SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Encontrando al Señor Resucitado
“Señor mío y Dios mío”
“No teman: La paz esté con ustedes”
Saludo (Ver la Segunda Lectura)
¡Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo!
Por su gran misericordia
hemos nacido de nuevo a una esperanza viva
por medio de la resurrección
de Jesucristo de entre los muertos.
¡Que el Señor resucitado esté siempre con ustedes!
Introducción del Celebrante (Tres opciones)
El Señor Resucitado está aquí con nosotros. ¿Lo reconocemos?¿Somos conscientes de que él está aquí con nosotros en cada celebración de la eucaristía e incluso en la vida de cada día; también y especialmente en nuestros momentos de prueba, dificultades y fracasos? Él ha resucitado, y nos alza y nos resucita, ahora. Pidámosle hoy que nos dé la gracia de creer en él que es el Señor de Vida.
Ocho días después de la resurrección, los discípulos de Jesús estaban juntos, con miedo, creyendo, pero aun así dudando, ya que el hecho de que Jesús viviera era demasiado bueno para ser verdad. De la misma manera nosotros hoy nos hemos reunido como comunidad de Jesús. Sin embargo, nosotros también somos con frecuencia tímidos y tenemos miedo; estamos llenos de preguntas, quizás de dudas, y con una fe frágil. Pero estamos juntos aquí porque somos una comunidad que cree en Jesucristo. Sabemos que el Señor está presente en medio de nosotros, aunque nuestros ojos no pueden verlo. Y con Tomás decimos en esta eucaristía: “Señor mío y Dios mío”.
Para la gente que tiene miedo es difícil mantenerse firme en aquello en que creen, y hablar abiertamente de sus convicciones. Para los que han sufrido mucho, o han visto mucho mal y aflicción, es difícil aceptar que las cosas puedan cambiar a mejor y que incluso nuestra miseria y nuestras heridas puedan ayudar a aliviar la carga de otros. Todo esto se vuelve posible y creíble cuando encontramos al Señor Resucitado.
Él muestra las cicatrices de sus heridas y, sin embargo, es el Señor glorioso. Sus heridas nos sanan. Y aquí en la eucaristía él nos dice que vayamos a divulgar su mensaje de alegría.
Acto Penitencial
Si hubiéramos creído más profundamente
que el Señor resucitó y que vive entre nosotros,
hubiéramos pecado menos.
Pidamos al Señor que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, tú nos dices:
“La paz esté con ustedes”,
mientras estás presente ente nosotros
por tu Palabra y por tu Cuerpo eucarístico:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú nos dices:
“La paz esté con ustedes”,
mientras perdonas nuestros pecados.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos dices:
“La paz esté con ustedes”
mientras nos envías a compartir tu paz con todos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, perdona nuestros pecados
mientras estamos unidos en oración.
Llévanos a todos a las alegrías de la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos pidiendo una fe firme
en que Jesucristo ha resucitado y vive entre nosotros.
(Pausa)
Bendito seas, Dios, Padre nuestro,
que has resucitado a Jesús de entre los muertos.
Mantennos firmes en la fe,
creyendo que Jesús es nuestro Señor y nuestro Dios.
Danos la gracia de saber encontrarlo
en nuestra vida de cada día
y de vivir siempre en su paz.
Abre nuestros ojos para que sepamos ver sus cicatrices
en los hombres y mujeres que sufren,
y, por medio de tu Espíritu,
muévenos a llevarles consuelo y esperanza
en Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura (Hch 2,42-47): Una comunidad modelo de fe
San Lucas describe cómo los primeros cristianos intentaron ser una comunidad de fe. Oraban juntos, compartían la Eucaristía, y se preocupaban por los necesitados entre ellos.
Hechos 2,42-47: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
Los hermanos se reunían frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. 43Ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles, un sentido de reverencia se apoderó de todos. 44Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común. 45Vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno. 46A diario acudían fielmente e íntimamente unidos al templo; en sus casas partían el pan, compartían la comida con alegría y sencillez sincera. 47Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba. El Señor iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando.
