Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

ASUNCIÓN DE MARÍA      

Description

Jueves 15 de Agosto, 2024

 

Asunción de la Virgen María 

 

El Cántico de María es también nuestro

 

Saludo

Gloria y honor a nuestro Señor Resucitado

cuya victoria sobre la muerte

fue en primer lugar compartida

por aquella que fue la más cercana a él,

su Madre, la Virgen María.

Que Jesús, su Hijo, esté siempre con ustedes.

 

Introducción del Celebrante

Hoy nos regocijamos porque uno de nosotros ha alcanzado su destino definitivo. Hoy es la gran fiesta de María, la fiesta de su Pascua, la Asunción de Nuestra Señora. En la tierra siguió el camino de Jesús, vivió sin reservas las Bienaventuranzas, y ahora comparte la gloria de su Hijo. La Asunción es para nosotros un signo de esperanza. Nos recuerda que nosotros también estamos llamados a participar con ella de la victoria de Jesús, si es que estamos dispuestos a compartir con ella en la fe humilde, en el servicio a los pobres y excluidos en el Reino de Dios. ¡Celebremos con alegría!

 

Acto Penitencial

Pidamos al Señor que nos perdone nuestros pecados

y que un día participemos con María

en la Resurrección de su Hijo.

 (Pausa)

 Señor Jesús, tu Madre, humilde sierva de Dios,

 quedó libre de todo pecado.

 Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, grandes maravillas experimentó María

cuando fue asumida en cuerpo y alma a los cielos.

Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, tu Madre te sirvió

con todo su corazón y con toda su persona

y ahora vive para siempre en tu alegría.

Señor, ten piedad de nosotros.

 

Ten misericordia de nosotros, Señor;

líbranos de todo pecado

y llévanos en fe y esperanza

a las alegrías de la vida eterna.

 

Oración Colecta

Demos gracias a Dios con María

y pidámosle la fuerza increíble de su fe.

      (Pausa)

Señor Dios nuestro:

Tú elevaste a María al cielo

con alma y cuerpo,

para participar en el triunfo definitivo sobre la muerte

de Jesús, tu Hijo amado,

porque en la tierra sirvió humildemente a tus planes

como la primera de los que creen.

Danos su actitud de confiada apertura a tu voluntad,

para que venzas en nosotros al mal y a la muerte,

y nos lleves, sanos y salvos, sin contratiempos, con María,

a tu alegría y felicidad eternas.

 

Primera Lectura: Apocalipsis 11,19; 12,1-6.10: «Vi una mujer vestida del sol»

Cristo vence al mal y es elevado a los cielos. La mujer a la que hace referencia nuestro texto representa a la Iglesia, pero como María fue eminentemente todo lo que la Iglesia está llamada a ser, la liturgia le aplica este texto a ella. María, la Madre, victoriosa con su Hijo.

Se abrió el templo de Dios en el cielo y dentro de él se vio el arca de la alianza. Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y a punto de dar a luz y gemía con los dolores del parto.

Pero apareció también en el cielo otra figura: un enorme dragón, color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y una corona en cada una de sus siete cabezas. Con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Después se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo, en cuanto éste naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue llevado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios.

Entonces oí en el cielo una voz poderosa, que decía: “Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías”.

 

Salmo Responsorial

Salmo 44, 10bc. 11. 12ab. 16

R. (10b) De pie, a tu derecha, está la reina.
Hijas de reyes salen a tu encuentro.
De pie, a tu derecha, está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
R. De pie, a tu derecha, está la reina.
Escucha, hija, mira y pon atención:
olvida a tu pueblo y la casa paterna;
el rey está prendado de tu belleza;
ríndele homenaje, porque él es tu señor.
R. De pie, a tu derecha, está la reina.
Entre alegría y regocijo
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.
R. De pie, a tu derecha, está la reina.

 

Segunda Lectura: 1 Corintios 15,20-27: Primero Cristo como primicia

Cristo venció a la muerte por su Resurrección. Él fue el primero en resucitar de entre los muertos. Nosotros lo seguiremos y resucitaremos con y por él. Por eso María, que compartió plenamente su vida, su misión y su sufrimiento, pudo seguirlo al cielo, incluso corporalmente.

Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.

En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida, pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo.

Enseguida será la consumación, cuando Cristo entregue el Reino a su Padre, después de haber aniquilado todos los poderes del mal. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte, porque todo lo ha sometido Dios bajo los pies de Cristo.

 

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
María fue llevada al cielo
y todos los ángeles se alegran.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Lucas 1,39-56: Dios exalta a los humildes

María responde plenamente en humildad y servicio a los planes de Dios. Reconoce que su grandeza procede de Dios. Es Dios quien la exalta y quien la elevará al cielo en su Asunción. Ella compendia una Iglesia humilde y servidora.

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.

Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes

y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,

como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia
para siempre’’.

María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.

