Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

Quinto Domingo Ordinario

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Domingo 9 de Febrero, 2025

 

QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Somos llamados y enviados

 

La rica Palabra de Dios

 

Saludo (Ver Segunda Lectura)

Por la gracia de Dios somos lo que somos.
Que su gracia no permanezca estéril en nosotros.
Lo que importa es que difundamos la Buena Nueva de Salvación.
Que el Señor Jesús esté siempre con ustedes.

 

Introducción del CelebranteSomos llamados y enviados

Si nuestra fe es verdaderamente parte integral de nuestras vidas, tendríamos que ser muy conscientes de su riqueza, que no podemos guardar solo para nosotros. Lo que vemos con ella, lo que vivimos con ella, queremos compartirlo con otros. Si la fe nos hace sentirnos felices y seguros en Dios, nos damos cuenta de que no la hemos recibido para nosotros solos. Hagamos a los otros felices y ricos en la fe: ésa es la vocación de todo cristiano. Pidamos al Señor aquí en la eucaristía que sepamos revelarlo y llevarlo a otros, al menos por medio de nuestra conducta auténticamente cristiana.

 

2. La rica Palabra de Dios

Es una suerte que la nueva liturgia haya abierto la Biblia para nosotros. No solamente la oímos ahora en nuestra propia lengua vernácula sino que también el número y selección de textos leídos ha mejorado inmensamente. No es de extrañar que mucha gente tenga ahora una Biblia y que la lea regularmente ¿Por qué y para qué leemos la Biblia? ¿Es solamente para buscar consuelo en ella en momentos de dolor, o es que queremos conocer mejor a Dios, especialmente encontrando a Jesús y su mensaje? Cuando conocemos a Dios mejor, ¿llevamos a otros más cerca del mismo Dios? Jesús nos pide hoy que difundamos su Palabra y su mensaje. Escuchémoslo mientras él nos habla.

 

Acto Penitencial

Delante del Dios totalmente santo

nosotros somos simplemente pecadores.

Le pedimos que purifique nuestros labios y nuestros corazones

y que nos envíe a anunciarlo a los otros

como a nuestro Dios que cura y salva.
                              (Pausa)
Señor Jesús,

tú entregaste tu vida por nuestros pecados

según las Escrituras.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús,

al tercer día tú resucitaste a una nueva vida

para traérnosla como don y compartirla con nosotros.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús,

por tu gracia tú nos llamas a ser apóstoles

de tu Buena Noticia de Salvación.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Por tu gran misericordia, Señor, perdónanos,

y que tu gracia no sea estéril en nosotros

sino que dé frutos de santidad.

Llévanos a la vida eterna.

Oración Colecta

Oremos para que Dios nos haga capaces
de hacer creíble el Evangelio.
                           (Pausa)
Oh Dios santo, origen y culmen de nuestra felicidad:
Tú confías tu Buena Nueva de vida
a personas débiles y falibles.
Guárdanos libres del desaliento
y danos la fuerza para proclamar tu mensaje
con el lenguaje de nuestra conducta y nuestra vida.
Que Jesús, tu Hijo, actúe con nosotros y en nosotros,
para que tengamos el valor de decir:
“Aquí estoy, Señor,
envíame como mensajero tuyo,
para compartir tus alegres noticias de felicidad
con todos los que estén dispuestos a escuchar”.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.

 

Primera Lectura: Isaías 6,1-8  “Aquí estoy, envíame”
Isaías creyó en la presencia de Dios en el Templo, pero no esperaba ver una visión del Dios santo. Movido por esta experiencia, aceptó convertirse en humilde profeta de Dios.

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor, sentado sobre un trono muy alto y magnífico. La orla de su manto llenaba el templo. Había dos serafines junto a él, con seis alas cada uno, que se gritaban el uno al otro:

“Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos;
su gloria llena toda la tierra”.

Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenaba de humo. Entonces exclamé:

“¡Ay de mí!, estoy perdido,
porque soy un hombre de labios impuros,
que habito en medio de un pueblo de labios impuros,
porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”.

Después voló hacia mí uno de los serafines. Llevaba en la mano una brasa, que había tomado del altar con unas tenazas. Con la brasa me tocó la boca, diciéndome:

“Mira: Esto ha tocado tus labios.
Tu iniquidad ha sido quitada
y tus pecados están perdonados”.

Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: “Aquí estoy, Señor, envíame”.

 

Salmo Responsorial

Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8.

R. (1c) Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
De todo corazón te damos gracias,
Señor, porque escuchaste nuestros ruegos.
Te cantaremos delante de tus ángeles,
te adoraremos en tu templo.  
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
Señor, te damos gracias
por tu lealtad y tu amor:
siempre que te invocamos nos oíste
y nos llenaste de valor.  
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
Que todos los reyes de la tierra te reconozcan,
al escuchar tus prodigios.
Que alaben tus caminos,
porque tu gloria es inmensa.  
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
Tu mano, Señor, nos podrá a salvo,
y así concluirás en nosotros tu obra.
Señor, tu amor perdura eternamente;
obra tuya soy, no me abandones.  
R. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.

