ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Ausente, pero también presente
“Yo me voy pero los envío a ustedes…”
Saludo (Ver las Lecturas)
“Sean mis testigos
hasta los confines de la tierra”, dice el Señor.
“Sepan que estaré con ustedes siempre,
hasta el fin del mundo.”
Que el Señor Jesús esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante (Dos opciones)
Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. El Señor Jesús regresa a la gloria del Padre. Hay una contradicción aparente en esta partida de Jesús: Al partir, nos asegura que se queda con nosotros. Éstas son sus últimas palabras en el evangelio de Mateo, justamente tal como el mismo Mateo nos había asegurado en su primer capítulo, que Jesús es nuestro “Dios-con-nosotros”. La partida de Jesús a los cielos no es realmente una despedida: Él era “Dios-con-nosotros” en su vida terrena, estaba cercano al pueblo, especialmente a los pobres y los débiles. Él se queda ahora con nosotros, pero de otra manera: por medio de su Espíritu, en la Iglesia, ya que somos su Cuerpo, en los signos de pan y vino en la Eucaristía, dondequiera que la gente se reúna en su nombre, como lo estamos haciendo aquí en este momento, y también en los pobres y débiles de nuestros días. Nuestra oración hoy es: ¡Quédate con nosotros, Señor!
Este día de la Ascensión del Señor a los cielos es para nosotros una fiesta de alegría, pues celebramos al Señor Jesús en su gloria. Tenía que partir de esta tierra para no ser ya por más tiempo el compañero privilegiado exclusivamente de un pequeño grupo de apóstoles y discípulos. Una vez que fuera glorificado en el cielo, él pertenecería a todos los que quisieran acogerlo como su Señor. De ahora en adelante nosotros, su pueblo, tenemos que ser su figura y su rostro, su latido del corazón, su mano caritativa, su sonrisa y su fuerza, que remueve nuestra impotencia. No temamos: Él ha prometido estar con nosotros hasta el fin de los tiempos como está aquí ahora con nosotros en esta eucaristía.
Acto Penitencial
Jesús nos ha asignado una tarea, o mejor, una misión.
Pidamos perdón porque tantas veces
no hemos estado a la altura de sus expectativas
y no hemos contado con su presencia.
(Pausa)
Señor Jesús: Tú hiciste tu vida entre la gente
y partiste a la gloria del Padre.
Tú volverás, pues tu amor no tiene fin.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú vives todavía entre nosotros
por medio de tu Espíritu
que nos da fuerza y amor,
pues tu amor no tiene fin.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, nosotros no te vemos,
pero nos has dado hermanos en los que podemos verte,
y una misión de verdad y de bondad entre ellos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor;
perdona nuestros desalientos,
nuestras tristezas y nuestros pecados.
Ayúdanos a buscar la voluntad del Padre
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que el Espíritu del Señor resucitado
nos guíe siempre.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Nuestro Señor resucitado, Jesucristo,
vive ahora glorioso en tu presencia
y nos pide, al igual que a sus discípulos,
que pongamos “manos a la obra”
que él nos ha asignado aquí en la tierra.
Y que aprendamos a reconocer su rostro
en nuestros hermanos.
Cuando nos sintamos demasiado apegados a esta tierra,
recuérdanos que un buen día
completarás la obra de Jesús en nosotros
y nos llevarás a tu gloria y alegría eternas
por los siglos de los siglos.
Primer Lectura (Hch 1,1-11): “¿Qué hacen ahí mirando al cielo?”
Al ascender a los cielos, Jesús confía su misión a los apóstoles sin demora y les promete que el Espíritu Santo les infundirá la fuerza para dar testimonio de Cristo, el Señor, ante todo el mundo.
Hechos 1,1-11: Lo vieron levantarse
En mi primer libro, querido Teófilo, conté todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio 2hasta el día que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. 3Después de su pasión, se les había presentado vivo durante cuarenta días, dándoles muchas pruebas, mostrándose y hablando del reino de Dios. 4Mientras comía con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre: «La promesa que yo les he anunciado –les dijo–es 5que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados dentro de poco con Espíritu Santo.» 6Estando ya reunidos le preguntaban: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?» 7Él les contestó: «No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su propia autoridad. 8Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaria y hasta el confín del mundo».9Dicho esto, los apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista. 10Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personas vestidas de blanco se les presentaron 11y les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir».
Salmo 47: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas
Segunda Lectura (Ef 1,17-23): El Cristo glorioso es la Cabeza de la Iglesia
Pablo escribe que Cristo es ahora el Señor glorioso que vive en la Iglesia. Ojalá sintamos en nosotros su Espíritu para experimentar a Dios en nuestras vidas y para que nosotros, su Iglesia, vivamos la vida de Cristo.
Efesios 1,17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la gloria, les conceda un Espíritu de sabiduría y revelación que les permita conocerlo verdaderamente. 18Que él ilumine sus corazones para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, la espléndida riqueza de la herencia que promete a los consagrados 19y la grandeza extraordinaria de su poder a favor de nosotros los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa; 20poder que ejercitó en Cristo resucitándolo de la muerte y sentándolo a su derecha en el cielo 21por encima de toda autoridad y potestad y poder y soberanía, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el venidero. 22Todo lo ha sometido bajo sus pies, y lo ha nombrado, por encima de todo, cabeza de la Iglesia, 23que es su cuerpo y plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.
