DUODÉCIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
No hay lugar para el miedo
“¡Testigo, habla abiertamente!”
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Es cierto que la gracia de Dios
vino a nosotros
por medio de un hombre, Jesucristo,
y vino a nosotros como don gratuito.
Que Jesús derrame su gracia
y que esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante (Dos opciones)
Nada puede infundirnos más confianza y ánimo que el saber que alguien nos ama profundamente. La fe es realmente la confianza y convicción de que Dios nos ama, y de que nos ama profundamente. Cuando somos conscientes de este amor, ya no hay lugar para el miedo. Los hombres y mujeres de gran fe no tienen miedo de profesarla y de proclamarla abiertamente, y de comprometerse a con todo lo que esta fe y este amor implican. Pedimos a Jesús en esta eucaristía que nos colme de fe y amor y así ahuyentemos todo temor.
¿Qué hacemos cuando tenemos que hablar abiertamente de nuestra fe, de lo que creemos como personas humanas y como cristianos? ¿Nos atrevemos a hablar claro? ¿U ocultamos nuestra fe o la minimizamos? El mensaje de la celebración de hoy es éste: No temas dar testimonio de tu fe. Habla abiertamente, confía en Dios, porque el Señor está a tu lado. Le pedimos al Señor, aquí presente, esta fuerza y convicción.
Acto Penitencial
Nuestro amor al Señor es todavía imperfecto.
Por eso todavía tenemos miedo
de dar testimonio de él
tanto de palabra como de obra.
Le pedimos ahora que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, tú nos pides que te proclamemos sin miedo ni temor.
R/Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú quieres que confiemos en ti y en el Padre,
ya que somos tan valiosos para ti.
R/Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú esperas que demos testimonio de ti,
sin miedo alguno, de palabra y con el ejemplo de vida:
R/Señor, ten piedad de nosotros.
Perdona todos nuestros miedos y temores, Señor;
danos el valor para responder con confianza a tu amor,
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que nuestra vida y nuestras obras
hablen abiertamente y den testimonio del Señor.
(Pausa)
Señor Dios, Padre nuestro:
Hemos experimentado mucha gracia, amor
y perdón misericordioso proveniente de ti,
y tu Hijo Jesús nos ha traído
un inolvidable mensaje de alegría.
No permitas que jamás lo olvidemos,
y haznos tan atrevidos como para compartir con otros
lo que de ti hemos recibido
como don gratuito.
Que nuestra misma vida dé testimonio
de que Jesús camina a nuestro lado
y de que nunca deberíamos tener miedo
de proclamar con nuestra misma vida
nuestra esperanza y nuestra fe confiada en ti.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura (Jer 20,10-13): El Señor está a mi lado
La tragedia de Jeremías consistió en que el pueblo lo rechazó por hablar abiertamente en nombre de Dios. Aun así, siguió confiando en el Señor.
Jeremías 20,10-13: Libró la vida del pobre de manos de los impíos
Dijo Jeremías: «Oía el cuchicheo de la gente: “Cerco de Terror, ¡a denunciarlo, a denunciarlo!” Mis amigos espiaban mi traspié: “A ver si se deja seducir, lo venceremos y nos vengaremos de él”. 11Pero el Señor está conmigo como valiente soldado; mis perseguidores tropezarán y no me vencerán; sentirán la confusión de su fracaso, un sonrojo eterno e inolvidable. 12Señor Todopoderoso, examinador justo que ves las entrañas y el corazón, que yo vea cómo tomas venganza de ellos, porque a ti encomendé mi causa. 13Canten al Señor, alaben al Señor, que libró al pobre del poder de los malvados».
Salmo 69: “Que me escuche tu gran bondad, Señor”
Segunda Lectura (Rom 5,12-15): Todos uno en la gracia de Cristo
Cuando el pueblo era uno en el pecado, Jesús vino para hacerlo uno en la gracia.
Romanos 5,12-15: El don no se puede comprar con la caída
Hermanos: Así como por un hombre penetró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así también la muerte se extendió a toda la humanidad, ya que todos pecaron. 13Antes de llegar la ley, el pecado ya estaba en el mundo; pero, como no había ley, el pecado no se tenía en cuenta. 14Con todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, también sobre los que no habían pecado imitando la desobediencia de Adán –que es figura del que había de venir–. 15Pero el don no es como el delito. Porque si por el delito de uno murieron todos, mucho más abundantes se ofrecerán a todos el favor y el don de Dios, por el favor de un solo hombre, Jesucristo.
Evangelio (Mt 10,26-33): No tengan miedo
No tengan miedo, dice Jesús, sino vivan su fe y den testimonio de ella sin miedo, porque ustedes están en las manos del Señor.
