Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

VIERNES SANTO

Description

29 de Marzo, 2024

 

VIERNES SANTO

 

CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

 

El Siervo Sufriente vence

 

El grito de todos los crucificados

 

“Todo se ha cumplido”

 

Introducción

 

El Siervo Sufriente vence

Estamos aquí para recordar con veneración la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Él está ante nosotros como el hombre de dolores, insultado, torturado, desfigurado, aplastado, finalmente muerto en una cruz con la muerte vil de un criminal. Sin embargo, al pie de la cruz, no estamos lamentándonos por un hombre cuya vida fue un fracaso, ya que para nosotros la cruz es signo de victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Creemos que él es Hijo del mismo Dios, resucitado de entre los muertos y vivo en medio de nosotros. Ésta no es una mera historia acerca del pasado, ya que la Pasión y muerte de Jesús continúa todavía hoy en la gente y en los pueblos que sufren, en los pobres, en los hambrientos, en los drogadictos, en las víctimas de la guerra, en todos los que son crucificados de cualquier manera. Pero también creemos que Cristo resucita hoy en cristianos que luchan contra el pecado y contra el mal, en los que llevan esperanza y alegría a sus hermanos. Este es el modo cómo estamos unidos con nuestro Señor hoy, Viernes Santo.

 

El grito de todos los crucificados

Viernes Santo: Día bueno y santo para nosotros, pero humillante para Jesús. En su Pasión y muerte, parece que Dios está reducido al silencio. Pero hoy no lloramos por alguien que murió. Hoy alzamos los ojos al Jesús que murió para darnos vida. Su muerte significa la victoria de la vida sobre la muerte, porque percibimos la muerte de Jesús a la luz de su resurrección y como el principio de nuestra vida resucitada. La muerte queda derrotada. Por eso alzamos los ojos a un Cristo resucitado. En el grito de Jesús en la cruz oímos no solo el grito desesperado de todos los que han sido crucificados en sus vidas, sino también su grito de esperanza: ellos y nosotros venceremos con Jesús a todo el mal.

 

“Todo se ha cumplido”

Justamente antes de su muerte en la cruz, Jesús dice: “Todo se acabó” o “Todo se ha cumplido”. ¿Qué es lo que “se acabó y está cumplido”? Se acabó su tortura en la cruz, su vida terrena y su tarea en el mundo. Cumplida queda en él la voluntad del Padre y su misión de traer perdón y vida a los hombres. Todo está cumplido por lo que respecta a la misión de Jesús en la tierra, y estamos seguros de que el mal nunca triunfará de nuevo sobre él: La victoria final pertenece a Dios. Pero… lo que todavía no está cumplido es el sueño de Dios para los hombres: el reino de justicia, fraternidad, compasión y amor aquí en la tierra. Porque somos nosotros, los discípulos de Jesús, los que tenemos que cumplir esa tremenda tarea inacabada. Tenemos que acoger al Espíritu de Jesús para que lleve a cabo esa misión en nosotros y con nosotros. Mientras haya hermanos que sufren de hambre e injusticia, ellos están añadiendo lo que faltaba al sufrimiento de Jesús, y nosotros, los discípulos, tenemos que eliminar esos males. Esta celebración de la Pasión del Señor nos recuerda esta tremenda misión, de forma que podamos ayudar a nuestros hermanos a resucitar con él.

 

Oración Colecta

Oremos a Dios el Señor

para que nos haga hombres y mujeres nuevos

a imagen y semejanza de su Hijo querido, Jesús.

                                    (Pausa)

Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

tu querido Hijo Jesús se hizo uno de nosotros.

Nacido de la Virgen María,

fue como nosotros en todo, menos en el pecado.

Por el sufrimiento de su Pasión

tú nos salvas de la muerte que merecemos

por ser co-responsables del mal y del pecado

en nosotros y en el mundo.

Que su sufrimiento no haya sido en vano.

Llénanos con la vida y la gracia

que ganó para nosotros en la cruz,

y ayúdanos a imitarlo y ser semejantes a él,

nuestro Señor resucitado

que vive y reina contigo

por los siglos de los siglos.

