Domingo 30 de Julio
DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
¿Qué es lo que más apreciamos?
¿Por qué valor arriesgo todo?
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Dios nos eligió hace mucho tiempo
de una manera especial
y nos destinó a ser
verdaderas imágenes de su Hijo,
para que Jesús sea
el mayor de muchos hermanos.
Que nuestro hermano Jesús
esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante (Dos opciones)
Para comprender qué es lo más valioso para ustedes, no piensen en sus preocupaciones y en sus ansias habituales, porque sólo están en la superficie de las cosas. Piensen en los momentos de crisis en su vida, cuando tienen que elegir lo único que realmente importa. ¿Qué será eso? ¿Acaso ustedes mismos, las posesiones que tienen, o el Señor? ¿Tienen ustedes el valor de hacer la elección correcta? Pidan al Señor que los ayude a elegirlo a él y a su reino. El resto no cuenta.
La gente sueña con frecuencia con encontrar un tesoro o ganar el primer premio ende la una lotería nacional. El mensaje de hoy nos interpela: Su fe, su vida cristiana, su intimidad con Dios ¿es para ustedes el tesoro de su vida? ¿Están dispuestos a arriesgar todo por ese tesoro? El reino de Dios, el Evangelio, nuestra fe, son la nuestra verdadera perla, nuestro verdadero tesoro. Que el Señor nos enriquezca a todos con esos bienes.
Acto Penitencial
Le pedimos ahora al Señor que nos perdone
porque con demasiada frecuencia
nuestro corazón no está fijo en él
sino más bien en nosotros mismos,
en las posesiones y en el poder…
(Pausa)
Señor Jesús, tú nos has traído el tesoro
del amor del Padre.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, por tu muerte
has ganado para nosotros el tesoro
del perdón y de la vida.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos has dejado en la Eucaristía
el tesoro de tu presencia y de tu fuerza.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, por tu inmensa bondad
perdona todos nuestros pecados.
Y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Pidamos a Dios, nuestro Padre,
que nos dé un corazón que sepa discernir la vida
según el Evangelio.
(Pausa)
Señor Dios, Padre nuestro,
nuestro corazón permanece inquieto
hasta que descubra
la paz que tú nos ofreces
en tu Hijo Jesucristo.
Ayúdanos a poner nuestra confianza y alegría
no en las cosas frágiles y perecederas,
sino en tu Hijo, en su Buena Noticia de Salvación
y en el reino que vino a construir entre nosotros.
Danos la gracia de ser pobres de espíritu y receptivos.
Danos a cada uno de nosotros un corazón atento y sabio
que siga buscando hasta encontrarte
en Jesús y en los hermanos.
Que te amemos y que descansemos en ti.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura (1 Re 3,5.7-12): La sabiduría, tesoro de Dios
Los que buscan la sabiduría para discernir entre el bien y el mal y para hacer la voluntad de Dios como el don más excelso son bendecidos por Dios. Ésta fue la experiencia de Salomón.
1 Reyes 3,5.7-12: «Pediste discernimiento»
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras». 7«Y ahora, Señor, Dios mío, tú has hecho a tu siervo sucesor de mi padre, David; pero yo soy un muchacho que no sé valerme. 8Tu siervo está en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. 9Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal; si no, ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande?» 10Al Señor le pareció bien que Salomón pidiera aquello, 11y le dijo: «Por haber pedido esto, y no haber pedido una vida larga, ni haber pedido riquezas, ni haber pedido la vida de tus enemigos, sino inteligencia para acertar en el gobierno, 12te daré lo que has pedido: una mente sabia y prudente, como no la hubo antes ni la habrá después de ti».
Salmo 119: «¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!»
Segunda Lectura (Rom 8,28-30): El sabio plan de Dios para el hombre
Dios nos llama, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos e hijas.
Romanos 8,28-30: «Nos predestinó a ser imagen de su Hijo»
Hermanos, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de los llamados según su designio. 29A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos. 30A los que había destinado los llamó; a los que llamó los hizo justos; a los que hizo justos los glorificó.
Evangelio (Mt 13,44-52): El reino de Dios es el más preciado tesoro
El reino de Dios vale más que cualquier otra cosa en el mundo. Por él habríamos de estar dispuestos a renunciar a todo lo demás.
Mateo 13,44-52: «Vende todo lo que tiene y compra el campo»
«El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. 45El Reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas: 46al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra. 47El Reino de los cielos se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. 48Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. 49Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos 50y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes. 51¿Lo han entendido todo?» Le responden que sí, 52y él les dijo: «Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del Reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas».
