CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
¡Abre nuestros ojos, Señor!
Que la Luz del Señor resplandezca en ustedes
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Antes ustedes eran oscuridad,
pero ahora son luz en el Señor.
Despierten de su sueño;
resuciten de entre los muertos
y Cristo resplandecerá en ustedes.
Que la luz del mismo Cristo esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante (Dos opciones)
Una de las cosas más irritantes en la vida, tanto en nosotros mismos como en otros, se da cuando nosotros y la gente parecemos ciegos ante lo que es evidente: ¿Por qué no vemos? ¿Por qué yo no vi esto? Nosotros somos cristianos, gente de fe, y en el bautismo Cristo nos dio ojos de fe. Sin embargo, con demasiada frecuencia, estamos ciegos para Dios, para los hermanos y para las cosas que deberíamos ver con respecto a nosotros mismos. Pidamos al Señor en esta eucaristía que toque y abra nuestros ojos a las realidades más profundas y hermosas de nuestra fe.
En nuestra vida cristiana estamos con frecuencia a oscuras. A veces pecamos, y el pecado nos trae tiniebla. Otras veces no entendemos muy bien lo que nuestra fe exige de nosotros y lo que Dios espera que hagamos, y por tanto estamos meramente caminando a tientas en la oscuridad. Hoy vemos cómo Jesús nos está buscando para abrir nuestros ojos, nuestras mentes y nuestros corazones a él y a su Buena Nueva de salvación. Él vino al mundo para ser nuestra luz. Acojámoslo como luz de nuestros ojos y de nuestro corazón.
Acto Penitencial
A veces rehusamos incluso ver o afrontar el mal
que hacemos contra Dios y contra nuestros hermanos.
Pidamos perdón y reconciliación.
(Pausa)
Señor Jesús, toca nuestros ojos
y ábrelos a nuestras faltas y pecados.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, toca nuestros oídos
y ábrelos a los gritos de los pobres y de los que viven solos.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, toca nuestros corazones
y ábrelos a tu amor y tu verdad.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor,
perdona nuestros pecados,
reaviva totalmente en nosotros
la fe de nuestro bautismo
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Pidamos como don la luz de la fe.
(Pausa)
Padre de la luz:
Tú ciegas los ojos de los que piensan que ven
porque sólo confían en sus propias actitudes;
deja a tu Hijo que abra los ojos de los que anhelan tu luz.
Que Jesús, luz del mundo,
nos cure y nos dé fe y comprensión.
Que restaure nuestra visión
para que veamos el camino
que nos conduce a ti y a los hermanos,
y para que, al final de nuestra ruta,
te veamos con gozo exultante a ti, nuestro Dios,
por los siglos de los siglos.
Primera Lectura (1 Sam 16,1b.6-7.10-13a): Unción de David
Dios no juzga a las personas conforme a su apariencia, sino que mira al corazón. David, el menor y más joven, es elegido y ungido rey.
1 Samuel 16,1b.6-7.10-13a: David es ungido rey de Israel
En aquellos días el Señor dijo a Samuel: «¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey». 6Cuando ellos llegaron, Samuel vio a Eliab, y pensó:«Seguro que el Señor tiene delante a su ungido». 7Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón». 10Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel, y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor». 11Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?» Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas». Samuel dijo: «Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue». 12Jesé mandó a buscarlo y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo, porque es éste». 13Samuel tomó el frasco de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento invadió a David el Espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Salmo 23: El Señor es mi pastor, nada me falta
Segunda Lectura (Ef 5,8-14): Cristo brillará sobre ti
La luz de Cristo brilla sobre nosotros desde el bautismo. Somos, por lo tanto, hijos de la luz, llamados a producir frutos de bondad, justicia y verdad.
Efesios 5,8-14: Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz
Si en un tiempo eran tinieblas, ahora son luz por el Señor: vivan como hijos de la luz 9–toda bondad, justicia y verdad es fruto de la luz–. 10Sepan discernir lo que agrada al Señor. 11No participen en las obras estériles de las tinieblas, al contrario, denúncienlas. 12Lo que ellos hacen a ocultas da vergüenza decirlo, 13pero todo esto ha de ser denunciado por la luz hasta que se vuelva claridad 14y todo lo que está al descubierto recibe el influjo de la luz. Por eso dice: «¡Despierta, tú que duermes, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo!»
Evangelio (Jn 9,1-41): “Yo era ciego, y ahora puedo ver”
Un ciego de nacimiento encuentra a Jesús y luego puede ver, primero con sus ojos corporales y después con los ojos de la fe. Nosotros somos ese ciego.
