Proverbios
Introducción
Forma del libro. Es la obra más típica del cuerpo sapiencial. Bajo el nombre genérico de «meshalim» –proverbios– acoge un conjunto de colecciones de enigmas, sentencias, aforismos, refranes, adagios e instrucciones de carácter ético y moralizante a través de los cuales se transmite una sabiduría popular acumulada durante siglos. Su presentación estimula el esfuerzo de comprensión del oyente o del lector: brevedad, carácter incisivo o enigmático y forma rítmica, al mismo tiempo que facilidad de retención en la memoria.
Las doctrinas o enseñanzas de esta antología tienen dos ejes principales, cada uno con dos polos opuestos: «sensato-necio» y «honrado-malvado». Los términos no son precisos: en el primero pueden entrar dotes naturales de inteligencia y perspicacia, conocimientos adquiridos o destreza en el obrar. Lo mismo podemos decir del segundo eje, que puede referirse a la integridad, la justicia o la inocencia. Estos dos ejes se cruzan, porque la sensatez tiene algo de ético, mientras que la maldad se considera insensata.
Época de composición y autoría del libro. Por su carácter anónimo y el tamaño minúsculo de sus unidades es imposible datar los proverbios. Su composición puede abarcar varios siglos. El prólogo y el epílogo serían obra del recopilador final y, por tanto, posteriores a las otras colecciones. Que Salomón diera impulso a esta corriente de proverbios puede ser realidad o pura leyenda. En realidad, el libro salta las fronteras y las épocas.
Mensaje de los Proverbios. La sensatez es una actividad artesana, atribuida al Dios creador y ofrecida al ser humano para que sea el artífice de su existencia, para que aprenda el sentido de la vida y dé sentido a su propia vida. Para ello, el joven inexperto necesita el apoyo de la experiencia ajena, plural y compartida, que cuaja en refranes, máximas y aforismos; algunos son propios de escuelas de maestros, otros, entregados a la libre circulación ciudadana. Dios está presente en este mundo sapiencial y ético de los Proverbios: posee la sabiduría y concede la sensatez al ser humano; con su aprobación y reprobación consolida el mundo ético.
De una «sabiduría a ras de tierra», el libro va ganando en altura hasta colocar en 8,22-31 a la Sabiduría personificada en la esfera celeste de sus orígenes. Aunque no es Dios ni una divinidad, procede de Dios y precede al mundo; posterior a Dios y anterior al universo, inferior a Dios y superior al mundo. El poeta la presenta como personaje que nace, aprende, actúa.
No se sigue que el poeta se refiera a un ser personal existente fuera del poema, pero con el correr del tiempo esa «sabiduría» tendrá un nombre, Jesucristo, «Sabiduría de Dios», como lo llama San Pablo (1 Cor 1,24).
Pueblo
1,1-9,18 Primera colección. Estos primeros nueve capítulos conforman una especie de introducción a todo el libro, atribuido al redactor final de la obra.
1,1–7 Finalidad de los Proverbios. Tal como es presentada en los primeros 7 versículos, todos los seres humanos sin excepción deben buscar la sabiduría como algo imprescindible para sus vidas. Entendida como un valor máximo, es algo así como una revelación divina que se pone al servicio del ser humano para adquirir vida. El ser humano abandonado a su destino necesita una luz que lo guíe, y para eso viene en su ayuda la sabiduría.
1,8-19 Consejos a los jóvenes. Como quien instruye a un hijo, el maestro de sabiduría nos pone en guardia contra quienes intentan introducir a nuevos miembros en las «organizaciones» del mal con artimañas y malos consejos.
1,20-33 Invitación a la Sabiduría. Con rasgos de profeta, la sensatez personificada llama en la plaza pública a los insensatos, a los necios e inexpertos, a los imprudentes e insolentes, a centrar su vida en función de una sola cosa: el respeto al Señor (29). Del discurso de la sensatez se desprende que la verdadera sabiduría está en el respeto al Señor; dicho respeto no es otra cosa que cumplir sus leyes y mandatos, única alternativa posible que evita la desgracia. La «tormenta» y el «huracán» (27) son símbolos de una vida que se vive sin perspectivas de plenitud. Saber vivir bien trae como consecuencia la serenidad, la tranquilidad y la seguridad ante los grandes males. El tono de este pregón está muy emparentado con el de Jeremías y en menor medida con el de Isaías. El objetivo no es tanto condenar cuanto llamar al recto juicio, a la sana vivencia y a la rectificación antes de que sea demasiado tarde (28).
2,1–3,12 Discurso del maestro. Este discurso del maestro de sabiduría descubre varios elementos que nos hacen caer en la cuenta de que, aunque la sabiduría pueda parecer fruto del esfuerzo humano, en realidad es un don ofrecido por Dios que el sabio debe acoger responsablemente. En la vida cotidiana, el sabio, como ser humano prudente y sagaz, debe mantener una actitud de discernimiento sobre lo que es recto, justo y adecuado. Ese discernimiento tiene dos consecuencias prácticas inmediatas: en primer lugar, nos libra del «mal camino», no se camina a tientas; en segundo lugar, nos libra de la ramera, de la prostituta, cuya figura se usa aquí para simbolizar el camino equivocado, el camino que no conduce a la vida. El llamado del maestro desemboca finalmente en una meditación práctica sobre la sabiduría: caminar por esta senda es caminar con Dios, y sólo quien camina según el querer divino alarga sus años. Por tanto, la larga vida es en la Biblia síntoma de sabiduría. Se vuelve a insistir en que esa sabiduría no es fruto del esfuerzo personal, sino un don de Dios del que el fiel debe apropiarse mediante la escucha de la Palabra y la puesta en práctica de los preceptos del Señor.
3,13-26 Sabiduría y prudencia. El ser humano que ha recibido conscientemente el don de la sabiduría y lo pone a trabajar es comparable al comerciante exitoso que obtiene provecho y beneficio abundante en sus negocios o a un árbol frondoso que da cobijo, seguridad y vida a muchos otros seres. Trae la gran ventaja de la tranquilidad; sólo el que sabe cultivar la sabiduría, el que conserva el tino y la prudencia, puede vivir tranquilo: no tiene traspiés en su camino y su sueño es delicioso. Ambas imágenes reflejan un estado interior, una experiencia y una conciencia de caminar según el querer divino.