Mateo 10:26-33: «No tengan miedo a los que matan el cuerpo»
En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengan miedo a los hombres porque no hay nada encubierto que no se descubra, ni escondido que no se divulgue. 27Lo que les digo de noche díganlo en pleno día; lo que escuchen al oído grítenlo desde los techos. 28No teman a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma; teman más bien al que puede arrojar cuerpo y alma en el infierno. 29¿No se venden dos gorriones por pocas monedas? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin permiso del Padre de ustedes. 30En cuanto, a ustedes, hasta los pelos de su cabeza están contados. 31Por tanto, no les tengan miedo, que ustedes valen más que muchos gorriones. 32Al que me reconozca ante la gente yo lo reconoceré ante mi Padre del cielo. 33Pero al que me niegue ante la gente, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».
Oración de los Fieles
Oremos con plena confianza al Padre del cielo para que, libres de todo miedo paralizante, tengamos el valor que nace de la fe para construir su reino. Y así digamos: R/Señor, confiamos plenamente en ti.
Señor Dios nuestro, contigo a nuestro lado no hay ninguna razón para temer. Despiértanos, haznos caminar, y danos la fuerza para ir radicalmente hacia ti, con Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
Tu Hijo Jesucristo nos mostró
cómo podemos creer y orar,
vivir e incluso morir
con total confianza en ti.
Ya que él está con nosotros ahora,
en esta eucaristía,
ayúdanos a confiar en nosotros mismos ,
en los hermanos que nos rodean,
y especialmente en ti, nuestro Dios vivo.
Danos certeza de que la vida vale la pena vivirla,
de que el amor y la justicia pueden mover este mundo
y de que tú nos llevas a tu futuro prometido.
Danos la fuerza y el valor
de Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Jesús llevó a cabo su misión y vivió confiadamente en las manos del Padre. Nosotros lo encontramos ahora en este sacrificio y expresamos con él esta misma profunda confianza, mientras pedimos valor para vivir nuestra fe.
Introducción al Padre Nuestro
Sabiendo que estamos en las manos del Padre,
le dirigimos con la mayor confianza
la plegaria misma de Jesús.
R/Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todo pecado y de todo temor,
para que sepamos declararnos a favor tuyo
en presencia de los hermanos
y para entregarnos a tu trabajo de integridad y verdad.
Cólmanos con tu tranquilo valor
para que podamos alzarnos en favor de la libertad
y de la dignidad humana de nuestros hermanos,
para que no echemos a perder la imagen de tu Hijo.
Ayúdanos a preparar con gozo y esperanza
la venida plena a nosotros
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Éste es el Cuerpo de nuestro Señor.
Vengan a él sin temor,
pues él los colmará con su fuerza
para dar testimonio de sí.
R/ Señor, no soy digno…
Acción de Gracias
En lugar del silencio después de la Comunión, podría recitarse despacio la siguiente Oración de Confianza del Beato Carlos de Foucault.
Padre,
me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea,
te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo,
con tal de que tu voluntad
se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo más, Padre.
Te confío mi vida;
te la doy
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo
y necesito darme a ti,
ponerme en tus manos
sin reservas.
Con una confianza infinita
porque tú eres mi Padre.
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Sabemos que tú nos amas,
porque nos has dado a tu Hijo
para caminar con nosotros por la vida.
Líbranos de nuestros temores
y de la auto-compasión,
y danos el valor de enfrentar la vida
con la lealtad y apertura de tu Hijo.
Ayúdanos a abandonar nuestras preocupaciones,
nuestra actitud de competición y desconfianza unos de otros,
y nuestra vacilación
para defenderte y apoyarte a ti y a todo lo bueno.
Quédate con nosotros ahora y siempre
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos:
No tengan miedo, porque el Padre nos ama.
No tengan miedo, porque Cristo camina a nuestro lado.
No tengan miedo, porque el Espíritu Santo nos dará valor.
No tengan miedo, porque estamos en las manos de Dios.
Marchemos, afrontemos la vida
y demos testimonio del amor de Dios.
Y que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Dios nos propone un desafío constante: hacer presente su Reino en los lugares donde desarrollamos nuestras vidas. Ahora bien, el anuncio del Evangelio de la vida, el amor y la paz choca muchas veces con sociedades que viven en el consumismo, el individualismo y en todo lo contrario al evangelio de Jesús. En medio de estas sociedades estamos llamados a ser profetas cuya voz y cuyo ejemplo de vida ayude a muchos a despertar y a discernir y no cómplices de lo que nos está contaminando, enfermando y matando.
Comencemos por reconocer que Dios camina con su Pueblo y no lo abandona. El profeta Jeremías dibuja el escenario hostil al que se debe enfrentar quien quiera vivir a contracorriente del sistema mundo. Quienes se opongan a los intereses de los poderosos serán siempre calumniados y perseguidos. Pero podemos confiar en la providencia de un Dios que no abandona a quien busca la verdad y la justicia. Él escucha el clamor de los empobrecidos y sale en defensa de los cautivos. Anunciemos su presencia, que viene a cambiar nuestras vidas.