar la actual fiesta de la Dedicación uniéndola a la figura de Moisés y a la primera fiesta de la Dedicación realizada por Salomón (1 Re 8,65s). Hay que decir que la ceremonia realizada por Salomón sigue el esquema de la fiesta de las Chozas según Lv 23,33-39.
2,13-15: Esta sección menciona a la Biblioteca de Nehemías. Muchos de sus textos se perderán con el tiempo, otros serán conservados, usados y considerados por el pueblo como inspirados por Dios.
2,16-18: Los hermanos de la diáspora que se unan a la fiesta de la Purificación en la fecha y a la manera como se celebra en el Templo de Jerusalén, participarán de la salvación, la herencia, el reino, el sacerdocio y la santificación prometida por Dios. La intención de centralizar la liturgia deslegitimando las que se celebran en la periferia, ayudan a la unidad, pero al mismo tiempo atenta contra los esfuerzos por inculturar el proyecto de Dios. No podemos confundir la unidad con la uniformidad de la Iglesia.
2,19-32 Prólogo. El autor expone aquí los objetivos y el plan de su obra, que abaca el período del 176-175 a.C. al 161 a.C. año en que muere Nicanor. Estos 15 años de historia se desarrollan en los gobiernos de Seleuco IV (187-175 a.C.) y Demetrio I (161-150). Jasón fue un famoso historiador de la diáspora. De su obra escrita en cinco volúmenes no sabemos nada, aparte del testimonio en este libro. Cirene era una colonia griega ubicada en la costa mediterránea de Egipto, con bastante población judía. Los temas principales de la obra son las claves del Segundo libro de los Macabeos: 1. Idealizar la figura de Judas Macabeo vencedor de los reyes antíocos. 2. La centralidad del Templo y de la ciudad de Jerusalén en la vida del pueblo. 3. Los seres celestiales como aliados del movimiento macabeo. 4. Restablecer la Ley. Al presentar su obra como un epítome –versión resumida–, el autor se disculpa ante sus lectores por la ausencia de precisiones y detalles, más propio de los historiadores. Por primera vez aparece la expresión «judaísmo» (2,21) como estilo de vida religioso y cultural en oposición a la cultura helenista.
3,1-40 Historia de Heliodoro. El ambiente de paz que reinaba en la Ciudad Santa se ve interrumpido por dos razones: la actitud cainita de Simón que traiciona al pueblo, y la opulencia del Templo que despierta la codicia de los reyes. A pesar de que el autor intenta justificar la riqueza del Templo con fines solidarios (10), el resto del texto deja claro que es una especie de banco donde los «poderosos» guardan su dinero.
No tiene justificación hacer del Templo un centro financiero, pero tampoco lo tiene saquearlo. La conciencia religiosa del pueblo, entendida en el contexto de aquella época, no permitía que nadie, y menos un pagano como Heliodoro, confiscara los bienes del Templo. La actitud orante de todo el pueblo que pide a Dios la protección del Templo le permite al autor compartir algunas enseñanzas: Dios escucha la oración de su pueblo e interviene milagrosamente en la historia, esta vez a través de seres celestes (25), típico de la literatura profética (Zac 1,8-10; 6,1-3) y apocalíptica (Ap 6,2-8; 19,11-16). El autor, tal vez recordando un enfrentamiento de Dios con el faraón, resalta el contraste entre un Heliodoro que entra al Templo con poder, prepotencia y escolta, pero que sale en una camilla al borde de la muerte. En la respuesta de Heliodoro al rey: «la fuerza divina rodea el Templo», se confirma uno de los objetivos de 2 Macabeos: recuperar la importancia y centralidad del Templo de Jerusalén.
4,1–50 Persecución de Antíoco Epífanes. Esta sección corresponde en líneas generales a 1 Mac 1,10– 4,61. Estamos ante una magistral página que describe una de las mayores plagas que afecta a los gobernantes de ayer y de hoy. Simón, Jasón, Menelao, el rey, representan a los dirigentes políticos o religiosos, corruptos, ambiciosos y prepotentes, que por obtener el poder traicionan a sus hermanos, a sus aliados, imponen modelos culturales extranjeros –helenismo–, convierten la religión en un negocio, y buscan la muerte de sus opositores. Onías representa la otra cara de la moneda: él es el dirigente honesto, conciliador, dialogante, que por encima de sus intereses personales están siempre los intereses de Dios y del pueblo.
