Domingo 29 de Enero
CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Pobres y felices
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Dios ha escogido lo que es débil
y ha hecho que Jesucristo sea para nosotros
nuestra sabiduría y nuestra virtud,
nuestra santidad y nuestra libertad.
Que el mismo Señor Jesús esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante
El mensaje de hoy, las Bienaventuranzas, es quizás la página más desconcertante, provocativa y desafiante de la Buena Noticia, del Evangelio de Jesucristo; es justamente el corazón del mismo Evangelio. Los ricos, los soberbios, los poderosos se sienten autosatisfechos: tienen lo que quieren. Pero se encuentran peligrosamente encerrados en sí mismos y en todo lo que tienen. Se alaba a los pobres y a los que sufren, no porque posean poco o nada, o porque sean perseguidos, sino porque los pobres y humildes, los bondadosos y los que lloran, son conscientes de que no tienen nada más que a sí mismos para dar, y por eso son gente que espera, confiando totalmente en Dios y en los hermanos. Contémonos entre esos felices y dichosos.
Acto Penitencial
Pidamos perdón al Señor
porque somos todavía tan diferentes de él.
(Pausa)
Señor Jesús, tú eras pobre, pero feliz.
Haznos más semejantes a ti.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú eras humilde y amable.
Haznos más semejantes a ti.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú fuiste perseguido,
y aun así te mantuviste sereno.
Haznos más semejantes a ti.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Sé bondadoso y compasivo para con nosotros,
tu pueblo pecador.
Haznos felices con tu perdón
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que sepamos buscar nuestra felicidad
según el espíritu de Jesús y del Evangelio.
(Pausa)
Señor Dios, Padre bondadoso:
Te pedimos hoy la clase de felicidad que tú nos ofreces
por medio de tu Hijo Jesús.
Danos la gracia de ser conscientes
de la pobreza de nuestros corazones,
para que no tengamos otra cosa que dar
sino a nosotros mismos,
y para que tú nos colmes con el don de ti mismo
y con un gran amor e interés por los hermanos.
Danos tu modo de justicia, que no juzga ni condena.
Ayúdanos a olvidar a pesar de las ofensas,
y a amar sin exigir gratitud como recompensa.
Que el Espíritu de Cristo viva en nosotros
ahora y por los siglos de los siglos.
Primera Lectura (Sof 2,3; 3,12-13): Dios vive entre los pobres y humildes
El profeta Sofonías promete al pueblo de Dios que se salvará en el día del juicio si es pobre y humilde ante el mismo Dios; si tiene total confianza en él.
Sofonías 2,3; 3,12-13: Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde
Busquen al Señor, los humildes que cumplen sus mandatos: busquen la justicia, busquen la humildad; tal vez así encontrarán un refugio el día de la ira del Señor. 3,12Dejaré en ti un pueblo pobre y humilde, 13un resto de Israel que se acogerá al Señor, que no cometerá crímenes ni dirá mentiras ni tendrá en la boca una lengua embustera. Pastarán y se tenderán sin que nadie los espante.
Salmo 146: Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos
Segunda Lectura (1 Cor 1,26-31): Dios elige a los humildes
Casi todos los cristianos de Corinto proceden de las clases pobres. San Pablo les dice que, precisamente por su humildad, están abiertos a Dios y que Cristo es su fortaleza.
1 Corintios 1,26-31: Dios ha escogido lo débil del mundo
Miren, hermanos, quiénes han sido llamados: entre ustedes no hay muchos sabios humanamente hablando, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27por el contrario, Dios ha elegido los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes, 28Dios ha elegido a gente sin importancia, a los despreciados del mundo y a los que no valen nada, para anular a los que valen algo. 29Y así nadie podrá gloriarse frente a Dios. 30Gracias a él ustedes son de Cristo Jesús, que se ha convertido para ustedes en sabiduría de Dios y justicia, en consagración y redención. 31Así se cumple lo escrito: «El que se gloría que se gloríe en el Señor».
Evangelio (Mt 5,1-12): ¿Quiénes son los felices?
Si tomamos conciencia de lo pobres y vacíos que somos, Dios nos colmará y nos hará felices.
Mateo 5,1-12a: «Estén alegres; su recompensa será grande»
En aquel tiempo, al ver a la multitud, Jesús subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. 2Tomó la palabra y comenzó a enseñarles del siguiente modo: «3Felices los pobres de corazón, porque el reino de los cielos les pertenece. 4Felices los afligidos, porque serán consolados. 5Felices los desposeídos, porque heredarán la tierra. 6Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. 7Felices los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia. 8Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios. 9Felices los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios. 10Felices los perseguidos por causa del bien, porque el reino de los cielos les pertenece. 11Felices ustedes cuando los injurien y los persigan y los calumnien falsamente de todo por mi causa. 12aAlégrense y pónganse contentos porque el premio que les espera en el cielo es abundante».
Oración de los Fieles (Kyrie adaptado)
Oremos a nuestro Padre del cielo que seamos contados entre los pobres y humildes que esperan todo de él, y entre los que su Hijo vive. Y digamos: R/ Señor, llena nuestros corazones vacíos con tu amor.
Señor y Dios nuestro de quien procede todo lo bueno, te pedimos hoy por todos los que viven entre el temor y la esperanza, y también por nosotros. Líbranos de la ansiedad y de una falsa seguridad y otórganos todo lo bello, justo y bueno, por Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
Aquí te presentamos los dones de los pobres:
un trozo de pan y un poco de vino.
