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El calendario litúrgico anual

TERCER DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Description

TERCER DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

 

En el Camino de Emaús

 

Caminando con el Señor

 

Saludo (Ver la Segunda Lectura)

La preciosa sangre del Cordero Jesucristo,

nos ha hecho libres.

Dios lo resucitó de entre los muertos

y por medio de él tenemos fe y esperanza.

Que Jesús, el Señor, esté siempre con ustedes.

 

Introducción del Celebrante

  1. En el Camino a Emaús

     Con demasiada frecuencia pensamos que estamos totalmente solos en el camino rocoso de la vida, con nuestras luchas y desalientos, pero también con nuestras alegrías y felicidad que tenemos que compartir. ¿Lo sabe el Señor? ¿Está él ahí? Nuestra fe y sensibilidad cristianas, como es ya sabido desde los tiempos más antiguos de la Iglesia, nos asegura que él está presente y que camina con nosotros en la, a veces, rocosa calzada de la vida. Jesús nos dice su palabra de vida en las Escrituras, proclamada para nosotros cada Domingo. Él es ciertamente nuestro compañero en la vida, es decir, literalmente, el que parte su pan para nosotros, como hizo para sus discípulos en la Última Cena y en el camino peregrino de Emaús.

 

  1. Caminando con el Señor

    Cuando al caminar nos sentimos tristes, aburridos o desalentados, y totalmente solos, nos parece que el viaje dura mucho más tiempo. Pero, permitamos a alguien que se nos junte por el camino, un amigo o incluso un extraño que nos dé fuerza y alegría de nuevo; entonces el viaje se hace más ligero e interesante y nuestros corazones se animan. La ruta de la vida es así. A veces resulta difícil y cansina; pero se vuelve fácil y alegre cuando sabemos que el Señor viene de viaje con nosotros y anima nuestros corazones.

Hoy, y cada día, Jesús quiere ser nuestro compañero en el camino de la vida.

 

Acto Penitencial

Con frecuencia somos demasiado autosuficientes y engreídos;

y eso nos impide reconocer al Señor entre nosotros.

Pidámosle al Señor que nos perdone.

                            (Pausa)

Señor Jesús, tú eres uno con nosotros;

tú caminas con nosotros en la ruta de la vida.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, tú proclamas para nosotros

tu Buena Nueva de Salvación

que clarifica nuestras alegrías,

nuestras penas y toda nuestra vida.

R/ Cristo, ten Piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, tú partes para nosotros

tu sabroso pan que da vida.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Ten piedad de nosotros, Señor,

y perdona todos nuestros pecados.

Haznos conscientes de que estás siempre muy con nosotros.

Y sé nuestro compañero en nuestro viaje a la vida eterna.

 

Oración Colecta

Oremos para que Jesús sea nuestro compañero en el camino de la vida.

             (Pausa)

Oh Dios y Padre nuestro:

Nuestro camino en la vida

es con frecuencia pesado y molesto

ya que es un camino propio de peregrinos.

Danos a Jesús, tu Hijo,

como nuestro compañero que viaja con nosotros

y que anima nuestros corazones con amor y alegría.

Que él siga partiendo para nosotros el pan de sí mismo,

que nos da valor y fortaleza.

Abre nuestros ojos para que sepamos reconocerlo

en nuestros hermanos desalentados y afligidos,

para que éstos vean en nosotros

algo de nuestra fe firme

en que nuestro Señor ha resucitado

y vive por los siglos de los siglos.

 

Primer Lectura (Hch 2,14.22-33): El Señor ha resucitado y vive para siempre

     Lleno del Espíritu Santo, el día de Pentecostés Pedro proclama el centro y corazón del mensaje cristiano: Cristo murió, pero vive como nuestro Señor resucitado. Éste es el fundamento de nuestra fe. Por eso Jesús puede estar ahora con nosotros.

Hechos 2,14.22-33: No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio

 

Pedro se puso de pie con los Once y levantando la voz les dirigió la palabra: «Judíos y todos los que habitan en Jerusalén, sépanlo bien y presten atención a lo que voy a decir. 22Israelitas, escuchen mis palabras: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien saben. 23A éste hombre, entregado conforme a los planes y propósitos que Dios tenía hechos de antemano, ustedes lo crucificaron y le dieron muerte por medio de gente sin ley. 24Pero Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó, porque la muerte no podía retenerlo. 25David dice refiriéndose a él: “Pongo siempre delante al Señor: con él a la derecha no vacilaré. 26Por eso se me alegra el corazón, mi lengua canta llena de gozo y mi carne descansa esperanzada: 27porque no me dejarás en la muerte ni permitirás que tu devoto conozca la corrupción. 28Me enseñaste el camino de la vida, me llenarás de gozo en tu presencia”. 29Hermanos, permítanme que les diga con toda franqueza: el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva hasta hoy entre nosotros. 30Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente carnal suyo se sentaría en su trono, 31previó y predijo la resurrección del Mesías diciendo que no quedaría abandonado en la muerte ni su carne experimentaría la corrupción. 32A este Jesús lo resucitó Dios y todos nosotros somos testigos de ello. 33Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha comunicado como ustedes están viendo y oyendo.»

