Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

EPIFANÍA DEL SEÑOR

Description

Domingo 5 de Enero, 2025

 

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR


Jesús: Luz que se revela a las naciones



Saludo

Que la estrella de Jesús nuestro Señor
resplandezca sobre ustedes
y sobre todas las naciones de la Tierra.
Que vivan ustedes en su luz
y que el Señor esté siempre con ustedes.


Introducción del Celebrante

La celebración de Epifanía, que significa “manifestación”, es para nosotros como una segunda Navidad. Es en realidad la Navidad de las Iglesias Orientales. Esta fiesta proclama que Jesús Niño pertenece y se entrega al mundo entero como su Salvador. Con los Magos, el mundo entero trae a Jesús su variedad de dones: sus culturas, sus muchas peculiaridades, sus diferentes identidades. Y nosotros aquí y ahora, al igual que las gentes de otras naciones, le traemos el don de nosotros mismos: nuestra fe, nuestro propósito de fidelidad, nuestro amor, al encontrarnos con él en la oración y en los hermanos, especialmente en los más pobres.

 

Acto Penitencial

Una de las ofrendas que presentamos a Jesús hoy

es el dolor y el arrepentimiento

por los pecados que hemos cometido.

Pidámosle al Señor que nos perdone.
                                  (Pausa)


Señor Jesús, tú irradias tu luz

a todas las naciones de la Tierra:

¡A ti toda gloria y alabanza!
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús, tú ofreces justicia y paz

a todos los que están dispuestos a aceptarte:

¡A ti toda gloria y alabanza!
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús, tú tendrás misericordia con los débiles

y salvarás las vidas de los pobres:

¡A ti toda gloria y alabanza!


R/ Señor, ten piedad de nosotros.


Señor, que tu juicio sobre nosotros sea un juicio de misericordia y amor, pues humildemente reconocemos nuestras limitaciones y nuestra pobreza.

Llévanos a la vida eterna.

 

Oración Colecta

Oremos a Dios nuestro Padre
para que Cristo llegue a ser la luz de todos.
                            (Pausa)


Oh Dios de todas las naciones, pueblos y culturas,
éste es el día que tú has hecho radiante y luminoso
con tu luz y tu amor, con destino para todos.
Guíanos en los nuevos caminos de tu Hijo.
Que tu luz bondadosa brille en todas partes,

para que todos los pueblos te alaben en su propio lenguaje,

conforme a su cultura, y enriquezcan a tu Iglesia
con sus propios y peculiares dones.
Te lo pedimos en nombre de Jesús,
Señor y Salvador todos,
por los siglos de los siglos.



Primera Lectura: Isaías 60,1-6 El Pueblo de Dios, una Luz para todos

En una visión, el profeta Isaías ve un inmenso número de pueblos acudiendo en tropel desde cualquier parte del mundo hacia la luz de Dios.

Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque ha llegado tu luz
y la gloria del Señor alborea sobre ti.
Mira: las tinieblas cubren la tierra
y espesa niebla envuelve a los pueblos;
pero sobre ti resplandece el Señor
y en ti se manifiesta su gloria.
Caminarán los pueblos a tu luz
y los reyes, al resplandor de tu aurora.

Levanta los ojos y mira alrededor:
todos se reúnen y vienen a ti;
tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces verás esto radiante de alegría;
tu corazón se alegrará, y se ensanchará,
cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar
y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una multitud de camellos y dromedarios,
procedentes de Madián y de Efá.
Vendrán todos los de Sabá
trayendo incienso y oro
y proclamando las alabanzas del Señor.

 

Salmo Responsorial: Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13

R. (cf. 11) Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio
y tu justicia, al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Florecerá en sus días la justicia
y reinará la paz, era tras era.
De mar a mar se extenderá su reino
y de un extremo al otro de la tierra.   R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Los reyes de occidente y de las islas
le ofrecerán sus dones.
Ante
él se postrarán todos los reyes
y todas las naciones.  R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Al débil librará del poderoso
y
ayudará al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre
y salvará la vida al desdichado. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

 

Segunda Lectura: Efesios 3,2-3a.5-6 Todas las naciones, llamadas a Cristo

Jesucristo vino para unir a todos: Todos los pueblos, sin discriminación alguna, están llamados a unirse al pueblo de Dios.

