Domingo 19 de Noviembre
TRIGÉSIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Se nos ha confiado mucho
Asume los riesgos de la fe
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Nosotros no pertenecemos
ni a la noche ni a las tinieblas;
por lo tanto, no durmamos como los demás
sino vigilemos y seamos sobrios.
Que el Señor Jesús sea su luz
y esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante (Dos opciones)
1. Se nos ha confiado mucho
Dios, el Señor, confía en nosotros más de lo que quizás nosotros confiamos en nosotros mismos. Él nos confía muchísimos talentos y cualidades, no solamente para realizarnos plenamente como personas y llegar a ser los cristianos que él nos ha llamado a ser, sino también para construir la Iglesia y el reino de Dios. ¡Qué tremenda confianza! Él se pone a sí mismo y a su Iglesia y su reino en nuestras manos! Esa confianza se convierte en nuestra responsabilidad. En esta eucaristía pedimos a Jesús, el Señor, que nos dé la gracia de saber responder plenamente a la profunda confianza de Dios en nosotros.
2. Asume los riesgos de la fe
Es desalentador ver a veces cómo la gente con muchísimos talentos rehúsa simplemente emplear sus dones. ¿Tienen acaso miedo de comprometerse, de arriesgarse con la gente? Quizás nosotros mismos tengamos también miedo de asumir el riesgo de ponernos en las manos de nuestros hermanos. Reservamos nuestra fe para los domingos, pero dejamos de invertirla para el bien de los hermanos, para el perdón cuando nos han ofendido, para hablar con valentía por los que no tienen voz, para el afecto no correspondido. Arriesguémonos con el Señor, que está aquí entre nosotros.
Acto Penitencial
Tantas veces hemos usado los dones de Dios demasiado a la ligera,
como si se nos hubieran dado para nosotros solos,
y así no servimos ni a Dios ni a la Iglesia.
Pidamos sinceramente al Señor que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, cuando viniste a nosotros
querías liberarnos de todo miedo y temor.
R/Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú nos has confiado
el futuro de la Iglesia y de tu reino.
R/Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos has hecho libres y responsables
al servicio de Dios y del mundo.
R/Señor, ten piedad de nosotros.
Ten piedad de nosotros, Señor;
perdónanos por emplear mal o dejar inactivos tus dones.
Haznos servidores como tú y contigo,
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que sepamos responder
a la confianza que Dios ha puesto en nosotros.
(Pausa)
Oh Dios, Padre nuestro, amable y cariñoso:
Ya no nos llamas más siervos sino amigos.
Es muchísimo lo que nos has confiado,
incluso el futuro de tu reino de justicia y amor.
Danos la gracia de planear y desarrollar contigo
el crecimiento de la misericordia y la bondad en este mundo,
para estar unidos con todos los hermanos cristianos
y con todos los que te buscan con sincero corazón,
y para llevar reconciliación y alegría a todos.
Que sepamos caminar juntos hacia ti,
nuestro Dios vivo y cariñoso,
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura: Proverbios 31,10-13.19-20.30-31: Trabaja con la destreza de sus manos
Aquí tenemos algo así como una foto de una madre y esposa ejemplar. Ella emplea todos sus talentos de mente, corazón y fe al servicio de su familia y también de los pobres.
Una mujer hacendosa, ¿quién la encontrará? Vale mucho más que las perlas. 11Su marido confía en ella y no le falta nunca nada. 12Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida.13Adquiere lana y lino; sus manos trabajan a gusto. 19Extiende la mano para hilar y con sus dedos fabrica el tejido. 20Abre sus palmas al necesitado y extiende sus manos al pobre. 30Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la mujer que respeta al Señor merece alabanza. 31Felicítenla por el éxito de su trabajo; que sus obras la alaben en la plaza.
Salmo 128: «Dichoso el que teme al Señor»
R. (cf. 1a) Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos:
comerá del fruto de su trabajo,
será dichoso, le irá bien.
R. Dichoso el que teme al Señor.
Su mujer como vida fecunda,
en medio de su casa;
sus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de su mesa.
R. Dichoso el que teme al Señor.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor:
"Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida".
R. Dichoso el que teme al Señor.
Segunda Lectura: 1Tesalonicenses 5,1-6: «Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón»
Como “hijos de la luz y del día”, deberíamos estar listos en cualquier momento para la venida del Señor, aun sin saber cuándo vendrá.
Hermanos: Acerca de fechas y momentos no hace falta que les escriba; 2porque ustedes saben exactamente que el día del Señor llegará como ladrón nocturno, 3cuando estén diciendo: «¡Qué paz, qué tranquilidad!» Entonces, de repente, como los dolores del parto le vienen a la mujer embarazada, se les vendrá encima la destrucción, y no podrán escapar. 4A ustedes, hermanos, como no viven en tinieblas, no los sorprenderá ese día como un ladrón. 5Todos ustedes son ciudadanos de la luz y del día; no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. 6Por tanto, no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios.
Evangelio: Mateo 25,14-30: «Has sido fiel en lo poco: pasa al banquete de tu señor»
Dios nos ha dado ricos dones de fe. ¿Qué hemos hecho con ellos? Entre los ‘empleados’ del Evangelio de hoy, ¿con cuál de ellos nos identificamos?
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Es como un hombre que partía al extranjero; antes llamó a sus sirvientes y les encomendó sus posesiones… 19Pasado mucho tiempo se presentó el señor de aquellos sirvientes para pedirles cuentas. 20Se acercó el que había recibido cinco monedas de oro y le presentó otras cinco diciendo: “Señor, me diste cinco monedas de oro; mira, he ganado otras cinco”. 21Su señor le dijo: “Muy bien, sirviente honrado y cumplidor; has sido fiel en lo poco, te pongo al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu señor”. 22Se acercó el que había recibido dos monedas de oro y dijo: “Señor, me diste dos monedas de oro; mira, he ganado otras dos”. 23Su señor le dijo: “Muy bien, sirviente honrado y cumplidor; has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu señor”. 24Se acercó también el que había recibido una moneda de oro y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que cosechas donde no has sembrado y reúnes donde no has esparcido. 25Como tenía miedo, enterré tu moneda de oro; aquí tienes lo tuyo”. 26Su señor le respondió: “Sirviente indigno y perezoso, si sabías que cosecho donde no sembré y reúno donde no esparcí, 27tenías que haber depositado el dinero en un banco para que, al venir yo, lo retirase con los intereses. 28Quítenle la moneda de oro y dénsela al que tiene diez. 29Porque al que tiene se le dará y le sobrará, y al que no tiene se le quitará aun lo que tiene…”»
Oración de los Fieles
Todo lo que somos y todo lo que tenemos pertenece a Dios. Oremos para que sepamos ponerlo todo al servicio de la Iglesia y de los hermanos, y así digamos: R/ Señor, que todas nuestras obras te alaben.
Señor Dios nuestro, ¡tú nos has regalado tan generosamente nuestros talentos! No permitas que seamos tacaños y egoístas sino ayúdanos a dar generosamente lo mejor de nosotros mismos al servicio de la Iglesia y de la humanidad, por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Nos colocamos a nosotros mismos,
y todo lo que nos has dado,
en estos dones de pan y vino,
para que nos los devuelvas
como Cuerpo y Sangre de tu Hijo.
Acéptanos con él
y haznos comprender que, junto a él,
tenemos que compartir unos con otros
todo lo que somos,
seamos ricos o pobres.
Y que ojalá así nos edifiquemos unos a otros
y demos forma visible a tu reino.
Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con toda alegría, demos gracias al Padre por todos los dones que ha derramado en nosotros por su Hijo Jesucristo, y ofrezcámoslos con Jesús para el bien de todos.
Introducción al Padre Nuestro
Como hijos de la luz y del día
oramos a Dios nuestro Padre
con la oración de Jesús.
R/Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de nuestra pasividad
y de nuestro miedo paralizante,
que nos impiden entregarnos a nuestros hermanos.
Que nunca nos quedemos inmóviles
para conservar lo que tenemos,
sino que sigamos siempre creciendo en el amor
y desarrollando nuestros dones,
para que un día podamos rendir buena cuenta
a quien ha de venir a juzgarnos,
nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesús, el Cordero de Dios.
Él entregó todo lo que tenía, su vida y su muerte,
para que otros vivieran
y fueran capaces de entregarse también a sí mismos.
Dichosos nosotros de recibirlo
y de esperar su venida gloriosa
sin ningún temor ni ansiedad.
R/Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Señor nuestro,
fuente de todo lo bueno:
Por medio del don de tu Hijo Jesucristo
nos has hecho capaces
de sembrar las semillas de tu vida y tu amor.
Que ojalá, cuando nos pidas cuenta
de lo que hicimos con nuestras vidas,
oigamos de tus propios labios
que fuimos siervos buenos y fieles,
que hicimos mucho con lo poco que teníamos,
y que, por tanto, entremos en tu alegría eterna.
Concédenoslo por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Nuestra vida, con todo lo que somos y tenemos, no es de nuestra propiedad, ya que es como un fondo de inversión recibido de Dios. Es un préstamo suyo no para guardarlo seguro en “un agujero en la tierra” sino para hacerlo producir del mejor modo posible, cada uno según su habilidad. Que Dios omnipotente nos dé fuerza y valor para servir con todo nuestro ser a él y a los hermanos. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.
Los textos que hoy nos acompañan subrayan la oportuna y necesaria acción del ser humano para hacer presente el Reino: En la Primera Lectura se exalta el valor de la mujer que, con su presencia, transforma realidades. La Carta a los Tesalonicenses nos convoca a estar alertas y, como mujer en parto, gestar nuevas formas de relacionarnos y compartir sin dejarnos ganar por las tinieblas del egoísmo y la maldad.
El evangelio nos recuerda también lo apremiante de trabajar nuestras capacidades, pues al desarrollarlas y administrarlas bien, somos fieles a nosotros mismos y a quien nos creó. Procuremos no repetir la actitud del sirviente paralizado por el miedo. A Dios no lo seguimos por miedo al castigo o porque realmente nos pida algo a cambio. El llamado más fuerte del relato es a no traicionarnos como personas desaprovechando el regalo de la vida como hizo el sirviente “inútil” sino como los demás, que pusieron al servicio sus dones y los multiplicaron.
Nuestros miedos pueden segarnos e impedirnos disfrutar y multiplicar lo que somos y tenemos. Pero no podemos confundir la multiplicación de talentos con el incremento del capital monetario porque sería reductivo y una mirada muy pobre del evangelio.
Este relato o parábola no fomenta la codicia ni la arrogancia; quiere que, en el servicio y la entrega, descubramos nuestra verdadera vocación y el auténtico camino de realización humana. Fieles a quienes somos en todo tiempo y lugar, ya sea en la virtualidad o en lo presencial, en lo público o en lo privado, dispongámonos a crecer en humanidad en compañía de quienes Dios ha puesto a nuestro lado.
¿Permites que tu pereza, desinterés o miedo impidan tu desarrollo personal? Tus dones te dignifican, ¿los reconoces? ¿Crees que puedas colaborar con otras personas y mejorar este mundo? No te olvides de las palabras de Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan; o, si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio” (EN 32).