Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

Bautismo del Señor

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Domingo 12 de Enero, 2025

 

BAUTISMO DEL SEÑOR


“Mi Hijo amado, mi predilecto”


¿Qué decir de nuestro Bautismo?


Saludo (Ver la Segunda Lectura)

Dios nos ha revelado su amabilidad y su amor
en Jesucristo, nuestro Salvador,
salvándonos con un nuevo nacimiento
por medio del agua purificadora del Bautismo,
y renovándonos con el Espíritu Santo.
Que el Señor Jesús esté siempre con vosotros.

 

Introducción

1.“Mi Hijo amado, mi predilecto”

Sintiendo todavía el espíritu de la Navidad, celebramos hoy el Bautismo del Señor. En la Navidad, Jesús se manifestó como un niño, pero era ciertamente el Hijo de Dios. En la fiesta de Epifanía se manifestó a sí mismo como el Salvador de todas las personas y de todos los pueblos sin excepción. Hoy, en la fiesta de su Bautismo, se nos revela como el Hijo amado intensamente por el Padre, acogiendo al Espíritu Santo que viene a morar en él y a guiarlo en su nueva misión pública. Ahora ya puede comenzar abiertamente su misión. En esta eucaristía pedimos al Señor que nos haga conscientes de cómo también nosotros, por medio de nuestro propio Bautismo, somos hijas e hijos queridos del Padre, y cómo el fuego del Espíritu debería inflamarnos para continuar la misma misión de Jesús

 

2. ¿Qué decir de nuestro Bautismo?

En esta fiesta del Bautismo de nuestro Señor, la liturgia nos recuerda nuestro propio Bautismo. En su Bautismo, Jesús se percató de la misión que le esperaba, y se comprometió decididamente con ella. Recibió la confirmación del cielo: el Padre y el Espíritu Santo estaban con él en su misión de salvar a la humanidad entera. En nuestro Bautismo, el Padre nos aceptó también como a sus hijas e hijos queridos, y nos dio la misión de vivir la vida de Cristo. En esta eucaristía le pedimos al Señor, que está aquí con nosotros, que nos dé la sabiduría, la decisión y la fuerza para aceptar nuestra misión.



Acto Penitencial

Examinémonos ante el Señor para comprobar
si estamos tomando nuestra vida cristiana en serio.
                           (Pausa)
Señor Jesús, Hijo querido del Padre,
en el momento de tu Bautismo
el mismo Padre te aseguró su aprobación
para tu misión.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús, el Espíritu Santo descendió sobre ti
y confirmó que tú estabas haciendo lo recto y lo bueno,

cumpliendo la voluntad del Padre.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús, tú nos trajiste en el Bautismo
el amor del Padre y el fuego del Espíritu.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Perdónanos, Señor, por que tantas veces

no hemos sabido aprovechar plenamente

la gracia de nuestro Bautismo.

 Renuévanos y llévanos a la vida eterna.



Oración Colecta

Oremos para que, con Jesús,
seamos hijas e hijos queridos de Dios, nuestro Padre.
                             (Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Con todos los cristianos renacidos en el Bautismo
te damos gracias.
Por medio de Jesús, todos y cada uno de nosotros
hemos llegado a ser tus hijas e hijos queridos,
Cólmanos con el fuego del Espíritu Santo
que guió a Jesús en su vida y en su muerte.
Que ese mismo Espíritu nos haga libres
para servirte a ti y para servirnos unos a otros
con un amor desinteresado, generoso y agradecido.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.



Primera Lectura: Isaías 42,1-4.6-7: “He aquí mi Siervo amado. Mi Espíritu habita en Él”
El profeta Isaías anuncia que el Espíritu de Dios va a guiar a su Siervo fiel para traer al mundo justicia y amor compasivo y respetuoso. Ésta profecía se cumplirá en Jesús. Su misión es también nuestra.

Esto dice el Señor:
“Miren a mi siervo, a quien sostengo,
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi espíritu
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.

No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia,
no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra
y hasta que las islas escuchen su enseñanza.

