Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

Description

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

 

“Yo Soy la Resurrección y la Vida”

 

Saludo (Ver Segunda Lectura)

Que el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos

esté vivo en nosotros.

Que vivamos ahora en plenitud la vida de Jesús,

para que podamos resucitar en el último día.

Que Jesús, el Señor de la vida,

esté siempre con ustedes.

 

Introducción del Celebrante

“Yo Soy la Resurrección y la Vida”

     ¿Cómo pueden responder algunos cristianos, en encuestas, que no creen en la resurrección de Jesús? La resurrección es central para un creyente. La liturgia de hoy es una fuerte afirmación de nuestra fe en la resurrección, no sólo la de Jesús, sino también la nuestra propia. Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos; Jesús mismo resucitó de la muerte a la vida. Nuestra vida de resucitados comenzó en nuestro bautismo, y esta vida eterna tiene que crecer y seguir resucitando hasta después de nuestra muerte. Dios nos resucita. Jesús nos pregunta hoy: ¿Crees esto? Y nosotros respondemos con Marta: “Sí, Señor, yo creo”. Que esta eucaristía en la que vamos a participar sea el alimento de esa vida en nosotros.

 

Acto Penitencial

No dejamos crecer la vida en nosotros

cuando la echamos a perder

por el pecado y la indiferencia.

Pidamos al Señor de la vida que nos perdone.

                         (Pausa)

Señor Jesús, resurrección y vida nuestra,

perdona nuestra fe vacilante y débil

y nuestra esperanza tímida y titubeante.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, Hijo del Dios Viviente,

perdónanos porque, desde que recibimos el bautismo,

nuestra vida ha crecido tan poco en nosotros.

R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, alimento de nuestra vida,

perdónanos porque no hemos dejado

que la eucaristía nos levantara

de la tumba del pecado.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Sé misericordioso con nosotros, Señor,

y perdona todos nuestros pecados.

Danos la gracia de vivir aquí tu vida al máximo,

para que alcance su plenitud en la vida eterna.

 

Oración Colecta

Oremos para que podamos vivir

la vida resucitada de Jesús, nuestro Señor.

                          (Pausa)

Oh Dios de vida:

Tú quieres que vivamos y seamos felices.

Tu Hijo Jesús nos asegura:

“Yo soy la resurrección y la vida”.

No permitas que tu vida muera en nosotros.

Haz que salgamos de nuestras tumbas de pecado,

de nuestra mediocridad y de nuestros temores.

Que la vida triunfe en nosotros,

aun en nuestras pruebas e incertidumbres,

y haz que nuestra esperanza sea contagiosa para otros.

Gracias, porque tú nos has destinado para la vida sin fin

por medio del primer nacido de entre los muertos,

Jesucristo nuestro Señor.

 

Primera Lectura (Ez 37,12-14): Dios es la vida de su Pueblo

     A su pueblo desalentado, exiliado en un país extranjero, Dios le anuncia por medio del profeta: “Quiero que ustedes vivan. Los llevaré de vuelta a la tierra de la promesa y les daré mi espíritu de vida y fortaleza.”

Ezequiel 37,12-14: Les infundiré mi espíritu y vivirán

 

Esto dice el Señor: «Yo voy a abrir sus sepulcros, los voy a sacar de sus sepulcros, pueblo mío, y los voy a llevar a la tierra de Israel. 13Sabrán que yo soy el Señor cuando abra sus sepulcros, cuando los saque de sus sepulcros, pueblo mío. 14Infundiré mi espíritu en ustedes para que revivan, los estableceré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo digo y lo hago –oráculo del Señor–».

  

Salmo 130: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa

 

Segunda Lectura (Rom 8,8-11): El Espíritu Santo nos da la vida de Dios

     Los cristianos no se escapan de la realidad de su naturaleza humana, del mal y del sufrimiento. Sin embargo, no capitulan ni se rinden a la muerte del pecado. Por medio del Espíritu Santo que vive en ellos, son llamados a participar de la vida eterna de Dios.

Romanos 8,8-11: El Espíritu del que resucitó a Jesús habita en ustedes

 

Los que se dejan arrastrar por bajos instintos no pueden agradar a Dios. 9Pero ustedes no están animados por los bajos instintos, sino por el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece. 10Pero si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu vivirá por la justicia. 11Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes.

  

Evangelio (Jn 11,1-45): “¡Lázaro, sal afuera!”