3,27-35 Deberes con el prójimo. El lugar adecuado donde se asienta la sabiduría entendida como «camino recto» es indudablemente la conciencia, y el punto preciso donde ese caminar se realiza con rectitud, sensatez y sabiduría no puede ser otro que el prójimo. El prójimo será siempre el «termómetro» que permite medir el estado de mis relaciones con Dios y los avances o retrocesos de mi actuación. En este punto comulgan la corriente sapiencial y el espíritu deuteronomista. El prójimo no es un referente cualquiera, ni un accidente en mi camino; el prójimo me necesita y yo lo necesito a él como medio de acercamiento a Dios y lugar privilegiado donde puedo poner en práctica los preceptos del Señor: el Evangelio.
4,1-9 La tradición. El lugar ideal donde se transmite y se recibe sabiduría es la familia. El padre y la madre enseñan a sus hijos modelos de vida, no a través de discursos, sino fundamentalmente a través del ejemplo y de palabras que se condensan en dichos, máximas y sentencias. Ante los peligros externos e internos que rodean al israelita de la época del libro, esta formación familiar se debe hacer más intensa para que el joven no se deje llevar por otras corrientes, de ahí el énfasis en el honor que se va adquiriendo por el discernimiento y que involucra todas las esferas de la vida humana. Honor e identidad se implican mutuamente, y por eso están a la base del continuo ejercicio del discernimiento.
4,10-19 Los dos caminos. Los dos caminos a los que se refiere esta enseñanza son: 1. El camino de la sensatez, que permite caminar sin tropiezos. Quien transita por este camino no puede desechar la corrección, puesto que la sabiduría no es algo que se adquiere de un solo golpe, sino que ocupa toda la vida. 2. El camino descrito como «el sendero de los malvados» (14), que viven en función del mal. Los verbos «comer» y «beber» indican cómo la vida del malvado sólo se nutre del mal y sacia su sed con la violencia. Ambos caminos poseen características antagónicas: el camino del honrado, del justo, del sabio, es luz, no hay temor a tropezar porque todo lo que se hace está iluminado por la luz de la verdad; en cambio, la senda de los malvados es tenebrosa, se camina a tientas, sin saber dónde se va a tropezar.
4,20–5,2 El buen camino. Continúa el discurso sobre el buen camino como algo deseable. El camino adquiere en la corriente sapiencial un valor metafórico para referirse al estilo de vida que el creyente siempre debe buscar y desear. En el Nuevo Testamento, Jesús se identifica con ese camino: Él es el camino que conduce al Padre. El proyecto de Jesús nos da todo lo que necesitamos para conectar con el Padre, con su proyecto original de vida.
5,3-14 La ramera. Este pasaje no se detiene únicamente a prevenir al ser humano que está en búsqueda de la sabiduría de la relación con rameras. Si notamos bien, el consejo del sabio abarca también las relaciones con mujeres extranjeras, lo cual refleja una cierta preocupación que surgió en el Israel del postexilio. Los judíos son invitados a amar de corazón a su esposa, a una sola, y a escogerla dentro de la comunidad judía para evitar dos peligros fundamentales: 1. En el ámbito socioeconómico existía el peligro de que, en caso de muerte del marido, su patrimonio fuese a parar a manos extranjeras, con lo cual la familia del difunto padre estaría a un paso de caer en servidumbre de un extranjero. 2. Desde el punto de vista religioso, la esposa no judía podía introducir los ídolos de su padre –de su familia– en la nueva familia formada con un israelita, algo que se consideraba abominable a los ojos del Señor.
5,15-23 Gozo del matrimonio. En continuidad con el tema anterior se subraya aquí el valor del matrimonio y la fidelidad a la esposa de la juventud. Es sabido que en el postexilio se presentaron varios abusos respecto al matrimonio, de ahí que se le dé mucho realce al esposo fiel y, sobre todo, al que ha escogido su esposa dentro de la misma comunidad israelita.
6,1-5 Fianza. El israelita teme caer en manos de un extranjero; este dicho refleja el recelo que se empieza a sentir en las relaciones con personas no judías. Al parecer, resultaba arriesgado celebrar contratos o servir de fiador a un extranjero, así que se aconseja no hacerlo, y en caso de haberse comprometido con un extranjero, librarse cuanto antes.
6,6-11 Pereza. A veces, la pobreza extrema o la carencia de bienes y medios de subsistencia no se deben necesariamente a unas relaciones económico-sociales injustas; aquí se advierte contra la persona que no sea diligente ni emprendedora. Con la imagen de la hormiga, el autor invita al perezoso a trabajar para ganarse la vida dignamente. En este dicho, pereza, pobreza e indigencia se relacionan mutuamente. Conviene analizar hasta qué punto nuestra pobreza es fruto de la injusticia y hasta dónde es falta de diligencia y empeño personal.
6,12-15 El perverso. La anormalidad en las relaciones ético-sociales se puede visualizar hasta en la apariencia física del individuo. El ser humano malvado refleja exteriormente sus actitudes interiores.
6,16-35 Siete cosas. La primera parte de este dicho (16-19) es un ejemplo de lo que se conoce como «proverbio numérico»; su finalidad es mostrar de forma panorámica una serie de cosas afines entre sí y que causan impacto en el oyente. En este caso, seis comportamientos irregulares se presentan como abominación al Señor. El resto del dicho invita a no abandonar los consejos de la madre, al tiempo que invita a meditar sobre las ventajas que tiene caminar según la instrucción del padre y de la madre. Los versículos 24-35 previenen contra las relaciones sexuales ilícitas y sus peligros, en concreto, contra las relaciones con una ramera y con la mujer del prójimo.
7,1-27 La seducción. Continúa la prevención contra el sexo ilícito. Quien sigue las lisonjas de la ramera es calificado como inexperto, porque no conoce el fin trágico que ocasionan estas relaciones. Este pasaje podría estar tratando una vez más del desacuerdo con los matrimonios realizados con mujeres extranjeras. Pero también sería una forma metafórica de prevenir contra los discursos y planteamientos que el pensamiento griego va diseminando por todo el antiguo Cercano Oriente. Muy probablemente, estos primeros nueve capítulos que forman el marco de la obra pertenecen a una época en la que ya comienza a sentirse el influjo del pensamiento y la cultura griegos entre los mismos israelitas.
8,1-11 Discurso de la Sabiduría. Al estilo de un profeta que pregona su verdad en público, también la sabiduría sale a los cruces de los caminos y a las puertas de la ciudad para anunciar su mensaje; dice de sí misma que sus palabras son verdad y dignas de crédito, y que el que la adquiere puede contar con algo mejor que un valioso tesoro.