 

Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, pero que ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: es decir, que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo.

 

Aclamación antes del Evangelio

Mt 2, 2

R. Aleluya, aleluya.
Hemos visto su estrella en el oriente
y hemos venido a adorar al Señor.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Mateo 2,1-12 “Seguimos su Estrella”

Los judíos que están familiarizados con las promesas de Dios no siguen a Jesús; los poderosos de Palestina le temen. Pero los que vienen de lejos buscando al Salvador lo encuentran y lo reconocen. Dios acepta a todos con sus propios talentos y potencialidades.

 

Jesús nació en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes. Sucedió que unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén 2preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos aparecer su estrella y venimos a adorarlo». 3Al oírlo, el rey Herodes comenzó a temblar, y lo mismo que él toda Jerusalén. 4Entonces, reuniendo a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, les preguntó en qué lugar debía nacer el Mesías. 5Le contestaron: «En Belén de Judea, como está escrito por el profeta: 6”Tú, Belén, en territorio de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe, el pastor de mi pueblo, Israel”». 7Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les preguntó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella; 8después los envió a Belén con el encargo: «Averigüen con precisión lo referente al niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarlo». 9Y habiendo escuchado el encargo del rey, se fueron. De pronto, la estrella que se les apareció en Oriente avanzó delante de ellos hasta detenerse sobre el lugar donde estaba el niño. 10Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. 11Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y postrándose lo adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos oro, incienso y mirra. 12Después, advertidos por un sueño de que no volvieran a casa de Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

 

Oración de los Fieles

En este día en que pueblos lejanos vinieron a adorar a Jesús el Señor, que nuestra oración sea tan amplia como el mundo entero. Digamos al Padre: R/ Que la luz de Cristo ilumine a todos los pueblos.

  • Para que la luz de Cristo ilumine a todas las naciones, y para que la Iglesia las acoja con la diversidad de sus culturas, roguemos al Señor.
  • Para que en nuestros días florezca la justicia, y la paz se establezca en todo el mundo, roguemos al Señor.
  • Para que nosotros, como pueblo de Dios, oigamos a los pobres cuando lloran, tengamos compasión de los débiles y abramos nuestro corazón y nuestras manos a los necesitados y desposeídos, roguemos al Señor.
  • Para que los que persiguen al Señor en los que intentan seguirle como discípulos vean su luz y lleguen a convertirse, roguemos al Señor.
  • Para que todos los que buscan una estrella que los guíe en su vida descubran la bondad y la presencia cercana del Señor en personas llenas de fe y amor, que reflejen la luz de Cristo, roguemos al Señor.
  • Para que en nuestras comunidades cristianas aprendamos, como los Magos, a compartir con los hermanos no solo los tesoros de nuestros bienes, sino también nuestros corazones, roguemos al Señor.

     Señor Dios nuestro, nos regocijamos de que tú te hayas hecho cercano a nosotros en Jesucristo tu Hijo. Que él sea para nosotros luz y vida, ahora y por los siglos de los siglos.



Oración sobre las Ofrendas


Oh Dios y Padre nuestro:
No tenemos oro para ofrecerte,
sino meramente la mirra pobre de nuestros corazones
y el incienso de nuestra acción de gracias y alabanza.
Llénanos con la presencia de Jesús,
y que él sea la luz que guíe
nuestros pasos vacilantes.
Y que nosotros, por nuestra parte,
seamos humildes luces, también,
que muestran a todos los que las vean
el camino hacia la luz del mundo,
Jesucristo nuestro Señor.


Introducción a la Plegaria Eucarística

Hoy Cristo se nos revela como la luz que ilumina y da sentido a nuestras vidas, y como la estrella de salvación para todos los pueblos. Demos gracias al Padre unidos a Jesús, y roguemos para que un día todos puedan sentarse a la mesa eucarística del Señor.

 

Invitación al Padre Nuestro

Jesús vino para reunirnos a todos
como hijos de un solo Padre.
Con las mismas palabras de nuestro Señor
rogamos ahora a nuestro Padre en el cielo:
R/ Padre nuestro…

Oración por la Paz

Señor, Jesucristo,
que la estrella de tu paz
aparezca hoy sobre el cuerpo de tu Iglesia,
sobre todos los que creemos en ti
y sobre todos los que, aun sin conocerte todavía,
te buscan con sincero corazón.
Que con tu luz aprendamos
a amarnos y a servirnos unos a otros
y a compartir la alegría de tu paz,
deseosos todos de acogerla en nuestro corazón,
ahora y por los siglos de los siglos.