Además del tema recurrente del Templo (4,14.32), el autor introduce otro tema clave: la imposición de la cultura helenista con la complicidad de un grupo de judíos pro-helenistas o «renegados» (1 Mac 1,11).
En los ateneos juveniles (4,9) se hacían ejercicios para la belleza corporal, se aprendía el manejo de las armas y se cultivaba la literatura.
El autor va preparando a sus lectores para enamorarse y aplaudir la lucha de Judas Macabeo.
El capítulo termina reconociendo que el mal triunfa y progresa (4,50) mientras el bien, simbolizado en la muerte de Onías, es temporalmente derrotado.
5,1-27 Conquista de Jerusalén y profanación del Templo. El autor describe con detalle los hechos que confirman que estamos en la etapa de la maldad. Los protagonistas del mal son Jasón y Menelao –judíos renegados– y el rey Antíoco IV. El orden de las expediciones e intervenciones de Antíoco en Jerusalén no coinciden con 1 Mac 1,16-24 (cfr. Dn 11,25-30) de todas maneras, en rigor histórico, es más confiable el orden presentado por el Primer libro de los Macabeos. Hay que entender que el autor resume todo en un solo relato, lo que implica no ser muy estricto en fechas y lugares geográficos.
5,1-4: El relato comienza con la aparición de un ejército celeste que acecha la ciudad, un recurso literario utilizado por el autor para preparar al lector de las desgracias que están por ocurrir.
5,10: La muerte de Jasón está acompañada del peor castigo para un judío, no ser sepultado junto a su familia (cfr. Gn 49,29; 50,25; 1 Re 2,10). Es comprensible dentro de la lógica de la ley del Talión, sin embargo, también podríamos mirarlo en clave paulina cuando afirma que cada uno recoge lo que siembra (2 Cor 9,6).
5,15: En este versículo se menciona los tres elementos que constituyen la columna vertebral del judaísmo postexílico: el Templo, la Ley y la patria (nación). Estos aspectos que no son negativos en sí mismos, se vuelven negativos al ser discriminatorios racialmente, manipulables legalmente y fundamentalistas religiosamente. Jesús asume una posición crítica. Al Templo lo llama «cueva de asaltantes» (Mt 21,13) y ve la necesidad de destruirlo como signo de muerte para reconstruirlo en tres días como signo de vida (Mt 24,1s; 26,61; Jn 2,19). Frente a la ley ve la necesidad no de abolirla sino de rescatarla de la mentira y la manipulación (Mt 5,17; 23,23; Lc 11,45-52). Ante la patria, Jesús se muestra como un hombre profundamente israelita pero radicalmente universal, hasta el punto de que a sus discípulos los envía a anunciar el evangelio a «todos los pueblos» o «naciones» (Mt 28,19; Lc 24,47).
5,17-20: El hecho que Dios permita que esto ocurra como castigo a un pueblo pecador, especialmente por la corrupción del Templo, contrasta con otro hecho, donde Dios sí intervino cuando el sumo sacerdote era el buen Onías (3,1) y el Templo quiso ser saqueado por Heliodoro. No es que Dios esté ausente en el Templo, sino que su presencia no se percibe por el humo de pecado que envuelve el lugar. La expresión «el pueblo no es para el Templo sino el Templo para el pueblo», demuestra que el Templo no es un fin en sí mismo sino un medio en el camino de la salvación.
5,21-26: La mayor parte del capítulo es una descripción detallada y dolorosa de las desgracias que sufre el pueblo: muerte de millares de inocentes (6.12-14.26), profanación y saqueo del Templo (15s.21), tortura y esclavitud (22.24). Hay que destacar que el autor reconoce el poder que tiene el mal en la sociedad. El mal no se derrota desconociéndolo sino enfrentándolo con las armas del Evangelio.