8,12-36 Himno a la Sabiduría. La sabiduría se auto-presenta bajo otra de sus facetas fundamentales: la sensatez. Subraya en su discurso sobre sí misma tres aspectos importantes: 1. Su dignidad, íntimamente relacionada con la sagacidad y la reflexión; éstas le otorgan el carácter de autoridad para aconsejar con acierto y así lograr que quienes ejercen poder y autoridad desempeñen el papel de gobernantes sabios y justos. 2. Su origen. Observamos la autoconciencia de ser una criatura como las demás en el universo, pero al tratarse de la primera creación «acompaña» al creador en su trabajo. Valorada como ser preexistente, la sabiduría se declara un don ofrecido al resto de las criaturas. 3. Es la alternativa que tiene que solucionar el ser humano desde la libertad: poseer la sabiduría, buscarla cada día, es caminar hacia una meta feliz; extraviarse, desentenderse de ella, es perderse y morir. De este modo se emparenta la corriente sapiencial con el ideal deuteronomista, que pone la felicidad y la vida en la fidelidad al Señor –en el cumplimiento de sus mandatos–, y la muerte en el descuido de dichos mandatos.
9,1-6 Banquete de la Sabiduría. La sabiduría se complace en donarse de manera gratuita a quienes carecen de ella. La descripción de la casa de la sabiduría y del banquete que ofrece parece aludir al Templo y a los banquetes rituales o comidas sagradas, comunes en la religiosidad judía. De todos modos, el sentido de estos versículos es hacer ver la gratuidad con que la misma sabiduría se entrega a todos.
9,7-12 Destinatarios. Estos versículos ponen de manifiesto los tipos de personas que comúnmente enfrenta el sabio: el soberbio y el malvado. La sensatez o la prudencia aceptan gustosas la corrección, pero quien no camina por la senda de la sabiduría responde con violencia a las correcciones. Se podría deducir que el que va por mal camino no tiene remedio, que no vale la pena intentar su corrección; pero sabemos que el ser humano no está predestinado para ser bueno o malo; obviamente, fuimos creados para el bien, pero somos nosotros quienes decidimos por dónde caminamos. Esto significa que hemos de mantenernos siempre abiertos a corregir nuestro camino, y reconocer que siempre tendremos necesidad de ayuda y orientación en el ejercicio de nuestra libertad.
9,13-18 Banquete de la Necedad. También el polo opuesto de la sabiduría, en este caso la insensatez o la necedad, se manifiesta como una entidad viva capaz de proponerse a las personas como alternativa o senda de vida, pero se trata de una caricaturización de la sabiduría. Utiliza términos y escenarios semejantes para «seducir» a los seres humanos, pero mientras la auténtica sabiduría ofrece vida, la insensatez o necedad sólo puede ofrecer muerte.
10,1–22,16 Segunda colección – Proverbios de Salomón. Se inicia el núcleo y la parte más antigua del libro bajo el título «Proverbios de Salomón». En realidad, los comentaristas ubican esta sección un poco después del reinado de Josías (640-609 a.C.). Babilonia ya ha penetrado en territorio judío y cada día que pasa aumenta el grado de violencia. En medio de la crisis, un grupo de sabios organiza una serie de dichos y refranes, unos de tipo moral, otros de tipo legislativo, con el objeto de animar a la comunidad y enseñar que los justos, los que creen en el Señor y lo aman de verdad, no sufrirán la violencia ni la muerte. Es frecuente en esta sección el llamado de la sabiduría a la conversión y a la búsqueda de la justicia, así como a la vivencia de la pobreza.
10,1-11 Sin coherencia alguna se reúnen varios dichos que pueden tener como denominador común la vida del justo, del que actúa recta y honradamente, en contraposición con la de aquellos que actúan de un modo insensato. La sección comienza simulando a un padre o una madre que se dirige a su hijo para enseñarle sabiduría. Es de notar la importancia de la figura paterna y materna en las primeras etapas de crecimiento de los hijos; este papel aún se cumple con encomiable esmero en algunos núcleos humanos y es necesario incentivarlo cada día más.
10,12-26 Podríamos enlazar esta serie de proverbios con el tema de las relaciones éticas y sociales. Dichas relaciones se deben fundar en el amor que «disimula las ofensas» (12) y que luego va adquiriendo una serie de matices o canales de transmisión y de difusión, simbolizados en los labios para expresar que se tienen que percibir en las relaciones con los semejantes. Los labios, es decir la boca, el canal de expresión de la interioridad de la persona, debe estar al servicio de la verdad y de la justicia, y esa es una manera de vivenciar el amor. La charlatanería es la antinomia de unos labios puestos al servicio del bien. El tema de la boca, los labios y la lengua aparece nuevamente en los versículos 31s con idéntico sentido.
10,27-32 En definitiva, el gran secreto de la sabiduría es el respeto al Señor, la garantía de una vida sana y prolongada; justo lo contrario de lo que sucede a quienes no lo respetan. En la Biblia, la calidad de vida está en relación íntima con el modo de relacionarse con Dios. Las edades exageradas de los Patriarcas y de otros grandes personajes del Antiguo Testamento deben entenderse a partir de esta clave que nos ofrece el versículo 27, no en un sentido literal cuantitativo. Ese respeto debido al Señor permea el resto de actitudes y comportamientos del individuo, del cual se espera que sea siempre virtuoso.
11,1-13 En línea con las enseñanzas deuteronomistas y proféticas, los sabios apuestan por un orden justo que sólo los seres humanos sabios, prudentes y honrados pueden ayudar a construir según el querer de Dios. La justicia es garantía de vida, puesto que la justicia es una dimensión esencial de Dios. El que es justo y honrado atrae bendición para su pueblo. Se trata, por tanto, de las consecuencias reales y concretas que sobrevienen cuando los miembros de la comunidad están empeñados en la búsqueda del bien, de la solidaridad, de la paz y de la justicia; entonces no puede sino cosecharse frutos buenos. En eso consiste la bendición de la que nos habla el texto.
11,14-21 El sabio ha observado cómo un pueblo que carece de guía se arruina, se pierde. Por eso es importante que el guía del pueblo sea una persona sabia en el sentido que camine en rectitud y justicia; el mal guía o mal gobernante es como el ser humano necio, el malvado o el que aborrece al Señor, es decir, el que rehúsa caminar según el querer de Dios su vida es una continua tragedia; así el pueblo también camina hacia su propia destrucción.
11,22-31 La calidad de vida es responsabilidad de cada uno; la persona que cultiva el bien obtiene frutos de bondad, de ahí la insistencia de los sabios en la necesidad de obrar correctamente y saber aprovechar todo lo que es bueno; esto ejercita al ser humano para la libertad, «el necio será esclavo del sabio» (29).
