Domingo 15 de Enero
SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Testigos de Jesucristo
Jesús, Cordero de Dios
Saludo (Ver Segunda Lectura)
A ustedes, el pueblo santo de Jesucristo,
gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre
y del mismo Señor Jesucristo.
Introducción del Celebrante (Dos opciones)
Se supone que un cristiano, un seguidor y discípulo de Cristo, es alguien que intenta ser buen testigo del mismo Cristo, con palabras y con obras. En el Evangelio, el primer gran testigo de Jesús es Juan el Bautista, que lo señaló con el dedo y lo mostró a la gente. Pero incluso Juan tuvo que reconocer que al principio no sabía quién era realmente Jesús y que tenía que convertirse, para conocer bien la identidad de Jesús y lo que él proclamaba. Sólo entonces pudo llegar a ser testigo creíble y convincente. Y nosotros, ¿acaso no tenemos que aprender mejor quién es Jesús y lo que él significa para nosotros y para la gente, de modo que podamos ser más cercanos e íntimos a él y atraer hacia él a la gente?
¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cuál es, para nosotros, el nombre que mejor le encaja? El discípulo del profeta Isaías lo llamó Siervo de Dios. San Pablo lo llama Jesucristo. Juan el Bautista lo señala como el Cordero de Dios. Jesús es todo eso. Ello implica que nosotros tenemos que ser como él: siervos, salvadores, y víctimas, si es necesario. Celebremos esta eucaristía con Jesús.
Acto Penitencial
Si conociéramos mejor al Señor,
no lo ofenderíamos con nuestros pecados.
Pidámosle que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, Juan el Bautista nos anuncia
que tú eres el Cordero de Dios
que quitas el pecado del mundo.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, Juan el Bautista reconoció
que tú eras mayor que él
y existías antes que él.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, Juan el Bautista profesó
que el Espíritu de Dios moraba en ti
y que tú eres el Elegido de Dios.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor,
perdona nuestros pecados;
danos la gracia de conocerte mejor
para que te amemos más intensamente;
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta (Dos Opciones)
Oremos pidiendo el valor
para dar testimonio de Jesús, el Señor.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Juan el Bautista señaló a tu Hijo
como el Salvador del mundo,
y sin embargo tuvo que reconocer
que conocía muy poco a Jesús.
Aunque nosotros también lo conocemos poco,
te pedimos el valor para dar testimonio
de que él quita el pecado del mundo
y de que él es nuestro único Elegido.
Que tu Espíritu descienda
y permanezca también en nosotros,
para que nuestro testimonio sea creíble
gracias a nuestro modo de vida.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.
Oremos para que, con Jesús, aprendamos
a servir a Dios y a los hermanos.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Queremos honrar a Jesús,
tu Hijo entre nosotros,
con nombres maravillosos:
Jesús nuestro Señor,
Cordero de Dios,
Siervo de Dios y de los hombres.
Que estos nombres no sean entre nosotros
meros títulos de honor vacíos
sino palabras llenas de sentido
que nos comprometan a llegar a ser como él.
Ayúdanos a vivir los unos para los otros
y a llevar los unos las cargas de los otros,
para que seamos verdaderos siervos como él,
que es nuestro Señor por los siglos de los siglos.
Primera Lectura (Is 49,3.5-6): Siervo de Dios y Luz de las naciones
Vendrá un siervo de Dios y será luz, no sólo de Israel sino de todas las naciones… La comunidad cristiana reconoció a Jesús como ese siervo anunciado por Isaías.
Isaías 49,3.5-6: «Te hago luz de las naciones para que seas mi Salvación»
Te hago luz de las naciones, para que seas mi Salvación Y me dijo: «Tú eres mi siervo –Israel–, de quien estoy orgulloso. 5Y ahora habla el Señor, que ya en el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: 6Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi Salvación alcance hasta el confín de la tierra».
Salmo 40: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»
Segunda Lectura (1 Cor 1,1-3): Llamados a ser testimonio de Jesús, el Señor
Como apóstol, San Pablo se consideró un siervo cuya misión era proclamar a Jesucristo como el Señor de todos. ¿Es Jesús el Señor de nuestras vidas? ¿Lo proclamamos como Señor nuestro?
1 Corintios 1,1-3: «La gracia y la paz de parte de Dios y de Jesús sean con ustedes»
Pablo, llamado por voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, y el hermano Sóstenes, 2a la Iglesia de Dios de Corinto, a los consagrados a Cristo Jesús con una vocación santa, y a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: 3Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Evangelio (Jn 1,29-34): ¡Miren: he aquí el Cordero de Dios!
Juan el Bautista da testimonio de que Jesús es el Salvador, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús es el prometido Siervo de Dios y de los hombres.
