Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

Sexto Domingo Tiempo Ordinario

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Domingo 16 de Febrero, 2025

 

SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Aquellos a quienes Dios hace felices

 

Dios está con los pobres

Saludo (Ver la Primera Lectura)

Que toda bendición venga sobre ustedes,

que se reconocen pobres

y por tanto ponen su confianza en el Señor.

Que toda bendición venga sobre ustedes

ya que el Señor es su esperanza.

Que la gracia del Señor esté siempre con ustedes.

 

Introducción del Celebrante

1. Aquellos a quienes Dios hace felices

La gente que tiene todo lo que necesita, o que piensa que necesita, no se abre fácilmente a Dios, ni tampoco a otras personas. Por otra parte, personas que atraviesan dificultades son generalmente más abiertas a los demás, más receptivas a la ayuda y al amor de Dios y de los hermanos, y por consiguiente, son también más abiertas para ver las necesidades de otros y para ayudarlos ya que saben por experiencia lo que significa ser pobre, necesitado, afligido o dependiente de otros. Jesús nos pide hoy tomar conciencia de nuestra propia necesidad de Dios. Solo entonces nos abriremos más fácilmente a nuestro prójimo, tanto para recibir como para dar.

 

2. Dios está con los pobres

A los torpes y desdichados, a los que sufren y son perseguidos, el Señor les asegura: “¡Considérense felices y dichosos, porque yo estoy con ustedes! Nunca los abandonaré. Los voy a cargar sobre mis hombros, porque ustedes son conscientes de su pobreza y confían en mí”. Pidamos al Señor que nos cuente entre los pobres que confían en él, y que nos acoja en su Reino.

 

Acto Penitencial

Con demasiada frecuencia

somos demasiado autocomplacientes

como para dejar lugar en nuestra vida

a Dios y a los hermanos…

Pidamos ahora perdón.

                             (Pausa)

Señor Jesús, tú te hiciste pobre por nuestra causa

para enriquecernos con tu perdón y tu vida.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, tú viniste para asumir nuestras miserias,

para curarnos y traernos gozo y alegría.

R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, tú provocas en nosotros

hambre de amor duradero para colmarnos con tu felicidad eterna.

R / Señor, ten piedad de nosotros.

 

Perdona nuestras debilidades, Señor,

y haz que vivamos para ti y para los hermanos.

Llévanos a la vida eterna.

 

Oración Colecta

Pongamos nuestra confianza en Dios

y esperemos todo de él

a causa de Jesús, nuestro Señor Resucitado.

                         (Pausa)

Oh Dios y Padre nuestro:

Tú solicitas hoy de nosotros, por medio de tu Hijo,

que nos va a proclamar las Bienaventuranzas,

elegir libremente y con responsabilidad

el tipo de felicidad que perdure.

Que el Evangelio de las Bienaventuranzas nos mueva

a reconocer la vaciedad y pobreza

de las riquezas materiales y del poder humano

y llene nuestra indigencia y pobreza

con la riqueza y la libertad

de tu verdad, tu amor y tu justicia,

que tú nos ofreces por medio de Jesucristo,

tu Hijo Resucitado y Señor nuestro

por los siglos de los siglos.

 

Primera Lectura: Jeremías 17,5-8  Una maldición o una bendición: Esa es tu opción

Por medio del profeta, Dios pide a su Pueblo escoger entre dos caminos: los caminos humanos o el camino de Dios. Solamente el camino de Dios conduce a la felicidad.

Esto dice el Señor:
“Maldito el hombre que confía en el hombre,
que en él pone su fuerza
y aparta del Señor su corazón.
Será como un cardo en la estepa,
que nunca disfrutará de la lluvia.
Vivirá en la aridez del desierto,
en una tierra salobre e inhabitable.

Bendito el hombre que confía en el Señor
y en él pone su esperanza.
Será como un árbol plantado junto al agua,
que hunde en la corriente sus raíces;
cuando llegue el calor, no lo sentirá
y sus hojas se conservarán siempre verdes;
en año de sequía no se marchitará
ni dejará de dar frutos”.

 

Salmo Responsorial

Del Salmo 1

R. (Sal 39, 5a) Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Dichoso aquel que no se guía
por mundanos criterios,
que no anda en malos pasos
ni se burla del bueno,
que ama la ley de Dios
y se goza en cumplir sus mandamientos.
R. 

R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Es como un árbol plantado junto al río,
que da fruto a su tiempo
y nunca se marchita.
En todo tendr
á éxito. R. 

R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
En cambio los malvados
serán como la paja barrida por el viento.
Porque el Señor protege el camino del justo
y al malo sus caminos acaban por perderlo.
R.
R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
 

 

Segunda Lectura: 1 Corintios 15,12.16-20 Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es ilusoria

Cristo resucitó de entre los muertos. Su Resurrección es la señal y promesa de que nuestros pecados están perdonados, de que la vida vale la pena, y de que un día resucitaremos con él.

Hermanos: Si hemos predicado que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de ustedes andan diciendo que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes; y por lo tanto, aún viven ustedes en pecado, y los que murieron en Cristo, perecieron. Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de todos los hombres. Pero no es así, porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos.
 