12,1-9 La sabiduría es entendida aquí como un proceso en el cual está incluida la corrección. Por tanto, el discípulo del sabio demuestra su amor y su interés por la sabiduría en la aceptación gustosa de las correcciones de su maestro. Se insiste en rectificar continuamente las actitudes y los comportamientos en la vida ordinaria: «más vale ser modesto y tener un criado, que presumir de rico y no tener pan» (9).
12,10-14 Una de las cosas que observa el sabio es la armonía que puede reinar si cada uno se ocupa diligentemente de lo suyo; de ser así, toda empresa y actividad humanas tienen que prosperar. Lo contrario es el desorden y la improductividad que sobreviene al desinterés de las personas cuando descuidan sus deberes; eso es lo que califica el maestro de sabiduría como «necedad» o «insensatez».
12,15-21 El obrar sensatamente es producto de una conciencia cultivada. El sabio no actúa a la ligera; por eso, la sabiduría se puede encauzar por el camino de la justicia y sólo quien sabe caminar por la senda de la justicia puede estar seguro de estar andando detrás de la verdad.
12,22-28 La sabiduría, el saber vivir bien y el tener conciencia de actuar correctamente se ponen aquí en línea con la voluntad de Dios. «El Señor aborrece el labio mentiroso» (22); no se actúa según el querer divino cuando nuestras acciones o palabras dañan o perjudican a otras personas, o cuando las relaciones con los demás resultan cuanto menos poco constructivas. Las acciones del sabio conducen a la vida, son signos de vida; las del necio/insensato son signos de muerte y a ella conducen.
13,1-10 Una vez más, el sabio se identifica con el padre que quiere formar de la mejor manera a su hijo. Era muy común que el maestro de sabiduría llamara «hijos» a sus discípulos. La clave para entender este pasaje está en el versículo 2, que obedece a la simple observación de las acciones humanas: de lo que uno es, de eso vive. Si en cada uno hay una preocupación constante por actuar bien, correctamente y con justicia, de eso come. Aquí, «comer» posee el valor simbólico del alimento necesario para sobrevivir. Pero quien actúa de manera contraria, se saciará de maldad y no sólo él, sino que sus acciones se extenderán al grupo y a la comunidad; ésos son los violentos, los que buscan siempre el mal y el perjuicio del otro.
13,11-18 Otra observación sencilla de la vida que se convierte en enseñanza para vivir bien es la fortuna. Es muy común que alguien se enriquezca por alguna causa fortuita, pero por lo general esa riqueza se esfuma tan rápido como llegó. El sabio da más valor a la fortuna que se va adquiriendo poco a poco, con el esfuerzo de cada día. El maestro de sabiduría lleva ese esfuerzo cotidiano al campo de la riqueza espiritual; la sabiduría es la mejor riqueza, es árbol de vida, fuente de vida; en cambio, quien no la acepta sólo podrá obtener miseria y vergüenza (18a).
13,19-25 Cuando se alcanza lo que se desea –un poco más de amor, de justicia, de sanas relaciones, de paz– la vida es más dulce y placentera; ese debe ser el ideal de vida de cada persona. Según el texto, ese ideal se va alcanzando por las relaciones cada vez más amplias entre quienes buscan y cultivan el bien. A este propósito debe encaminarse la educación y la corrección de los hijos y discípulos. Nótese cómo se establece una estrecha relación entre corrección temprana y el amor. Sólo quien ama de verdad es capaz de ver más allá del momento actual y de preparar a los seres que ama, específicamente a los hijos y/o discípulos, para una vida digna y feliz.
14,1 Comienza el capítulo haciendo referencia a la mujer sabia, cuyo influjo en el hogar es positivo. Tengamos en cuenta que se trata de una época en la cual la mujer estaba circunscrita al ámbito del hogar y sometida en todo sentido a su marido. Por mujer sabia se entendería aquí la que cumple su función correctamente, encerrada en casa y dedicada al servicio del marido y al cuidado de los hijos. Hoy debemos aceptar que la mujer también tiene funciones muy importantes que cumplir en la sociedad y que esa sabiduría femenina cubre mucho más que el simple recinto del hogar; con ella hay que contar para soñar con una nueva familia y con una nueva sociedad.
14,2-5 La rectitud del ser humano se pone en relación directa con Dios: obrar rectamente es señal de respeto hacia Él. Pero inmediatamente se sigue que ese respeto a Dios tiene que pasar por la única mediación posible, que es el prójimo; si las relaciones con el prójimo –simbolizadas en la imagen del testigo fiel o testigo falso– son correctas, entonces la relación con Dios es correcta y respetuosa.
14,6-12 El discernimiento es una de las vías más importantes e indispensables para ir alcanzando la sabiduría. La figura del «camino» se refiere aquí a ese proceso, tan útil y necesario para vivir bien. Elegir el buen camino, vivir honrada y dignamente, es o debe ser el ideal de toda persona.
14,13-19 Se contraponen varios modos de ser y de vivir: el insensato y el bueno, el ingenioso y el sagaz; el juicioso y el necio; el de genio vivo y el reflexivo; el malvado y el bueno; todos «se satisfacen», comen y viven de lo que son. El ideal que se propone al discípulo de sabiduría es discernir el camino recto, adecuado. Hoy más que nunca se hace necesario presentar a la niñez y a la juventud –semillas de la sociedad futura– unas alternativas de vida basadas en propuestas pedagógicas fundadas a su vez en valores reales y alcanzables. No podemos ignorar los antivalores, sino más bien educar para enfrentarlos y superarlos, especialmente aquellos que surgen del comercio y el lucro económico y que con tanta frecuencia encontramos en los medios de comunicación masiva.
14,20-24 Proverbio duro el versículo 20, pero por desgracia constatable en muchos ambientes. No hay que ignorar ni dejar de reconocer que la solidaridad y el compartir sencillo son mucho más visibles entre los pobres; aunque entre los mismos pobres también se dan situaciones inhumanas muy duras –basta echar una ojeada a los conflictos armados–. Los versículos siguientes son un llamado a saber encontrar en el pobre el camino de la rectitud y fidelidad a Dios. Se proclama dichoso, bienaventurado, a quien se apiada de los pobres (21, cfr. 14,31).
14,25-35 De nuevo, el respeto al Señor es tenido como la garantía de una vida feliz, mas no únicamente para quien es respetuoso; su actitud se convierte en beneficio para otros, y el primer lugar donde se percibe este beneficio es el hogar, equiparable a un manantial de vida. Hay que recordar que el respeto del Señor está siempre mediatizado por el prójimo: no respeta al Señor quien explota a su prójimo (31), el que es envidioso (30), en fin, el que no practica la justicia.