Yo, el Señor,
fiel a mi designio de salvación,
te llamé, te tomé de la mano, te he formado
y te he constituido alianza de un pueblo,
luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión
y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.

O bien:

Primera Lectura: Isaίas 40, 1-5. 9-11

“Consuelen, consuelen a mi pueblo,
dice nuestro Dios.
Hablen al corazón de Jerusalén
y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre
y que ya ha satisfecho por sus iniquidades,
porque ya ha recibido de manos del Señor
castigo doble por todos sus pecados”.

Una voz clama:
“Preparen el camino del Señor en el desierto,
construyan en el páramo
una calzada para nuestro Dios.
Que todo valle se eleve,
que todo monte y colina se rebajen;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane.
Entonces se revelará la gloria del Señor
y todos los hombres la verán”.
Así ha hablado la boca del Señor.

Sube a lo alto del monte,
mensajero de buenas nuevas para Sión;
alza con fuerza la voz,
tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén.
Alza la voz y no temas;
anuncia a los ciudadanos de Judá:
“Aquí está su Dios.
Aquí llega el Señor, lleno de poder,
el que con su brazo lo domina todo.
El premio de su victoria lo acompaña
y sus trofeos lo anteceden.
Como pastor apacentará su rebaño;
llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos
y atenderá solícito a sus madres’’.

 

Salmo Responsorial

Salmo 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10

R. (11b) Te alabamos, Señor.
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor,
denle la gloria que merece.
Postrados en su templo santo,
alabemos al Señor. R.
R. Te alabamos, Señor.
La voz del Señor se deja oír
sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es poderosa,
la voz del Señor es imponente. R. 
R. Te alabamos, Señor.
El Dios de majestad hizo sonar
el trueno de su voz.
El Señor se manifestó sobre las aguas
desde su trono eterno. R. 
R. Te alabamos, Señor.

O bien:

Salmo 103, 1-2a. 2b-4. 24-25. 27-28. 29-30

R. (1) Bendice, al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía:
Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza.
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R
R. Bendice, al Señor, alma mía.
Por encima de las aguas construyes tu morada.
Las nubes son tu carro;
los vientos, tus alas y mensajeros;
y tus servidoras, las ardientes llamas. R.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
¡Que numerosas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con maestría!
La tierra está llena de tus creaturas.
y tu mar, enorme a lo largo y a lo ancho,
está lleno de animales pequeños y grandes. R.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
Todos los vivientes aguardan
que les des de comer a su tiempo:
les das el alimento y lo recogen,
abres tu mano y se sacian de bienes. R.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
Se retiras tu aliento,
toda creatura muere y vuelve al polvo.
Pero envías tu espíritu, que da vida,
y renueva el aspecto de la tierra. R.
R. Bendice, al Señor, alma mía.

 

Segunda Lectura: Hechos 10, 34-38 Ungido por la fuerza del Espítu Santo

Pedro nos dice que el Espíritu de Dios habitó en el Señor Jesús, y que su Buena Noticia de Salvación es para todos.

En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. Él envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.

Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.


O bien:

Tito 2, 11-14; 3, 4-7

Querido hermano: La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien.

Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna.

 

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Marcos 9, 7

R. Aleluya, aleluya.
Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía:
“Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
R. Aleluya.

O bien:

Cfr Juan 1, 29

R. Aleluya, aleluya.
Ya viene otro más poderoso que yo, dijo Juan el Bautista;
él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
R. Aleluya.



Evangelio (Lc 3,15-16.21-22): “Tú eres mi Hijo amado”
En esta descripción del Bautismo de Jesús, Lucas lo reconoce como Hijo de Dios. El Padre le da a Jesús la investidura para su misión como Salvador, y el Espíritu Santo lo guiará.

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no sería el Mesías, 16Juan se dirigió a todos: Yo los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. 21Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, 22bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se escuchó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto.



Oración de los Fieles
Oremos hoy a nuestro Padre del cielo, que envió a su Hijo entre nosotros como un Siervo, para hacernos libres y hacernos nuevos. Digámosle: R/ Señor, escucha a tu Pueblo.

