Viernes 2 de Junio
PIEDRAS VIVAS
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Sir 44,1.9-13
La Primera Lectura alaba a los antepasados como personas buenas, conocidas por su nombre o desconocidas, cuyas vidas fueron fecundas, y que por ello perduran en la memoria de los pueblos y de Dios.
Evangelio: Mc 11,11-26
En el evangelio de hoy se nos ofrecen dos imágenes potentes para un mismo mensaje: una higuera que no da higos y un templo ocupado por comerciantes. Jesús condena con la misma contundencia a la una y a los otros. Porque los que reciben la gracia reciben con ella la fecundidad de dar frutos, personalmente y en comunidad. No hay lugar en el templo de Dios que somos cada uno y que es la Iglesia para servir a otros dioses, al poder o al dinero. Es una elección.
Oración Colecta
Dios santo,
a menudo convertimos
nuestros corazones
en lugares de orgullo y avaricia
y no en hogares de amor y bondad
en los que puedas sentirte
como en casa.
Destruye el templo del pecado en nosotros;
expulsa todo el mal de nuestros corazones
y haz de nosotros piedras vivas
de una comunidad en la que pueda
vivir y reinar tu Hijo, Jesucristo,
nuestro Señor vivo, por los siglos de los siglos.
Eclo 44,1.9-12: La fama de nuestros antepasados vive por generaciones
Sal 149: El Señor ama a su pueblo
Mc 11,11-26: «Mi casa será casa de oración para todas las naciones»
Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén y se dirigió al templo. Después de inspeccionarlo todo, como era tarde, volvió con los Doce a Betania.12Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. 13Al ver de lejos una higuera frondosa, se acercó para ver si encontraba algo; pero no encontró más que hojas, pues no era la estación de higos. 14Entonces le dijo: «Nunca, jamás, nadie coma frutos tuyos». Los discípulos lo estaban oyendo. 15Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a echar a los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, 16y no dejaba a nadie transportar objetos por el templo. 17Y les explicó: «Está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las naciones, mientras que ustedes la han convertido en cueva de asaltantes». 18Lo oyeron los sumos sacerdotes y los letrados y buscaban la forma de acabar con él; pero le tenían miedo, porque toda la gente admiraba su enseñanza. 19Cuando anocheció, salió de la ciudad. 20Por la mañana, pasando junto a la higuera, observó que se había secado de raíz. 21Pedro se acordó y ledijo: «Maestro, mira: la higuera que maldijiste se ha secado». 22Jesús le respondió: «Tengan fe en Dios. 23Les aseguro que si uno, sin dudar en su corazón, sino creyendo que se cumplirá lo que dice, manda a ese monte que se quite de ahí y se tire al mar, sucederá. 24Por tanto les digo que, cuando oren pidiendo algo, algo, crean que se les concederá, y así sucederá. 25Cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, y el Padre del cielo perdonará sus culpas».
Oración de los Fieles
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios, Padre nuestro,
con el Pan de la Vida
y el vino de la alegría de sí mismo,
tu Hijo renovará la alianza con nosotros.
Haz que Jesús nos dé la voluntad
y el amor para ser fieles
a sus exigencias como él lo fue,
aunque eso significara la cruz.
Porque queremos darte
el verdadero culto con y por Jesucristo,
nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Dios fiel, nos has dado en esta Eucaristía
a tu Hijo, Jesucristo,
para mostrarnos lo que significa
la obediencia leal.
Haz que tu Hijo esté vivo en nosotros,
para que nuestra comunidad cristiana
sea el templo en el que él vive
y donde nos reúne como hermanos suyos.
Guárdanos de todo formalismo,
para que te adoremos con nuestra vida
y demos un fruto duradero.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
Bendición
Debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad para que nuestra vida corresponda a lo que creemos y para que sirvamos a Dios y a los hombres. Que Dios todopoderoso los bendiga, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Jesús rompe en enojo al llegar al templo. Lo que allí sucede – la compraventa de animales para los sacrificios, la coacción al pago de tributos leoninos que empobrecen más a los fieles– lejos de ayudarlos a encontrarse con Dios, los aleja por completo. Los administradores del Templo habían perdido el sentido movidos por la codicia que los empujaba a impunes actos de corrupción. El amor a Dios y a sus hermanas y hermanos no tenía lugar en esa Casa.. Esta escena nos retrotrae a muchas de nuestras realidades cotidianas. El enojo de Jesús alcanza a nuestras iglesias, a nuestros hogares, a nuestro cuerpo –templo del Espíritu– y a la Tierra toda vez que profanamos su valor sagrado. Jesús reivindica la naturaleza sagrada del Templo y de todos sus templos… Y nos advierte que la higuera que no da fruto será cortada. Pero, como siempre, el amor es su última palabra: también nos enseña que, si convertimos el corazón a él y oramos con verdadera fe podremos mover hasta las montañas. Incluso esas que están dentro de nosotros mismos, para transformarnos.
Se lee:
Jesús rompe en enojo al llegar al templo. Lo que allí sucede – la compraventa de animales para los sacrificios y la coacción al pago de tributos leoninos que empobrecen más a los fieles– lejos de ayudarlos a encontrarse con Dios, los aleja por completo. Los administradores del templo habían perdido el sentido movidos por la codicia que los empujaba a impunes actos de corrupción. El amor a Dios y a sus hermanas y hermanos no tenía lugar en esa Casa... Esta escena nos retrotrae a muchas de nuestras realidades cotidianas. El enojo de Jesús alcanza a nuestras iglesias, a nuestros hogares, a nuestro cuerpo –templo del Espíritu– y a la Tierra toda vez que profanamos su valor sagrado. Jesús reivindica la naturaleza sagrada del templo y de todos sus templos… Y nos advierte que la higuera que no da fruto será cortada. Pero, como siempre, el amor es su última palabra: también nos enseña que, si convertimos el corazón a él y oramos con verdadera fe podremos mover hasta las montañas. Incluso esas que están dentro de nosotros mismos, para transformarnos.