Domingo 19 de Mayo, 2024
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
El aliento de fuego
Como una tormenta
Saludo (Ver la Segunda Lectura)
Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu
y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Que todos ustedes reciban el Espíritu Santo
y que Él esté siempre con ustedes.
R/ Y con tu espíritu.
Introducción
1. El aliento de fuego
¿Quién no sueña en un día futuro en el que ya no tenga miedo de hacer las cosas proyectadas por tanto tiempo, simplemente porque le faltaba valor y coraje para emprenderlas? ¿Quién no espera tener más entusiasmo para realizar con alegría las tareas de cada día, para arriesgarse a amar más profundamente a Dios y a los hermanos, sin condiciones ni vacilaciones? ¿Quién no desea estar mucho más inspirado y ser mucho más dinámico y creativo en la vida? Hoy es el día en que esto puede comenzar a suceder, porque hoy es Pentecostés, el día del Espíritu, el día en que el viento celestial huracanado renueva nuestro amor, el día en que el fuego divino nos trae alegría y libertad, el día del Espíritu Santo. Que Jesús, el Señor, aliente su Espíritu sobre nosotros e inflame nuestros corazones con su luz y con su vida.
2. Como una tormenta
Nos resultan familiares los vientos huracanados, las tormentas y los huracanes, que sacuden casas y arrancan árboles de cuajo. Hoy celebramos la acción de otro viento misterioso, que unas veces se presenta violento y tempestuoso sin ser destructor, y otras veces se muestra suave y refrescante como dulce brisa reconfortante. Es el Espíritu, el aliento de Dios, el Espíritu Santo que irrumpe y sopla. ¿De dónde viene este Espíritu alentador? ¿A dónde va y a dónde nos dirige? Es el Espíritu poderoso de Dios, tormenta divina de amor y valentía; Espíritu creativo, renovador, “inspirador”, que quiere realizar con nosotros un nuevo Pentecostés. Que ojalá hoy, en esta celebración eucarística, el Espíritu Santo de Dios traiga aire fresco a nuestros corazones, renueve nuestra fe y haga crecer visiblemente nuestro amor.
Acto Penitencial
Nosotros, tantas veces, no hemos utilizado los dones maravillosos
que el Espíritu Santo continuamente nos ofrece.
Pidámosle a Dios que nos perdone bondadosamente
y que abra nuestros corazones a los dones del mismo Espíritu.
(Pausa)
Señor Jesús: Alienta tu Espíritu sobre nosotros
que nos quiere impulsar a entendernos y acogernos,
a apreciarnos y a apoyarnos mutuamente.
Señor, ten piedad de nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús: Alienta tu Espíritu sobre nosotros
que quiere unirnos en un mismo amor.
Haz que ese amor sea inventivo y creador.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús: Alienta tu Espíritu sobre nosotros
para que nos libere de todos los miedos que nos paralizan
y para que nos mueva a servir con alegría a Dios y a los hermanos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Por tu gran bondad, Señor,
perdona nuestros pecados,
ábrenos al Espíritu de vida y amor
y llévanos a la vida eterna.
R/Amén.
Introducción al Gloria
Que el Espíritu Santo nos ayude a alabar a Dios con entusiasmo y alegría.
Oración Colecta
Pidamos a Dios nuestro Padre
que nos envíe el Espíritu Santo
como lo envió en Pentecostés a su joven Iglesia.
(Pausa)
Oh Dios, Padre nuestro:
Haz, te pedimos, que el Espíritu Santo
nos sorprenda con el don del ardor y del vigor cristianos;
que nos rejuvenezca y nos renueve
como lo hizo con los miembros de la Iglesia recién nacida.
Que tu Espíritu renueve nuestros días, nuestro amor y nuestra vida;
que nos traiga ternura y alegría
junto con apertura y acogida para con todos;
que nos fortalezca con valentía y coraje
para defender y apoyar todo lo que es recto y justo.
Que el mismo Espíritu nos una en su amor y nos lleve a ti.
Todo esto te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
R/ Amén.
Primera Lectura: Hechos 2,1-11 El Espíritu llega como fuerte tormenta
Ruido ensordecedor, fuerte tormenta, fuego, diferentes lenguas... han sido símbolos tradicionales para describir el primer Pentecostés cristiano. Estos símbolos nos hablan con fuerza de que algo totalmente nuevo está brotando. El Espíritu poderoso de Dios está irrumpiendo en el mundo para unir a la humanidad dividida en una nueva comunidad donde haya lugar para todos.
Cualquier cosa buena que tengamos, cualquier don que Dios nos ha dado, todo proviene del Espíritu que obra en nosotros. Por encima de nuestros diferentes talentos, tareas y responsabilidades, el Espíritu nos une en el Cuerpo de Cristo, formando una comunidad de fe, esperanza y amor.
Evangelio: Juan 20,19-23: «Reciban el Espíritu Santo»
El Espíritu Santo completa la obra de Cristo en nosotros, y, a través de nosotros, en el mundo. Al igual que los apóstoles, también nosotros hemos recibido el mandato de romper y abandonar nuestros muros cercados y llevar sanación y paz al mundo.
Oración de los Fieles
Roguemos a Dios Padre que derrame sobre nosotros y sobre el mundo entero el Espíritu de audacia y de unidad. Y digamos: R/ Que tu Santo Espíritu renueve la faz de la tierra.
Por todos ellos te rogamos, Señor Dios nuestro. Envía tu Espíritu a cada uno de nosotros; que él nos inflame con su amor siempre, todos los días de nuestra vida, y por los siglos de los siglos.
R/ Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Señor nuestro:
Dígnate concedernos
que tu Espíritu descienda sobre este pan y este vino
y los llene con la fuerza vital de Jesús, tu Hijo.