15,1-7 La lengua (2.4) y los labios (7), órganos que simbolizan la comunicación, son el motivo que da unidad a este pasaje. Una persona que cultiva la sabiduría –el secreto del bien vivir– sólo utiliza su lengua y sus labios para esparcir el saber; esto es, llevando una vida que se dedica a vivir y a practicar el bien. El saber no hace referencia tanto al conocimiento de cosas, sino al arte de vivir rectamente.
15,8-12 La auténtica práctica de la religión es garantía de agradar al Señor; ningún sacrificio y, en definitiva, ninguna práctica religiosa agradan al Señor si no hay de por medio una sincera búsqueda de la justicia, si no hay amor y respeto por el prójimo. El juicio que sobreviene a toda práctica religiosa proviene de las actitudes y de la disposición misma con que se realizan dichas prácticas.
15,13-15 La persona sabia debe procurar mantener el corazón siempre alegre y contento, puesto que ésta es la vía de acceso a las sanas relaciones con los demás.
15,16-19 Uno de los secretos para el buen vivir está en el tener, pero dignamente; las posesiones o riquezas adquiridas con injusticia y engaño son a la postre la ruina para el ser humano codicioso; tener lo necesario para vivir es permitir que los demás también obtengan lo que necesitan; eso es temor de Dios.
15,20-24 Una vez más aparece el tema del hijo sabio y sensato en contraposición al hijo necio y falto de juicio. El que es sabio sabe juzgar prudentemente, sabe responder y sabe transmitir palabras oportunas; por el contrario, el necio, además de ser una deshonra para la familia, está a las puertas de aparecer como alguien soberbio e injusto.
15,25-27 La casa del soberbio simboliza al que rechaza al Señor y la senda que le conduce a Él; los linderos de la viuda, a los sujetos preferidos de Dios: los pobres. Por encima de todo, el Señor ama al pobre y al débil y toma partido por él.
15,28-33 Otro de los secretos para el buen vivir es la honradez; ella hace al ser humano capaz de ser escuchado por Dios y respetado por los demás. Se recuerda una vez más la necesidad de aceptar la corrección y se la coloca como señal del amor personal; quien se ama a sí mismo acepta que en cualquier momento puede estar en el error, una sana corrección ayuda a crecer y a madurar. La antropología filosófica nos enseña que el ser humano es un proyecto en permanente proceso, nunca terminado; luego, otro secreto más para vivir bien es aceptar la crítica constructiva de nuestros semejantes.
16,1-9 Hay un tema predominante en estos primeros versículos: el Señor, nombrado ocho veces, su acción permanente en la conciencia de la persona. Se diría que es una presencia atosigante, que no deja alternativa ni autonomía al ser humano. Pero no debemos entenderlo así. En la antigüedad, y por supuesto también en la mentalidad israelita, absolutamente todo era atribuido a la divinidad. Sabemos que Dios es el primero en respetar a toda costa la autonomía y la libertad humanas; sólo en el nivel de la conciencia interviene Dios de un modo que incluso podríamos llegar a decir exagerado.
16,10-15 El tema dominante es el rey, nombrado cinco veces. Éste era visto como un representante de Dios, por eso se esperaba que fuera el primero en administrar justicia; hasta se llegó a creer que era infalible y que su cólera podía ser catastrófica para el pueblo. Esta figura tan realzada del rey podría evocar al rey Josías, en una época en la que se añoraba a alguien que impartiera justicia.
16,16-24 La sabiduría es la mejor elección para el ser humano, pues supera cualquier fortuna, allana todo camino, hace sensible al sabio, lo hace prudente y discreto. En una palabra: hace a la persona más humana y, sobre todo, más libre.
16,25-33 Para la corriente sapiencial, una larga vida era indicio de una persona con una buena calidad de vida. La mala calidad de vida se emparenta aquí con la violencia, que hace tortuoso el camino de quien no sabe buscar la sabiduría, es decir, los secretos para vivir bien. El mejor indicio del buen vivir es la justicia vivida y practicada, cuyo signo externo son las canas. Aquí hay un llamado a respetar a los mayores de nuestras comunidades, puesto que ellos son el símbolo viviente de un camino recorrido y de una experiencia de vida que no se debería subestimar.
17,1-14 Una vez más, la sabiduría es la alternativa que necesita el ser humano para vivir bien. Ésta no se consigue de la noche a la mañana, es necesario dejarse acrisolar por ella, dejarse moldear. Una vez alcanzada, quien la posee debe ser consciente de que todavía necesita la corrección y que debe acogerla con alegría para que tenga provecho. Todo hombre y toda mujer están llamados a buscar la sabiduría. Aunque se trate de un esclavo, si adquiere sabiduría tendrá mayor relevancia que un hijo libre –literalmente– «descabezado» (2), lo cual significa que la sabiduría no tiene en cuenta ni procedencia, ni clase social. Según el maestro de sabiduría, es mejor toparse con una osa a quien le han robado sus cachorros que con un necio diciendo sandeces (12); la falta de sabiduría merma la calidad de la persona.
17,15-23 Comienza y termina esta perícopa con dos alusiones claras a la injusticia que cometen el que absuelve al culpable y condena al inocente (15) y el que acepta soborno para torcer el juicio (23), figuras que en nuestros pueblos y comunidades nos son tan familiares. Que sean prácticas comunes no significa que tengamos que aceptarlas; es necesario denunciarlas por todos los medios y hacer ver que son contrarias al querer y a la voluntad divina.
17,24-28 La sabiduría no es algo que nos invade en un momento, hay que saber buscarla y encontrarla; sólo el que es sensato sabe descubrirla y la encuentra muy cerca de sí; el que es necio o insensato no sabe distinguirla, aunque la tenga cerca.
18,1-4 Uno de los atributos importantes de la sabiduría es la prudencia, contraria a la actitud de andar publicándolo todo. Sólo el prudente sabe hablar y callar lo que debe, inundando con sus palabras del «manantial de sensatez» a los demás (4).
18,5-10 Un nuevo proverbio que tiene que ver directamente con la justicia (5) se combina con las actitudes negativas de sembrar discordias y poner en pleitos a los demás. Lo mejor es siempre acogerse al Señor porque Él es «torre fortificada… inaccesible» (10).
18,11s Hay quienes fundamentan su vida en la riqueza, en el tener, y por ello se creen omnipotentes, sin tener en cuenta que a menudo las riquezas se esfuman y sólo queda el gran vacío de haber confiado en lo vano.
18,13-15 Apresurarse nunca es ventajoso; el maestro de sabiduría sugiere siempre la mesura, la calma, y sobre todo una actitud que tanta falta nos hace a veces: saber escuchar. Quien sabe escuchar tiene mayor posibilidad de discernir; quien sabe discernir, es capaz de transmitir vida en sus palabras.
