25 de marzo
ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
Solemnidad
Introducción
Celebramos hoy la fiesta solemne de la Anunciación. En el Misal antiguo esta fiesta se formulaba como “Anunciación de la Bienaventurada Virgen María”. De algún modo era correcto, ya que el ángel fue a anunciar alegres noticias a María. El nuevo Misal formula esta fiesta como “Anunciación del Señor”. Sí, éste es el día en que se anuncia la Buena Noticia de que María será la Madre de Jesús. El objeto del anuncio es Jesús. Él será “Dios-con-nosotros” (Primera lectura), que viene a hacer la voluntad de Dios Padre, encarnándose entre nosotros y salvándonos (Segunda lectura). Es el día de Jesús, pero también el día de María, su Madre. María, con la misma disposición que Jesús de servir a Dios y al Pueblo, dice: “Estoy totalmente dispuesta a servir.”“Soy la sierva del Señor.” Que éstas sean también nuestras palabras y sentimientos.
Oración Colecta
Oh Dios y Padre nuestro, siempre fiel:
Tú eres ciertamente nuestro “Dios-con-nosotros”.
Tu Hijo se hizo uno de nosotros
nacido por obra y gracia del Espíritu Santo
y de María Virgen.
Jesús vino a servir; María fue la humilde sierva.
Señor, haznos profundamente conscientes
de que la Salvación comenzó con el servicio.
Disponnos a servir con amor,
como hizo María, junto con Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
por los siglos de los siglos.
Is 7,10-14; 8,10: La virgen está encinta.
Sal 40: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Heb 10,4-10: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.
Lc 1,26-38: Concebirás y darás a luz un hijo
El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27a una virgen prometida a un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María. 28Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». 29Al oírlo, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué clase de saludo era aquél. 30El ángel le dijo: «No temas, María, que gozas del favor de Dios. 31Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. 32Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, 33para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin». 34María respondió al ángel: «¿Cómo sucederá eso si no convivo con un hombre?» 35El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. 36Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. 37Pues nada es imposible para Dios». 38Respondió María: «Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra». El ángel la dejó y se fue.
Oración de los Fieles
En esta solemnidad de la Anunciación roguemos con María por las necesidades de la Iglesia y de todos los hombres, y digamos: R/ Señor, por mediación de María, envíanos al Salvador.
Señor Dios nuestro: Escúchanos con bondad cuando te pedimos que, con María, busquemos tu voluntad en todo lo que hacemos. Concédenoslo por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Aquí, sobre el altar, te presentamos pan y vino
como signos de nuestra buena disposición
para estar disponibles para ti y para nuestro prójimo.
Así como Jesús pudo venir y estar con nosotros
porque María estuvo disponible para servir,
que así también ahora tu Hijo esté vivo entre nosotros
porque abrimos nuestro corazón
a ti y a todos que están a nuestro lado,
junto con Jesucristo, nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios, Padre nuestro:
Tú nos ha anunciado también a nosotros hoy
que tu Hijo se encarnó entre nosotros
para ser nuestra vida y alegría.
Él ha estado con nosotros en esta eucaristía
como tu Palabra viva y nuestro Pan de Vida.
Te pedimos que crezcamos en su vida
y, como María, por su Palabra,
llevemos un mensaje de liberación y felicidad
a los que buscan sentido a sus vidas.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.
Bendición
Hermanos: Jesús dijo: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. Y, a su vez, María dijo: “Aquí estoy como la sierva del Señor”. Que hagamos nuestras también estas palabras. Son hermosas, pero no son fáciles. Que Dios nos dé fuerza. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Toda llamada de Dios siempre conlleva una cuota de riesgo y novedad. Los encuentros con Dios no dejan indiferente a quien está atento: suscitan desconcierto, dudas, preguntas, diálogo, promesa, gratitud. Dios hace a María, la joven campesina de Nazaret, protagonista de un proceso liberador que la dignifica a ella y a su Pueblo. Hoy recordamos y celebramos esta noticia: que también las mujeres son portadoras de la bendición de Dios. En María, mujer, Dios nos regala el cumplimiento de las promesas hechas a su Pueblo empobrecido y marginado. El anuncio de la vida nueva en Dios conlleva en sí un proyecto de esperanza para quienes todavía hoy son menospreciados y olvidados. Toda vida es presencia viva de Dios que merece ser respetada y atendida, a la vez que sanada, custodiada y amada. Dios actúa en la historia, aunque no siempre comprendamos en quién y cómo. Renovemos con María nuestro compromiso de ser oyentes y servidores de esa Palabra de Dios que dignifica. ¡Atención! No todo anuncio en nuestro mundo engendra vida.