Domingo 7 de Agosto
DECIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
“Estén listos en la fe”
Saludo (Ver Heb 3,14)
Jesús, el Señor, está aquí con nosotros.
Somos todos compañeros suyos
si guardamos la confianza
que tuvimos en él al principio.
Que él esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante
Sorprende cómo mucha gente vive con temor: miedo a la enfermedad, miedo a perder a sus seres queridos, miedo a la propia muerte, miedo al hoy, miedo al mañana. Jesús nos tranquiliza: “¡No teman! ¡No pierdan la esperanza! ¡Tengan fe!” Incluso cuando atravesamos días difíciles, no debemos perder nunca nuestra fe y nuestra esperanza y mantenernos siempre alertas a la venida amorosa del Señor en medio de nosotros. En esta eucaristía pedimos al Señor que nos mantenga siempre atentos a su presencia.
Acto Penitencial
Reconozcamos ante el Señor
que a veces hemos dejado de creer plenamente
en sus promesas y en su futuro.
(Pausa)
Señor Jesús: tú nos dices:
“No teman. Confíen en mí.”
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús: tú nos pides
que estemos siempre dispuestos
a abrirte la puerta cuando llames.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú esperas de nosotros
que, como fieles siervos tuyos,
te sirvamos en los hermanos
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, que tu bondadoso perdón
fortalezca nuestra fe y nuestra esperanza.
Y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Pidamos el don de la confianza
en las promesas de Dios.
(Pausa)
Señor Dios, tú eres invisible
y, sin embargo, eres
fundamento de toda realidad visible,
de todo lo que cuenta.
Y nosotros buscamos ansiosamente
seguridad y certeza,
algo visible y palpable
a lo que podamos agarrarnos.
Nos da miedo caminar en la oscuridad
y nos sentimos confusos
al no conocer a dónde nos conduce el camino.
Sé tú, verdaderamente, nuestro Dios
en quien confiemos;
ayúdanos a servirte fielmente ahora
y a estar dispuestos a seguirte en el futuro.
Tómanos de la mano
y guíanos a través de los obstáculos de la vida
hacia la tierra de tus promesas.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
Primera Lectura (Sab 18,6-9): “Confía en las promesas de Dios”
Cuando el Pueblo de Dios tenía que pasar por pruebas y dificultades, recordaba siempre la noche de la primera Pascua en la que Dios los liberó de la esclavitud de Egipto.
Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. 7Tu pueblo esperaba ya la salvación de los justos y la perdición de los enemigos, 8pues con una misma acción castigabas a los adversarios y nos honrabas llamándonos a ti. 9Los piadosos, hijos de los buenos, ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes, y empezaron a entonar las alabanzas de los padres.
Segunda Lectura (Heb 11,1-2.8-19): Abrahán, padre de la fe
Abrahán se convirtió en peregrino de la fe porque confió en las promesas de Dios. Él es nuestro modelo, aun cuando, como él, no veamos a dónde nos lleva Dios.
La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. 2Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. 8Por fe obedeció Abrahán a la llamada de salir hacia el país que habría de recibir en herencia; y salió sin saber adónde iba. 9Por fe se trasladó como forastero al país que le habían prometido y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa. 10Porque esperaba la ciudad construida sobre cimientos cuyo arquitecto y constructor es Dios. 11Por fe también Sara, aun pasada la edad, recibió vigor para concebir, porque pensó que era fiel el que lo prometía. 12Así, de uno solo, y ya cercano a la muerte, nació una multitud como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas…
Evangelio (Lc 12,32-48): Preparados para la venida del Señor
Nuestra fe debería ser tan firme que nos hiciera confiar en la Palabra de Jesús y estar dispuestos a encontrarnos con él en cualquier momento.
Dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño, que el Padre de ustedes ha decidido darles el reino. 33Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla. 34Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón. 35Tengan la ropa puesta y las lámparas encendidas. 36Sean como aquellos que esperan que el amo vuelva de una boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. 37Dichosos los sirvientes a quienes el amo, al llegar, los encuentre despiertos: les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentarse a la mesa y les irá sirviendo. 38Y si llega a media noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. 39Entiendan bien esto, si el dueño de casa supiera a qué hora iba a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su casa. 40Ustedes también estén preparados, porque cuando menos lo piensen llegará el Hijo del Hombre…
Oración de los Fieles
Oremos con la mayor confianza a nuestro Dios, fiel y bondadoso, y digámosle: R/ Señor, en ti ponemos toda nuestra confianza.
Señor, sabemos que nos quieres y que cuidas de nosotros. Confiamos en ti, nuestro Dios vivo, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Aquí te presentamos pan y vino,
signos de que creemos y esperamos
en un mundo que no sabe con seguridad
a dónde se encamina.
Acepta nuestra acción de gracias
por darnos la certeza de que no tenemos que temer,
ya que has preparado para nosotros
el banquete de tu Hijo, Jesucristo.
Que él nos dé una fe firme y viva
que nos haga confiar en el futuro
como cumplimiento
de todas nuestras esperanzas.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Cada eucaristía es una celebración de fe y de esperanza, porque Dios se hace presente ahora entre nosotros como prenda de nuestra Resurrección y del retorno glorioso de Cristo. Demos gracias al Padre por ello.
Invitación al Padre Nuestro
Con Jesús, nuestro Señor,
nos encomendamos a nuestro Padre del cielo
y esperamos de él todos los bienes;
y así decimos:
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y de todo temor de entregarnos a ti,
aun cuando no estemos seguros
de a dónde nos conduces.
Llámanos para salir
de nuestras certezas y seguridades humanas
y condúcenos a la tierra de tu promesa,
por medio de Jesucristo, nuestro Salvador y Señor.
R/ Tuyo es el Reino…
Invitación a la Comunión
Éste es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los siervos
a quienes el Señor, cuando venga,
encuentre despiertos.
Les ofrecerá un puesto a su mesa
y los servirá.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Tú has guardado tu promesa:
has partido para nosotros el Pan de tu Hijo
y nos has servido el vino de alegría.
Jesús mismo nos ha llamado a su mesa.
Ayúdanos a guardar vivo
tu sueño de felicidad y justicia para todos.
Ayúdanos a vivir con fe
y a apoyarnos unos a otros,
mientras nos llevas a tu Tierra prometida,
por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Hemos vigilado y orado con el Señor. Seamos hombres y mujeres que esperen su retorno glorioso, listos para abrir la puerta tan pronto como él venga y llame, ya que quien llama –sea amigo o extraño, conocido o desconocido– representa al Señor mismo en persona. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.