5,27: La magnitud de la maldad sigue abriendo camino a la intervención de Judas Macabeo, quien por ahora se prepara en el desierto. El desierto, según la experiencia del Éxodo, es el lugar donde se toma conciencia, se opta y se prepara para asumir el proyecto de Dios, que no es otra cosa que hacer del mundo la tierra prometida. La insistencia en la pureza pone a Judas muy cerca del estilo de vida de los piadosos, conocidos más tarde como fariseos.
6,1-17 Leyes persecutorias. El proyecto del mal continúa. Su objetivo es helenizar la cultura judía. Se prohíbe a los judíos vivir según sus costumbres (1), cumplir la Ley, declarase judío (6), se obliga la participación en cultos idolátricos (7s) y se ordena asesinar a todos los que no cumplan lo mandado (9-11). La profanación del Templo y la helenización están llegando a límites insoportables. En 6,12-17, se cambia el estilo literario historiográfico por uno de corte sapiencial y reflexivo. El tema es un Dios que castiga, con fines educativos, pero sin retirar su misericordia (cfr. Dt 8,5; Is 54,7s; Prov 3,12; Sab 11,10; Tob 13,5).
6,18-31 Martirio de Eleazar. Comienza el relato de los mártires con un mejor desarrollo teológico que en el Primer libro de los Macabeos (1 Mac 1,60-64 y 2,29-38). El primero de la lista es Eleazar, una figura que simboliza el judío de tradición, sabio, estudioso de la Ley y de conducta intachable (18). Eleazar es obligado a consumir alimentos prohibidos por la Ley (18; cfr. Lv 11,7s; Dt 14,8; Is 65,4). Hay que decir que estas normas serán superadas en el Nuevo Testamento (Mc 7,19). La actitud de Eleazar deja varias enseñanzas: el derecho a la rebeldía ante quienes violan los derechos fundamentales. La fidelidad al proyecto de Dios por encima de todas las cosas. La propuesta de una resistencia pasiva que activa la conciencia de sus hermanos en la necesidad de dar la vida por la libertad y la dignidad.
Algunos judíos «renegados», por presunta amistad, le proponen a Eleazar un acto de fingimiento para salvar su vida. Eleazar se niega por dignidad, pero sobre todo porque no quiere caer en la trampa de sus falsos amigos, que lo único que buscan es mostrar a Eleazar como un convertido a su causa (21s). Un caso típico de corrupción, repetido hoy de mil formas por muchos que se llaman cristianos. La corrupción es una grave enfermedad que azota a todos los países del mundo, pero sobre todo a los países pobres. Según Eleazar, los que actúan así salvarán la vida pero no se librarán del juicio de Dios, aún después de la muerte (26).
7,1-42 Los siete hermanos y su madre. Del martirio de un hombre pasamos al de una familia. Un relato típico de la literatura popular que por su dramatismo conmueve y edifica a sus lectores. Tiene además una gran fuerza simbólica. El número siete simboliza perfección y plenitud (1 Sm 2,5; Rut 4,15; Jr 15,9). La familia representa la unidad que debe mantener el pueblo. La mujer y sus hijos representan al pueblo de Israel frágil, inocente e indefenso. El relato deja varias enseñanzas, que junto a las de Eleazar, van configurando una teología del martirio. Veamos algunas: 1. Hay que morir antes que quebrantar la ley o el proyecto de Dios (2). 2. Dios tiene compasión del que muere por su causa (6). 3. Los que mueren por la causa de Dios resucitarán a una vida eterna en sus cuerpos mortales (9.11.14.23.29). Por primera vez se habla en la Biblia de la resurrección del cuerpo (cfr. Dn 12,2s). En el Nuevo Testamento será un tema frecuente y fundamental (1 Cor 15,14). La filosofía griega había desarrollado el tema de la inmortalidad pero sin incluir la resurrección del cuerpo. La mentalidad semita en cambio no entiende la vida sin el cuerpo, por tanto, la resurrección incluye la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo. 4. Dios da la vida, pero por su causa hay que estar dispuesto a perderla (11). 5. El que atenta contra el proyecto de Dios, Dios mismo le da su merecido (17.19.31) y no resucitará para la vida (14). 6. A pesar del pecado de los seres humanos Dios nunca abandona a su pueblo (15). 7. La fuerza y la ternura de la mujer son el aliento de Dios que anima la decisión de los que se preparan para el martirio (21-23). 8. La resurrección es un acto propio de la misericordia de Dios (23). 9. Nadie podrá escapar del juicio de Dios (35).
