Domingo 3 de Mayo de 2025
TERCER DOMINGO DE PASCUA
Encontrando al Señor Resucitado
Saludo (Ver la Segunda Lectura)
Al que está sentado en el trono
y al Cordero
toda alabanza, honor, gloria y poder.
Que el Señor Resucitado esté con ustedes.
Introducción del Celebrante
Quizás sintamos envidia de los apóstoles porque vieron y experimentaron a Jesús después de que resucitó de entre los muertos. No hay ninguna razón para tenerles envidia: Si tenemos fe, nosotros también lo experimentamos resucitado, vivo, presente, y compartiendo nuestra vida. Si tenemos fe, sabremos que él está aquí cuando sufrimos contratiempos y fracasos o cuando nos regocijamos por cosas bellas de la vida. Si tenemos fe, sabemos que Jesús está ahí cuando nos fortalecemos y animamos unos a otros. Si tenemos fe, sabemos que Jesús está con nosotros cuando compartimos una comida de amistad, y, especial y profundamente, cuando participamos y comemos juntos en el banquete de la eucaristía. Alcemos nuestras cabezas y sintámonos felices: ¡El Señor Resucitado está con nosotros en nuestra vida!
Acto Penitencial
Cuando pecamos es como si quisiéramos
dejar al Señor fuera de nuestra vida.
Pidámosle ahora que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, tú caminas a nuestro lado
cuando sufrimos y luchamos,
pero con frecuencia no te reconocemos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, te encontramos a ti
cuando animamos a los enfermos y desalentados,
pero frecuentemente no nos damos cuenta
de que en ellos estás tú.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú estás presente
cuando compartimos nuestra alegría y amistad
en torno a la mesa
y cuando preparas ante nosotros
el banquete de la eucaristía.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor;
perdona nuestros pecados y renueva nuestra alegría.
Camina a nuestro lado y llévanos
a la felicidad de la vida eterna.
Oración Colecta
Pidamos al Padre
que nos dé suficiente fe y amor
para reconocer a Jesús presente en nuestra vida.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Qué diferente y cuánto más rica sería nuestra vida
si fuéramos más conscientes
de la presencia ente nosotros
de Jesús, tu Hijo resucitado,.
Danos suficiente fe y amor para verlo
cuando inspira y guía a nuestra comunidad
por el camino de la justicia y la compasión.
Haz que sintamos su presencia
cuando nos esforzamos y luchamos,
aunque nos parezca que lo hacemos en vano.
Haz que lo reconozcamos como huésped
en nuestros hogares y en nuestras comidas de familia.
Haznos totalmente conscientes
de que él está en medio de nosotros
cuando nos reunimos para la oración,
especialmente para la eucaristía.
Porque entonces seremos fuertes y alegres
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Primer Lectura: Hechos 5,27b-32.40b-41: Testigos somos nosotros y el Espíritu
Ninguna amenaza de los poderosos puede silenciar a la Iglesia que da testimonio del Señor Resucitado. Como los
apóstoles, nosotros también podemos contar con la fuerza del Espíritu Santo.
En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: 28Les habíamos ordenado no enseñar mencionando ese nombre, y han llenado Jerusalén con su doctrina y quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre. 29Pedro y los apóstoles replicaron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien ustedes ejecutaron colgándolo de un madero. 31A él, Dios lo ha sentado a su derecha, nombrándolo jefe y salvador, para ofrecer a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados. 32De estos hechos, nosotros somos testigos con el Espíritu Santo que Dios concede a los que creen en él. 40Prohibieron a los Apóstoles hablar en nombre de Jesús y los despidieron. 41Ellos se marcharon del tribunal contentos de haber sido considerados dignos de sufrir desprecios por el nombre de Jesús.
Salmo 30: Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.
R. (2a) Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste
que se rieran de mí mis enemigos.
Tú, Señor, me salvaste de la muerte
ya punto de morir, me reviviste.
R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.
Alaban al Señor quienes lo aman,
den gracias a su nombre,
porque su ira dura un solo instante
y su bondad, toda la vida.
El llanto nos visita por la tarde;
por la mañana, el jubilo.
R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.
Escúchame, Señor, y compadécete;
Señor, ven en mi ayuda.
Convertiste mu duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente.
R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.
Segunda Lectura: Apocalipsis 5,11-14: Digno es el Cordero de recibir la alabanza
El apóstol Juan anima a los cristianos perseguidos con una visión celestial. Allí ve a Jesús en su gloria. Aunque Jesús fue sacrificado, él está vivo y glorioso. Los que han recibido vida de él comparten su vida y su victoria de Resucitado.
