Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

UNDÉCIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Description

UNDÉCIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Enviados a sanar

 

Saludo (Ver Segunda Lectura)

Jesús entregó su vida

para que muriéramos a la esclavitud de nuestros pecados.

Pero su amor es tan grande que,

conociéndonos y amándonos tal como somos,

nos levanta cuando a diario nos equivocamos,

nos ofrece siempre el perdón y la Reconciliación

y nos colma con gozosa confianza en Dios.

Que Jesús, el Señor, esté siempre con ustedes.

 

Introducción del Celebrante

     Muchos, en nuestra sociedad y en nuestras comunidades, necesitan curación. ¿Quién no necesita la cura del perdón y quizás también de la enfermedad o de algún sufrimiento? Jesús vino a traernos sanación del pecado y envía a sus discípulos –hoy como en el pasado– a sanar a un mundo tan afligido y, sin embargo, con tanta frecuencia cruel y despiadado. Pidamos al Señor un corazón misericordioso como el suyo para vincularnos con nuestras hermanas y hermanos.

 

Acto Penitencial

Pidamos perdón al Señor

Porque, con frecuencia, hemos sido duros y despiadados.

                           (Pausa)

Señor Jesús, tú eres nuestro Buen Pastor

que entregó su vida por nosotros.

R/Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, tú anduviste entre nosotros haciendo el bien,

curando a los hombres de todas sus enfermedades:

R/Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, tú quieres que pasemos a otros

y compartamos con ellos lo que gratuitamente hemos recibido de ti.

R/Señor, ten piedad de nosotros.

 

Ten misericordia de nosotros también, Señor,

y perdona nuestros pecados.

Cúranos, restáuranos y llévanos a la vida eterna.

 

Oración Colecta

Pidamos a Dios que seamos para todos

signos de su amor que sana.

                   (Pausa)

Señor Dios nuestro, fuente de todo amor:

Tú nos mostraste, por medio de tu Hijo Jesucristo,

cómo te compadeces de tus hijos en su impotencia y desamparo.

Tú te has hecho nuestro Dios

y nos has unido íntimamente a ti

en una alianza eterna de vida y amor.

Moldéanos y haznos realmente libres

por Jesucristo tu Hijo.

Haznos responsables unos de otros

y que seamos para todos

un signo vivo de tu tierno amor y compasión.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

 

Primera Lectura (Éx 19,2-6a): Elegidos por Dios como su pueblo santo

     Dios eligió a Israel como su pueblo, los liberó y se vinculó a ellos en una unión de alianza, unión de amor y vida permanentes. La misión sacerdotal de este pueblo era reflejar la santidad de Dios y darla a conocer a todos.

Éxodo 19,2-6a: «Serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa»

 

En aquellos días los israelitas, saliendo de Rafidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí, frente al monte. 3Moisés subió hacia el monte de Dios y el Señor lo llamó desde el monte, y le dijo: «4Habla así a la casa de Jacob, diles a los hijos de Israel: “Ustedes han visto lo que hice a los egipcios, y cómo a ustedes los llevé en alas de águila y los traje a mí; 5por tanto, si quieren obedecerme y guardar mi alianza, serán mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. 6Ustedes serán para mí un pueblo sagrado, un reino sacerdotal”».

 

Salmo 100: «Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño»

 

Segunda Lectura (Rom 5,6-11): Somos lo que somos por el Amor de Dios

     Dios nos hizo tal como somos por su amor. La prueba de la profundidad de su amor es que su Hijo Jesucristo murió por nosotros para reconciliarnos con Dios mismo y para hacernos partícipes de su vida.

Romanos 5,6-11: «Seremos salvados por la vida del Hijo»

 

Hermanos, cuando todavía éramos débiles, en el tiempo señalado, Cristo murió por los pecadores. 7Por un inocente quizás muriera alguien; por una persona buena quizás alguien se arriesgara a morir. 8Ahora bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9Con mayor razón, ahora que su sangre nos ha hecho justos, nos libraremos por él de la condena. 10Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor razón, ahora ya reconciliados, seremos salvados por su vida. 11Y esto no es todo: por medio de Jesucristo, que nos ha traído la reconciliación, ponemos nuestro orgullo en Dios.

 

Evangelio (Mt 9,36–10,8): Enviados a proclamar la Buena Noticia de Salvación

     Jesús envía a sus apóstoles en una misión que habrá de ser la misión de todo el Pueblo de Dios: llevar a todos el amor compasivo de Dios que nosotros mismos hemos experimentado.

Mateo 9,36–10,8: Llamó a sus doce discípulos y los envió

 

En aquel tiempo, al ver Jesús a la multitud, se conmovió por ellos, porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor. 37Entonces dijo a los discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. 38Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha». 10.1Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias. 2Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago de Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Santiago de Alfeo y Tadeo; 4Simón el cananeo y Judas Iscariote, el que incluso le traicionó. 5A estos doce los envió Jesús con las siguientes instrucciones: «No se dirijan a países de paganos; no entren en ciudades de samaritanos; 6vayan más bien a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel. 7Y de camino proclamen que el reino de los cielos está cerca. 8Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsen a los demonios. Gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar».

 

Oración de los Fieles

     Pidamos a nuestro Señor Jesucristo que, por él y en él, seamos compasivos con los nuestros hermanos y curemos sus heridas con el poder de su Espíritu. Digámosle: R/Señor, cólmanos con tu misericordia.

