Domingo 3 de Julio
DECIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Los discípulos deben ser misioneros
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Misericordia y paz
para todos los que llegan a ser nuevos en Cristo.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo
esté siempre con ustedes.
¿Cuántas personas pertenecen a nuestra Iglesia? Los católicos no alcanzan al 18% de la población mundial. Sin embargo, Lucas recuerda hoy lo que Jesús nos dijo: “La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rueguen al Señor que envíe obreros a su mies”. Y entonces, ¿a quién envía Jesús? No sólo a los pastores sino también a los discípulos. Y ¿a dónde los envía? A todas las naciones y a todos los pueblos, ya que son setenta y dos, tantos como pueblos conocidos en aquel tiempo. ¿Y cómo los envía? Con toda humildad, recibiendo la hospitalidad y bondad de la gente y proclamándoles el Reino de Dios. Pidamos a Jesús que nos haga mensajeros idóneos, especialmente por la forma como vivimos nuestra vida cristiana.
Acto Penitencial
Somos mensajeros de Jesús.
¿Ayuda nuestra forma de vivir
a que él sea conocido y amado por los hermanos?
Examinémonos ante el Señor.
(Pausa)
Señor Jesús, tú nos envías a sanar a los enfermos
aquejados de cualquier enfermedad
y a anunciar el Reino de Dios.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú nos dices que vayamos a la gente con mucha discreción,
y que aceptemos todo lo que ella
con generosidad nos ofrezca.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos aseguras que nada nos va a herir
y que nuestros nombres están escritos en el cielo.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor,
y perdona todos nuestros pecados.
Danos entusiasmo para anunciarte a los hermanos
para que ellos te conozcan, y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que, con nuestra vida,
proclamemos el Evangelio.
(Pausa)
Señor Dios de paz y de alegría:
Tú quieres que todo el mundo viva
en tu Alianza de paz y misericordia.
Sigue convocando a toda la Iglesia,
y a cada uno de nosotros,
para llevar al mundo un mensaje de paz
de justicia y de amor restaurados.
Desármanos de nuestros temores,
y, por el poder de tu Espíritu,
envíanos a anunciar la Buena Nueva,
de forma que todos reconozcan y acepten
a nuestro Señor y Salvador Jesucristo,
ahora y por los siglos de los siglos.
Primer Lectura (Is 66,10-14c): Un río de paz
En tiempo de guerra y dificultades, un profeta dice con valentía: “Dios es nuestra madre que nos va a dar la paz”.
Festejen a Jerusalén, gocen con ella, todos los que la aman; alégrense de su alegría los que por ella estaban de duelo; 11mamarán de sus pechos y se saciarán de sus consuelos, y saborearán las delicias de sus pechos abundantes.12Porque así dice el Señor: Yo haré correr hacia ella, como un río, la paz; como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Ella los amamantará y los llevará en brazos, y sobre las rodillas los acariciará 13como a un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo. 14Al verlo se alegrará su corazón y sus huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos.
Segunda Lectura (Gál 6,14-18): Tenemos que llegar a ser nuevos en Cristo
Aun cuando tengamos que sufrir, como el Señor, podemos gozar de paz, si nos esforzamos por hacernos nuevos y mejores en Cristo.
Hermanos: Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme, si no es de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. 15Estar o no estar circuncidado, no tiene ninguna importancia; lo que importa es ser una nueva criatura. 16Paz y misericordia para todos los que siguen esta norma, y para el Israel de Dios. 17En adelante no quiero que nadie me cause más dificultades, ya llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. 18Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.
Evangelio (Lc 10,1-12.17-20): Jesús envía a sus discípulos en Misión
Jesús envía a sus setenta y dos discípulos al mundo para llevar el mensaje de paz de Dios a los que quieran escucharlo. Los que acojan este mensaje tendrán paz.
Designó el Señor a otros setenta [y dos] y los envió por delante, de dos [en dos], a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir. 2Les decía: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha. 3Vayan, que yo los envío como ovejas entre lobos. 4No lleven bolsa ni alforja ni sandalias. Por el camino no saluden a nadie. 5Cuando entren en una casa, digan primero: Paz a esta casa. 6Si hay allí alguno digno de paz, la paz descansará sobre él. De lo contrario, la paz regresará a ustedes. 7Quédense en esa casa, comiendo y bebiendo lo que haya; porque el trabajador tiene derecho a su salario. No vayan de casa en casa. 8Si entran en una ciudad y los reciben, coman de lo que les sirvan. 9Sanen a los enfermos que haya y digan a la gente: El reino de Dios ha llegado a ustedes. 10Si entran en una ciudad y no los reciben, salgan a las calles y digan: 11Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos y se lo devolvemos. Con todo, sepan que ha llegado el reino de Dios. 12Les digo que aquel día la suerte de Sodoma será menos rigurosa que la de aquella ciudad. 17Volvieron los setenta y dos muy contentos y dijeron: Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían. 18Les contestó: Estaba viendo a Satanás caer como un rayo del cielo. 19Miren, les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada los dañará. 20Con todo, no se alegren de que los espíritus se les sometan, sino de que sus nombres están escritos en el cielo.
Oración de los Fieles
Ya que somos sus discípulos, Jesús nos envía a compartir su mensaje de paz y alegría. Presentémosle ahora el deseo profundo de paz y esperanza de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo, y digámosle: R/ Señor, escucha a tu Pueblo.
Señor Jesucristo, danos la gracia de saber amar y compartir tu Buena Noticia de Salvación, pues tú eres nuestra paz, alegría y esperanza, ahora y por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Que tu Hijo Jesús parta para nosotros su Pan de paz
y escancie para nosotros su vino de alegría.
Que él venga con nosotros
para que hablemos palabras que generen paz
y para que tengamos el valor
de buscar la paz de la justicia,
del perdón y de la esperanza,
hoy y por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con Jesús, alabamos ahora y damos gracias al Padre por habernos salvado por la muerte y Resurrección de su Hijo. Que, como discípulos suyos, trabajemos fielmente para llevar a todos al Reino de Dios.
Invitación al Padre Nuestro
Como discípulos muy interesados por el Reino de Dios,
oramos a nuestro Padre del cielo
con la oración del Señor,
para que éste Reino alcance a todos los hombres.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos tu paz en nuestros días.
Líbranos de toda auto-complacencia
que nos encierra en nosotros mismos.
Ayúdanos a compartir la alegría y esperanza
de la Buena Noticia salvadora del Evangelio
con todos los que la anhelen
y también con los que sean indiferentes a ella
al desconocer sus riquezas.
Que ojalá todos nosotros trabajemos juntos
para la venida entre nosotros
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el Reino…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor, que nos dice:
“Vengan a mí, todos los cansados y agobiados,
que encuentran la vida difícil de soportar,
porque los voy a refrescar”.
Vengan, gustemos y veamos
la bondad del Señor.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú has partido para nosotros el único Pan de tu Hijo
y nos has servido el vino de su única copa salvadora.
Que ojalá todos formemos y permanezcamos
como único Cuerpo vivo de Cristo
en unidad, amor y paz.
Envíanos a llevar a todos tu paz,
como personas que la construyen y la aman
y que quieren ser sus instrumentos en el mundo entero.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: El mensaje de hoy debería sacudir interiormente al Pueblo de Dios, a todos y cada uno de nosotros, a convertirnos en una Iglesia misionera, abierta a todos, que alcance a todos, porque sólo Cristo y su Evangelio pueden ofrecer alegría auténtica y paz verdadera. Todos nosotros somos parte de esa Iglesia, y, por tanto, nuestra tarea es hacer visible que Cristo está vivo entre nosotros. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.