La afirmación «Dios lo creo todo de la nada» (28) es la primera vez que aparece en la Biblia, aunque ya estaba sugerida en Gn 1,1 e Is 44,2-4.
8,1–10,8. El autor resume en tres momentos la rebelión macabea: la aparición victoriosa de Judas Macabeo (8,1-36), la muerte de Antíoco IV (9,1-29) y la purificación del Templo (10,1-8).
8,1-36 Primera actividad de Judas. Al comenzar a leer este capítulo pareciera que fuera continuación de 5,27. El autor centra toda su atención en Judas. No menciona a Matatías ni a sus hermanos, más aún, le señala a Judas funciones organizativas propias de su padre (1 Mac 2,19-48).
8,2-4: Antes de cualquier acción, el ejército macabeo hace una oración que parte del análisis de la realidad social y política, y que se convierte en clave teológica para justificar su lucha. La realidad presenta un pueblo pisoteado, un Templo profanado, una ciudad destrozada, la sangre del pueblo clamando al cielo, el exterminio de inocentes y las blasfemias contra Dios.
8,5-36: En el versículo 5 tenemos la clave teológica más importante de toda la sección: «la ira del Señor se cambió en misericordia». Y la misericordia hace invencible a Judas.
En 1 Mac 2,46 y 3,8 Judas purificaba las ciudades aniquilando a los «renegados» y circuncidando los niños. Aquí lo hace a través del fuego como si fuera un sacerdote ofreciendo un sacrificio.
Según el valor de la época, 30 kilos de plata era una cifra irrisoria por 90 esclavos. Esto demuestra el desprecio de Nicanor por los judíos (11; cfr. Sal 44,13).
El texto establece un claro contraste entre Nicanor que confía plenamente en el poder de sus armas, y Judas Macabeo que confía ciegamente en el poder misericordioso de Dios (18). La fe del ejército macabeo la resume Eleazar en la frase «Dios ayuda» (23). En las grandes batallas, aún en las que pensamos que están pérdidas, hay que confiar en la ayuda misericordiosa de Dios. Judas Macabeo, siguiendo la tradición religiosa judía, motiva sus tropas para el combate (19s), haciendo un breve recuento de las intervenciones de Dios en la historia (Éx 12,23; 2 Re 19,35).
Otro contraste interesante se da en la persona de Nicanor, quien esperaba apropiarse de muchos esclavos judíos para venderlos (10s), sin embargo, él mismo será quien termine como un esclavo fugitivo (35), que se salvó de caer prisionero porque era víspera de sábado (24-27). Nicanor termina reconociendo el poder misericordioso de Dios para con el pueblo judío (36).
Desde una perspectiva cristiana notamos el contraste entre la misericordia de Dios que actúa para salvar a su pueblo y la actitud inmisericorde del ejército macabeo con sus enemigos, a quienes por venganza quema vivos (33).
Judas Macabeo le imprime al botín de guerra una dimensión social destinando parte de éste a los más necesitados (28). El mundo de hoy espera que parte del botín que acumulan los países y multinacionales más ricos del mundo, lo redistribuyan entre las naciones más pobres de la tierra.
9,1-29 Muerte de Antíoco Epífanes. Estamos ante una nueva versión de la muerte de Antíoco IV Epífanes distinta a la de 1 Mac 6,1-16 y 2 Mac 1,13-16.
9,1-4: Probablemente no se trata del templo de Persépolis, una importante ciudad que llegó a ser capital de Persia, destruida por Alejandro, sino del templo de Nanea ubicado en Elimaida (1 Mac 6,1). Ecbatana era la capital de Media y servía como residencia veraniega de los reyes persas.
Los pecados que hacen al emperador merecedor del castigo divino son bastante semejantes al de los emperadores de todos los tiempos, incluyendo los de hoy. Según el autor, Antíoco es iracundo, vengativo, arrogante (4), torturador (6), soberbio (7), ambicioso (8), se cree Dios (8), es criminal (13), asesino y blasfemo (28). El autor dedica todo un versículo al pecado de creerse Dios (8), pues, «mandar a las olas del mar» (Is 51,15; Sal 65,8; 89,10) y pesar las montañas (Is 40,12) eran atributos propios de Dios. Antíoco IV repite el pecado de Adán y Eva, cuando comiendo del árbol prohibido desafían la voluntad de Dios queriendo convertirse en norma suprema de toda la creación.