 

Salmo 16: «Señor, me enseñas el sendero de la vida»

 

Segunda Lectura (1 Pe 1,17-21): El Señor Resucitado es el fundamento de nuestra esperanza.

     Pedro anima a los fieles: Dios es nuestro Padre; él envió a su Hijo para salvarnos por su muerte y resurrección . Esto da sentido a nuestras vidas; éste es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza.

1 Pedro 1,17-21: «Han sido redimidos con la sangre de Cristo»

 

Si llaman Padre al que no hace diferencia entre las personas y juzga a cada uno según sus obras, vivan con respeto durante su permanencia en la tierra. 18No olviden que han sido liberados de la vida inútil que llevaban antes, imitando a sus padres, no con algún rescate material de oro y plata 19sino con la preciosa sangre de Cristo, cordero sin mancha ni defecto, 20predestinado antes de la Creación del mundo y revelado al final de los tiempos, en favor de ustedes. 21Por medio de él creen en Dios, que lo resucitó de la muerte y lo glorificó; de ese modo la fe y la esperanza de ustedes se dirigen a Dios.

 

Evangelio (Lc 24,13-35): Lo reconocieron al partir el pan

     Lucas aprovecha la ocasión del desaliento de dos discípulos y su encuentro con Cristo para decirnos esto: El Señor Resucitado sigue viviendo entre nosotros, sus fieles, por la Palabra que nos proclama y por la Eucaristía.

Lucas 24,13-35: Lo reconocieron al partir el pan

 

Aquel mismo día, dos discípulos de Jesús iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, que está a unos diez kilómetros de Jerusalén. 14En el camino conversaban sobre todo lo sucedido. 15Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. 16Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. 17Él les preguntó: «¿De qué van conversando por el camino?» Ellos se detuvieron con rostro afligido, 18y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días?» 19Jesús preguntó: «¿Qué cosa?» Le contestaron: «Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. 20Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto. 22Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado; ellas fueron de madrugada al sepulcro, 23y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo. 24También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron». 25Jesús les dijo: «¡Qué duros de entendimiento!, ¡cómo les cuesta creer lo que dijeron los profetas! 26¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?» 27Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. 28Se acercaban al pueblo adonde se dirigían, y él hizo ademán de seguir adelante. 29Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día se acaba». Entró para quedarse con ellos; 30y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32Se dijeron uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?» 33Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros, 34que afirmaban: «Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». 35Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

 

Oración de los Fieles

      Pidamos ahora a Jesús, nuestro hermano mayor, que nos dé la gracia de ser más conscientes de cómo él nos acompaña en el camino de la vida, y digámosle: R/ Señor Jesús, ven con nosotros al caminar.

 

  • Señor Jesús, ven a caminar con tu Iglesia por los caminos de la paz y del amor que nos llevan a los hermanos y al destino de la alegría perdurable, y así te decimos.
  • Señor Jesús, ven a caminar con las Iglesias que te revindican como su Señor; condúcelas a un auténtico encuentro fraterno para que tú seas su único Señor y Pastor, y así te decimos.
  • Señor Jesús, ven a caminar con nuestro país. Inspira con tu Espíritu a nuestros líderes, para que sean hombres y mujeres de integridad, que se preocupen de verdad, y preferencialmente por su pueblo empobrecido y necesitado, y así te decimos.
  • Señor Jesús, ven a caminar con todos los que sufren. Alivia su pesada carga y su dolor, ya que tú experimentaste lo pesada que puede ser una cruz, y a nosotros ayúdanos a alzar a nuestros hermanos de sus penas y miserias, y así te decimos.
  • Señor Jesús, ven a caminar con nuestras comunidades para que nos aceptemos y amemos unos a otros, de forma que quede evidente a todos que tú vives entre nosotros, y así de decimos.

 

     Gracias, Señor, por quedarte con nosotros. Alienta y anima los corazones de todos nosotros con tus palabras amables y con tu amistad perdurable, pues tú eres nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Oh Dios y Señor nuestro, Padre amoroso:

Aquí te presentamos este pan y este vino,

signos sencillos en los que tu Hijo

camina con nosotros en el camino polvoriento de la vida.