Juan 9,1-41: Fue, se lavó, y volvió con vista
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio un hombre ciego de nacimiento… escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos 7y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé –que significa enviado–». Fue, se lavó y al regresar ya veía. 8Los vecinos y los que antes lo habían visto pidiendo limosna comentaban: «¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?» 9Unos decían: «Es él». Otros decían: «No es, sino que se le parece». Él respondía: «Soy yo…» 13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego… 15Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había recobrado la vista. Les respondió: «Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y ahora veo». 16Algunos fariseos le dijeron: «Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el sábado». Otros decían: «¿Cómo puede un pecador hacer tales milagros?» Y estaban divididos. 17Preguntaron de nuevo al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?» Contestó: «Que es profeta…»34Le contestaron: «Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lecciones?» Y lo expulsaron. 35Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo: «¿Crees en el Hijo del Hombre?» 36Contestó: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?» 37Jesús le dijo: «Lo has visto: es el que está hablando contigo».38Respondió: «Creo, Señor». Y se postró ante él….
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Aquí está todo el texto del evangelio si hay lugar:
Al pasar vio un hombre ciego de nacimiento. 2Los discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres?» 3Jesús contestó: «Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido así para que se muestre en él la obra de Dios. 4Mientras es de día, tienen que trabajar en las obras del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede trabajar. 5Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». 6Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos 7y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé –que significa enviado–». Fue, se lavó y al regresar ya veía. 8Los vecinos y los que antes lo habían visto pidiendo limosna comentaban: «¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?» 9Unos decían: «Es él».Otros decían: «No es, sino que se le parece». Él respondía: «Soy yo». 10Así que le preguntaron: «¿Cómo [pues] se te abrieron los ojos?» 11Contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo que fuera a lavarme a la fuente de Siloé. Fui, me lavé y recobré la vista». 12Le preguntaron:«¿Dónde está él?» Responde: «No sé». 13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego 14–era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos–. 15Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había recobrado la vista. Les respondió: «Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y ahora veo». 16Algunos fariseos le dijeron: «Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el sábado». Otros decían: «¿Cómo puede un pecador hacer tales milagros?» Y estaban divididos. 17Preguntaron de nuevo al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?» Contestó: «Que es profeta». 18Los judíos no terminaban de creer que había sido ciego y había recobrado la vista; así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista 19y les preguntaron:«Es éste su hijo, el que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» 20Contestaron sus padres:«Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él, que es mayor de edad y puede dar razón de sí »22Sus padres dijeron esto por temor a los judíos; porque los judíos ya habían decidido que quien lo confesara como Mesías sería expulsado de la sinagoga. 23Por eso dijeron los padres que tenía edad y que le preguntaran a él. 24Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. A nosotros nos consta que aquél es un pecador». 25Les contestó: «Si es pecador, no lo sé; de una cosa estoy seguro, que yo era ciego y ahora veo». 26Le preguntaron de nuevo: «¿Cómo te abrió los ojos?» 27Les contestó: «Ya lo he dicho y no me creyeron; ¿para qué quieren oírlo de nuevo? ¿No será que también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?» 28Lo insultaron diciendo: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! 29Sabemos que Dios le habló a Moisés; en cuanto a ése, no sabemos de dónde viene.» 30Les respondió: «Eso es lo extraño, que ustedes no saben de dónde viene y a mí me abrió los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que escucha al que es piadoso y cumple su voluntad. 32Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33Si ese hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada».34Le contestaron: «Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lecciones?» Y lo expulsaron. 35Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo: «¿Crees en el Hijo del Hombre?»36Contestó: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?» 37Jesús le dijo: «Lo has visto: es el que está hablando contigo». 38Respondió: «Creo, Señor». Y se postró ante él. 39Jesús dijo: «He venido a este mundo para un juicio, para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos». 40Algunos fariseos que se encontraban con él preguntaron: «Y nosotros, ¿estamos ciegos?» 41Les respondió Jesús: «Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen que ven, su pecado permanece».
Oración de los Fieles
Oremos a Jesús nuestro Señor, nuestra verdadera luz, para que infunda en todos nosotros una fe firme, personal y comprometida, diciendo: R/ Señor, que tu luz brille sobre nosotros.
Señor Jesucristo, queremos vivir en tu luz. Haz que te veamos a ti, a las cosas y a los hermanos que nos rodean como tú los ves. Porque tú eres nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Padre de la luz:
Danos la gracia de ver con los ojos de la fe
a tu Hijo Jesucristo
que enseguida vendrá a nosotros
en estos humildes signos de pan y vino.