9,5-29: La descripción del sufrimiento y muerte de Antíoco IV (5.7-10) tiene como fondo teológico la ley del Talión (6; cfr. Lv 24,19s), equivalente al sufrimiento y las predicciones de los hijos mártires (7,17.19.31.34-37).
Otra pregunta teológica queda en el ambiente: ¿Cómo entender que un Dios que es infinitamente misericordioso, no perdone a Antíoco, como lo había hecho por ejemplo con Nabucodonosor (Dn 4,31-37) y hasta con los ninivitas (Jon 4,11)? Tres razones podrían explicarlo: 1. La teología del autor no es precisamente la de Jesús, que invita a perdonar setenta veces siete (Mt 18,22), sino la de la ley del Talión. Es justo por tanto, que así como sufrieron Eleazar y la madre con sus siete hijos, sufra Antíoco IV. 2. El autor sabe por experiencia que la conversión de los poderosos es más una estrategia para evadir un problema y mantenerse en el poder, que una actitud nacida del corazón (1 Mac 7,26-30; 10,1-18); 3. Tanto Antíoco IV Epífanes como el faraón, son dos personajes que se conservan en la memoria del pueblo judío como los más grandes símbolos de opresión y sufrimiento.
Las promesas en 13-17 y la carta de Antíoco al límite de su sufrimiento (19-27), reflejan 3 cosas: un reconocimiento personal de su pecado, el poder de Dios y los derechos del pueblo judío.
10,1-8 Purificación del Templo. Este relato aparece abruptamente, haciendo una especie de paréntesis entre 9,29 y 10,9. De todas maneras, es comprensible, en la lógica del autor, que si el fruto más doloroso de la persecución iniciada por Antíoco IV fue la profanación del Templo, ahora, el fruto del éxito de la rebelión sea la purificación y nueva dedicación del Templo. Cabe anotar que la purificación del Templo tiene lugar el mismo mes y el mismo día en que fue profanado (5). Esta fiesta de la re-consagración del Templo, que también conmemora el triunfo del judaísmo sobre el paganismo, fue declarada fiesta nacional (8). Se continuó celebrando en tiempos de Jesús (Jn 10,22), y la siguen celebrando hoy los judíos con el nombre de Hanuká –consagración–, durante ocho días, comenzando el día 25 de diciembre.
Aunque el autor es consciente de la relatividad del Templo (5,19), no hay duda que rescatar, purificar y dedicar el Templo es uno de sus objetivos más importantes.
10,9-38 Hazañas de Judas. Después de la recuperación y purificación del Templo, el autor describe en los capítulos siguientes un escenario de guerra donde el ejército de Judas Macabeo, con la ayuda de seres celestiales, es invencible, mientras el ejército enemigo con sus más famosos generales es derrotado y aniquilado. Dentro de la idealización de Judas Macabeo, el autor prefiere seguir resaltando la oración y su confianza en Dios antes que su inteligencia en la estrategia militar.
11,1-38 Expedición de Lisias. Las batallas van subiendo de categoría, esta vez es con Lisias, jefe de gobierno, tutor y pariente del rey. Su objetivo, como el de todos los imperios, es controlar lo político/administrativo: la ciudad (2), la religión: el Templo y el sacerdocio (3), y la economía: tributo (3a).
Lisias pone toda la confianza en su ejército (4) mientras Judas Macabeo la pone en el Señor (6.8s). Dios es el mejor aliado para todas las batallas de la vida.
El triunfo aplastante de Judas Macabeo sobre Lisias (11s) obliga a los dirigentes imperiales a desarrollar una intensa agenda diplomática con lo judíos, donde les conceden a éstos, libertad religiosa, restitución del Templo, vivir según las propias costumbres, y regreso a sus casas.
12,1-45 Nuevas hazañas de Judas. Exceptuando la batalla de Jafa, lo demás está en 1 Mac 5.
