Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

TRIGESIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

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Domingo 6 de Noviembre

 

TRIGESIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

El pueblo de la Resurrección

 

Saludo (Ver Segunda Lectura)

Que el propio Señor Jesucristo,

y Dios nuestro Padre, que nos ha amado,

los conforten y los fortalezcan

en todo lo bueno que hacen y dicen.

Que su alegría y esperanza esté siempre con ustedes.

 

Introducción del Celebrante

     Ninguna creencia, ninguna doctrina de fe es tan fundamental para nosotros, cristianos, como la de creer que nuestro Señor Jesús resucitó de entre los muertos y vive para siempre. Juntamente con esto está nuestra fe –que, para la gente pragmática de nuestra época, parece mucho más difícil de aceptar– en que después de nuestra muerte nosotros también resucitaremos a una nueva vida. Somos el Pueblo de un Dios de Vida. Somos el Pueblo de la Resurrección. Somos el Pueblo que espera un futuro infinito de felicidad, alegría y amor. Expresamos esta fe, tranquila pero firme, al reunirnos aquí alrededor de nuestro Señor Resucitado. Pidamos, pues, hoy al Señor, en esta eucaristía, que afiance y fortalezca esta nuestra fe.

 

Acto Penitencial

Pidámosle al Señor que nos restablezca a una vida plena

perdonándonos todos nuestros pecados.

                          (Pausa)

Señor Jesús, tú derrotaste a la muerte

resucitando a una nueva vida.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, primogénito de entre los muertos,

tú nos resucitarás a una vida eterna contigo.

R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, tú quieres que seamos

Pueblo de la Resurrección

que alce a los pisoteados y oprimidos.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Ten misericordia de nosotros, Señor;

levántanos por encima de nuestros pecados,

y llévanos a las alegrías de la vida eterna.

 

Oración Colecta

Oremos al Dios de la vida.

                       (Pausa)

Oh Dios, fuente de Vida:

Tú nos has creado para la vida, el amor y la alegría.

Ya que tomamos parte también en la cruz de Jesús,

en las penas y dolores de la vida,

mantén viva nuestra esperanza

de que tu Amor fiel tendrá la palabra final

y de que la vida vencerá a la muerte

porque tú has resucitado a Cristo de entre los muertos.

Danos un anhelo firme y una fe inquebrantable

en que tú nos resucitarás con él;

y haz que esta convicción sea nuestra fuerza

cada día de nuestra vida.

Te lo pedimos por medio de Cristo nuestro Señor.

 

Primera Lectura (2 Mac 7,1-2.9-14): Dios nos resucitará para vivir para siempre

     Aún antes de la venida de Cristo, mujeres y jóvenes prefirieron morir antes que renegar de su fe en Dios e ir contra su ley, pues estaban seguros de que Dios los resucitaría y restauraría sus cuerpos torturados.

Arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios de buey para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. 2Uno de ellos habló en nombre de los demás: ¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres. 9Y cuando estaba por dar su último suspiro, dijo: Tú, malvado, nos arrancas la vida presente. Pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por su ley. 10Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. 11Y habló dignamente: De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios. 12El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos 13Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. 14Y cuando estaba próximo a su fin, dijo: –Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. En cambio, tú no resucitarás para la vida.

  

Segunda Lectura (2 Tes 2,16–3,5): La esperanza en el Amor de Dios nos sostiene

     San Pablo anima a los cristianos de Tesalónica a mantenerse firmes en la fe y en la esperanza, incluso en las pruebas, porque el Amor de Dios es eterno.

Que nuestro Señor Jesucristo y Dios nuestro Padre, que los amó y los favoreció con un consuelo eterno y una esperanza magnífica, 17anime sus corazones y los fortalezca para que todo lo que digan y hagan sea bueno. 3,1Por último, hermanos, oren por nosotros, para que la Palabra del Señor se difunda y sea recibida con honor, como sucedió entre ustedes; 2y para que nos veamos libres de gente malvada y perversa ya que no todos tienen fe. 3El Señor, que es fiel, los fortalecerá y protegerá del Maligno. 4Por lo demás, tenemos en el Señor absoluta confianza que ustedes seguirán haciendo lo que les mandamos como ya lo hacen. 5El Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la paciencia de Cristo.

 

Evangelio (Lc 20,27-38): El Dios de los vivos

    La secta de los saduceos, que no creían en la resurrección, trataba de ridiculizar la fe de los creyentes. Jesús responde que son demasiado materialistas para entender la resurrección. Los resucitados vivirán no como en la tierra sino con una vida totalmente nueva.