     Jesús es la resurrección y la vida. Como resucitó a Lázaro de entre los muertos, así nos hace participar ahora en su vida resucitada y nos resucitará en el día del juicio. Es nuestra tarea también llevar a los hermanos a la plenitud de vida.

 

Juan 11,1-45: Yo soy la resurrección y la vida

 

En aquel tiempo, 3las hermanas de Lázaro le enviaron un mensaje: «Señor, tu amigo está enfermo». 4Al oírlo, Jesús comentó: «Esta enfermedad no ha de terminar en la muerte; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». 5Jesús era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro. 6Sin embargo cuando oyó que estaba enfermo, prolongó su estadía dos días en el lugar. 7Después dice a los discípulos: «Vamos a volver a Judea…» 17Cuando Jesús llegó, encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro… 20Cuando Marta oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. 21Marta dijo a Jesús: «Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto. 22Pero yo sé que lo que pidas, Dios te lo concederá». 23Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará». 24Le dice Marta: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». 25Jesús le contestó: «Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; 26y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo crees?» 27Le contestó: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo…» 33Jesús, al ver llorar a María y también a los judíos que la acompañaban, se estremeció por dentro 34y dijo muy conmovido: «¿Dónde lo han puesto?» Le dicen: «Ven, Señor, y lo verás». 35Jesús se echó a llorar. 36Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» 37Pero algunos decían: «El que abrió los ojos al ciego, ¿no pudo impedir que éste muriera?» 38Jesús, estremeciéndose de nuevo, se dirigió al sepulcro. 39Jesús dice: «Retiren la piedra». Le dice Marta, la hermana del difunto: «Señor, huele mal, ya lleva cuatro días muerto». 40Le contesta Jesús: «¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?» 41Retiraron la piedra. Jesús alzó la vista al cielo y dijo: «Te doy gracias, Padre, porque me has escuchado. 42Yo sé que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la gente que me rodea, para que crean que tú me enviaste». 43Dicho esto, gritó con fuerte voz: «Lázaro, sal afuera». 44Salió el muerto con los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar». 45Muchos judíos que habían ido a visitar a María y vieron lo que hizo creyeron en él.

 

Oración de los Fieles

     “Señor, si tú hubieras estado aquí”, dijo Marta, “mi hermano no habría muerto”. Señor, haznos conscientes de tu presencia y de tu llamado a vivir tu vida, mientras te pedimos: R/ Hijo del Dios vivo, danos vida.

 

  • Señor da nueva vida a tu Iglesia y dale valor para que nazca una Iglesia mejor a través de los difíciles dolores del cambio y la renovación. Por eso te pedimos.
  • Señor, derrama tu vida de manera rica y profunda en los adultos y en los niños que se preparan para el bautismo, para que vivan muy cerca de ti. Por eso te pedimos.
  • Señor, sostiene a los ancianos y a los moribundos en la esperanza de que resucitarán contigo, para que se confíen a ti con toda serenidad y con fe profunda. Por eso te pedimos.
  • Señor, sigue inspirando, con el valor y la dignidad de la vida, a los que sufren, a las víctimas de la injusticia y de la desgracia, para que no se desalienten ni se rindan ante las dificultades de la misma vida. Por eso te pedimos.
  • Señor, mira con amor a nuestra comunidad cristiana. Haz que apreciemos la vida como un don y una tarea, de forma que podamos usar todos nuestros talentos para enriquecerla y perfeccionarla en beneficio nuestro y de los demás. Por eso te pedimos.

 

     Señor Jesús, álzanos por encima de nuestra mezquina autosuficiencia hacia una esperanza más fuerte que la muerte. Quédate con nosotros ahora y por los siglos de los siglos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Oh Dios y Padre nuestro:

Tu Hijo Jesús ha dado sentido a la muerte

además de a la vida.

En su propio cuerpo

experimentó nuestros sufrimientos

junto con nuestras alegrías

y murió nuestra misma muerte

como una ofrenda a ti y a nosotros.

Al unirnos a él en su sacrificio,

ayúdanos a cargar con él

las cargas de nuestros hermanos,

para que con él y contigo

vivamos para siempre,

por los siglos de los siglos.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

     Unámonos a la oración de acción de gracias de Jesús al Padre, el Dios de Vida, por su bondad y con la esperanza de la resurrección.

 

Introducción al Padre Nuestro

Con confianza y esperanza

nos dirigimos al Padre de toda vida

con la oración de Jesús nuestro Señor.

R/ Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males,

y que la paz que te pedimos

no sea una paz culpable

por complicidad con las injusticias de este mundo.

Que sea una paz liberadora

que no pueda encontrar descanso

hasta que todos nuestros hermanos y hermanas

sean libres con la libertad que tú nos has traído

por medio de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

R/ Tuyo es el reino…

 

Invitación a la Comunión (Cfr. Jn 9,11)

Éste es Jesucristo, el Señor

que nos dice:

“Yo soy el Pan de Vida.

Todos los que coman mi carne y beban mi sangre

tienen vida eterna.

Ellos viven en mí y yo en ellos,

y los resucitaré en el último día”.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Oh Dios de todo lo viviente:

Por tu Hijo Jesús nos hemos cerciorado en esta eucaristía

de que él es la resurrección y la vida

y de que, si creemos en él,

tenemos ahora ya vida eterna.

Que su carne y su sangre nutran esta vida en nosotros

y que la hagan crecer día tras día

para que vivamos su vida hasta el extremo

y, con él y como él, la convirtamos en un don

para animar las vidas de los hermanos.

Que él nos conduzca a tu vida de alegría eterna.

Te lo pedimos en el nombre de Jesús el Señor.

 

Bendición

Hermanos:

Dios nuestro Padre quiere que vivamos.

Aceptemos de él la vida con gratitud

como un don y una misión.

R/ Amén.

 

Nuestro Señor Jesucristo murió por nosotros

para que podamos vivir.

Que vivamos con él una vida

digna de los hijos e hijas de Dios.

R/ Amén.

 

El Espíritu, dador de vida,

nos inspira a seguir el camino de Cristo

atentos siempre con amor a los demás.

Que él nos haga disponibles y abiertos

a cualquiera que tenga necesidad.

R/ Amén.

 

Y que la bendición del Dios de la vida,

Padre, Hijo y Espíritu Santo,

descienda sobre nosotros

nos guarde en su amor

y permanezca para siempre.

R/ Amén.

 

El evangelio de este domingo nos anticipa lo que recordamos y actualizamos, no sólo ahora que se aproxima la Pascua de Jesús, sino en cada experiencia que nos pone en contacto con el sufrimiento. Con la vulnerabilidad puesta en evidencia –y en toda su crudeza con la pandemia endémica– hemos podido constatar que el dolor es parte de la vida, unas veces espontáneo y otras provocado, pero que de igual forma golpea y hiere. El evangelio de Juan nos narra el encuentro con el dolor que vivió la familia de Betania con la muerte de Lázaro, así como les ha tocado a muchas familias en este tiempo lidiar con la pérdida de sus seres queridos. Con la revivificación de Lázaro podemos sintetizar todos los esfuerzos de Jesús por rehabilitar y recuperar la vida enferma, despreciada, maltratada de nuestras sociedades. El mensaje a lo profundo nos quiere recordar que no nos podemos dar por vencidos ni delante de la muerte, mucho menos frente a aquellas vidas que olvidamos a su suerte porque nos parece imposible recuperarlas.

 

Frente a estas acciones por salvar la vida, Jesús es incomprendido; terminará siendo perseguido y condenado a muerte. La religión oficial del Templo actuaba a la inversa pues en lugar de intentar salvar, condenaba y señalaba como culpables a los mismos enfermos. Cuántas veces sucede que, a personas comprometidas en los diversos espacios de participación comunitaria, se leas condena por su modo “antisistema” de vivir. Personas a las que, por denunciar lo que atenta contra la vida y trabajar en alianza con organizaciones solidarias incomodando a los poderosos o inescrupulosos de turno, se les coarta la libertad o se les quita la vida. Pensemos en el alarmante número de asesinatos de personas ambientalistas o de derechos humanos que alzaron su voz en defensa de la Casa común invitando a tener estilos de vida más saludables, sin contaminación, depredación, ni acaparamiento...

 

El proyecto de muerte muchas veces se disfraza de publicidad, ofertas de consumo y felicidad aparente. Se promete un progreso que huele mal, como huelen las cloacas de los centros de consumo. Se amasa una riqueza que oprime, que impide caminar libremente porque nos esclaviza, haciéndonos dependientes de todo aquello que nos enferma y contamina. Asistimos al dolor y sufrimiento que acompaña a las familias de personas que mueren injustamente o antes de tiempo. Jesús se solidariza e invita a Marta y María a ser testimonio vivo de lo que significa recuperar la vida. Este tiempo de Cuaresma ¿de qué manera nos está ayudando a rehabilitar la vida?

 

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