Las negociaciones se rompen no por culpa de los que firmaron los tratados –Nicanor y Judas– sino de los habitantes de Jafa. Pareciera una disculpa para que Judas Macabeo emprenda una serie de ataques a poblaciones, donde prevalece mostrar la ferocidad de Judas antes que las razones que justifiquen los ataques. A excepción del acuerdo que hacen con los árabes, más por interés que por compasión, y el perdón a los habitantes de Escitópolis porque trataban con deferencia a los judíos, los demás ataques tienen como común denominador la ley del Talión, llevada a cabo con demasiada crueldad. Atargate (26) era una diosa de la fertilidad que tenía cuerpo humano y cola de pescado, adorada en Siria. La fiesta de las Semanas (31), también llamada de Pentecostés, se celebraba siete semanas después de la Pascua (Éx 34,22; Lv 23,15; Dt 16,9s).
38-45: Los únicos judíos caídos en combate que menciona el autor, no pueden ser recogidos porque es sábado y tienen que evitar contaminarse con su contacto (Nm 31,19s). Cuando los recogen encuentran bajo sus ropas ídolos de Yamnia, un grave pecado según la Ley (Dt 7,25), es justo por tanto, que mueran por su pecado (40). Sin embargo, dado que murieron por una causa justa tienen derecho a la resurrección (43-45). El texto afirma claramente que la muerte no es suficiente para expiar el pecado (42; cfr. Is 22,14) ¿Qué hacer entonces con los murieron justamente pero en pecado? Se presupone la existencia de un estado de purificación entre la muerte y la resurrección (42.44s), en el que los vivos pueden interceder por los muertos a través de la oración y los sacrificios de expiación (Lv 4s) para que se borren por completo sus pecados, y Dios puede todavía tener misericordia con ellos. Esto obra para los pecadores que mueren piadosamente, no para los «renegados» o paganos.
13,1-26 Paz con Antíoco. Estos acontecimientos están narrados en 1 Mac 6,18-63 y corresponden al año 163 a.C. No sabemos por qué el rey y su tutor Lisias rompen el pacto firmado con Judas, lo que sí queda claro es que el prestigio de Judas Macabeo llega a su máxima expresión al vencer al mismo rey y a su tutor Lisias.
Menelao es un «renegado» al que todo le sale al revés (3-8). Un traidor cuya muerte es lógica dentro de la ley de la retribución basada en la ley del Talión.
El título «misericordioso» ratifica que estamos en la sección de la misericordia divina para con los judíos.
A la oración que precede el combate, Judas le añade un acto de democracia consultando al consejo de ancianos sobre la mejor decisión (12s).
La motivación para el combate sigue siendo los tres valores que caracterizan la religión judía y la razón de ser de la lucha de Judas Macabeo: Ley, Templo y patria (10.14).
Las noticias de un golpe de estado tramado por Felipe obligan al rey a establecer un pacto con los judíos reconociendo sus demandas.
14,1–15,36 Expedición de Nicanor. El libro se cierra enfrentando a Judas Macabeo contra Nicanor (1 Mac 7). De nuevo aparecen los judíos renegados, esta vez representados en Alcimo, pidiendo al rey la guerra contra sus hermanos. Todo esto para recuperar el sumo sacerdocio y el poder sobre Jerusalén (3-10; cfr. 1 Mac 7,4-7). Los «leales» (6), a quienes acusa Alcimo de crear el desorden bajo el mando de Judas Macabeo (6; cfr. 1Mac 2,42) son los mismos del que posteriormente surgirá el movimiento de los fariseos y los esenios. Judas es acusado ante el rey Demetrio como enemigo de la paz (10). La palabra «paz» es una de las más manipuladas en la historia de la humanidad. No es lo mismo la idea de la paz que tiene Demetrio, Alcimo, Judas Macabeo, o el pueblo. Hoy ocurre lo mismo. Para unos, la paz es ausencia de guerra o de delincuencia, para otros es justicia social. San Agustín decía que a todos les gusta la paz pero a muy pocos les gusta la justicia (cfr. Sal 85,11). En nombre de la paz se han hecho las peores guerras e injusticias de la humanidad. ¿Cuál será la paz para el mundo que quiere Jesús?
