Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

Presentación del Señor

Description

Domingo 2 de Febrero, 2025

 

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario

 

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

 

Una luz para alumbrar

 

Saludo (Ver Segunda Lectura)

Jesús compartió nuestra misma carne y sangre

para poder ser completamente

como los hombres, sus hermanos,

y, compasivo y digno de confianza,

para expiar por nuestros pecados.

Que este Señor, Jesús, esté siempre con ustedes.

 

Introducción del Celebrante

Hemos venido hoy para celebrar juntos la Fiesta de la Presentación del Señor. Es una fiesta de alegría por la esperanza que este niño trae a la gente, jóvenes y viejos. Aquí está el futuro, aquí está la Salvación: Dios ha guardado su promesa de vida y de perdón. Pero hay también tristeza en esta fiesta: El niño causará dolor a su madre y él será rechazado aun por algunos de su misma gente, aunque viene para ser luz para todos. Que las velas encendidas en nuestras manos sean el signo de que no rechazamos a Jesús, sino que queremos seguirlo como la luz de nuestra vida.

 

BENDICIÓN DE LAS CANDELAS

Roguemos para que el Señor

encienda nuestros corazones

con un fuego santo para seguir a Jesús,

nuestra Luz.

 (Pausa)

Oh Dios, Padre nuestro:

Tú eres la luz verdadera.

Cuando tú hablas,

la oscuridad da paso a la luz del día,

el mundo refleja tu resplandor,

y podemos vivir en la luz de tu Amor.

Date a conocer a nosotros

mientras portamos en nuestras manos estas candelas,

y haz nuestros rostros resplandecientes con tu gloria.

Haznos hijos de la luz,

líbranos de la oscuridad del pecado

y llévanos a tu luz eterna

por medio de Aquel que es

nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida

y la luz del mundo, Jesucristo, nuestro Señor.

 

(Aspersión de las candelas con agua bendita)

Procesión

¡Marchemos en paz para encontrar al Señor!

 

MISA

Nota: En la Misa con bendición de candelas, no hay acto penitencial después del canto de entrada, sino que la Misa continúa con el Gloria y la Oración Colecta. En otras Misas del día sin bendición de candelas, se podrá usar el siguiente acto penitencial.

 

Acto Penitencial

Nosotros nos hemos visto confundidos a veces

por “luces” mundanas,

diferentes de Cristo, que es la verdadera Luz.

Le pedimos ahora al Señor que nos perdone.

 (Pausa)

 

Señor Jesús, que tu luz nos guíe

en el camino hacia el Padre.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, irradia sobre nosotros

la luz de la verdad y de la sabiduría del Espíritu.

R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, que la luz de tu misericordia

reúna a todas las naciones en tu amor.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Ten misericordia de nosotros, Señor,

y perdona nuestros pecados.

Que caminemos siempre en la luz de Cristo

hasta que nos lleves a la vida eterna.

 

Oración Colecta

Roguemos para que, con Jesús, nuestra luz,

partamos resueltamente por el camino

de la auténtica renovación.

 (Pausa)

Oh Dios y Padre nuestro:

Es difícil para nosotros decir adiós

a todo lo que nos es seguro y familiar:

nuestros hábitos rutinarios, nuestra autocomplacencia,

nuestras certezas y nuestras prácticas habituales.

Nos ofrecemos ahora con Jesús, nuestro Señor,

presentado en ofrenda en el templo de Jerusalén,

y te pedimos fortaleza para seguir su luz.

Ayúdanos a aceptar, con él,

las inseguridades de la auténtica conversión,

y a llevar a todos los que nos rodean

la luz y el calor de tu Hijo.

Que éste sea el sacrificio agradable que te ofrecemos hoy

juntamente con Jesucristo nuestro Señor.

 

Primera Lectura: Malaquías 3,1-4: Ya llega el mensajero del Señor

El Salvador vendrá a su templo, es decir, vivirá en medio de su Pueblo, para purificar nuestros corazones. Entonces nuestras ofrendas agradarán a Dios.

Esto dice el Señor: “He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos”.

 

Sal 24: “El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria”

R. (10b) El Señor es el rey de la gloria.
¡Puertas, ábranse de par en par;
agrándense, portones eternos,
porque va a entrar el rey de la gloria!
R. El Señor es el rey de la gloria.
¿Y quién es el rey de la gloria?
Es el Señor, fuerte y poderoso,
el Señor, poderoso en la batalla.
R. El Señor es el rey de la gloria.
¡Puertas, ábranse de par en par;
agrándense, portones eternos,
porque va a entrar el rey de la gloria!
R. El Señor es el rey de la gloria.
¿Y quién es el rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos,
es el rey de la gloria.
R. El Señor es el rey de la gloria.

 

Segunda Lectura: Hebreos 2,14-18: Jesús, un ser humano en plenitud

Jesús se hizo humano como nosotros para comprendernos, para ser uno con nosotros en nuestras pruebas y sufrimientos, para hacernos libres para Dios y para los hermanos.

Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso, Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para des¬truir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida.

Pues como bien saben, Jesús no vino a ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados del pueblo. Como él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba.
 