Oración de los Fieles
El ministerio que se nos ha confiado a nosotros, a la Iglesia, es rogar por todos y cada uno de nuestros hermanos, para que descubran el tesoro de la fe. Respondamos a cada petición: R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
Señor, te damos gracias porque en ti hemos encontrado el tesoro que convierte nuestra vida en digna de vivirse. Guárdanos en tu amor, ahora y por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
crea entre ti y nosotros
una santa comunión de amor.
Ven a nosotros en Jesucristo
en esta eucaristía y en nuestra vida diaria.
Reina en nosotros, toma posesión de nosotros
para gobernar y perdonar,
para santificar e iluminar,
para conducirnos y renovarnos por tu gracia.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con Jesús, damos gracias al Padre por el tesoro que nos ha dado en nuestra fe y en la perla de su reino.
Introducción al Padre Nuestro
Con Jesús nuestro Señor,
oramos antes que nada a nuestro Padre en el cielo
para que venga su reino
y para que sepamos cumplir su voluntad.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de concentrarnos
en necesidades materiales y en la seguridad humana
y haz que nos preocupemos realmente
de buscar siempre tu voluntad
y de trabajar por la venida de tu reino.
Guárdanos libres del desaliento
cuando tardan en llegar tu justicia y tu verdad,
y mantén viva nuestra esperanza
para que un día veamos
la venida plena entre nosotros
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Oh Dios, Padre nuestro,
en esta celebración eucarística
nos has dado de nuevo a tu propio Hijo, Jesús.
Que él nutra en nosotros
el crecimiento de tu reino.
Que abra nuestros ojos a la bondad
y también al valor relativo
de las cosas de esta tierra.
Que él nos ayude a percatarnos
de que nuestra personalidad y existencia humanas
no son más que la manera concreta
por la que respondemos a tu llamado
y construimos tu reino.
Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo el Señor.
Bendición
Hermanos: Al final de esta celebración quizás hemos logrado una respuesta clara a nuestras preguntas del principio: ¿Qué es lo realmente importante en nuestra vida? ¿Dónde se asienta nuestra auténtica y permanente alegría? ¿Es en Dios, en su reino, en el amor y misericordia que él nos muestra en Cristo, su Hijo? Sabemos que le damos una alegría estando aquí juntos como su pueblo. Que él sea también nuestra alegría y nuestro tesoro ahora y por los siglos de los siglos. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, sea fuente de su felicidad y los acompañe siempre.
Hoy Jesús sigue hablando en parábolas a sus discípulos para ayudarlos a comprender el misterio del Reino de Dios. Pongamos atención en dos aspectos: el primero, la importancia del Reino de Dios para la vida del mundo; el segundo, la respuesta personal que se requiere para que el Reino sea.
Reflexionemos sobre el primero: el Reino de Dios se parece a un tesoro descubierto en un campo por el que se vende todo para conseguirlo. Esta metáfora nos habla de la experiencia de quienes descubren el efecto positivo y saludable que produce Dios en sus vidas cuando se liberan de una existencia materialista y consumista: mejoran sus relaciones con el entorno porque aprecian lo sagrado de toda vida y tienen una salud robusta porque ya no consumen lo que los contamina. Esta experiencia no se compara ni se cambia por ninguna otra cosa, porque nada ofrece más plenitud.
El Reino se parece también a una red echada al mar que atrapa todo tipo de peces; esta imagen habla del Reino como una experiencia abierta a toda persona, sin distinción, invitada a participar de esta vida en plenitud. No hay situación, por más grande y difícil que sea, que no pueda ser transformada, liberada y redimida por Dios. Es decir, que participar o pertenecer a al Reino resulta ser una experiencia liberadora.
Y un segundo aspecto vital tiene que ver con la respuesta o apertura real a esta experiencia. Y es que el regalo más grande que Dios nos da es la libertad. Él no obliga a nadie a vivir de un modo determinado. El encuentro con este Dios mayor que nos seduce es fruto de una elección, de una opción. Él nos llama y nos capacita con su gracia, pero es opción nuestra dirigir nuestra vida hacia él. De esto habla San Pablo a los romanos.
Evangelizar-nos significa ayudarnos a romper con los esquemas egoístas, que nos hacen buscar nuestros propios intereses para alcanzar una supuesta felicidad, y nos impulsa a hacer con otros una experiencia más auténtica de vida en plenitud. La vida es un proceso que se plenifica cuando vivimos con y como Jesús la experiencia muerte-vida nueva; la vida en clave de Reino es mucho más auténtica y profunda que la alcanzada mediocremente. Para esto es importante discernir como Salomón, porque a veces creemos escuchar la voz de Dios en los oasis consumistas, pero esa no es otra que la voz de nuestros impulsos egoístas. La voz de Dios siempre hablará de comunión y de vida entregada por amor.