Ayúdanos a reconocerlo
también en el mendigo ciego de la acera,
en el discapacitado en silla de ruedas,
en el desempleado que vive en las chabolas.
Para ellos también está tu Hijo entre nosotros hoy,
Jesucristo, nuestro hermano y Señor,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Demos gracias y alabanza a Dios nuestro Padre, que en el bautismo nos dio a su Hijo Jesús como luz de nuestras vidas.
Introducción al Padre Nuestro
Con Jesús, luz de nuestras vidas,
pidamos a Dios nuestro Padre
que perdone nuestros pecados
y nos libre de la tiniebla del pecado.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de la oscuridad del mal y del pecado,
y concédenos la paz que procede de la justicia y la amistad.
Libéranos de las prisiones que hemos levantado
para nosotros y para otros
por ciego egoísmo,
y que la luz de tu Hijo brille sobre nosotros
mientras nos preparamos para la gloriosa venida
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión (cfr. Jn 9,11)
Éste es Jesús, luz del mundo.
Él vino y frotó nuestros ojos.
Nos lavó con el agua del bautismo.
Entonces pudimos verlo y creer en él.
Dichosos nosotros
invitados a ver su luz y a comer su pan.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Por el poder de Jesús, tu Hijo,
despiértanos de la noche del pecado
y del sueño de la indiferencia.
Que la luz de Cristo resplandezca en nosotros,
para que los que viven a nuestro lado
descubran en nosotros un poco de la bondad de tu Hijo,
de su amor compasivo,
de la verdad que él proclamó,
y de la nueva vida que nos trajo.
Ojalá así todos los seres humanos te alaben y vean tu luz,
por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Dios nos ha llamado por medio de Jesucristo a ser hijos de la luz. Que ojalá sepamos dar testimonio de la luz de Cristo en la vida de cada día, viviendo con bondad, justicia y verdad. Y que Dios nos bendiga para esta misión, de modo que seamos para todos una verdadera bendición. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
A veces, quienes frecuentamos más la Iglesia, los sacramentos y somos fieles a sus preceptos, somos los que estamos más dispuestos a juzgar a los demás. Tenemos la petulancia de creer que por ello nos dan un pase directo al cielo, autorizándonos para descalificar o excomulgar a las personas excéntricas o irreverentes. Aunque cueste reconocerlo, la religión vivida con fanatismo produce ceguera y nos vuelve inmisericordes. La limitación que posee el ciego de nacimiento evidencia una sociedad religiosa enceguecida, incapaz de ver más allá de sí misma. Intentan explicar el origen de esta ceguera congénita buscando culpables. ¡Qué difícil les resulta a los sectores más conservadores superar su visión estrecha en asuntos tan delicados como las necesarias reformas al interior de la Iglesia cuando es tan necesario dejar de fomentar el clericalismo y apostar por la sinodalidad! Es más fácil cuestionar, , juzgar, descalificar las iniciativas de transformación que van surgiendo a impulso del Espíritu. Los sectores de una Iglesia que se aferra al poder sosteniendo estructuras que obstruyen la vivencia de la gracia son como el ciego de la parábola.
Con la mezcla de barro, Jesús realiza un acto que le devuelve la vista y con ello también lo dignifica y lo reintegra, como persona nueva, a una sociedad acostumbrada a marginar y despreciar a personas con limitaciones personales.
Los fariseos y escribas no son capaces de descubrir en este signo lo que Dios quiere y espera de quienes siguen a Jesús y profesan la fe en su Evangelio, siempre a favor de los últimos, de los discriminados, excluidos y desfavorecidos de la sociedad. Dios quiere que acompañemos, desde la fe, procesos sanadores y reconociendo y restituyendo la dignidad de toda persona con total independencia de su condición. La dignificación y transformación que se alcanza en el encuentro con Jesús posibilita una “mirada nueva” y libertad de espíritu para caminar por la vida con dignidad, sin complejos y sin culpas malsanas. Pero el mismo relato nos dice que estos procesos no resultan fáciles, ni para quienes necesitan ser atendidos con dignidad ni para las comunidades porque siempre se encuentran pretextos y resistencias. Como ya se dijo, el proceso de ceguera-visión no se reduce al milagro por medio del cual el ciego sanó, pues es también representación de quienes «miran y no ven» (Mt 13,13).Principalmente las personas del estamentoreligioso que se han vuelto insensibles al dolor de los demás. Para Jesús no debe haber pecado o limitación que impida a nadie vivir privado de su comunión y de su misericordia.