Colosenses
Cartas a los Colosenses y Filemón
Videos por el Fr Claudio Doglio
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Cartas a los Colosenses y Filemón
La carta a los colosenses es también uno de los escritos que Pablo escribe desde la cárcel. Durante el primer encarcelamiento romano, entre el 61 y el 63, escribe una carta encíclica a la zona de Éfeso; esta es una carta particular a la comunidad de colosas; es también una nota personal a un cristiano de colosas llamado Filemón.
Por eso, la carta a los colosenses es muy parecida a la carta a los efesios; trata el mismo tema, tiene el mismo tipo de lenguaje, vocabulario y argumentación, y como ya hemos dicho para la carta a los efesios, también hace referencia al ambiente sincrético de Éfeso.
Por sincretismo se entiende el hábito de juntar cosas, es decir, de fusionar diferentes doctrinas y unificarlas en un gran recipiente, juntando elementos dispares, tomando esto o aquello y eligiendo lo que más gusta. Este enfoque es bastante moderno, la llamada mentalidad new age expresa básicamente una religiosidad sincretista, en la que cada uno recoge lo que más le gusta, un poco como el criterio del supermercado.
Así se comporta a menudo el hombre moderno con respecto a las religiones: entra con el carrito del supermercado de las religiones y mete lo que más le gusta, saca, pone. Es la mentalidad del mando a distancia, de los que cambian de canal de un plumazo, eligen lo que quieren, cierran uno y ponen otro, por lo que se tiene la impresión de poder hacer lo mismo con las religiones, cambiar los canales, ver más cosas, mezclarlas, es la religión del bricolaje, cada uno hace lo suyo. Son los que dicen que son cristianos a su manera.
Es una situación tan antigua como el mundo. En la ciudad de Colosas, la comunidad cristiana corría el riesgo de acabar presa de una mentalidad de este tipo, donde cada uno se hacía su propia religiosidad cristiana, mezclando los elementos. Por eso interviene Pablo, poniendo la persona de Jesucristo como punto de referencia objetivo y fundamental. Los estudiosos hablan de una herejía colosiana, es decir, de una forma de pensar desarrollada en la comunidad de los colosenses, que es algo característico de todo ese contexto cultural.
En la carta, en el capítulo 2, versículo 8, encontramos algunas referencias interesantes. El apóstol dice: "¡Tengan cuidado! No se dejen arrastrar por quienes los quieren engañar con teorías y argumentos falsos, ellos se apoyan en tradiciones humanas y en los poderes que dominan este mundo, y no en Cristo”. Tres términos: filosofía, tradiciones humanas y elementos del mundo. Son términos que cualifican la mentalidad sincretista típica de Éfeso. El razonamiento humano que transmite invenciones personales, hechas por varios hombres y basadas en los elementos del mundo. Nosotros diríamos las fuerzas de la naturaleza.
"¡Tengan cuidado! No se dejen arrastrar por quienes los quieren engañar con teorías y argumentos falsos”. La atención se centra en Cristo porque “en él reside corporalmente la plenitud de la divinidad”. Una frase muy importante; en Jesús habita corporalmente la plenitud de la divinidad. El “pléroma” traducido como plenitud, es un término técnico del lenguaje gnóstico para indicar esta gran y compleja presencia de las fuerzas divinas en el mundo.
La plenitud de la divinidad no es que pertenezca a los dioses, como decía el antiguo filósofo Thallete, sino que toda la divinidad está enteramente presente en el cuerpo de Cristo, en su humanidad y en su continuación histórica que es la Iglesia, el cuerpo de Cristo. “Él es la cabeza de todo mando y potestad. Por él han sido circuncidados: no con la circuncisión que practican los hombres, descubriendo la carne del cuerpo, sino con la circuncisión de Cristo”, mediante la superación del hombre viejo. en la transformación de la humanidad marcada por el pecado.
Con él fueron sepultados en el bautismo; y en resucitar con él por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó a él de la muerte. Les ha dado vida a ustedes estaban muertos por sus pecados, perdonándoles todos los pecados. Canceló el documento de nuestra deuda con sus cláusulas adversas a nosotros, y lo quitó de en medio clavándolo consigo en la cruz. Despojó a los principados y potestades y los humilló, haciéndolos desfilar públicamente como prisioneros en su marcha triunfal”.