Se acercaron entonces unos saduceos, los que niegan la resurrección, y le preguntaron: 28Maestro, Moisés nos ordenó que si un hombre casado muere sin hijos, su hermano se case con la viuda, para dar descendencia al hermano difunto. 29Ahora bien, eran siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. 30Lo mismo el segundo 31y el tercero se casaron con ella; igual los siete, que murieron sin dejar hijos. 32Después murió la mujer. 33Cuando resuciten, ¿de quién será esposa la mujer? Porque los siete fueron maridos suyos. 34Jesús les respondió: Los que viven en este mundo toman marido o mujer. 35Pero los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no tomarán marido ni mujer 36porque ya no pueden morir y son como ángeles; y, habiendo resucitado, son hijos de Dios. 37Y que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob. 38No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.

 

Oración de los Fieles

     Nuestro Dios no es un Dios no muertos sino de vivos. Le pedimos por todo lo que hace valiosa y significativa la vida diciéndole: R/ Señor de Vida, escucha nuestra oración.

 

  • Que Dios renueve sus bendiciones sobre los matrimonios de toda la Iglesia para que su fidelidad y unidad sean un signo del Amor eterno de Dios, roguemos al Señor.
  • Para que mantengamos la buena lucha contra todo lo que mata la vida cristiana: formas deshumanizadoras de trabajo, supresión de la libertad, miedo paralizante, roguemos al Señor.
  • Para que nuestros queridos difuntos sigan viviendo en la vida que nos transmitieron, en el bien que hacemos, y en el amor íntimo de Dios, roguemos al Señor.
  • Para que todos los que sufren y agonizan compartan nuestra fe en la resurrección y encuentren fortaleza al saber que Dios los ama en vida y más allá de la muerte, roguemos al Señor.
  • Para que todos los perseguidos por el nombre del Señor se mantengan firmes en su esperanza y heredemos la vida eterna, roguemos al Señor.

 

     Oh Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, Dios de Jesús, Dios de los apóstoles y los santos, Dios de nuestros antepasados y nuestros seres queridos difuntos, Dios de Vida, guárdanos a todos en tu Amor, ahora y por los siglos de los siglos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Dios y Padre nuestro:

Nos presentamos ante ti

con los dones que tú mismo nos has dado:

pan y vino, alimento y bebida,

símbolos de vida y de alegría.

Transfórmalos en los dones de vida eterna,

el Pan de Vida, Jesús mismo.

Que aprendamos de él a vivir

para ti y los unos para los otros,

hasta que nos acojas con él en el cielo

en tu misma felicidad sin sombra.

Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

     Tanto en el prefacio como después de la consagración, expresamos nuestra fe firme y nuestra inquebrantable esperanza en la Resurrección del Señor y, por lo tanto, en nuestra propia resurrección.

 

Después de la Consagración

     Proclamemos nuestra fe y esperanza en nuestro Señor Resucitado.

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males

y de todo miedo a la muerte.

Dígnate otorgarnos una paz serena

y una clara confianza en la promesa de Jesús,

de que él es la Resurrección y la Vida

y de que nos resucitará en el último día,

pues estamos preparándonos con gozo

para la venida plena

de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

R/ Tuyo es el Reino…

 

Invitación a la Comunión (Ver Jn 11,25-26)

Éste es Jesús, nuestro Señor, que nos dice:

“Yo soy la Resurrección y la Vida.

Los que creen en mí vivirán,

y los que viven y creen en mí

nunca morirán.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Señor de los vivos:

Tú quieres que vivamos incluso después de la muerte

como personas totalmente humanas y completas,

y, sin embargo, hechos totalmente diferentes por tu Amor.

En virtud de esta eucaristía danos la gracia de creer,

con una fe tranquila pero firme,

que la vida tiene sentido y vale la pena vivirla,

y que la muerte no es el final

sino un comienzo totalmente nuevo.

Que esta certeza nos anime a compartir nuestra esperanza

con los que no encuentran sentido a su vida.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

 

Bendición

     Hermanos: Nosotros deberíamos ser personas de esperanza y alegría, porque Cristo ha resucitado. A causa de nuestro Señor resucitado estamos seguros de que nosotros también resucitaremos con él un día. Que esta certeza nos colme de una esperanza indestructible en la vida y en el amor de Dios. Y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

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