14,15-46: La oración es nuevamente el punto de partida para enfrentar el enemigo. Judas y Nicanor ya se habían encontrado y enfrentado. Al comparar el relato con el del Primer libro de los Macabeos hay grandes diferencias. Allí Nicanor es presentado como traidor y tramposo (1 Mac 7,27-29) mientras aquí el acuerdo de paz es sincero. Nicanor es nombrado por el rey para someter a los judíos, y como en 1 Mac 7,27-29 elige el camino del diálogo y el pacto de paz, con la diferencia que allí era un engaño, en cambio aquí es sincero. El camino del diálogo y la paz es un buen ejemplo para solucionar los conflictos entre los pueblos y naciones. La paz es sincera y duradera, tanto que Judas puede abandonar la vida militar y dedicarse a una vida normal de familia.
Alcimo, fiel a su papel de «renegado» logra con su cizaña que el rey obligue a Nicanor a romper el acuerdo de paz firmado con Judas (27). En Nicanor fue más importante la orden que la persona, primó la ley sobre el espíritu.
La defensa del Templo, amenazado esta vez por Nicanor (33), es objetivo prioritario en la campaña de Judas Macabeo.
El anciano Razis, un hombre fiel y respetado, miembro del sanedrín de Jerusalén, es la versión opuesta de Alcimo. Su actitud hay que entenderla no como suicidio sino como martirio, destacándose así la participación activa de los mártires en la campaña liberadora. Muere profesando su fe en la resurrección (46). El martirio es un sí al Dios de la Vida y a la Vida del Pueblo, asumido y ofrecido con todas las consecuencias. Monseñor Casaldáliga escribió al respecto: «Creemos que mientras haya martirio habrá credibilidad, mientras haya martirio habrá esperanza… mientras haya martirio habrá conversión, mientras haya martirio habrá eficacia. El grano de maíz muriendo se multiplica».
15,1-36: La elocuencia al narrar la grandiosa batalla entre Judas y Nicanor nos indica que estamos cerca del final del libro. Nicanor no sólo se enfrenta a Judas, también decide enfrentarse a la ley del sábado (1-4) y al mismo Dios (5). Nicanor es un hombre con complejo de Dios que confía plenamente en su victoria; Judas en cambio, sigue poniendo toda su confianza en Dios (7s), en la oración que recuerda las intervenciones de Dios en la historia, en las Escrituras: la Ley y los Profetas (9) y en los justos, que aunque muertos, oran e interceden por los vivos (22-24).
Mientras Nicanor avanza al son de trompetas y cantos de guerra (25), Judas avanza al son de oraciones y cantos de alabanza (26). El terrible final del cuerpo de Nicanor sólo es comprensible en el contexto de la ley del Talión (33). Fueron cortados, la cabeza que se erguía orgullosa (6), el brazo que se levantaba contra el Templo (32), y la lengua que profería blasfemias (5.32). Cortar la cabeza era una acción con tradición en Israel, así lo hizo Judit con Holofernes (Jdt 13,15; 14,1), David con Goliat (1 Sm 17,51.54), Gedeón con Oreb y Zeb (Jue 7,25). Muy sutilmente el autor deja ver el contraste entre Nicanor que esperaba levantar un monumento con las cosas que le iba a quitar a las tropas judías (6), y Judas que termina exponiendo como trofeo los pedazos del cuerpo de Nicanor (35).
No podía faltar en el último capítulo una alusión al amado Templo, donde se deja constancia que nuevamente ha sido salvado, que Dios lo guarda sin mancha (34), que es más importante que la propia familia (18) y que ha sido liberado gracias a Judas Macabeo.
Si el libro comenzó invitando a la celebración de la fiesta de la Purificación y Dedicación del Templo, termina invitando a celebrar y consagrar una fiesta en honor a la victoria de Judas.
15,37-39 Epílogo. El autor añade un epílogo, satisfecho de su trabajo y de su resultado. No podemos negar que a los lectores de la época les agradó esta composición. Nosotros, sobreponiéndonos con esfuerzo al estilo y a sus muchas ideas, lo respetamos y acogemos como testimonio de fe y esperanza en momentos críticos de la historia de un pueblo.