Aclamación antes del Evangelio

Lucas 6, 23ab

R. Aleluya, aleluya.
Alégrense ese día y salten de gozo,
porque su recompensa será grande en el cielo, dice el Señor.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Lucas 6,17.20-26 “¡Felices ustedes…!” “¡Ay de ustedes…!”

Considérate dichoso y afortunado, dice Lucas, si eres pobre y rechazado, porque entonces estás abierto todavía a Dios. De los autosatisfechos es de quienes tenemos que tener lástima, porque se cierran al futuro prometido por Dios.

En aquel tiempo, Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón.

Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo:
“Dichosos ustedes los pobres,
porque de ustedes es el Reino de Dios.
Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre,
porque serán saciados.
Dichosos ustedes los que lloran ahora,
porque al fin reirán.

Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.

Pero, ¡ay de ustedes, los ricos,
porque ya tienen ahora su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora,
porque después tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ríen ahora,
porque llorarán de pena!
¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe,
porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”

 

Oración de los Fieles

Jesús nos ofreció su propia definición de quiénes son felices y de aquellos por quiénes hay que tener compasión. Pidámosle juzgar y vivir no según nuestros esquemas mentales sino según los suyos, y digamos:R/ Señor, escucha nuestra oración.

  • Por los pobres y afligidos. Para que el Señor cumpla su promesa y los colme de amor y de justicia, roguemos al Señor.
  • Por los que padecen hambre. Para que el Señor les dé el Pan de vida eterna, y a nosotros nos inspire a compartir con ellos nuestro pan de cada día, roguemos al Señor.
  • Por los que se sienten ahora llenos de sí mismos. Para que el Señor les despierte  hambre de él y abra sus corazones a su presencia, roguemos al Señor.
  • Por los que ahora lloran. Para que el Señor los consuele con su amor, y por los que ahora ríen indiferentes del dolor ajeno, para que conmueva su corazón, roguemos al Señor.
  • Por los que son insultados, odiados, rechazados. Para que unan sus sufrimientos a la cruz de Cristo, roguemos al Señor.

     Señor Jesucristo, tú quisiste experimentar la pobreza, el hambre, el sufrimiento y la persecución, que padecen tantos hombres y mujeres en el mundo. Haznos participar en tu Resurrección, y que nuestras vidas proclamen la felicidad que nos prometes y a la que nos llamas, porque tú eres nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios, Padre amoroso:

En la pobreza de nuestros corazones

tú nos das a tu Hijo Jesucristo

como nuestro alimento y nuestra bebida de vida.

Que él nos dé valor

para poner toda nuestra confianza y esperanza en él,

de modo que lo sigamos, no de modo ciego,

sino con deliberación y conocimiento profundos

en su camino de lealtad y pobreza,

para que obtengamos con él tu felicidad

que permanece para siempre,

por los siglos de los siglos.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

Demos gracias y alabanza a nuestro Padre del cielo porque sabemos que estamos en sus manos. En él y por él tenemos vida y verdadera felicidad.

 

Invitación al Padre Nuestro

Con los que tienen hambre de pan, de amor y de felicidad,

roguemos al Padre del cielo

con las palabras que su Hijo Jesús nos enseñó.

R/ Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de la maldición

de poner nuestra confianza en nosotros mismos,

en nuestras posesiones, en nuestros propios planes,

en nuestros esquemas mundanos para lograr felicidad.

En cambio, danos la bendición

de caminar por tus caminos,

aunque nos parezcan inseguros;

de vivir desprendidos, aceptando nuestra pobreza

y hambreando tu amor y tu verdad,

mientras aguardamos con gozosa esperanza

la venida gloriosa de Jesucristo Resucitado,

Señor y Salvador nuestro.

 

Invitación a la Comunión

Este es el Señor Jesús que dijo:

“Dichosos ustedes que son pobres;

dichosos ustedes que ahora pasan hambre,

porque serán saciados”.

Dichosos realmente nosotros,

invitados a la mesa del Señor

para llenarnos de su vida y bendición.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Señor Dios nuestro:
Las palabras que hoy hemos escuchado de Jesús, tu Hijo,

son difíciles de oír y de aceptar;

van en contra de nuestra mentalidad humana.

Que tu Hijo nos haga sabios

con tu propia actitud interior y tu sabiduría

y que nos dé valor

para estar al lado de los pobres y de los que sufren,

para que nuestra insuficiencia humana

atraiga las riquezas de tu gracia,

que tú nos ofreces

por medio de Jesucristo nuestro Señor.

 

Bendición

Hermanos: “Maldición o bendición…” Elijan, dice Jeremías. “¡Felices ustedes…!” “¡Ay de ustedes…!”, dice Jesús por medio del evangelista Lucas. Seamos conscientes de nuestra propia indigencia; de que, después de todo, ante Dios somos mendigos que tenemos que abrir nuestras manos y extender nuestros brazos hacia él, para lograr una felicidad auténtica y duradera. Que no nos diga nunca el Señor un “¡Ay de ustedes!” o una maldición, sino una bondadosa bendición. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

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