18,16-20 Un buen secreto para ganarse la confianza de los grandes pueden ser los regalos y las dádivas. Esta figura evoca la antigua costumbre de presentarse ante alguien de mayor rango social con algún don, con el objetivo de ganarse su favor y expresar en cierto modo sumisión –ése podía ser el sentido de uno de los últimos ejemplos bíblicos, ya del Nuevo Testamento: los reyes magos que se presentan ante el Niño Dios con costosos presentes–. Esta costumbre es todavía muy común, tanto entre los grandes y poderosos como entre los humildes y sencillos. Podemos impregnarla de Evangelio haciendo de ella un verdadero gesto de compartir y de solidaridad con las personas que amamos.
18,21-24 La buena o mala vida depende de la lengua. Nosotros mismos construimos nuestro destino, no sólo con nuestras obras, sino también con las palabras. Una palabra de paz, de amor o de reconciliación sólo puede atraer el bien, la bendición y la paz. En cambio, la palabra utilizada para generar conflicto y violencia sólo puede traer muerte y destrucción.
19,1-12 El tema predominante de este segmento es el binomio rico-pobre, en relación con la conducta personal. La conducta recta no la proporciona ni la riqueza ni la posición social; aquélla es obra del interés personal y del discernimiento continuo que siempre tiene presente el respeto al Señor y a sus preceptos. El segmento termina con una alusión al rey, que en nombre de Dios debe ser el primero en dar ejemplo de adhesión y respeto a Dios.
19,13-16 El hijo necio, la mujer que riñe y el perezoso son figuras que simbolizan el mal funcionamiento del hogar, de la familia, y por ende podrían reflejar el mal estado de una sociedad. Ya desde antiguo se ve que la familia era el lugar donde se podía reflejar la situación social. Hoy se hace cada vez más urgente y necesario el cultivo de los valores humanos, cívicos, sociales y religiosos en el seno de la familia para poder soñar con una sociedad distinta.
19,17-25 Nuestras actitudes respecto al pobre están en relación directa con el Señor, lo cual nos confirma que la opción fundamental de Dios es el pobre, el débil, el excluido. Ya lo confirmó también Jesús: «lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí» (Mt 25,40). En este mismo sentido podemos hacer derivar los demás proverbios de este segmento: la corrección (18), la escucha del buen consejo (20); la verificación del cumplimiento de los designios del Señor (21), el respeto del Señor que nos permite un sueño tranquilo (23) y, en fin, la diligencia en la cotidianidad de la vida (24).
19,26-29 En línea con el pensamiento deuteronomista sobre el respeto y la caridad con los padres (Dt 5,16), el maestro de sabiduría denomina «indigno e infame» (26) al hijo que es capaz de maltratarlos (cfr. Éx 21,15. 17) y llama a los hijos para a que acepten gustosos la corrección, ya provenga de los mismos padres –primeros maestros y educadores– o de los sabios de la comunidad.
20,1-8 Las dos alusiones al rey en los versículos 2 y 8 encierran las dos tendencias sobre las que gira el discurso de la sabiduría: la tendencia del insensato, cuyas acciones son negativas, y la tendencia o inclinación del sabio, ejemplificada en la actitud del rey que en el tribunal se inclina siempre –o se debería inclinar– a favor del justo.
20,9-19 Nadie puede sentirse absolutamente limpio de faltas, siempre tendremos por algún lado algo que rectificar; ya sea en la vida personal, privada, o en las relaciones con los demás, siempre estamos a un paso de equivocarnos. Lo importante es tener conciencia de que en todo momento podemos fallar, y eso nos ayuda a mantenernos en guardia para no juzgar a los otros.
20,20-30 Una vez más se pone como elemento de sabiduría el respeto debido a los padres (20); ya la legislación mosaica llamaba también a las sanas relaciones con los progenitores (cfr. Éx 21,15.17; Lv 19,3; 20,9). De esta sana relación con quienes nos han dado la vida se desprende también el recto comportamiento con los demás: no tomarse la justicia con la propia mano (22), el uso correcto de los pesos y medidas en el comercio (23); el discernimiento en las opciones de vida (25). Quien actúa de forma correcta es comparado con un rey bueno y misericordioso, cuyo trono está asegurado por su opción por la justicia (28).
21,1-15 De nuevo el comportamiento del rey es puesto como paradigma de comportamiento para el resto del pueblo. Pero ese comportamiento debe ser infundido por el mismo Dios, de ahí que el rey debiera ser un hombre completamente sumiso al Señor, hacer de su corazón una acequia para que el Señor le diera la orientación que quisiera (1), que siempre consiste en la justicia.
21,16-24 El tema dominante de este segmento es el correcto discernimiento para ir alcanzando la felicidad a la que todos estamos llamados. Nótese cómo el principal objeto del discernimiento es la prudencia, sobre la cual se puede decir que descansa la vida; el imprudente no tiene vida, «descansará en la asamblea de los muertos» (16). Se trata, pues, de una clave más que nos ofrece el maestro de sabiduría para lograr una mejor calidad de vida.
21,25-31 Cuando no sabemos controlar nuestros deseos, distorsionamos y damos al traste con el proyecto de armonía y de justicia sobre el cual Dios quiere que gire toda nuestra vida y la vida de toda la creación.
22,1-4 Riqueza, honor y vida son los tres pilares fundamentales que la sabiduría considera debe tener una persona para poder decir que vive bien. Pero ni la riqueza, ni el honor, ni la vida se adquieren mediante trampas o juego sucio; son fruto del «respeto de Dios» (4), expresión que equivale a decir que son fruto del cumplimiento de los preceptos divinos, cuyo eje principal es la justicia.
22,5-12 El sabio es, ante todo, aquél cuya vida es clara y limpia; en contraposición está el camino de los perversos, cuya vida –y por ende sus acciones– son descritas como trampas y lazos; también son pendencieros e insolentes, por eso se aconseja apartarse de ellos y educar al muchacho para una vida de bien. Una vida recta es apreciada por el rey. La gran mayoría del pueblo anhelaba obtener el favor del rey; pues bien, ese favor se logra a base de una vida recta y de una conducta intachable.
22,13-15 La sabiduría va de la mano con la diligencia; el ser humano diligente saca provecho de todo en la vida; por el contrario, el holgazán siempre encontrará y hasta inventará cualquier pretexto para mantenerse en esa actitud. El corazón joven, tierno e inexperto, sigue fácilmente esta tendencia; de ahí la necesidad de educar y corregir.