Salmo 118: «Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia»
Segunda Lectura (1 Pe 1,3-9): La alegría de la fe
Para los cristianos la fuente de alegría es su fe en el Señor resucitado, dice Pedro. Pero la fe nunca está del todo segura, ya que los cristianos están siempre de camino, con su fe probada, expuesta a las pruebas de la vida.
1 Pedro 1,3-9: «Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva»
Bendito sea Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo, que, según su gran misericordia y por la resurrección de Jesucristo de la muerte, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, 4a una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse, reservada para ustedes en el cielo. 5Porque gracias a la fe, el poder de Dios los protege para que alcancen la salvación dispuesta a revelarse el último día. 6Por eso alégrense, aunque por el momento tengan que soportar pruebas diversas. 7Así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más preciosa que el oro perecedero purificado por el fuego y se convertirá en motivo de alabanza, honor y gloria cuando se revele Jesucristo. 8Ustedes lo aman sin haberlo visto y, creyendo en él, sin verlo todavía, se alegran con gozo indecible y glorioso, 9ya que van a recibir, como término de su fe, la salvación personal.
Evangelio (Jn 20,19-31): Dichosos los que creen sin ver
El apóstol Tomás no pudo creer hasta que, reunido con los otros apóstoles, encontró al Señor Resucitado en la Comunidad.
Juan 20,19-31: A los ocho días, llegó Jesús
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: La paz esté con ustedes. 20Después de decir esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. 21Jesús repitió: «La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes». 22Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. 23A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán retenidos». 24Tomás, llamado Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Él replicó: «Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos, y la mano por su costado, no creeré». 26A los ocho días estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa y Tomás con ellos. Se presentó Jesús a pesar de estar las puertas cerradas, se colocó en medio y les dijo: «La paz esté con ustedes». 27Después dice a Tomás: «Mira mis manos y toca mis heridas; extiende tu mano y palpa mi costado, en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». 28Le contestó Tomás: «Señor mío y Dios mío». 29Le dice Jesús: «Porque me has visto, has creído; felices los que crean sin haber visto». 30Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están relatadas en este libro. 31Éstas quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él.
Oración de los Fieles
Pedimos hoy al Señor fe en él, para que nuestras comunidades cristianas den testimonio de su presencia en medio de su pueblo, diciendo: R/ ¡Quédate con nosotros, Señor!
Señor Jesús, glorioso y resucitado, quédate con nosotros, danos tu Espíritu, fortalece nuestra fe para que la gente vea que somos una comunidad de hermanos y hermanas porque tú vives en medio de nosotros, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Padre de bondad:
Esta celebración eucarística es una profesión de fe
en la presencia de tu Hijo en medio de nosotros.
Nuestros ojos serán incapaces de verlo;
no podremos tocarlo con nuestras manos,
pero que nuestros corazones le reconozcan
y nuestras obras den testimonio
de que Jesucristo es nuestro Señor
ahora y por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Lo que nuestros ojos no pueden ver y nuestros oídos no pueden oír, lo creemos con nuestro corazón: Cristo vive, y está aquí con nosotros. Con él damos gracias a nuestro Padre del cielo.
Introducción al Padre Nuestro
Como don gratuito de nuestro Padre
hemos recibido la fe, la esperanza,
y el amor que nos vincula juntos.
Con Jesús, el Señor resucitado, pedimos:
R/ Padre nuestro…
Oración por la Paz (Antes del saludo de paz)
Señor Jesucristo:
tú has vencido a la muerte.
En la noche del primer día de la semana
infundiste tu espíritu en tu Iglesia
y nos prometiste el don de la paz.
Mira con bondad a tus fieles, reunidos en tu nombre.
Y, ya que creemos en ti,
renuévanos por el poder de tu Espíritu
y que tu paz venga sobre nosotros.