Aclamación antes del Evangelio

Lc 2, 32
R. Aleluya, aleluya.
Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones
y la gloria de tu pueblo, Israel.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Lucas 2,22-40: Este niño será signo de contradicción

Los que esperan con fe la venida de Dios lo reconocerán incluso en sus humildes apariencias. Pero seguir a Cristo es, con mucha frecuencia, bien exigente.

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada, y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

 

Oración de los Fieles

Oremos juntos a Jesús, nuestro comprensivo y fiable sumo sacerdote, que puede ayudar a todos nuestros hermanos y hermanas, y digámosle: R/Acógenos, Señor, en tu luz y en tu amor.

  • Para que nuestro Señor acoja a los niños, aun cuando nadie se los presente, roguemos al Señor.
  • Para que el Señor acoja a los padres, aun cuando no hayan logrado llevar a sus hijos hacia él,roguemos al Señor.
  • Para que el Señor acepte a los ancianos (como Simeón y Ana), aun cuando no hayan reconocido todavía al Salvador y no hayan encontrado la auténtica paz, roguemos al Señor.
  • Para que el Señor acoja a todos los hombres, aun cuando no sean conscientes de las riquezas que Cristo les ofrece y de la felicidad que ha preparado para ellos, roguemos al Señor.
  • Para que el Señor acepte a todos los cristianos, aun cuando hayan fallado en hacer brillar su luz a todas las naciones, roguemos al Señor.

Señor, acoge nuestra oración en este santo lugar, en nuestro templo, a donde tú has venido (como en Jerusalén) para encontrarnos. Muestra tu Amor a todos los que acabamos de presentarte, a ti, nuestro Dios y Señor, por los siglos de los siglos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios, Padre todopoderoso y amoroso:

Tú haces brillar tu luz en nuestra oscuridad;

tú nos das a tu Hijo Jesucristo

y nos permites participar en su propia ofrenda.

Acéptanos con nuestras medias verdades

y nuestros esfuerzos borrosos para buscar tu voluntad.

Purifica nuestra fe en las pruebas de la vida.

Que nuestra ofrenda ahora sea grata a tus ojos

por medio de Jesucristo nuestro Señor.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

Jesús fue presentado y ofrecido en el Templo de Jerusalén. Con él, y con María y José, nos ofrecemos ahora para ser, con y como Jesús, luz para nuestros hermanos y hermanas.

 

Invitación al Padre Nuestro

Ofrezcamos la oración de Jesús

a nuestro Padre del cielo.

R/ Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de la tiniebla del pecado

y que la luz de tu amor y tu paz

brille sobre nosotros, tu Pueblo.

Purifica a tu Iglesia para que dé testimonio

de la luz del Evangelio

en un mundo roto por el materialismo y la mentira,

por la miseria y la injusticia,

por los conflictos y por las guerras.

Que tu luz agradable nos empuje adelante

en alegría y esperanza,

mientras trabajamos

por la plena venida entre nosotros

de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

R/ Porque tuyo es el Reino…

 

Invitación a la Comunión

Este es Jesucristo, el Señor,

que es la luz que vino a este nuestro mundo

para iluminar a todos los hombres.

Dichosos nosotros de participar

en esta sagrada ofrenda, la Eucaristía,

y de recibirle como nuestro Pan de Vida.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Oh Dios y Padre nuestro:

Tú expresaste tu poderosa palabra: “¡Hágase la luz!”

a un mundo sumido todavía en tinieblas,

y hubo luz.

Tú nos has hablado con tu Palabra viva,

Jesucristo entre nosotros

y hay luz en nuestras mentes y corazones.

No permitas que guardemos esta luz de Jesús

escondida bajo la sombra de nuestra mediocridad,

sino que brille en nuestras palabras y en nuestras obras,

para que iluminen los pasos

de todos los hombres que buscan la verdad.

Te lo pedimos por Aquel que es la luz

y la estrella que guía nuestras vidas:

Jesucristo nuestro Señor.

 

Bendición

Hermanos: Hemos visto hoy la luz verdadera que ilumina nuestras vidas. Ésta es la luz a la que intentamos seguir como guía de todo lo que hacemos. Porque con esta luz vemos el camino y la meta adonde nos dirigimos y adonde nos llevará. ¡Que esa luz brille sobre nosotros y en nosotros! Y que todos la vean y la sigan. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

Cuarenta días después de la Navidad se celebra la Presentación del niño Jesús en el Templo de Jerusalén. Presentar a alguien es sinónimo de “conocer”, iniciando así una relación de cercanía y cuidado mutuo. Llevar a los recién nacidos a la Iglesia para pedir a Dios la bendición es una tradición que aun sigue arraigada en algunos pueblos y comunidades. Para el Oriente cristiano significa el encuentro de Dios con su pueblo, donde Jesús es presentado como «luz para iluminar» y liberar de toda esclavitud y opresión. El anciano Simeón y la profetisa Ana creen que se puede vivir de otra manera y no se resignan al sometimiento; la esperanza no estaba puesta sólo en Jesús sino en toda vida que, bien guiada por el Espíritu, llega a ser manifestación del Dios creador y liberador de su Pueblo. El encuentro de Dios con la humanidad en el misterio de la encarnación llega a ser comprendido por quienes promueven y cuidan la vida de los más vulnerables.

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