Juan 1,29-34: «Éste es el Cordero de Dios»
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30De él yo dije: “Detrás de mí viene un hombre que es más importante que yo, porque existía antes que yo”. 31Yo no lo conocía, pero vine a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel». 32Juan dio este testimonio: «Contemplé al Espíritu, que bajaba del cielo como una paloma y se posaba sobre él. 33Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar me había dicho: “Aquel sobre el que veas bajar y posarse el Espíritu es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. 34Yo lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios”».
Oración de los Fieles
Se supone que nosotros somos el pueblo santo de Jesucristo, y nos sentimos llamados a orar a nuestro Señor con y por todos nuestros hermanos. Digámosle a Jesús: R/ Hijo del Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, que el fuego que has encendido en nuestro mundo nos mueva a todos a dar testimonio de tu amor. Escúchanos, bondadoso Señor nuestro, ahora y por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
En estos signos de pan y vino
tu Hijo se nos dará como incomparable don,
como tu Siervo y como nuestro Cordero.
En este banquete de la eucaristía
se nos va a servir
como nuestra bebida y alimento.
Moldéanos, Padre, a su imagen y semejanza.
Que como él sepamos darnos totalmente
a los hermanos que nos rodean,
y estemos siempre dispuestos
a perdonar, ayudar y servir;
a levantar a los demás y a darles siempre ánimo.
Que seamos realmente hombres y mujeres
en quienes vive Jesucristo,
Señor y Salvador nuestro
por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con Jesús, damos gracias al Padre por el perdón y la vida que él nos trajo. Con Jesús, nosotros también hacemos oblación de nosotros mismos para que nos convirtamos en siervos de Dios y siervos los unos de los otros.
Invitación al Padre Nuestro
Como pueblo santo de Jesucristo,
acudimos confiadamente a Dios nuestro Padre
con las palabras del mismo Jesús.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de nuestro egoísmo,
en cualquier forma que aparezca entre nosotros,
como raíz del pecado,
y ayúdanos a crecer a imagen y semejanza de tu Hijo.
Que él sea el Señor y el centro de nuestras vidas.
Ábrenos a su vida y a su amor,
para que lo esperemos siempre sin temor
a él, nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Las palabras de Juan el Bautista
se dirigen a nosotros ahora:
“Éste es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo...”
Él es el elegido de Dios, nuestro Señor y Salvador.
Dichosos nosotros de recibirlo en comunión.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Tu Hijo Jesús está entre nosotros
para curar y para salvar.
Cólmanos con su fuerza,
para que podamos seguir haciendo lo que él hizo,
sin hacer ruido, discretamente.
Danos la gracia de ser más conscientes
de que nos has confiado su misión
y de que somos tu camino hacia los hermanos,
a causa de Jesucristo, tu Hijo,
que vive contigo y con nosotros
por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Dios nos envía ahora a hacerlo presente en el mundo de hoy. Vayamos a proclamar a todos los que encontremos las maravillas que él ha hecho por nosotros y a llevar su amor y su paz a todos los que viven alrededor nuestro. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
La luz es una de las metáforas más profundas de la fe cristiana:Nuestra fe es una llama en medio de la oscuridad que anima toda esperanza; que, en momentos de crisis, nos permite encontrar la senda para seguir caminando. Pero también la metáfora de la luz describe los momentos creativos del Espíritu en los que nuestra mente se ‘alumbra’ para resolver las dificultades de la vida.
El símbolo de la luz ha sido clave para explicar la llegada del Reino y la misión de los creyentes: ser luz para quienes nos rodean. El Segundo Isaías usa la metáfora de la luz enunciando los dones que Dios ofrece a su pueblo para realizar su misión. El pueblo de Israel será “luz de las naciones, para que mi Salvación alcance hasta el confín de la tierra”. La comunidad creyente se convierte en luz cuando sirve a la voluntad divina hecha paz, pan, alegría, dignidad y Salvación para todos sin distinción.
Isaías es un profeta universalista que comprendió que el reino de justicia de Dios debe salir de las fronteras de Israel y ser construido y disfrutado por todos los pueblos de la Tierra. Así lo entiende también Pablo quien, en su servicio misionero, se dedica a construir el Reino fuera de Israel. En su introducción a I Corintios, Pablo saluda a la comunidad deseándoles gracia y paz de parte de Dios. No solo levanta la comunidad sino que siembra en ella la semilla del Reino de paz proclamada por Isaías.
Juan, con sus muchos ecos del Primer Testamento, nos anuncia que, en Jesús, Dios interviene una vez más en la historia para traer gracia y paz, para alumbrar el camino de los pueblos y orientarlos en la construcción de su Salvación. Jesús, Hijo de Dios, modelo de todo creyente, es sol de justicia que alumbra el camino de la paz.
Hoy, que los desafíos de la guerra y la desigualdad, la violencia y el desamparo, el hambre y la desesperanza nos asedian, . ¿cómo podemos ser luz? Pidamos al Señor que siempre ilumine nuestro andar para que no andemos desorientados o en tinieblas. ¡Que nuestra vida pueda irradiar su amor!