22,16 Vale la pena tener este proverbio como norma de vida. Es fácil explotar y oprimir al pobre porque es indefenso, porque sus necesidades, sus estrecheces y la urgencia de sobrevivir él y su familia son la vía más fácil para aprovecharse de él. Es la constatación de cada día en los ambientes donde vivimos. Sin embargo, quien oprime y explota está casi siempre abocado a servir y a pasar su riqueza a otros explotadores todavía peores; de ahí la observación del sabio: «Se oprime al pobre para enriquecerse, se da al rico para envilecerse». Lo mejor es ponerse del lado del pobre y luchar juntos por una justicia real y efectiva; puede que esto no produzca riqueza alguna, pero al menos trae la satisfacción de la conciencia de estar del lado del proyecto de Dios.
22,17–24,34 Tercera y cuarta colección. El maestro de sabiduría anuncia que ilustrará todo un cúmulo de conocimiento con treinta sentencias nacidas de la la experiencia y de la observación directa de la vida y del comportamiento humano. Podrían ser treinta o más –o menos–; lo importante es que este enunciado cobija un buen número de sentencias que tocan los temas más disímiles de la vida humana. Ni esta sección ni ninguna otra de toda la literatura sapiencial es un tratado de sistemática epistemológica o una teoría del conocimiento; se trata más bien de una antiquísima manera de educar a los hijos y a los jóvenes inexpertos en general, en la que se transmiten unos sencillos «secretos» para explicarse ciertos movimientos del alma humana o para prevenir a la persona de no caer en determinados comportamientos aberrantes.
El que observa es consciente de que la vida debe tener un cierto orden, una cierta armonía, y que todo en la vida debe ser asumido con sensatez y prudencia. A la par que se descubre lo ventajoso de llevar una vida ordenada, también se constata lo desventajoso de seguir simplemente los instintos o de dejarse llevar por otros modelos de comportamiento que no desembocan en nada bueno. El padre o los ancianos de la comunidad transmiten a la joven generación estos conocimientos surgidos de la experiencia; corrigen y solicitan afanosamente que tal corrección sea aceptada con agrado, porque sólo quien ama corrige y sólo quien se siente amado es consciente de que la corrección es un bien, signo de acompañamiento y hasta de solidaridad. Este trabajo también es asumido con idéntica función por la corriente de sabios, los cuales elevaron la sabiduría del pueblo a las altas esferas de la corte, haciendo de ella una posesión prácticamente exclusiva de la aristocracia y de aquellos que podían permitirse el lujo de pagarse a un buen maestro. De este modo se desvirtuó el papel de la sabiduría en el plan de Dios y dejó en entredicho la orientación primera de la justicia.
25,1–29,27 Quinta colección.
25,1-7 Comienza en este capítulo una nueva serie de proverbios y dichos, probablemente coleccionados en época del rey Ezequías. Precisamente unos cuantos dichos que mencionan al rey hacen las veces de introducción. Por encima de todo están Dios y su justa soberanía, e inmediatamente después le sigue el rey, aunque existe la clara conciencia de que la figura real está sometida a Dios y a sus designios. El rey es la medida de la sociedad, por tanto, no hay que gloriarse delante de él ni ser avergonzado ante un noble. Las actitudes personales deben atraer por sí mismas la atención de los grandes, de ahí el dicho «más vale escuchar: Sube aquí, que ser humillado ante los nobles» (7). Jesús utiliza una figura parecida para enseñar a los suyos que no siguieran la fea costumbre de los letrados y fariseos, que amaban ocupar los primeros puestos en los banquetes (cfr. Lc 14,8-11). Se deduce que estos proverbios van dirigidos a personas que están en estrecho contacto con la corte; se trata, por tanto, de normas de comportamiento y de urbanidad.
25,8-17 Otro atributo del sabio es su integridad personal. Quien vive y actúa correctamente no da lugar a sorpresas desagradables, como dar falso testimonio contra su propio amigo. Podemos estar confiados y seguros en la persona íntegra.
25,21-28 Es necesario hacer siempre el bien sin fijarnos a quién. Los que, por un motivo u otro, no son nuestros amigos no pueden estar excluidos de nuestros favores. Según la praxis de Jesús, si amamos a los que nos aman y bendecimos a quienes nos bendicen, ¿qué mérito tenemos? (Mt 5,46s). El bien realizado a quien nos hace mal es un golpe más duro que si respondiéramos con otro mal; esta actitud conduce mejor a la conversión de la otra persona que una agresión en los mismos términos.
26,1-28 Este capítulo está dedicado a tres tipos de persona que son la antítesis del verdadero sabio: 1. El necio (1-12), un personaje absolutamente negativo. En una sociedad que tiene como valor fundamental el honor, el escritor considera que tan perjudicial y vana es el agua de la lluvia en el momento de la cosecha como el honor al necio: sería como echarles perlas a los cerdos. 2. El perezoso (13-16). Es visto como un perjuicio para la sociedad, un estorbo que hay que evitar y nunca imitar. 3. Finalmente, el malicioso o pendenciero (17-28). Este tipo de persona tiene una consideración todavía peor que los dos anteriores, porque sus palabras y sus actitudes inciden de manera más directa en las sanas relaciones que deben presidir toda comunidad. La palabra es un atributo típicamente humano que debemos vigilar y cultivar con sumo cuidado; muchas veces, una palabra puede destruir todo un proceso, engendrar violencia entre los miembros de la familia y de grupos enteros.
27,1-10 El factor común en este segmento es la rectitud en las relaciones, especialmente la integridad en las relaciones de amistad. De nada vale tener muchos amigos, si en ninguno se puede confiar; la amistad íntegra nunca es encubridora, corrige abiertamente y con libertad, nunca es lisonjera ni engañosa. Con toda razón afirma la misma corriente de la sabiduría: quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro (cfr. Eclo 6,14).
27,11-27 El maestro de sabiduría asume de nuevo el papel del padre que con base en los años vividos y en la experiencia acumulada enseña a sus hijos/discípulos. El maestro/padre hace caer en la cuenta de la necesidad que tienen los jóvenes de ser educados, puesto que su inexperiencia los lleva fácilmente a desviarse del recto camino. Estas enseñanzas se centran en las precauciones propias de la sociedad judía del postexilio: salir fiador por un forastero (13); guardarse de la hipocresía (17.19) y de la mujer pendenciera (15s); acostumbrarse a comer del fruto del trabajo de uno (18); en definitiva, adecuar la vida para que la conciencia tranquila fundamente la propia seguridad.