Los principados y las potencias son todas estas fuerzas cósmicas que en Éfeso eran adoradas como divinidades y que los cristianos de Colosas se arriesgaron a seguir como fuerzas importantes. Cristo venció todo esto, clavando en la cruz el documento de nuestra deuda. Es una imagen fuete y poética para indicar la obra fundamental e histórica del hombre Jesús que murió en la cruz y es precisamente ese acontecimiento histórico el que determinó el cambio en las personas, de todos y cada uno.
Por tanto, en el momento sacramental del bautismo, cada persona muere con Cristo, es sepultado en Cristo, es enterrada en cristo, pero en realidad es resucitada con Cristo y glorificada con Cristo, se identifica con la misma persona que Jesús. En el capítulo primero, Pablo presenta un gran texto cristológico para destacar cómo Cristo es el principio, el centro y el fin de todo; y nos invita a dar gracias con alegría al Padre que nos ha permitido compartir la suerte de los santos en la luz.
Los expertos dicen que es un lenguaje de tipo mistérico. Él nos ha permitido participar en la vida del mundo divino. En este tipo de lenguaje son los ‘santos’. La luz y la realidad divina trascendente; agradecemos a Dios porque nos ha permitido participar en esta vida luminosa y nos ha permitido porque nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, gracias al cual tenemos redención. Jesucristo, el Hijo, es imagen, icono del Dios invisible.
Dios no puede ser visto. El único modo ver a Dios, su imagen auténtica, es el Hijo. “Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación”. Generado antes de toda creatura. Lo hemos puesto en la tradición del símbolo. Los Padres de la Iglesia tomaron esta imagen para explicar bien la persona de Jesús: “Generado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, generado antes de todos los siglos. “Por él fue creado todo". Todo fue creado por él. Las cosas del cielo y las de la tierra. "Las visibles y las invisibles; tronos, dominicacions, principados, potestadoes... Todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es la causa y él es el fin de todo.
Pueden reconocer la problemática sincretista que multiplica las fuerzas están presentes en el discurso de Pablo. Solo Cristo es la imagen; “él es el creador, él es la causa de la que derivan todas las cosas, él es el fin al que tienden todas. Es anterior a todas las cosas; todas las cosas subsisten en él”. Aquí el apóstol está usando un lenguaje filosófico, tomando la forma griega de presentar la consistencia cósmica. Él es anterior a todas las cosas; él es la causa de todas las cosas y todas subsisten en él. “Él es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia. Él es el principio”, el αρχή, ‘arjé’.
Los primeros filósofos de la tradición griega, que vivían en ese mismo ambiente, se habían comprometido a buscar el ‘arche’: Thallete, Anaximandro, Anaxímenes buscaban el ‘arche’, el principio. Y el lenguaje todavía estaba en boga incluso en la época de Pablo. Pablo utiliza ese lenguaje y propone otra respuesta: ‘Él, el Cristo, es el ‘arjé’, es el principio, él es el primogénito entre los muertos, el primer engendrado entre los que murieron; el primero de los muertos a no haber permanecido muerto sino haber nacido a la nueva vida para obtener la supremacía sobre todas las cosas.
Es el primero de la creación, es el primero de la nueva creación precisamente porque le agradó a Dios hacer que todas las cosas habitasen plenamente en él. El ‘pléroma’ del que ya hemos hablado. Y por medio de él, reconciliar en sí todas las cosas. "Por medio de él quiso reconciliar consigo todo lo que existe, restableciendo la paz por la sangre de la cruz tanto entre las criaturas de la tierra como en las del cielo”. Cristo es el mediador de la creación. Cristo es el mediador de la redención, de la reconciliación, restableciendo la paz entre el cielo y la tierra. Él es el primero, él es el icono, él es la imagen del Dios invisible, él es el único, en él todas las cosas subsisten.
Y así, cuando en la segunda parte de la carta, especialmente en el capítulo 3, Pablo llega a las consecuencias morales, parte de esta idea fundamental: de la unión con Cristo. “Si han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”. Han muerto con Cristo, han resucitado con Cristo. Esta es la consecuencia: que tu vida sea una vida de gente resucitada, de gente que ahora viven en una dimensión divina.
Buscar las cosas allá arriba no significa tener la cabeza en las nubes, pensar en el otro mundo y desear solo morir; significa tener otra mentalidad que no es terrestre sino celestial. “Piensen en las cosas del cielo”, es decir, piensen desde la perspectiva de Cristo, no desde una perspectiva terrenal.
“Porque ustedes están muertos y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es vida de ustedes, entonces también ustedes aparecerán con él, llenos de gloria. Lo que ha sucedido en el bautismo, la muerte del hombre viejo, y la resurrección del hombre nuevo presupone un cambio operativo en la vida cristiana. Hagan morir en ustedes todo lo terrenal: la inmoralidad sexual, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y la avaricia, que es una especie de idolatría. Así se comportaban también ustedes en otro tiempo. Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes. No se mientan unos a otros, porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras para revestirse del hombre nuevo, que por el conocimiento se va renovando a imagen de su Creador”.
Lo que ha sucedido sacramentalmente en el bautismo, la unión con Cristo, muerte y resurrección con él, exige que se haga realidad en la vida moral, dejando al viejo hombre con todos sus vicios y defectos y vistiendo al nuevo hombre con todas sus cualidades y virtudes. “Por eso ya no tiene importancia ser griego o judío, circunciso o incircunciso, bárbaro o escita, esclavo o libre”, ya no existen estas distinciones. “sino que Cristo lo es todo para todos”.
En teoría, Cristo debe convertirse en todo en cada uno. Este es el principio práctico. “Por tanto, como elegidos de Dios, consagrados y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión, de amabilidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; sopórtense mutuamente; perdónense si alguien tiene queja de otro; el Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo. Y por encima de todo el amor, que es el broche de la perfección. Y que la paz de Cristo dirija sus corazones”.
Es importante señalar que cuando Pablo desarrolla una reflexión moral y da una gran cantidad de consejos prácticos, lo hace como consecuencia de su doctrina. En primer lugar, está la obra que Cristo ha hecho por nosotros; en consecuencia, está nuestra respuesta, la aceptación de esa gracia que poco a poco transforma la vida. Esta es la diferencia entre una mentalidad judía de quien se empeña con sus propias fuerzas a observar la ley. Una transformación de la gracia es necesaria, sin embargo, este evento, pide luego mi responsabilidad.
Mientras escribe a los colosenses, Pablo también envía una nota a su amigo Filemón, un cristiano que vive en la ciudad de Colosas. Se trata de un caso particular que tenía que tratar con él. Un esclavo de Filemón, llamado Onésimo, había huido de su casa y había ido a Pablo pidiéndole ayuda. En el imperio romano un esclavo fugitivo merecía la muerte; probablemente este joven Onésimo había escuchado la predicación de Pablo, había escuchado el discurso evangélico que se estaba dando en la casa de su amo y recurrió a Pablo para ser liberado, casi como para obligar a Pablo a hacer un manifiesto para liberar a los esclavos.
Pablo obra de otra manera; evangeliza a Onésimo, el esclavo fugitivo y lo engendra a la vida cristiana, lo bautiza, lo hace hijo y luego lo manda de regreso. Le hace entender que no puede hacerse cristiano para tener un beneficio social; si se ha hecho hijo de Dios, hermano de Jesucristo de manera justa, debe regresar y ponerse al servicio de Filemón y servirlo mejor que antes, con afecto y con amor, pero le da a Onésimo esta carta para que se la entregue a Filemón, el amo, en la que Pablo invita al amo a liberar al esclavo. No le ordena que lo haga, señala que debe ser una consecuencia natural de su fe; no es tanto una cuestión de un cambio social, es una cuestión de un cambio moral. Pablo escribe a Filemón diciéndole ‘debes hacer lo que es correcto por tu cuenta, voluntariamente, lo que es justo, es decir, trata a este esclavo como a tu hermano más querido, como a mi hijo, que he engendrado entre cadenas, debes tratarlo como me tratarías a mí.
Si te debe algo, si te ha causado un daño, ponlo todo a mi cuenta, y yo pagaré el daño que te ha causado’, pero con espléndida delicadeza, Pablo concluye diciendo a Filemón, ‘recuerda que tú también me debes algo; me debes tu vida, luego ajustaremos cuentas, ponlo en mi cuenta y te haré pagar todo lo que me debes a mí: El conocimiento de Cristo, la transformación de tu vida’.
Es un texto que no se convierte en un manifiesto de la liberación de los esclavos, sino en una aplicación concreta y práctica de la doctrina paulina: la gracia transforma y tiene consecuencias operativas. Onésimo, si es verdaderamente cristiano, debe volver y servir. Filemón, si es verdaderamente cristiano, debe acoger y tratarlo como un hermano, sin necesidad de revoluciones sociales. Lo que es necesario es el cambio de la persona; si la persona y el corazón cambian en profundidad las relaciones cambian y la sociedad es nueva y diferente.