 

Primera Lectura (Is 52,13–53,12): Jesús tomó nuestras desgracias sobre sí

Siempre es difícil aceptar el sufrimiento; y éste siempre será un misterio. Sin embargo es a través del sufrimiento cómo el Siervo Sufriente de Dios ganó su victoria sobre el mal y sobre el pecado. El sufrimiento es parte de la vida y una fuente de vitalidad, en nosotros igual que en Jesús, el Siervo Sufriente.

 

Is 52,13–53,12: Fue traspasado por nuestras rebeldías

Miren, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. 14Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre ni tenía aspecto humano; 15así asombrará a muchos pueblos; ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo que nunca se había visto y contemplar algo inaudito…

 

Salmo 31: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu

R. (Lc 23, 46) Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor, me acojo:
que no quede yo nunca defraudado.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
y tú, mi Dios leal, me librarás.
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Se burlan de mí mis enemigos,
mis vecinos y parientes de mí se espantan,
los que me ven pasar huyen de mí.
Estoy en el olvido, como un muerto,

Como un objeto tirado en la basura.
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Pero yo, Señor, en ti confío.
Tú eres mi Dios,
y en tus manos está mi destino.
Líbrame de los enemigos que me persiguen.
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
y sálvame, por tu misericordia.
Sean fuertes y valientes de corazón,
Ustedes, los que esperan en el Señor.
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

 

Segunda Lectura (Heb 4,14-16; 5,7-9): Jesús sintió nuestras debilidades y las asumió para redimirlas

Jesús sufrió por nosotros para salvarnos. Desde su muerte y resurrección, quienquiera que sufra puede unir sus propias penas a los dolores de Jesús y participar de su victoria sobre el mal.

 

Heb 4,14-16; 5,7-9: Se ha convertido en autor de salvación

Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote excelente que penetró en el cielo, mantengámonos firmes en nuestra confesión de fe. 15El sumo sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado. 16Por tanto, acerquémonos confiados al trono de nuestro Dios, para obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno…

 

Aclamación antes del Evangelio

Flp 2, 8-9

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros
y por obediencia aceptó incluso la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

 

Pasión de Jesús (Jn 18,1 -19,42): “Todo está cumplido”

El apóstol Juan estuvo al pie de la cruz. Él quiere que el mundo sepa que Jesús no es un mero hombre que sufrió, y a quien condenaron a muerte y ejecutaron, sino que es el propio Hijo de Dios que voluntariamente ofreció su vida por todos, de forma que podamos llegar a ser hijos e hijas de Dios.

 

Jn 18,1–19,42: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.

Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?” Le contestaron: “A Jesús, el nazareno”. Les dijo Jesús: “Yo soy”. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: “¿A quién buscan?” Ellos dijeron: “A Jesús, el nazareno”. Jesús contestó: “Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”. Así se cumplió lo que Jesús había dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’.

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: “Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”

El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’.

Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?” Él dijo: “No lo soy”. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: “Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”.

Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: “¿Así contestas al sumo sacerdote?” Jesús le respondió: “Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?” Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: “¿No eres tú también uno de sus discípulos?” Él lo negó diciendo: “No lo soy”. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: “¿Qué no te vi yo con él en el huerto?” Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo.

Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua.

Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: “¿De qué acusan a este hombre?” Le contestaron: “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído”. Pilato les dijo: “Pues llévenselo y júzguenlo según su ley”. Los judíos le respondieron: “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”. Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Pilato le dijo: “¿Y qué es la verdad?”

Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: “No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?” Pero todos ellos gritaron: “¡No, a ése no! ¡A Barrabás!” (El tal Barrabás era un bandido).

Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían: “¡Viva el rey de los judíos!”, y le daban de bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo: “Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: “Aquí está el hombre”. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” Pilato les dijo: “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él”. Los judíos le contestaron: “Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”.

Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: “¿De dónde eres tú?” Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?” Jesús le contestó: “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor”.

Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: “¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César”. Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: “Aquí tienen a su rey”. Ellos gritaron: “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!” Pilato les dijo: “¿A su rey voy a crucificar?” Contestaron los sumos sacerdotes: “No tenemos más rey que el César”. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz se dirigió hacia el sitio llamado “la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Soy rey de los judíos’ ”. Pilato les contestó: “Lo escrito, escrito está”.

Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Por eso se dijeron: “No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca”. Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: “Todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.

Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.

Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.

 

 

Introducción del Celebrante para la Oración Universal

Reunidos todos nosotros al pie de la cruz, rogaremos ahora por las grandes necesidades de la Iglesia y del mundo, ya que nos acordamos hoy de que Jesús dio su vida para que todos sean salvados y reunidos en su Cuerpo, la Iglesia.

 

Introducción del Celebrante al Rito de veneración de la Cruz

Vamos a venerar ahora la cruz del Señor. Quizás parezca bastante extraño, pero venerar la cruz no significa, aun en este Viernes Santo, llorar la muerte de Jesús. Es cierto, estamos tristes y afligidos porque nuestros pecados causaron su muerte; sin embargo hoy aclamamos y besamos la cruz como el signo de la victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte, y, por lo tanto, la cruz se convierte para nosotros en el signo de nuestra liberación. Jesús resucitó de entre los muertos y está vivo y resucitado. Por tanto, nosotros podemos resucitar espiritualmente y estar vivos para el perdón y la alegría, para la vida y la esperanza.

 

Introducción al Rito de Comunión

Ante nosotros yace el cuerpo destrozado

de nuestro Señor Jesucristo.

Él no vivió para sí; tampoco murió para sí.

Vivió y murió por y para nosotros.

Él mismo nos invita ahora

a tomar y comer su Cuerpo en su memoria,

a compartir su Pasión y muerte

y a resucitar con él

a una vida cristiana más profunda.

Él nos invita también

a partir y compartir el pan unos con otros.

Oremos ahora con Jesús a nuestro Padre del cielo:

R/ Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males

y danos la paz en nuestros días.

Por tu misericordia, guárdanos libres de pecado

y renueva con nosotros tu Alianza

por el amor con el que tu Siervo Sufriente

murió hoy en la cruz por nosotros,

con la alegre esperanza de resucitar de nuevo

como nuestro glorioso Salvador Jesucristo.

R/ Porque tuyo es el reino…

 

Invitación a la Comunión

Así dice el Señor:

Si el grano de trigo no se entierra,

permanece un solo grano;

pero si muere, produce abundante fruto.

                       (Alzando la hostia)

Éste es el Cuerpo de nuestro Señor

que murió en la cruz

para ser nuestra fuente de vida.

Dichosos nosotros invitados

a la Cena de la vida y del perdón.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Señor Dios, Padre misericordioso:

Te damos gracias por amarnos tanto

que entregaste a tu único Hijo Jesucristo

para regenerarnos con nueva vida

por su muerte y triunfante resurrección.

Continúa dándonos la fuerza

para vencer en nuestras luchas

contra el pecado y el mal;

y para llevar nuestras cruces en la vida

junto con tu Hijo.

Haz que creamos firmemente

que tú quieres que vivamos una vida nueva

y que te prestemos siempre fiel y dedicado servicio.

Ayúdanos a darnos generosamente unos a otros

por medio de Jesucristo nuestro Señor.

 

Oración de Bendición sobre el Pueblo

Señor Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo:

Bendice a tu pueblo reunido aquí ante ti,

en este Viernes Santo.

Que tu Hijo no haya muerto por nosotros en vano.

Envíanos a nuestros hogares con la certeza

de que nuestros pecados están perdonados,

de que podemos vencer el mal

y de que la muerte no es el final de todo.

Danos a tu Hijo glorioso y resucitado

como nuestro compañero en el camino de la vida,

para que nos ayude a crecer en tu vida eterna

y para dar testimonio a todo el mundo

de que él vive entre nosotros

como nuestro Señor y Salvador,

por los siglos de los siglos.

 

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