Todo lo demás que tenemos
no lo hemos traído con nosotros
porque pudiera ser estorbo entre ti y nosotros,
y entre nosotros y nuestros hermanos.
Acéptanos a todos,
en nuestra riqueza y en nuestra pobreza,
en nuestra debilidad y en nuestra fortaleza,
con nuestras penas y nuestras alegrías.
Danos la gracia de experimentar la vida
como un don maravilloso que procede de ti
y enséñanos a darnos generosamente a nosotros mismos
tal como somos,
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
La Plegaria Eucarística, especialmente en el prefacio y antes de la consagración, es un canto de acción de gracias a Dios, no por lo que hayamos hecho por él sino por la felicidad que él ha otorgado a su pueblo. Démosle gracias de todo corazón.
Invitación al Padre Nuestro
Conscientes de que dependemos de Dios,
recitemos juntos la oración confiada
de su propio Hijo Jesús.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y elimina de nuestros corazones el caparazón del egoísmo
que nos cierra a ti y a nuestros hermanos.
Vacía nuestras manos y nuestros corazones
de toda riqueza egoísta y posesiva,
para que tú mismo seas para nosotros
el alimento que nos satisfaga
y la bebida que sacie nuestra sed;
y así preparemos con alegría y esperanza
la venida plena y gloriosa entre nosotros
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesús, el Señor,
que nació en pobreza suma,
y que no tenía almohada donde reclinar su cabeza
cuando proclamó la Buena Noticia de Salvación
de tal forma que, siendo pobre,
pudiera darse a sí mismo a todos
y hacerse nuestro alimento y bebida.
Dichosos nosotros de poder recibirlo ahora,
y de hacer posible que nos colme con sus riquezas.
R/ Señor, no soy digno…
Acción de Gracias después de la Comunión (Bruggeman-Zuidberg)
Puede leerla despacio el sacerdote,
haciendo breves pausas después de cada párrafo.
R/ Amén.
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú te reconoces en los pobres
y en los humildes de este mundo
y les das a Jesús tu Hijo
como su compañero en la vida.
Que ojalá tú te reconozcas también en nosotros,
y nos muestres el mismo camino de Jesús hacia los débiles
y hacia las víctimas de nuestra soberbia
y de nuestra hambre de poder.
Haznos un pueblo feliz
cuyo amor y sentido del humor
provoque la risa en los ojos tristes
y el calor de la esperanza y alegría
en los corazones endurecidos por el dolor y el sufrimiento.
Y que en este proceso tu Hijo esté con nosotros
ahora y por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Felices y dichosos nosotros si vivimos el mensaje de alegría de Cristo como personas conscientes de la pobreza de nuestros corazones y de la insuficiencia de nuestros propios recursos. Bienaventurados nosotros si podemos entregarnos confiadamente en las manos de Dios. Bienaventurados nosotros cuando Dios nos bendice. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Una utopía humana de gran recurrencia es la de soñar un mundo alternativo al que ha traído sufrimiento, violencia y dolor. Un ejemplo de este sueño es la obra de Eduardo Galeano llamada Otro mundo posible, en la que, con gran creatividad e imaginación, el autor invita a delirar soñando una sociedad sin hambre, sin acumulación de riquezas en manos de unos pocos, sin violencia militar, ni de género ni de clase, sin injusticia opresiva.
El ‘delirio’ permite libremente dejar volar la imaginación y crear un nuevo orden de cosas... Este nuevo orden, que delira con mundos distintos, menos bestiales y más humanos, también estaba en el corazón y la mente de los escritores bíblicos. Sofonías llena sus oráculos proféticos de un llamado a vivir una realidad nueva; sueña con una comunidad-pueblo donde se traten con justicia y humildad, sin crímenes ni deshonestidades, viviendo en paz como las ovejas cuando pastan sin temor al lobo. El sueño del profeta se presenta como anhelo de Yahvé, quien convoca a la comunidad a hacer de ese mundo soñado una realidad concreta.
Esta tradición del ‘otro mundo posible’, del mundo a la inversa, es acogida por los escritores del Nuevo Testamento, quienes comprenden que la voluntad de Dios es invertir el orden de cosas cuando estas provocan el dolor y la opresión humana. El evangelista Mateo nos dice en sus Bienaventuranzas cómo Jesús ‘delira’ con un mundo en que serán felices las personas afligidas, desposeídas, hambrientas, perseguidas o injuriadas, además de aquellas que construyen de corazón relaciones de paz. En este mundo nuevo que Jesús anuncia, llamado reino de Dios, la violencia no tendrá cabida, y las personas se encontrarán a partir del reconocimiento mutuo.
La comunidad cristiana heredera del proyecto del Reino comprende este llamado. En la Primera Carta a los Corintios, Pablo explica que el reino de Dios se compone de lo débil del mundo, de las personas despreciadas y minusvaloradas, los no-sujetos de la sociedad. Pablo comprende, como Jesús y Sofonías, que el reino de Dios se construye desde abajo, a partir de las personas excluidas y marginadas, y de una ética sustentada en la justicia, la paz, y la armonía.
Hoy vivimos realidades difíciles de confrontar y aceptar. La injusticia, la avaricia, la explotación, la agresión y el egoísmo carcomen poco a poco las relaciones entre personas. Se hace imperativo soñar con otros mundos posibles, que pongan fin al conflicto bélico, al hambre y a tanta destrucción de la vida. ¿Puede tu comunidad empezar a ser reflejo de ese otro mundo posible?