Evangelio (Mt 28,16-20): Jesús nos encomienda una misión
Jesús ha partido físicamente, pero nos ha dejado una tarea: Llevar a todos el mensaje de la Buena Nueva de Salvación. Él permanece con nosotros y nos acompaña en esta misión.
Mateo 28,16-20: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra»
Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. 17Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron. 18Jesús se acercó y les habló: «Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. 19Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, 20y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo».
Oración de los Fieles
Jesús, nuestro Señor resucitado, vive para siempre, para interceder ante el Padre por y con nosotros. Oremos, pues, por medio de él, por las necesidades de la Iglesia y del mundo, y digamos: R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Oh Dios de esperanza y de vida, tú no has abandonado a tu Hijo en la muerte, sino que le has dado vida y gloria. En ti confiamos por medio del mismo Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
Aquí y ahora, en estos signos de pan y vino,
tu Hijo Jesús cumple su promesa
de estar siempre con nosotros hasta el fin del mundo.
Que él crezca y viva en nosotros
y, con el poder de su Santo Espíritu,
nos anime a ser su cuerpo visible para el mundo
y a hacer discípulos suyos en todas las naciones.
Escucha bondadoso nuestra oración,
presentada por tu mismo Hijo Jesús,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con gran alegría demos gracias al Padre, porque Jesús, aun ascendido al cielo, por medio de su Santo Espíritu permanece todavía con nosotros: aquí en la Eucaristía, en la Iglesia y en los hermanos que viven con nosotros.
Introducción al Padre Nuestro
Jesús, el Señor, vive ahora en el cielo, en la gloria del Padre;
allí intercede por nosotros.
Por medio de él, y con sus mismas palabras,
oremos a Dios Padre.
R/ Padre nuestro…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesús, el Señor, que dijo:
Sepan que estaré siempre con ustedes
hasta el fin de los tiempos.
Éste es su cuerpo glorioso y resucitado.
Dichosos nosotros porque Jesús mismo
es nuestro pan y alimento
que nos da fuerza
para caminar hacia el Padre.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Te damos gracias por confiar tanto en nosotros
al encomendarnos la misma misión de tu Hijo,
de forma que seamos su presencia viva en el mundo.
Te pedimos que podamos reinar
aprendiendo de él a servir constantemente a los hermanos.
Que ellos vean que Cristo vive
porque nosotros somos su Cuerpo visible en el mundo.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Jesús, el Señor, nos dice lo mismo que a los apóstoles: “Sean mis testigos ante el mundo entero”. No nos quedemos encandilados mirando al cielo, sino que, por la forma cómo vivimos el Evangelio de Jesús, proclamemos su mensaje de esperanza. Para ello pidamos la solemne bendición de Dios:
Que ojalá sepamos llevar el mensaje del Señor
a nuestro tiempo y a nuestros hermanos.
Amén.
Que él continúe haciendo el bien por medio de nosotros,
y que nosotros lo hagamos visible hoy con nuestras obras.
Amén.
Que él permanezca con nosotros por medio de su Espíritu,
ahora y hasta el fin de los tiempos.
Amén.
Esta fiesta es eminentemente pascual y le pone un sello de novedad a la Creación del mundo, a la liberación del éxodo y a la Salvación de toda vida. Pero, sobre todo, nos indica hasta dónde lleva Dios a quienes siguen el camino que recorrió Jesús. Dios también a nosotros nos introduce en esa dimensión pascual: nos resucita dándonos nuevas oportunidades más allá de nuestras propias experiencias de muerte y nos asciende de los infiernos de este mundo para llevarnos a experimentar nuestra verdadera condición de hijos e hijas suyos.
Generalmente entendemos la «Ascensión» como un subir de “abajo” hacia “arriba” y eso está bien etimológicamente hablando, pero estaría mejor si lo entendiéramos desde la “plenitud”. Vive pleno quien se realiza en sus relaciones laborales, por ejemplo, no sólo por la paga que recibe sino por lo que obtiene de realización haciendo lo que le gusta y sintiendo que con su trabajo ayuda a otras personas, procurando que este mundo sea un lugar mejor. El Señor , con su ascensión, obtuvo el reconocimiento final de toda una vida al servicio de los demás. Y nosotros, ¿seremos reconocidos por haber amado y generado bienestar y plenitud en los demás?
Ojalá seamos, como Jesús, personas cercanas a quienes la están pasando mal, no con recetas falsas, sino con una presencia que haga la carga más liviana y les devuelva el ánimo. Descubramos la importancia del envío que hace Jesús a quienes hemos de ser continuadores de la Misión que humaniza y libera Se necesitan personas misioneras que, dando testimonio de una vida resucitada-regenerada, cuiden y respeten la vida.
Hagamos posible que nuestras eucaristías sean el lugar donde se autoconvoquentodas las personas que optan por la vida. Los que a pesar de sus dudas y dificultades, encarnan en su día a día la Buena Nueva.