  • Por la Iglesia y sus líderes. Para que ni ellos ni nosotros busquemos componendas y arreglos con la riqueza y con el poder, sino que aprendamos a entregarnos con amor, y a ayudar generosamente a los pobres, roguemos al Señor.
  • Por los que todavía no conocen a Cristo o que se han alejado de la Iglesia. Para que, por la forma cómo nosotros vivimos el Evangelio, les revelemos el amor del Señor, roguemos al Señor.
  • Por nosotros, cristianos, y por todos los hombres. Para que el Espíritu Santo nos mueva a respetar y servir a los pequeños, a los pobres e indefensos. Que no los despreciemos ni aplastemos, sino que les demos justicia, respeto y amor, roguemos al Señor.
  • Por todos los bautizados. Para que sigamos fielmente a Cristo y para que, como él, deseemos servir desinteresadamente a los demás más que ser servidos por ellos, roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros y por nuestras comunidades cristianas. Para que la eucaristía fortalezca en nosotros los dones del Espíritu Santo y nos haga cada vez más fieles a nuestra vocación como hijos queridos de Dios, roguemos al Señor.

     Señor Dios nuestro, tú nos llamaste a ser mujeres y hombres nuevos cuando fuimos bautizados. Continúa renovándonos por medio de tu Espíritu, para que tengamos el valor de seguir a Cristo sin condiciones porque él es Hijo tuyo y Señor nuestro, por los siglos de los siglos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Oh Dios y Padre nuestro:
Estos dones de pan y vino que te ofrecemos
se convertirán en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo Jesús,
en quien te complaces.
Fortalécenos con su Cuerpo y su Sangre
y que su Espíritu nos renueve
como a Pueblo que viva sin componendas
el mensaje de justicia y amor
y la vida y el Evangelio de tu Hijo.
De este modo, ojalá seamos de verdad
hijas e hijos tuyos queridos, tus predilectos,
ahora y por los siglos de los siglos.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística
Demos gracias sinceras al Padre por habernos hecho en el Bautismo sus hijas e hijos queridos, juntamente con Jesús, el Señor.

Invitación al Padre Nuestro

Bautizados en el Espíritu Santo,
Hijos del Padre por Jesucristo, su Hijo amado,
digamos con toda confianza
la oración que Jesús mismo nos enseñó.
R/ Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males
y danos tu paz en nuestros días.
Reaviva en nosotros la gracia del Bautismo
y guíanos por tu Santo Espíritu
para que seamos fieles a nuestra misión
de vivir la vida y el Evangelio de Jesús en este mundo,
mientras aguardamos con gozosa esperanza
la venida gloriosa
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el Reino…

 

Invitación a la Comunión

Este es Jesucristo, el Señor,
el Hijo amado y predilecto del Padre.
Dichosos nosotros,
invitados a participar en este banquete
y a vivir su vida según su Evangelio.
R/ Señor, no soy digno…

Oración después de la Comunión

Oh Dios y Padre nuestro:
Tú has abierto el cielo para nosotros
para fortalecernos con el Pan de Vida de la eucaristía
y para llenarnos con el Espíritu Santo.
Renuévanos y llámanos a dejar
nuestras certezas y apegos mundanos.
Envíanos a caminar hacia adelante sin temores
por la ruta de la justicia y de la paz,
para que seamos también tus hijos queridos
juntamente con tu Hijo siempre fiel,
Jesucristo, nuestro Señor.

 

Bendición
Hermanos: En su Bautismo, Jesús vio claramente su vocación: servir a Dios y al pueblo. En nuestro Bautismo, nosotros también recibimos nuestra vocación, la misma de Jesús, aunque a nuestra pequeña escala. Que todos y cada uno de nosotros nos convirtamos en siervos fieles y en hijas e hijos amados del Padre, siendo siempre humildes siervos de los hermanos que nos rodean. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y permanezca para siempre. Podemos ir en la paz y en el amor del Señor.

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