Bendito seas, Señor y Dios nuestro,
ahora y por los siglos de los siglos.
Invitación a la Comunión
Este es Jesús, nuestro Señor resucitado.
No podemos verlo con nuestros ojos,
pero creemos que vive
y que está presente entre nosotros en la Eucaristía.
Dichosos nosotros de recibirlo
y de crecer por medio de él
en fe y en amor.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Te damos gracias por Jesucristo,
por su palabra de paz
y por su alimento de fortaleza.
Creemos que él murió por nosotros
y que lo resucitaste de entre los muertos
para que se quedase con nosotros, tu pueblo de hoy.
Ayúdanos a ser hombres y mujeres resucitados,
que crezcan en fe y en amor
y a construir con él una comunidad y un mundo
donde alegría y verdad, amor y justicia,
paz y libertad no sean palabras vacías,
porque tú has hecho posible todo esto
por medio de Jesucristo nuestro Señor resucitado,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Podemos ir y llevar a Cristo con nosotros a nuestra vida de cada día, porque él nos envía a nuestros hermanos y hermanas como el Padre le envió a él. Que él se haga visible en nuestro espíritu de fe, en nuestro valor, en nuestra bondad y en nuestro amor: que refleje el amor servicial de Dios. Para esta misión, que la bendición del mismo Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Estas apariciones de Resucitado completan acabadamente las secuencias del Mensaje por la cronología que nos presenta –el «día primero» y «ocho días después»– dividiendo el relato en dos escenas misioneras: en la primera, la misión es hacia afuera y está impulsada por la paz del Resucitado, que capacita a la comunidad para salir en “éxodo” misionero anunciando vida siempre nueva y libertad. En la segunda aparición, la misión es hacia adentro: implica cambios en la fe personal con consecuencias comunitarias y universales.
La misión de la comunidad es encarnar entre sus miembros las actitudes pascuales que fortalezcan a quienes siguen atados al pasado: rigidez mental, incredulidad, individualismo, desesperanza. Este no es un ejercicio intelectual sino de apertura a la gracia de Dios, que sostiene y se manifiesta en los gestos de ternura suscitados por la comunión. La Pascua invita a compartir espontáneamente la propia experiencia de fe para que, sosteniéndonos unos a otros, crezcamos en amor y experiencia. Esta común unión, fruto de la presencia del Resucitado, posibilita gestar procesos sanadores que reconcilian y liberan. La comunidad pascual no ha de buscar adeptos adoctrinados sino hermanos y hermanas que, sintiéndose
familia, deciden quedarse e invitar a otras personas a formar parte de este proyecto de vida compartida. De esta manera la fe no es resultado de comprobaciones racionales, sino el fruto de una confianza arriesgada que cree y apuesta por estilos de vida alternativos. Solo así se puede garantizar la libertad de las personas y su más humana y verdadera realización.
La experiencia de Tomás es la imagen del escepticismo que manifiestan quienes buscan razones y explicaciones para todo (racionalismo cristiano); también es signo de la duda que generan muchas comunidades que no viven lo que predican. Pero lo importante para el relato es manifestar que la fe no se fundamenta en «pruebas», sino en la experiencia personal y comunitaria de encuentro con el Señor Resucitado. No es una persona o una comunidad quienes «comprueban» lo que otros han vivido y creído; quienes están experimentando los frutos de la fe suscitan el encuentro con esa presencia vivificadora.
La reunión comunitaria de cada Domingo debe ser un espacio donde se viva la experiencia pascual que nos renueve a impulso del Espíritu. La mesa compartida eucarística sea reflejo de aquello que vamos a suscitar en nuestra vida ordinaria. Un encuentro que nos invita a compartir nuestros dones con quienes más nos necesitan. Pidamos a Dios que, en esta Pascua, cambiemos nuestra indiferencia en cercanía y nuestros miedos en oportunidades para amar y perdonar.