Invitación a la Comunión

Éste es Jesús, el Hijo de Dios,
y la estrella que guía nuestras vidas.
Dichosos nosotros,
llamados a participar
en este banquete de salvación
y a irradiar su luz a nuestros hermanos.
R/ Señor, no soy digno…


Oración después de la Comunión

Señor Dios, Padre nuestro:
Tú nos has mostrado a tu Hijo hoy
en la Palabra que él nos dirigió
y en el Pan de Vida, la Eucaristía,
por el que se entregó a nosotros.
Que su luz brille sobre nosotros
y que nuestra esperanza y alegría reflejen esta luz.
Que nuestras comunidades y todos nosotros
mostremos su bondad y su paz
para que todos las puedan ver y acoger.
Te lo pedimos por medio de quien es para nosotros
la luz de nuestras vidas,
Jesucristo nuestro Señor.


Bendición

Hermanos: Hemos celebrado juntos el hecho de que Jesucristo vino no solamente para los cristianos sino para ser conocido por cada persona, país, cada cultura en la tierra. Porque él es el Salvador de todos. Que ojalá lleguemos a conocerlo más profundamente y así darlo a conocer a otros especialmente por la forma como vivimos su Evangelio. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Podemos ir en la paz de Cristo y caminar en su luz.

 

Las crisis humanitarias (sanitarias, medioambientales, político-económicas, bélicas, etc.) no dejan de tener su impacto porque van dejando víctimas inocentes e incrementando la desesperanza. Pero, a la par de este saldo negativo, también descubrimos a personas resilientes, familias y comunidades que, desde la espiritualidad del cuidado, buscan no sólo paliar los efectos de dichas crisis sino contrarrestarlos. Las realidades conflictivas siempre pueden ser oportunidades para los aprendizajes y la búsqueda de nuevos caminos. Esto nos lo recuerda el profeta Isaías a propósito del pueblo al que, después de mucho sufrir atropellos y vejaciones, le llega el tiempo de recuperar lo perdido a causa de los desaciertos humanos.

El Papa Francisco ha insistido en que los creyentes tenemos que globalizar la solidaridad y la esperanza. San Pablo pide apertura a la comunidad de Éfeso porque le están cerrando las puertas a personas de origen pagano por motivos religiosos. Las comunidades cristianas no pueden vivir su fe de espaldas al sufrimiento de los demás, ya que todos somos “miembros de un mismo cuerpo”. Pensemos en las oportunidades que generan las “alianzas” al tener como principio la salvaguarda de la vida. No permitamos que el miedo o los prejuicios nos roben oportunidades de enriquecer y enriquecernos con los encuentros que, más allá de intereses políticos, religiosos o ideologías, nos permitan ver la luz en la comunión y los esfuerzos compartidos.

Con la fiesta de la Epifanía, la manifestación del Dios hecho pueblo empobrecido en Jesús, llega también el tiempo de la reivindicación o restitución. Tal vez no podemos cambiar las estructuras injustas, pero si nuestra mentalidad. Si los sabios de oriente no hubieran abierto su mente y corazón al Dios que los guiaba hacia la comunión con ese “otro”, diferente y distante, no tendríamos la certeza de que abrir el corazón a los extraños también nos da vida. Cada gesto o acción a favor de los excluidos y marginados cuenta en la dinámica del reino de Dios. Quienes se creen superiores, poderosos o autosuficientes recelan de esta propuesta, como le sucedió a Herodes, pues lo consideran una amenaza.

Y ¿qué venimos a ofrecer o qué podemos hacer? Los dones y vivencias que se intercambian con humildad, lejos de empobrecernos nos enriquecen. Habrá gente predispuesta con la que no se podrá generar diálogo de vida, pero serán más las oportunidades para crecer que los intentos fallidos de comunión. Pidamos a Dios tener el corazón y la mente abiertos para encontrarnos con él desde la proximidad, la compasión y la ternura.

 

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