28,1-10 Estos refranes giran en torno a la Ley, cuyo cumplimiento se subraya como la mejor alternativa para el ciudadano del postexilio. El final del dominio babilónico y el inicio de la dominación persa bajo el mando del rey Ciro son decisivos en la historia del pueblo judío. Esta época marca el inicio del judaísmo en sentido propio, es decir, cuando a la base de la conciencia judía se sitúa el cumplimiento estricto de la Ley contenida en los cinco primeros libros de la Biblia –la Torá–.
28,11-18 Hay quienes encuentran en estos versículos una especie de resistencia religiosa popular contra un reinado tirano e injusto, como lo fue el de Manasés (687-642 a.C.). El mal se identifica y personaliza en quienes hacen del poder y la riqueza su punto de apoyo para explotar y oprimir; si el pobre es perspicaz, puede penetrar y desenmascarar las intenciones del malvado –aquí el rico y opresor–. El pobre confía en que su única fuente de vida está en su Dios; respetarlo y seguir sus mandatos es sinónimo de bendición para sí, para los suyos y para quienes comparten su misma suerte.
28,19-28 Se continúa percibiendo en el trasfondo de estos versículos situaciones de extrema miseria, de hambre y de desórdenes sociales de todo tipo. Encontramos términos contrapuestos: rico-pobre; avaro-generoso; insensato-prudente; sinceridad-adulación; malvados-justos; son términos antagónicos ante los cuales la persona tiene que elegir por dónde orienta su vida. El versículo 28 nos da la clave para entender que se está hablando del temible rey Manasés y su corte, que trajeron grandes males a la nación israelita. Aunque está redactado como un refrán, el sentido del proverbio es que este rey y sus secuaces deben desaparecer para que prosperen los justos.
29,1-16 Alternando con dichos diversos, el autor va insertando hábilmente la descripción de una época que trajo mucho dolor y ruina para el pueblo. Se alude al rey, a su corte, a los ministros, todos ellos comprometidos con la injusticia y una pésima dirección del pueblo. Pero en medio de todo hay una luz de esperanza por la cual hay que luchar y esperar contra todo pronóstico. «Cuando un rey juzga lealmente a los necesitados, su trono está firme por siempre» (14), alusión a la esperanza en un rey justo a la medida del rey David, la cual desembocará en las esperanzas mesiánicas: sólo un enviado de Dios, su ungido/mesías, podrá juzgar lealmente. Otra señal más de esperanza en medio de tanta opresión es que «Cuando mandan los malvados aumentan los crímenes, pero los honrados los verán caer» (16); dichos como éstos mantenían encendida la pequeña llama de la fe y de la esperanza en tiempos particularmente difíciles para la gente.
29,17-27 Una vez más, la sabiduría llama al discernimiento y a la vida organizada e íntegra. No importa que no haya profetas ni quién instruya: ahí está la Ley del Señor y el sentimiento natural de respeto por sí mismos y por los demás. En época de crisis, la recta conciencia nos ayuda a mantenernos firmes.
30,1-33 Sexta colección.
30,1-9 No sabemos quién es este Agur, y menos aún su padre Yaqué, pero tenemos aquí una de las grandes preocupaciones de los representantes de la corriente sapiencial: el verdadero sabio siente cada vez más lejos la genuina sabiduría. Sólo Dios es completamente sabio, y el ser humano, por más que se esfuerce, a duras penas alcanza a ver destellos de esa gran sabiduría que se revela a la humanidad a través de su palabra.
Termina la plegaria con una petición que cobra gran actualidad. Se trata de lo peligrosa que resulta la riqueza, ya que puede venir a reemplazar a Dios. El capitalismo moderno en todas sus expresiones ha generado una especie de ideología que hace creer al ser humano que el único absoluto es el dinero, el tener, y al servicio de este absoluto encontramos muchos «adoradores». La extrema pobreza también es peligrosa, por cuanto puede hacernos renegar de Dios. Los millones y millones de hombres y mujeres que a diario van quedando despojados y hambrientos, ¿a qué Dios se dirigen? ¿Qué respuesta obtienen de Dios? Dios está dispuesto a responder, pero única y exclusivamente a través de quienes nos consideramos sus seguidores. ¿Qué respuesta estamos dando nosotros? ¿Qué imagen de Dios estamos mostrando a esos seres humanos que padecen hambre y miseria?
30,10-14 Se alude a las personas que se dedican a hacer el mal o a distorsionar de algún modo el justo orden querido por Dios. Estas personas están destinadas a la maldición.
30,15-33 Una de las formas mnemotécnicas que ayudaba a retener en la mente las sentencias era el llamado «proverbio numérico», del cual tenemos varios ejemplos en esta sección. Usando los números dos, tres y cuatro, el sabio describe lo insondable del misterio del seol (15s); con otro proverbio numérico se alude al misterio de la procreación y de la concepción (18s); algunas actitudes y comportamientos humanos son enjuiciados del mismo modo, como el de la esclava que sucede a su señora, una manera de enjuiciar la inversión de algunos valores de la época (21-23); la sabiduría de la naturaleza y del mundo animal también queda retratada en otro proverbio numérico (24-31). Termina la sección con un sabio consejo: no ser engreído y buscar una vida tranquila sin discordias ni pleitos (32s).
31,1-31 Séptima colección
31,1-9 Mediante figuras ficticias o tal vez reales, una madre enseña sabiduría a su hijo. No se trata de dos personajes comunes y corrientes, sino de una madre que enseña sabiamente a su hijo rey. Esta madre, que podría ser la Sabiduría personificada por el autor, da a su hijo unas instrucciones que corresponden más a un rey ideal que real.
¡No hay que tomar muy en serio el consejo que aprueba la bebida y el licor para los pobres y oprimidos, con el fin de que olviden sus penas y sufrimientos! (6s) Sin conocer el consejo de esta madre, en muchos lugares patrones y caciques políticos suelen emborrachar a los pobres para que «olviden sus penas» y no causen problemas; ¿estará de acuerdo Dios con eso? Todo lo contrario: necesitamos mostrar una conciencia lúcida que nos permita llenarnos más y más de la palabra de Dios, que es ante todo justicia, y en solidaridad con nuestros semejantes nos unamos en la lucha por reclamar nuestros derechos.
31,10-31 Termina el libro con un poema acróstico dedicado a la mujer hacendosa o a la verdadera mujer, tal como era concebida por la sociedad oriental y judía de la época: dedicada completamente al hogar, a su administración y manejo. No se concebía que una mujer desempeñara trabajo o actividad alguna fuera de casa, porque eso sería una deshonra par su marido. ¿Qué pensar de la mujer moderna? ¿Cómo ayudarle a combinar su papel de madre y ama de casa con su necesaria presencia en el ámbito laboral?