 

  • Señor Jesús, haz que tu Iglesia sea para los hombres el rostro misericordioso de Dios por su profunda compasión y su infinita paciencia. Te pedimos.
  • Señor Jesús, inspira a los gobernantes y dirigentes políticos para que tengan conciencia de los muchos pobres que hay en la sociedad –los sin techo, los refugiados, los parados, los abandonados por sus padres o por sus esposos– y los ayuden eficazmente. Te pedimos.
  • Señor Jesús, mira con compasión a los fieles que no tienen pastores que los guíen, a parroquias sin sacerdotes o con pastores inadecuados, a sacerdotes desalentados o ineptos. Te pedimos.
  • Señor Jesús, haz que miremos con compasión a los jóvenes sin ideales y sin dirección, a los ancianos tristes en su soledad, a las familias rotas y a las parejas en situación irregular. Te pedimos.
  • Señor Jesús, mira con compasión a nuestras comunidades. Únelas cuando estén divididas y haz que reciban bondadosamente a los que han errado, que sean acogedoras para con todos. Te pedimos.

 

     Oh Jesús, nuestro Buen Pastor, ¡fuiste tan bueno con nosotros! ¡Nos regalas gratuitamente tus dones! Disponnos a ser igualmente bondadosos y buenos para con todos nuestros hermanos. Guíanos, Señor, ahora y por los siglos de los siglos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Oh Dios y Padre nuestro:

Tú nos has dado gratuitamente

este pan y este vino.

Por el poder del Espíritu Santo,

transfórmalos en tu Hijo Jesucristo,

tu mejor don generoso para nosotros.

Prepáranos para no guardarlo para nosotros solos

sino para compartirlo gratuitamente

con todos los que nos rodean,

sin ninguna otra preferencia que la suya:

los pobres, los necesitados y los pequeños.

Que ello sea la señal de que tu reino ha venido a nosotros,

y de que somos tu pueblo y tú eres nuestro Dios

por los siglos de los siglos.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

     Por medio de la muerte y resurrección de Jesús, Dios nos hizo su pueblo escogido. Nosotros –ese “pueblo santo”– nos ofrecemos con Jesús para llevar compasión y sanación a todos.

 

Introducción al Padre Nuestro

Nuestro Señor Jesucristo nos ha colmado

con gozosa confianza en Dios.

Con él oramos a nuestro Padre del cielo:

R/ Padre nuestro…

 

Invitación a la Comunión

Éste es Jesucristo, el Señor,

el Cordero de Dios que murió por nosotros

cuando todavía éramos pecadores.

Él nos ha hecho su nuevo Pueblo de Dios.

Dichosos nosotros de recibirlo

y, por medio de él, vivir en el amor del Padre.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Señor Dios, Padre de todos:

De nuevo te pedimos que nos hagas el nuevo pueblo de la Alianza.

Por medio de Jesús, tu Hijo-con-nosotros,

haz que seamos uno, orando y trabajando juntos

para instaurar tu reino entre nosotros, tu pueblo.

Que ninguno de nosotros sea espectador pasivo

sino que seamos plenamente conscientes

de que, aun siendo débiles y falibles,

nos necesitas y quieres que seamos un pueblo santo,

signo para todos de tu eterna bondad.

Te lo pedimos por medio de Cristo nuestro Señor.

 

Bendición

     Hermanos: Con su amor, Dios nos eligió y nos hizo su propio pueblo. Ahora nos envía a dar a conocer su amor a todos. Que nosotros podamos ser su corazón que late para otros, sus manos que alivian cargas pesadas, su palabra de aliento y esperanza.

Y que, en todos nuestros caminos, él venga con nosotros y nos bendiga. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

 

Jesús se conmueve frente a la multitud que se siente como ovejas sin pastor, sin un líder que guíe y alimente su fe. Un pastor que nos encamine a la solidaridad y la empatía con la humanidad, alejándonos del egoísmo, consumismo e individualismo, y una comunidad que nos enseñe a conmovernos frente al sufrimiento y al dolor del otro, sin discriminar. En esta realidad Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre y nos invita a trabajar en esta abundante cosecha. Son muchas las vidas desorientadas y heridas por los sistemas injustos y represivos, necesitadas de la presencia de Dios. No siempre los servidores religiosos se comprometen con el bien social; por eso la urgencia de Jesús de orar y promover la vocación al servicio.

Se necesita de comunidades empoderadas con la misión, capaces de organizar y proyectar presencia en los lugares donde es preciso encarnar el Evangelio en toda su dimensión. Es urgente poner en práctica La Palabra viva del Evangelio, poner en acción el amor de Dios en gestos concretos de entrega y solidaridad, y transmitir la vida en abundancia sosteniendo juntos la esperanza de crear un mundo mejor. Recordemos: «Gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar», nos dice el Señor.

 

Después de estos años de tanta incertidumbre para el mundo, debemos ser parte de proyectos de reconstrucción del tejido social, porque son muchas las secuelas que han dejado el miedo, la distancia, la enfermedad y la muerte. No habrá evangelización sin un verdadero compromiso que salvaguarde la vida en su integridad. Necesitamos además promover el respeto a los derechos de todas las personas para que nadie sea discriminado ni despojado de su dignidad por razón alguna (género, raza, religión o condición social),. Jesús nos llama a “pastorear”. Pero en una sociedad en la que predomina el egocentrismo, manifestado en la prepotencia y la autosuficiencia, ¿cómo disponernos para este gran reto? 

 

Convocados a vivir nuestra vocación cristiana como oportunidad para amar y servir, recordemos que pertenecemos a una Iglesia servidora y transformadora de la sociedad. Que nuestra misión es re-encantar al pueblo que se siente alejado y poco identificado. Debemos innovar y hacer un uso audaz de las nuevas tecnologías, invitando y entusiasmando a las gentes, desde la fe, a ser parte de un proyecto que busca humanizar y mejorar el mundo. Seamos Iglesia en salida y vayamos en su búsqueda para que  participen más activamente en la vida de la comunidad eclesial.

 

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