Que tu Espíritu descienda sobre nosotros,
invitados a sentarnos a la mesa santa de tu Hijo Jesús,
y llénanos con su vida y alegría.
Que él nos convierta verdaderamente en el Cuerpo de Cristo
en el cual nosotros seamos visiblemente
el corazón y las manos de nuestro Señor y Salvador,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/ Amén.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con el Espíritu Santo en nuestros corazones, participemos juntos, con alegría y gratitud, en la acción de gracias de Jesús nuestro Señor.
Introducción al Padre Nuestro
No podemos decir “Jesús es Señor”
si no es por medio del Espíritu.
No podemos llamar “Padre” a Dios
sino por el Espíritu
que clama desde lo más íntimo de nosotros.
Movidos por este Santo Espíritu,
digamos ahora con total confianza
la oración que Jesús mismo nos enseñó.
R/ Padre nuestro....
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos la paz de Cristo en nuestros días,
paz que es obra de tu Espíritu.
Por tu bondadosa misericordia
líbranos de todos los pecados
que obstaculizan la unidad y la universalidad de tu Iglesia;
protégenos de todo peligro y perturbación
y danos la seguridad de que,
incluso en las incertidumbres de nuestro tiempo,
el Espíritu Santo nos conduce hacia adelante,
con gozosa alegría,
hacia la gloriosa venida
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino...
Invitación a la Comunión (Ver Ap 22,17.21)
El Espíritu y la Iglesia dicen: ¡Ven!
Que cada uno que escucha responda: ¡Ven!
Que todos los que tienen sed vengan a beber.
Que todos los que quieran saciarse con el agua de vida
la obtengan siempre como el mejor don.
Éste es Jesucristo glorioso y resucitado,
cuyo Espíritu nos impulsa
a dar testimonio del amor de Dios.
R/ Señor, yo no soy digno...
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Hemos escuchado a tu Hijo Jesús,
que graciosamente nos ha dirigido su palabra
y con gozo nos hemos alimentado
con el Pan de Vida en su mesa eucarística
Que el Espíritu Santo ponga fuego en esas palabras de Jesús,
que ojalá sigan ardiendo en nuestros corazones
y nos sacudan y nos saquen de nuestra indiferencia.
Haz, Señor, que el Espíritu Santo nos urja y nos impulse
a llegar a ser, los unos para con los otros, como sabroso pan;
que rejuvenezca y edifique a nuestras hermanas y hermanos
en su caminar hacia ti, nuestro Dios de vida.
Todo esto te lo pedimos en nombre de Jesucristo, el Señor.
R/ Amén
Bendición
En esta eucaristía Dios ha derramado de nuevo sobre nosotros el fuego vivo y el fuerte aliento del Espíritu. Ojalá que este mismo Espíritu nos mueva a arriesgarnos con valentía en nuestra sincera y total entrega a Dios y a los hermanos. Que él nos dé el valor para transformarnos a nosotros mismos y a la Iglesia que tanto amamos. Que lleguemos a ser para todo el mundo signos vivientes de la presencia bondadosa de Dios. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
R/ Amén.
Podemos ir en paz; y que el Espíritu Santo
mantenga nuestros corazones ardiendo siempre
con el amor de Dios.
R/ Demos gracias a Dios.
Esta fiesta es pascual porque el Espíritu Santo es un regalo que nos hace el Resucitado. Pentecostés invita a las comunidades a suscitar encuentros generadores de vida; también es impulso para la misión de compartir el amor y la misericordia de Dios. Esa fuerza y vitalidad del Espíritu acompaña hoy a las comunidades en la realización de la misión encomendada. Misión que no se puede orientar sólo hacia afuera, sino a lo interno de las estructuras de la Iglesia. No pertenecemos a una Iglesia donde ya todo está dicho o escrito en piedra; todo lo contrario: gracias a ese soplo vital, siempre aires nuevos nos visitan a pesar de las resistencias a la novedad del Reino.
El Espíritu nos invita a echar fuera el temor que nos provoca la superioridad de unos sobre otros, el racismo, la discriminación, el abuso de poder y todo aquello que atenta contra la comunión. Como comunidades eclesiales, estamos siempre invitadas a cultivar la hospitalidad y la promoción humana, sin ningún otro interés que el del amor. La mayor riqueza con la que contamos en las comunidades eclesiales son las personas y la diversidad de sus dones.
Un Iglesia impulsada por el Espíritu no deja de soñar y diseñar cómo dar respuesta a los desafíos del mundo que la circunda. Tenemos siempre la tarea de ir renovando nuestra manera de dar respuesta a los signos de los tiempos rechazando toda injusticia. Estamos invitados a ser alternativa en un “mundo” que parece deshumanizarse. Somos miembros de una Iglesia mártir que se renueva y renace con la sangre derramada por amor. Esa fidelidad y entrega radical de tantos hombres y mujeres cuestiona a la porción más conservadora que ha reducido su fe a rezos y piedad estéril.
No será posible celebrar nuestra Pascua-Pentecostés si no renovamos nuestro compromiso de acompañar e implicarnos con la causa de los migrantes, las mujeres, los desaparecidos, los enfermos, la madre tierra, los campesinos, los indígenas y afrodescendientes; en síntesis, nuestra cercanía y solidaridad con los últimos en este nuestro mundo. Como reza la plegaria Eucarística V/B: «Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encontremos en ella un motivo para seguir esperando». Que, a impulso del fuego del Espíritu, seamos hombres y mujeres nuevos, en comunidades que hacen posible que el Reinado de Dios acontezca. Que partir, compartir y repartir el mismo Pan sea el distintivo y la razón de ser de las comunidades de Jesús.