Yo, Juan, me fijé y escuché la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los vivientes y los ancianos: eran millones y millones, 12y decían con voz potente: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, el saber, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. 13Y escuché a todas las criaturas, cuanto hay en el cielo y en la tierra, bajo tierra y en el mar, que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza y el honor y la gloria y el poder por los siglos de los siglos. 14Los cuatro vivientes respondían Amén y los ancianos se postraban adorando.
Evangelio: Juan 21,1-19: Jesús les dio pan y pescado
Los apóstoles estaban pescando en el mar, evidentemente sin éxito. Ellos no reconocieron la presencia del Señor. Pero él estaba realmente con ellos, como lo está con nosotros, para darnos fuerza y esperanza.
Jesús se apareció de nuevo a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se apareció así: 2Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos. 3Les dice Simón Pedro: Voy a pescar. Le responden: Nosotros también vamos. Salieron, y subieron a la barca; pero aquella noche no pescaron nada. 4Al amanecer Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era Jesús. 5Les dice Jesús: Muchachos, ¿tienen algo de comer? Ellos contestaron: No. 6Les dijo: Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Tiraron la red y era tanta la abundancia de peces que no podían arrastrarla. 7El discípulo amado de Jesús dice a Pedro: Es el Señor. Al oír Pedro que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.8Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces, porque no estaban lejos de la orilla, apenas unos cien metros. 9Cuando saltaron a tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan. 10Les dice Jesús: Traigan algo de lo que acaban de pescar. 11Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, la red no se rompió. 12Les dice Jesús: Vengan a comer. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. 13Jesús se acercó, tomó pan y se lo repartió e hizo lo mismo con el pescado. 14Ésta fue la tercera aparición de Jesús, ya resucitado, a sus discípulos.
Oración de los Fieles
Pidamos a nuestro Señor Jesucristo por todos los que dan testimonio de él en su vida y apostolado, y digamos: R/ Señor Resucitado, escucha nuestra oración.
Señor, ¡qué bueno estar aquí contigo! Tú eres nuestra fuerza y nuestra alegría, ahora y por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre amoroso:
Tú pones buenas palabras en nuestra boca
y llenas nuestras manos con buenos dones;
tú nos confías hasta a tu propio Hijo
y lo pones en nuestras manos en la eucaristía.
Te pedimos que, por medio de él y con él,
lleguemos a ser para el mundo
tu Palabra y tu don, tu signo de esperanza.
Haznos capaces de dar testimonio
de tu Amor para con los hombres,
hoy y mañana,
y por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con corazón alegre, alabamos al Padre por la continua presencia de Jesús en toda su Iglesia, en sus líderes y en todos nosotros.
Invitación al Padre Nuestro
Con la más plena confianza,
oramos a nuestro Padre del cielo
que permanezca siempre con nosotros
por medio de su Hijo Resucitado, Jesucristo.
Y así decimos: R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos la paz en nuestros días.
Fortalécenos con el poder de tu Hijo,
el Cordero que fue degollado por nosotros,
para que nuestra fe permanezca firme
en persecuciones, contradicción y pruebas,
mientras esperamos con gozo la venida gloriosa
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor,
que nos dice a nosotros, sus discípulos hoy:
“Vengan a comer en mi banquete.”
Él toma pan y nos lo da.
Dichosos nosotros
que sentimos que el Señor está aquí a nuestro lado.
R/Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Padre amoroso:
Nos sentimos muy felices de darte gracias
por permitirnos encontrarnos con tu Hijo Jesús
aquí en la eucaristía.
Que las palabras en las que reconocemos su voz
sigan resonando en nuestro corazón y en nuestra vida.
Que, ahora que hemos compartido juntos su mesa,
su Pan de Vida nos dé fuerza
para dar testimonio de su nombre
y para dar ánimo y esperanza
a nuestros hermanos y hermanas.
Te lo pedimos en nombre de Jesucristo el Señor.
Bendición
Hermanos: ¡Qué bueno que hemos tomado más conciencia de cómo el Señor Resucitado está con nosotros, no solo en esta eucaristía, sino también en la vida de cada día! Aprendamos a percibir los signos de su presencian la gente que encontramos, en el bien que otros nos hacen y en todo lo que hacemos los unos por los otros. Que esto nos dé a todos entusiasmo y alegría. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.