 

Oración de los Fieles

Con la ayuda de María, nuestra Madre, oremos unidos a nuestro Padre en el cielo para que nos mire con bondad a nosotros, sus siervos, y haga grandes cosas en nosotros. Digamos como respuesta: R/ Señor, escucha a tu Pueblo.

  • Para que el Señor muestre su amor y su misericordia a todos los que se esfuerzan por servirlo fielmente y perdonando a los que han fallado, tanto a él como a los hermanos, roguemos al Señor.
  • Para que el Señor muestre su poder y defienda a la gente humilde, tantas veces humillada y pisoteada, y nos disponga a todos nosotros a respetarla y amarla, roguemos al Señor.
  • Para que el Señor nos dé la voluntad y la fuerza necesarias para realizar su Palabra en nuestra vida, día a día, resueltamente y con alegría, roguemos al Señor.
  • Para que el Señor nos haga conscientes de la pobreza de nuestro corazón colmándolo con su bondad, su acogida de la gente y su cuidado y preocupación por los más pobres y necesitados, roguemos al Señor.
  • Para que el Señor nos ayude a procurar que los hambrientos reciban alimento y disponga interiormente a toda la gente y a los poderosos de este mundo a compartir justamente con cada uno los bienes de la tierra, roguemos al Señor.
  • Que el Señor acoja a todos nuestros seres queridos, difuntos ya, en la casa de la alegría eterna, roguemos al Señor.

Señor Dios nuestro: En la fiesta de la Asunción de María te pedimos: Cólmanos con tus bienes, para que, con María, bendigamos tu nombre, por Jesucristo nuestro Señor.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios nuestro:

Según tu admirable designio de Salvación,

el Espíritu Santo alentó sobre María

y la hizo la Madre de Jesús, tu Hijo;

sin embargo, tú esperaste su humilde Sí.

Que el mismo Espíritu baje ahora con todo su poder

sobre estos humildes dones de pan y vino

para que se conviertan en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo.

Que tu Espíritu nos impulse también

a buscar tu voluntad en todas nuestras obras

y a anunciar a Jesús a todo el mundo.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

Con María, damos gracias hoy al Padre por las grandes cosas que hizo en ella y que también sigue haciendo en y con nosotros, por medio de Jesucristo, nuestro Señor.

 

Invitación al Padre Nuestro

Con las palabras de Jesús, oramos a nuestro Padre

que su voluntad se cumpla en nosotros.

 R/ Padre Nuestro...

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males

y del último enemigo, la muerte.

Que tu compasión y tu amor siempre fieles

se perpetúen de generación en generación;

y colma de bienes a los hambrientos

mientras esperamos con gozosa esperanza

nuestra propia resurrección

en la segunda venida de nuestro Salvador Jesucristo.

R/ Tuyo es el Reino...

 

Invitación a la Comunión

Éste es Jesús, el Señor, que dijo:

“Los que comen mi carne y beben mi sangre

vivirán para siempre

y yo los resucitaré en el último día.”

Dichosos nosotros invitados ahora

a comer el Cuerpo del Señor

y a participar de su victoria.

R/ Señor, no soy digno...

 

Oración después de la Comunión

Señor, tú enalteces a los humildes;

en María nos has dado la visión

de una Iglesia que sabe cómo servir

y cómo adherirse firmemente a ti

en la vida y en la muerte.

Que, con María, y fortalecidos por su Hijo,

seamos suficientemente pobres y humildes

para escuchar tu Palabra y vivir según ella,

para estar al lado de nuestro prójimo en necesidad,

y para ser para el mundo como el Cuerpo visible de tu Hijo,

hasta que nos llames a participar en tu gloria

por los siglos de los siglos.

 

Bendición

Hermanos: Nosotros, como Iglesia, estamos llamados a ser lo que María fue e hizo en la tierra:

Creer en los caminos y en la inspiración de Dios, aun sin saber lo que el futuro nos deparará y abrirnos a las necesidades de los demás sirviendo de corazón a todos. Que Dios todopoderoso les dé a ustedes esta fuerza y los bendiga abundantemente: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

Comentario:

Hoy contemplamos a María como síntesis vital del Evangelio. La Iglesia ha visto en ella el testimonio de una fe probada, la disposición de hacer vida la Palabra, la dignificación de su ser mujer, la fidelidad al proyecto de Dios y muchas cosas más. El canto del Magníficat pone en labios de María uno de los ejes transversales del proyecto de Dios: hacer justicia a los empobrecidos a los que los sistemas injustos les arrebatan hasta la dignidad. Es el caso de los migrantes, mujeres, ancianos, enfermos, minorías étnicas y sexuales y tanta gente que sufre en sociedades clasistas como las nuestras. María se convierte en testigo del Reino de Dios como proyecto comunitario de dignificación y solidaridad; el Reino se engendró en ella haciéndola modelo de inclusión, encuentro, apertura y servicio a los demás.  

 

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