 

Segunda Lectura

1 Corintios 15, 1-11

Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.

Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.

Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.
 

O bien:

I Corintios 15, 3-8. 11


Hermanos: Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.

Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como un aborto. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.

 

Aclamación antes del Evangelio

Mateo 4, 19

R. Aleluya, aleluya.
Síganme, dice el Señor,
y yo los haré pescadores de hombres.
R. Aleluya.



Evangelio: Lucas 5,1-11 “Los haré pescadores de hombres”
Pedro y sus compañeros eran pescadores expertos. Jesús los llama para ser expertos pescadores de hombres. Ellos dejaron todo para seguirlo.

La gente se agolpaba junto a Jesús para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret. Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes. Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: Navega lago adentro y echa las redes para pescar. Le replicó Simón: Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes. Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo: ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador! Ya que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón: No temas, en adelante serás pescador de hombres. Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.

 

Oración de los Fieles
     Como Pueblo elegido de Dios, presentemos a nuestro Padre del cielo las necesidades y plegarias de todos, y digámosle: R/ Escucha a tu Pueblo, Señor.

  • Por el Papa y por todos los obispos, llamados por el Señor a ser “pescadores de hombres”. Para que afronten con valor y esperanza las olas tempestuosas de nuestro tiempo de renovación y continúen predicando sin miedo el Evangelio de Cristo, roguemos al Señor.
  • Por los misioneros, y por todos los que difunden el Evangelio. Para que, por su propia vida evangélica y por su apertura a todos, den testimonio de la universalidad y belleza del mensaje de Cristo, roguemos al Señor.
  • Por los llamados por el Señor a un servicio especial en la Iglesia, como sacerdotes o religiosos consagrados. Para que su propia experiencia de Cristo sea la fuente de su fuerza para permanecer fieles a la llamada de Dios, roguemos al Señor.
  • Por todos los cristianos. Para que tengamos el coraje de arriesgar nuestro bienestar, nuestro confort y su paz personal atendiendo a los más vulnerables, pobres, enfermos, ancianos, refugiados…, roguemos al Señor.
  • Por nuestras comunidades cristianas. Para que la celebración de la eucaristía nos comprometa cada vez más a cuidarnos los unos de los otros, y nos dé fortaleza para trabajar juntos haciendo nuestras comunidades vivas en Cristo Jesús, roguemos al Señor.

     Señor Dios nuestro, no somos más que gente débil. Haznos aptos para cumplir fielmente cualquier tarea que tú deseas que llevemos a cabo, con la fuerza de Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las Ofrendas

Oh Dios y Padre nuestro:
En estos signos de pan y vino
celebramos el acontecimiento central
que resume nuestra fe
y da sentido a lo que somos y hacemos:
la muerte y Resurrección de tu Hijo.
Purifica nuestros labios y corazones
con su Cuerpo y su Sangre
y envíanos a proclamar con nuestras vidas
que Jesús es nuestro Señor,
que vive y nos ama,
y que tú eres nuestro Padre bondadoso,
ahora y por los siglos de los siglos.


Introducción a la Plegaria Eucarística

Alabamos a Dios por los apóstoles, testigos privilegiados de Jesús, que se convirtieron en pescadores de hombres, y con ellos estamos dispuestos a difundir la Buena Nueva de Salvación. En el “Santo, santo” hacemos eco de las palabras de los ángeles, a quienes (según la Primera Lectura) Isaías oyó cantar la alabanza de Dios.

 
Invitación al Padre Nuestro

Con las palabras de Jesús, que nos salvó,
oremos al Padre que nos convoca y nos ama
por medio del Espíritu, que nos guía.
R/ Padre nuestro…

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males
y ven a nuestro encuentro
en la humildad de nuestra condición humana pecadora.
Elimina el miedo que nos hace sentir
que somos demasiado incapaces
para ser mensajeros e instrumentos
de tu perdón y de tu Amor,
ya que eres tú mismo quien nos llama.
Envíanos a preparar con alegre esperanza
la venida gloriosa entre su Pueblo
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Porque tuyo es el Reino…

Invitación a la Comunión

Este es el Cordero de Dios
que nos salvó del pecado
por su muerte y Resurrección.
No somos dignos de recibirlo,
pero él nos purifica y nos envía
a proclamar su amor.
R/ Señor, no soy digno…



Oración después de la Comunión

Señor Dios nuestro:
Por amor tú nos has llamado
a cada uno de nosotros
para una tarea de vida, una misión,
y un papel intransferible en tu plan,
que ningún otro puede cumplir por nosotros.
Tú has elegido a tu Iglesia
para ser testigo y signo irremplazable
de la muerte y Resurrección de tu Hijo.
Haznos a todos y cada uno de nosotros
capaces de realizar nuestra misión
y envíanos “mar adentro”
con la fuerza del Cuerpo y Sangre
de nuestro único Salvador,
Jesucristo nuestro Señor.

 

Bendición
Hermanos: El Señor nos confía su Palabra y su Cuerpo eucarístico. Marchemos a proclamar su Palabra y a ser su Cuerpo visible para el mundo. Que el Señor nos bendiga para que nosotros, a nuestra vez, seamos una bendición para todos. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

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