Que él haga arder nuestro corazones

cuando se nos entrega a nosotros

y cuando nos dirige palabras

que hacen la vida digna de vivirse.

Que él sea nuestro alimento

en el camino hacia ti y hacia los hermanos,

pues creemos que él es nuestro Señor resucitado,

que vive con nosotros ahora y por los siglos de los siglos.

 

Introducción a la Eucaristía

     La forma más profunda por la que podemos encontrar ahora a Jesús nuestro Señor es en los signos de pan y vino de la celebración eucarística. Aquí él se nos da como alimento para el camino. Con alegría, damos gracias al Padre.

 

Introducción al Padre Nuestro

Con Jesús, pedimos a Dios nuestro Padre

que nos dé no sólo nuestro pan de cada día

sino también el pan de la Eucaristía.

R/ Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males

y concédenos siempre la paz

y la alegría de tu presencia entre nosotros.

Guárdanos libres de toda duda y desaliento

y que tu Hijo camine a nuestro lado

para que, junto con él, construyamos entre nosotros

su mundo nuevo de amistad y esperanza,

y así preparemos la venida gloriosa

de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

R/ Tuyo es el reino…

 

Oración después de la Comunión

Oh Dios nuestro, Dios de vida:

Tu Hijo Jesús nos ha hablado

cálidas palabras de aliento y esperanza.

En esta mesa de la eucaristía

nos ha nutrido con el pan tierno de sí mismo

para sustentarnos en nuestro camino peregrino

hacia ti y hacia los hermanos.

Que el alimento de su Palabra y de su Cuerpo

nos guarde unidos en una sola fe,

un solo amor, y una preocupación común

por todo lo recto y bueno.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

 

Bendición

     Hermanos: En esta celebración eucarística hemos encontrado a nuestro Señor resucitado: Él nos ha dirigido su Palabra de vida y ha partido su Pan para nosotros. Que ojalá sepamos proclamar y compartir unos con otros su Palabra, que haga arder nuestros corazones con esperanza. Y que sepamos ser su Pan que alimente a todos los que nos rodean. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

 

El relato de Emaús nos muestra, incluso hoy, el proceso de los discípulos para tomar conciencia del Jesús «vivo y resucitado».  Desde la incapacidad que causa una lectura errada de las Escrituras, los caminantes de Emaús tienen sus ojos «cerrados para reconocer» al Resucitado. Estaban “ciegos” por la interpretación que hacían los maestros y jefes de Israel, llegando al punto de volver la Escritura y la Fe una ideología a defender. Los de Emaús se consideran mejor informados que Jesús; incluso tratan de instruirlo y actualizarlo cuando se acerca y camina con ellos. Tampoco les importa lo que han dicho las mujeres del grupo y sus compañeros; para ellos Jesús está definitivamente muerto.

 

El “Curso”, “Taller”, “Escuela Bíblica”, la “conversación por el camino”, que Jesús hizo con ellos los liberó de esa interpretación equivocada y les dio la capacidad para ver a Jesús, pues «se les abrieron los ojos».

 

A nosotros son muchas las cosas que nos impiden ver con claridad cómo funciona el mundo y cómo quisiera Dios que fueran las cosas. En clave de redes sociales, vivimos tiempos de psicosis social sostenidas por el miedo y la manipulación; esto genera un estrés colectivo que no nos permite ver las cosas con claridad y abordarlas desde el buen uso de nuestras capacidades o el ejercicio de la libertad. Se hace necesario experimentar a Jesús, que siempre vuelve a caminar junto a nosotros para abrirnos los ojos, la mente y el corazón. Dios no quiere que seamos marionetas del sistema y mucho menos que renunciemos a nuestra libertad. Nadie niega que tengamos que vivir un estrés cotidiano, sobre todo, si estamos sin empleo o cargados de problemas a resolver. Pero lo que no podemos hacer es dejar que el miedo nos paralice y nos impida ver lo inhumano que puede ser este sistema-mundo.

 

Ahí, compartiendo la casa y el pan, les llega el momento de su liberación, se les abren los ojos: ahora comprenden mejor la realidad de lo que acontece. Descubren que Jesús no se dejó vencer por el miedo ni renunció a su libertad; más bien, en sus pequeños gestos de cercanía y ternura, buscaba dignificar y liberar a la gente.

 

Jesús, en los personajes de Emaús, interpela toda forma pesimista de vivir. No quiere que nos demos por vencidos, pensando que no hay alternativa; le duele ver la resignación y el derrotismo de las grandes mayorías. Su Palabra continúa iluminando y abriendo posibilidades; sólo tenemos que responder con acciones que nos recuperen los sentidos y el anhelo de vivir en libertad.

 

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