Domingo 21 de Agosto
VIGESIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
“Muchos vendrán de Oriente y Occidente…”
Saludo
El Señor nos ha reunido aquí y ahora
para hacernos uno con Jesús
aunque seamos diferentes unos de otros,
y para ser un ejemplo
de la unidad en la diversidad de toda la Iglesia universal.
Que Jesús, nuestro único Señor, nos una a todos
y que esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante
A todos nos gusta ir a una casa cuyas puertas estén siempre abiertas y que nos reciban bien. Así quiere Jesús que sea su Iglesia: Una casa de encuentro abierta a todos. Jesús dice de sí mismo que él es la puerta del redil de sus ovejas... siempre abierta a los que lo buscan, aun cuando también sale en busca de los que se extraviaron… Pero, al mismo tiempo, Jesús nos dice que la puerta es estrecha. Tenemos que hacer un esfuerzo serio para llegar a ser como Jesús y para amar y servir a Dios y a su Pueblo, procurando vivir según el espíritu del Evangelio. Con Jesús, damos ahora gracias al Padre, y le pedimos que nos dé la gracia de que seamos nosotros también acogedores y abiertos a todos.
Acto Penitencial
Pedimos ahora al Señor que nos perdone,
Porque, con frecuencia, lo hemos honrado
más con nuestros labios
que con nuestros corazones y nuestras obras.
(Pausa)
Señor Jesús, en esta eucaristía
vamos a comer y beber sentados a tu mesa.
Nosotros también queremos compartir con los necesitados
nuestro alimento y bebida.
Ábrenos esa puerta.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, con gozo escuchamos tu Palabra.
Queremos también ponerla en práctica
en nuestra vida de cada día.
Ábrenos esa puerta.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, queremos trabajar para que todos
pertenezcan a tu Pueblo y a tu Reino.
Ábrenos esa puerta.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Dios, por tu bondad y misericordia,
perdona todos nuestros pecados
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que la Iglesia llegue a ser
un hogar para todas las gentes y para todos los pueblos.
(Pausa)
Señor Dios nuestro:
Tú eres el Padre de todos;
y quieres hacer a todos los hombres libres
con la libertad que tu Hijo Jesucristo nos consiguió
por medio de la cruz.
Danos un auténtico sentido de misión,
para que seamos auténticos discípulos suyos,
abiertos a todas las personas, lenguas y culturas.
Haz que humildemente reconozcamos el bien,
dondequiera se encuentre,
y que lo recreemos y lo hagamos perfecto
a imagen de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
por los siglos de los siglos.
Primera Lectura (Is 66,18-21): “Reuniré a todas las naciones…”
La última parte del libro de Isaías acaba con una visión grandiosa: Dios reunirá a todas las naciones en un solo Pueblo santo. Todos serán hermanos y hermanas.
Así dice el Señor: yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria; 19les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia; a las costas lejanas, que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria, y anunciarán mi gloria a las naciones. 20Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor, traerán a todos sus hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi Monte Santo de Jerusalén, dice el Señor, como los israelitas traen la ofrenda en una vasija pura al templo del Señor. 21De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas, dice el Señor.
Segunda Lectura (Heb 12,5-7.11-13): Dios es realmente un Padre
Dios no sería buen Padre si no corrigiera a sus hijos. Nuestras pruebas y dificultades sirven para entrenarnos y fortalecernos en la fe.
¿Han olvidado ya la exhortación que Dios les dirige como a hijos? Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor ni te desanimes si te reprende; 6porque el Señor corrige a quien ama y azota a los hijos que reconoce. 7Aguanten, es por su educación, que Dios los trata como a hijos. ¿Hay algún hijo a quien su padre no castigue? 11Ninguna corrección, cuando es aplicada, resulta agradable, más bien duele; pero más tarde produce en los que fueron corregidos frutos de paz y de justicia. 12Por tanto, fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, 13enderecen las sendas para sus pies, de modo que el rengo no caiga, sino que se sane.
Evangelio (Lc 13,22-30): “Vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán a la mesa”
Para salvarse no es suficiente con pertenecer al Pueblo de Dios. Todos los que viven la vida de Cristo, vengan de donde vengan, son admitidos en el Reino.
En aquel tiempo Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se dirigía a Jerusalén. 23Uno le preguntó: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Les contestó: 24Procuren entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. 25Apenas se levante el dueño de casa y cierre la puerta, ustedes desde afuera se pondrán a golpear diciendo: Señor, ábrenos. Él les contestará: No sé de dónde son ustedes. 26Entonces dirán: Hemos comido y bebido contigo, en nuestras calles enseñaste. 27Él responderá: les digo que no sé de dónde son ustedes. Apártense de mí, malhechores. 28Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras ustedes sean expulsados. 29Vendrán de oriente y occidente, del norte y el sur, y se sentarán a la mesa en el reino del Señor. 30Porque, hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
Oración de los Fieles
Roguemos para que, como Dios mismo, nosotros también sepamos acoger a todos en nuestros corazones y en nuestros hogares, y digamos: R/ Señor, reúnenos a todos en tu Reino.
Señor Dios nuestro, danos la gracia de compartir tu Amor. Que estemos abiertos a todos nuestros hermanos y hermanas y los acojamos cordialmente en Jesucristo, nuestro Hermano mayor y Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Estamos aquí ahora
reunidos como hijos tuyos
en torno a la mesa de tu Hijo Jesús.
No permitas que excluyamos a nadie, o que despreciemos
ni siquiera al más pobre y pequeño de nuestros hermanos,
cercanos o lejanos.
Que ojalá llegue el día en que todos,
de Oriente y de Occidente,
del Norte y del Sur,
vengamos gozosos a tomar nuestro asiento
en el banquete y en la fiesta de Jesús,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Damos ahora gracias a Dios por convocar a gente de todas partes y reunirlas en la Iglesia para formar el Pueblo de Dios, uno y santo.
Nota: Se aconseja hoy usar la Plegaria III, que recoge explícitamente estas ideas.
Invitación al Padre Nuestro
Oremos con las palabras de Jesús, el Señor,
para que el Reino de nuestro Padre celestial
venga a todos.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos unidad y paz.
Sálvanos de nuestro egoísmo
y de nuestra mentalidad de gueto o clan cerrado;
transforma nuestros pensamientos y corazones
tan anchos como el mundo,
abiertos a todos los pueblos y culturas.
Que todos lleguen al descubrimiento gozoso
de nuestro único Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el Reino…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor,
que abre la puerta estrecha de su Reino
a quienquiera que lo busque
con un corazón sincero.
Él nos invita a todos a su mesa.
Dichosos nosotros por aceptar su invitación.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Padre nuestro que estás en el cielo:
En el banquete de fiesta de tu Hijo
nos has fortalecido con su Palabra y con su Cuerpo.
Convéncenos firmemente
del valor de su mensaje y de su vida,
de forma que nuestra fe se haga contagiosa.
Que, con nuestro amor y servicio,
seamos mensajeros vivientes
de la esperanza, el amor y la libertad
ofrecidos a todo el mundo
por Jesucristo, Señor nuestro.
Bendición
Hermanos: Como Jesús envió a sus apóstoles, así también nos envía a nosotros a ir a todo el ancho mundo a proclamar la Buena Noticia de la Salvación. Para poderlo hacer, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre.