Corintios
Primera Carta a los Corintios – Primera Parte
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
Primera Carta a los Corintios – Primera Parte
Después haber considerado la Carta a los Romanos, obra maestra del evangelio paulino, hoy consideramos la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. Es anterior a la Carta a los Romanos, aproximadamente un año anterior; es una carta muy bella y variada, decididamente coloquial y familiar; no es una obra sistemática; Pablo no escribió a los Corintios para abordar el tratamiento de un argumento teológico, sino para responder a situaciones concretas en las que se encontraba la comunidad cristiana que vivía en Corinto.
El propio Pablo había fundado esa comunidad en el año 50 y había vivido allí en Corinto en la ciudad del istmo, durante un año y medio. La comunidad era grande y vivaz. Corinto era una ciudad muy activa pero problemática, sin cultura sin tradición, porque había sido recientemente destruida y reconstruida y, por lo tanto, la población provenía de todas las regiones del Mediterráneo y, sobre todo, era una población itálica formada por esclavos o antiguos legionarios del César; por lo tanto, una población mixta y variada sobre todo formada por gente pobre, en su mayoría esclavos, ocupados en el gran trabajo del puerto de Corinto.
Pero en medio de esta gente, el anuncio del evangelio tuvo éxito y se creó una comunidad decidida con un entusiasmo vivo y entusiasta, pero precisamente porque había este entusiasmo acabaron surgiendo algunos problemas. Unos años después de que Pablo se hubiera ido de Corinto, la comunidad estaba en dificultades precisamente por las divisiones que se habían creado dentro del grupo cristiano y por eso Pablo mientras estaba en Éfeso, en el año 56, escribió a la comunidad de Corinto esta carta. No es realmente la primera en el sentido de que en esta misma carta el apóstol dice que ya había escrito, pero esta epístola anterior no se ha conservado. Los técnicos la llaman “Carta Protocanónica”, o sea que precede a la canónica.
Nosotros tomamos en consideración esta carta que ha sido conservada y es una antología de problemas que el apóstol afronta. Se divide claramente en dos partes. Los seis primeros capítulos corresponden a la reacción de Pablo al recibir algunas noticias sobre la vida de la comunidad cristiana de Corinto; mientras que la segunda parte, desde el capítulo 7 hasta el final del 16, es una serie de respuestas que el apóstol ofrece a las preguntas expresadas por la propia comunidad de Corinto y que le fueron planteadas. Comenzamos nuestro comentario por la primera parte.
Al principio, como es habitual, Pablo saluda, dice su nombre y el de los destinatarios, también trae los saludos de Sóstenes, originario de Corinto que ahora vive con Pablo, desea la paz y la gracia de Dios Padre como es su costumbre en la apertura de las cartas y luego afronta el problema directamente. Dice que ha oído por la familia de Cloe que “existen discordias entre ustedes”. No sabemos quienes eran la familia de Cloe, probablemente marineros, personal de una empresa que originariamente de Corinto también tenía trabajo en Éfeso. Pablo debió reunirse con algunas personas de Corinto y, hablando de la situación de la ciudad y de la comunidad cristiana, se enteró de que en el seno de la iglesia de Corinto habían surgido divisiones. Reaccionando ante esta noticia escribe.
El problema se presenta así: “Me refiero a lo que anda diciendo cada uno: yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. Con esta forma sintética, Pablo ha sintetizado la existencia de cuatro grupos. La comunidad cristiana de Corinto se ha fragmentado y existen grupos que hacen referencia a alguien como líder. El grupo principal es el de Pablo. Son sus amigos, sus discípulos, los que se relacionan directamente con el apóstol Pablo, pero cuando éste se fue de Corinto, su lugar en el liderazgo de la comunidad lo ocupó un tal Apolos, un cristiano de Alejandría, Egipto, un judío bien instruido en las sagradas escrituras, un hábil predicador, capaz de comentar en profundidad las sagradas escrituras.
Apolos está perfectamente de acuerdo con Pablo, pero inevitablemente tiene un estilo diferente, y como a menudo acontece también en nuestras comunidades, cuando cambia el párroco o el obispo, siempre hay quienes anhelan por el anterior o apoyan al actual diciendo que es mejor que el otro; y así acabamos teniendo una comunidad dividida entre los seguidores de Pablo y los que prefieren seguir a Apolos, dejando de lado a Pablo.
De esta manera los dos grupos acabaron mirándose de forma reprobatoria y criticándose mutuamente. Por si fuera poco, también se creó un tercer grupo, los que se referían a Cefas, es decir, a Pedro. No es que Pedro estuviera presente en persona en Corinto, sino que lo conocían como el príncipe de los apóstoles, el jefe de la comunidad judeocristiana de Jerusalén, por lo que es probable que mencionasen a Pedro los que quieren ser conservadores de la tradición judeocristiana, en controversia con Pablo, que en cambio es decididamente aperturista. Finalmente, en esta serie de discusiones sobre a qué apóstol seguir, debió crearse un cuarto grupo, que negaba la mediación humana y se dirigía directamente a Cristo, rechazando a los apóstoles, Pablo, Apolos y Pedro.
Este pequeño resumen permite ver cómo al interno de la comunidad estaban vivas las discusiones y contrastes. Pero el problema principal que Pablo destaca ahora en los cuatro primeros capítulos de esta carta es el problema de la sabiduría, es decir, del conocimiento. Es un problema que recuerda la cuestión del gnosticismo. En griego, la palabra ‘gnosis’ significa conocimiento y es el término que caracteriza a muchos movimientos de pensamiento en el mundo antiguo.
Hay también un gnosticismo cristiano, es decir, una forma de ver el cristianismo como conocimiento, como conquista de la razón, como profundización cognitiva de los misterios ocultos. Este movimiento del conocimiento está ligado a la filosofía griega, de manera especial al platonismo. Desprecia la materia y da un gran peso al espíritu y a la inteligencia. Lo grave es que esta mentalidad de conocimiento humano contrapone la materia al espíritu; el cuerpo, la realidad física, y por tanto, al comportamiento moral, al mundo de las ideas, de los pensamientos y de los razonamientos, y se contenta con el nivel de conocimiento. Le interesa saber, conocer y saber más de lo que se ha dicho y revelado, por tanto, reconstruir, mediante la fantasía de la inteligencia, un mundo divino inescrutable.
La consecuencia práctica es que se rechaza todo lo que es terreno, humano, físico. La consecuencia práctica es que este movimiento gnóstico no tiene en cuenta en absoluto el comportamiento moral y separa claramente la teoría de la práctica; afirma que la práctica no sirve, no tiene valor, lo que cuenta es la teoría, y en consecuencia también se producirá un rechazo de la resurrección de la carne, conformándose con una idea abstracta de la inmortalidad del alma. Por tanto, se crea en la comunidad cristiana una importante cuestión teológica.
Más allá de la división entre los distintos grupos, esta argumentación es problemática sobre el conocimiento, de la forma en que se debe hacer auténtica teología. Debemos reconocer, obviamente, que dentro de la comunidad de Corinto había alguien, podemos imaginar un pequeño grupo de personas interesadas en lo que hoy llamaríamos teología, a la búsqueda y a la profundización teológica. Personas muy influenciadas por la mentalidad y la cultura helenística; y este interés llevó a estas personas a profundizar fuera del anuncio del Evangelio, y no sólo eso, sino que colocaba a estas personas en una posición de presunta superioridad ya que sabían teología, se creían superiores, y así despreciaban a los que no seguían sus argumentos.
Una fórmula que encontramos en esta carta y que puede servir como clave de lectura de todo el texto es esta: ‘La ciencia hincha, la caridad construye’. Detrás de la palabra ‘ciencia’ está la palabra griega ‘gnosis’, por lo tanto, no debemos entender la ciencia en nuestro moderno lenguaje, técnico, científico, sino que es el conocimiento abstracto, la elucubración filosófica que hincha, es decir, que enorgullece, mientras que es el ‘ágape’, la caridad, la que edifica, construye una comunidad. Frente a la exaltación de la ‘gnosis’, Pablo exalta el ágape.
Veamos en esta primera parte cómo el apóstol plantea la cuestión: “El mensaje de la cruz es locura para los que se pierden; pero para los que nos salvaremos es fuerza de Dios”. A la pretendida sabiduría humana Pablo contrasta la palabra de la cruz. En griego dice ‘logos’ por lo que podríamos traducir ‘la lógica de la cruz’; parece estúpida para la mentalidad humana mientras que es el poder de Dios. “Como el mundo con su sabiduría no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, dispuso Dios salvar a los creyentes por la locura de la cruz”.
Hay una sabiduría divina que sobrepasa la sabiduría humana. Hay un plan mayor que el hombre con su propia fuerza intelectual no puede conocer y Dios interviene sabiamente para salvar, con una predicación aparentemente absurda, que da un vuelco a la mentalidad y a la lógica actual. “Porque los judíos piden milagros, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros anunciamos un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos”. Otro contraste de tipo cultural entre judíos y griegos. La tradición judía espera una manifestación poderosa de Dios, dice que buscan señales milagrosas, es decir, esperan que Dios demuestre alguna señal del poder, de su intervención. Mientras que el deseo de los griegos es el de la sabiduría, el conocimiento, la filosofía, de un sistema inteligente que les explique todo.
A esto los apóstoles proponen a Cristo crucificado; no una doctrina sino una persona. Es una persona con una historia humana trágica, un hombre que terminó condenado al castigo infame de la cruz, pero tal hombre es un escándalo para los judíos (escándalo significa una piedra de tropiezo) en el sentido de que buscando una manifestación del poder de Dios y simplemente encontrando un hombre que terminó mal, uno se encuentra bloqueado, no ayudado.
En cambio, para los griegos que buscaban la sabiduría, un crucificado es un sinsentido. Un hombre, un individuo, que acabó tan mal, no puede explicarlo todo, no tiene sentido, y sin embargo Pablo está convencido de que en Cristo crucificado está la explicación de todo. “Pero para los llamados, tanto judíos como griegos, predicamos un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios”. Para los judíos parece débil, pero no, es el poder de Dios; para los griegos parece estúpido, pero no, es la sabiduría de Dios.
Pablo provoca esta profunda revolución respecto a la mentalidad judía y a la mentalidad griega para centrar todo en Cristo, es decir, pasar de las ideas preconcebidas a la realidad histórica de la persona de Jesucristo. Es su historia la que lo determina todo y por ello se hace necesario superar los preconceptos culturales tanto de judíos como de griegos para acoger esta novedad; es la lógica de la cruz, es la debilidad de Dios que en realidad es mucho más fuerte que el hombre; es la necedad de Dios que en realidad es mucho más sabia que el hombre. Pablo dice a los destinatarios: “Miren, hermanos, quiénes han sido llamados: entre ustedes no hay muchos sabios humanamente hablando, ni muchos poderosos, ni muchos nobles”. La comunidad cristiana de Corinto estaba formada en su mayoría por gente sencilla. “Por el contrario, Dios ha elegido los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes, Dios ha elegido a gente sin importancia, a los despreciados del mundo y a los que no valen nada, para anular a los que valen algo”.
Esta es la lógica de la cruz y Pablo se compromete a predicar precisamente este evangelio de la sabiduría de Dios, desafía la presunción de los que creen que saben, subrayando la importancia de la disponibilidad a la obra de Dios. Pablo relata su propia experiencia de evangelización a gentes que la conocieron bien: “Yo planté, Apolo –que vino después que yo– regó” … pero no es importante quien planta ni quien lo riega; es importante Dios quien lo hace crecer. Lo que el apóstol enfatiza es la centralidad de Jesucristo, por lo que reconociendo la importancia del apostolado y del ministerio de los hombres, el fundamento siempre queda solo en Cristo y es su historia la que determina la lógica de la sabiduría.
La sabiduría es Cristo; no se puede ignorar su experiencia histórica para reconstruir el plan de salvación. Es un esquema filosófico que explica el mundo. Después de esta primera gran parte, que ocupa cuatro capítulos, Pablo aborda de forma mucho más breve otras tres cuestiones, más prácticas, de las que ha tenido noticia, quizá por parte de la gente de Cloe.
En el capítulo 5, habla de un caso grave de inmoralidad: hay una persona en Corinto que vive incestuosamente con la mujer de su padre, que evidentemente es su madrastra. Es una situación de inmoralidad también para el mundo griego. Esta persona evidentemente tiene cierta autoridad en la comunidad cristiana y a pesar de que su vida personal y moral es incorrecta, tiene una función pública, tal vez es un maestro, un responsable de la comunidad. Pablo sostiene que esta separación entre la teoría y la práctica es perjudicial y por eso interviene de forma muy dura, pidiendo, también en este caso concreto, una corrección.
Esta coherencia es necesaria y pone un ejemplo inspirado en el rito de la Pascua. La levadura se elimina antes de celebrar la Pascua porque la levadura es el principio del fermento y es un principio negativo, entonces ¿cómo se elimina la levadura para tener una masa sin levadura? Así es necesario eliminar los fermentos del mal. Este pasaje sugiere que la carta fue escrita en la inminencia de la fiesta de la Pascua. De hecho, el apóstol dice: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Por consiguiente, celebremos la Pascua no con vieja levadura, levadura de maldad y perversidad, sino con los panes sin levadura de la sinceridad y la verdad”. Es necesaria una transformación de la persona y de la comunidad; es necesaria la coherencia. “Celebremos a Cristo, nuestra Pascua, con un cambio de vida; eliminemos lo que es malo”.
Los otros dos casos se orientan en la misma dirección. Ha habido cristianos que han demandado a otros cristianos en un tribunal pagano. Es una situación vergonzosa. Pablo dice: Más bien deberían sufrir la injusticia. El problema es que son ustedes los que la cometen. Hay una grave mala conducta por parte de los cristianos que se denuncian unos a otros. Esta actitud tiene que ser completamente superada.
La última pregunta se refiere a la ‘porneia’. No voy a traducir el término porque no conozco una palabra que pueda traducir este concepto tan amplio. Lo reconocemos porque va en la raíz de palabras modernas como pornografía. Se trata de una vida sexual desordenada con un campo de significado muy amplio. Corinto era una ciudad disoluta y por eso la gente que vivía allí tenía hábitos bastante licenciosos. Convertidos al cristianismo, muchas personas mantenían esta actitud licenciosa y Pablo tiene que reiterar la sacralidad del cuerpo.
Quizás la idea gnóstica de que el cuerpo no importa podría justificar cualquier actitud. Basta con tener la teoría, conocer el evangelio y creer con la cabeza y, luego, lo que hace el cuerpo es indiferente. Pablo sostiene la necesidad de coherencia y la eliminación de todo lo malo. “¿No saben que han sido comprados a un gran precio?” Cristo los ha redimido con su sangre, “por tanto glorifiquen a Dios con sus cuerpos”. Concretamente la teoría y la práctica son una sola realidad en la vida cristiana. Esta es la sabiduría de Jesucristo esto; es lo que enseña Pablo en la primera carta a los corintios.