Jueves 6 de Abril
JUEVES SANTO
MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR
“Éste es mi Cuerpo, que es para ustedes.”
“Deben lavarse los pies unos a otros.”
“Hagan esto en conmemoración mía.”
Saludo
“Éste es mi cuerpo, que es para ustedes”, dice el Señor.
“Hagan esto en memoria mía”.
Que el Señor Jesús esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante
Esta tarde (noche) hemos venido, juntos como hermanos, a celebrar la memoria de la Cena de Despedida de Jesús: En esta cena tan cargada de emoción y significado, Jesús hizo y dijo cosas insólitas y chocantes. Como el más humilde de los siervos, él, el gran Maestro y Señor, lavó los pies de sus discípulos y les dijo que se hicieran, como él, servidores los unos de los otros, servidores del pueblo. Después, cuando estaban comiendo, les pasó el pan y el vino diciendo: “Esto es mi cuerpo partido para ustedes. Ésta es la copa de mi sangre derramada por ustedes. Ámense unos a otros como yo les he amado”. Estos acontecimientos ocurrieron hace mucho tiempo, y sin embargo, Jesús nos repite a nosotros aquí y ahora: “Hagan esto en conmemoración mía”... Les he dado ejemplo. Tienen que hacer ustedes como yo he hecho. Como yo he servido, así tienen ustedes que servir; como yo les he amado, así deben amarse unos a otros…
Saludo (Ver el Evangelio)
“Si yo, el Señor y Maestro –dice Jesús–
les he lavado los pies,
ustedes también deben lavarse los pies
los unos a los otros.
Porque les he dado ejemplo
para que hagan como yo he hecho con ustedes.”
Que el Señor y siervo Jesús
esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante
El evangelista Juan no nos cuenta cómo instituyó Jesús la Eucaristía en la Última Cena. Pero en cambio relata con detalle el Lavatorio de los pies como si quisiera cifrar, en ese gesto de amor y servicio del Maestro a sus discípulos, la esencia y el fruto de la Eucaristía. Anticipando la entrega suprema de la cruz por la que había venido a salvar todo lo creado, Jesús nos muestra el camino del amor total. Un amor que se olvida de sí mismo y sirve a Dios y a los hermanos tiene que ser la señal o marca del discípulo de Jesús. El mismo Jesús está aquí para otorgarnos el espíritu de servicio.
Saludo (Ver el Evangelio)
Dice el Señor:
“Si yo, que soy su Maestro y Señor,
les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros,
porque les he dado ejemplo
para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”.
Que el Señor y siervo, Jesús, esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante
Cuando Jesús instituyó la Eucaristía en la Última Cena, dijo: “Hagan esto en conmemoración mía”. En memoria de Jesús estamos ahora recordando y celebrando lo que ocurrió en la Última Cena y haciendo de nuevo lo que él hizo allí, como lo realizamos, de hecho, en cada eucaristía. Nosotros, pueblo de Dios, somos ahora los discípulos de la Última Cena. El sacerdote, que actúa en el nombre de Jesús, representa al mismo Jesús. La mesa, en torno a la que los discípulos estaban reunidos, es ahora el altar. La habitación (o Cenáculo) de la Última Cena es este templo. Al igual que los discípulos, estamos reunidos como comunidad en torno a Jesús, y comiendo con él. Éste es un acto fundamental para nuestras comunidades cristianas: estar reunidos en torno al Señor para comer y beber con él y de esta manera estar más unidos a él y ser más como él. Celebremos, pues, gozosamente con el Señor.
Acto Penitencial
Nuestro Señor se nos da a sí mismo en la Eucaristía
para que, con su fuerza, hagamos como él hizo.
En su presencia, y en presencia de los hermanos,
preguntémonos si hemos sido fieles
a esta tarea de amor.
(Pausa)
Señor, en la Eucaristía nos llamas a todos juntos
para ser uno en ti,
pero no logramos aun poner aparte nuestras diferencias
y edificar juntos justicia y amor entre nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Cristo, Señor nuestro: En la Eucaristía tú nos sirves,
pero el servicio y el sacrificio en beneficio de otros
nos parecen con frecuencia demasiado humillantes
y nos cuesta demasiado realizarlos.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, en la Eucaristía
tú sigues entregándote a ti mismo por nosotros,
pero, cuando nosotros tenemos que compartir,
con frecuencia medimos y pesamos nuestros dones
y no nos damos a nosotros mismos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestra falta de amor y servicio
y nos lleve a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que podamos celebrar esta santa Cena
con la misma actitud del Señor.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
En esta tarde (noche),
tan diferente de otras tardes (noches),
estamos aquí reunidos para participar en la cena
que tu único Hijo nos legó,
de forma que él pudiera permanecer con nosotros
con toda la plenitud de su amor liberador.
Él nos dio esta cena
cuando estaba a punto de morir,
y nos mandó celebrarla
como el nuevo y eterno sacrificio.
Te pedimos que en este encuentro con tu Hijo
él comparta con nosotros tu vida y amor
y sea nuestro pan de fortaleza
que nos haga capaces de cumplir tu amorosa voluntad
y de servir generosamente a nuestros prójimos,
cercanos o lejanos.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura (Éx 12,1-8.11-14): Un día de fiesta para siempre
Como los judíos se salvaban por la sangre del cordero pascual, así recordamos que Jesús es nuestro Cordero Pascual salvador.
Prescripciones sobre la cena pascual
Sal 116: El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo
Segunda Lectura (1 Cor 11,23-26): Este es mi Cuerpo, entregado para ustedes
San Pablo nos recuerda que tenemos que dejar a Jesús hacer entre nosotros, en su memoria, lo mismo que hizo en la Última Cena: Darnos su cuerpo como comida.
Proclamarán la muerte del Señor
Evangelio (Jn 13,1-15): Lávense los pies unos a otros: ¡Sirvan!
Jesús lavó los pies de sus apóstoles para recalcarles a ellos, y también a nosotros, que el servicio está en el corazón del Evangelio, junto con la entrega de sí mismo.
Jn 13,1-15: Los amó hasta el extremo
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2Durante la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, 3sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios, 4se levantó de la mesa, se quitó el manto, y tomando una toalla, se la ató a la cintura. 5Después echó agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura… 12Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer? 13Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien. 14Pero si yo, que soy Maestro y Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes».
Oración de los Fieles
En esta tarde (noche), tan diferente de otras tardes (noches), estamos invitados con los apóstoles a la Cena del Señor. Roguémosle que sepamos conectar íntimamente con su propia actitud y disposición interior en aquella noche antes de su Pasión, y digámosle: R/ Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesucristo, Señor de amor: Tú dijiste en la Última Cena –y nos lo repites a nosotros esta tarde (noche)– que una persona no puede expresar mayor amor que dando su vida por sus amigos. Que dejemos de vivir para nosotros mismos, y que, gracias al calor de nuestros corazones y a nuestra entrega recíproca, lleguemos a hacer tu amor un poco más visible en la tierra, para que todos crean en ti ahora y por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
Tu Hijo Jesús se dio a sí mismo a sus amigos
como el nuevo Cordero Pascual
bajo el sabor de un trozo de pan
y con la alegría de una copa de vino.
Ahora que está él con nosotros,
le pedimos que nos alimente con su Cuerpo
para hacernos realmente
su “Cuerpo místico” en el mundo,
es decir, la Iglesia de su pueblo peregrino
en marcha hacia la tierra prometida
donde esperamos gozar de alegría y felicidad eternas.
Te lo pedimos por el mismo Cristo, nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Hoy Jesús nos dice de una manera conmovedora: Esto es mi Cuerpo y ésta es mi Sangre para ustedes; soy yo mismo, que me entrego a ustedes. Aprendan de mí a entregarse a Dios y los unos a los otros. Demos gracias por todo ello.
Introducción al Padre Nuestro
Antes de participar en el banquete de Salvación como pueblo que él ha unido, oremos con el Señor Jesús la oración que él mismo nos enseñó. R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males.
Danos hoy el pan de tu Hijo
que nos anime a seguir adelante
por el camino del amor y del servicio
y que sea nuestra fuerza
en las pruebas de la vida,
mientras esperamos con gozosa alegría
la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor,
Cordero de Dios que entregó su vida
para eliminar nuestros pecados
y para ser nuestra vida.
Vengan a la mesa del Señor
en paz y amistad.
Es el mismo Señor quien nos invita
y el mismo Señor quien nos alimenta;
es el Señor quien nos da su paz.
Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Cuando tu Hijo Jesús
se entregó a sí mismo a sus amigos
como comida y bebida para el camino,
se comprometió
a permanecer con nosotros
como el “hombre-para-los-demás”
y como el “Señor-que-sirve”.
Queremos aprender de él
a entregarnos a nuestro prójimo,
a amar y servir a los hermanos sin contar el precio
y a liberar a nuestros hermanos y hermanas
de cualquier mal que los esclavice,
como un anticipo de la felicidad eterna
que, según tu promesa, tú nos preparas
por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
Antes de la Procesión con el Santísimo
Después de la Última Cena, Jesús fue con sus apóstoles al huerto de Getsemaní a orar, antes de que lo apresaran y comenzara así su Pasión, para morir al día siguiente en la cruz. Como a los apóstoles, el Señor nos pide a nosotros también vigilar y orar con él. Podríamos reflexionar en nuestra adoración sobre la forma cómo él aceptó su Pasión por amor fiel a su Padre y a nosotros. Podríamos también darle gracias por permanecer con nosotros en la Eucaristía, para ser entre nosotros vínculo de unidad y de amor.
Lavar los pies, hacerse pequeño e invisible en el servicio son de las invitaciones que Jesús nos deja como heredad. En un mundo hedonista, superficial, en el que se sobrevalora la fama, el ocupar lugares importantes, conquistar logros profesionales, vivir del consumo desmedido, estar presente en las redes sociales con imágenes y mensajes fáciles y frívolos, parece no haber lugar para quienes sirven calladamente y trabajan a favor de la vida, el bien común y la construcción de redes comunitarias de solidaria contención. En esta realidad tan adversa al humilde servicio, Jesús nos invita con sus gestos y palabras sencillas, a participar de mesas compartidas que se distingan por su servicio. Hoy es buen día para rendir homenaje a todos aquellos hombres y mujeres que cuidan, sanan, alimentan, acompañan, limpian, enseñan, ordenan, organizan y ayudan a que la vida en este mundo sea más grata y llevadera. En este día del amor “fraterno” y “sororo” para las comunidades, recibimos la invitación a reconocer la dignidad y el valor de toda persona. Eucaristía y servicio se presentan como nuestro mayor don y tarea.