Corintios
Segunda Carta a los Corintios – Segunda Parte
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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Segunda Carta a los Corintios – Segunda Parte
La carta apologética que Pablo envió a la comunidad de Corinto no fue aceptada. La defensa del apóstol fue rechazada por la comunidad o, más bien, por alguien dentro de la comunidad que estaba azuzando al grupo a los que Pablo llama ‘superapóstoles’, gente a quienes se les subió el humo a la cabeza y se creen quién sabe quién y desprecian a Pablo. No consiguió la reconciliación y por eso planeó un viaje, pensó en intervenir personalmente en la comunidad de Corinto para aclarar la situación.
El apóstol estaba todavía en Éfeso y desde esta ciudad a Corinto el paso por mar era bastante fácil ya que las conexiones eran continuas. Pablo llegó de repente a Corinto y participó en una reunión de la comunidad, una especie de consejo pastoral organizado de improviso. Una reunión trágica donde deben haberse dicho todo tipo de cosas; levantaron la voz y alguien que se llama el ‘ofensor’ debe haber también abofeteado a Pablo. Lo abofeteó en público diciendo algo así: ‘Vete de aquí; vuelve por donde viniste, no nos molestes, aquí no te queremos’.
Pablo se fue y regresó a Éfeso, pero se pueden imaginar su estado de ánimo. Con su carácter fuerte perdió la paciencia. Lo dice de sí mismo, ‘me he vuelto loco’; y escribió otra carta que también está contenida en la segunda carta a los Corintios, del capítulo 10 al capítulo 13.
Es una carta polémica, dura, una carta escrita por un hombre furioso que dice a los corintios todo lo que piensa. Vuelve a defenderse, pero también pone de manifiesto el mal comportamiento de los corintios. Habla de su propio comportamiento: “¿Hice mal en humillarme para elevarlos a ustedes, predicando gratuitamente la Buena Noticia de Dios?”
‘He aceptado ayuda de otros, pero en lo que respecta a ustedes siempre he estado disponible para el servicio gratuito. Otros me han proporcionado ayuda; no he sido una carga para ustedes’. ¿Por qué? “¿Será acaso porque no los amo? Dios sabe cuánto. Y lo que hago lo seguiré haciendo para quitar de raíz todo apoyo a los que buscan un pretexto para presumir de ser como yo. Ésos tales son falsos apóstoles, obreros fingidos, disfrazados de apóstoles de Cristo. Su táctica no debe sorprendernos: si el mismo Satanás se disfraza de ángel de la luz, no es de extrañar que sus ministros se disfracen de agentes de la justicia. Lo repito: que nadie me tome por insensato; y si me toman por tal, sopórtenme para que también yo pueda gloriarme un poco”.
‘Yo nunca he hecho eso; siempre he sido humilde y modesto con ustedes, pero como no entienden nada y se dejan engañar por estos fanfarrones que se les presentaron como padrinos, así que también lo haré yo, también me jactaré. Les diré cuáles son mis méritos y mis cualidades. "Ya que muchos se glorían de méritos humanos, yo también me gloriaré. Porque ustedes, tan sensatos, soportan de buena gana a los insensatos. Soportan que uno los esclavice, los explote, les robe, los desprecie, los abofetee”.
‘¡Qué bien que les queda! Encuentran uno fuerte que los somete, y lo respetan; y yo lo que hago es ponerme al servicio de ustedes y de quererlos bien’. “Confieso avergonzado que fui blando con ustedes. (Esa fue mi equivocación... tratarlos bien) Pues bien, de lo mismo que otros se glorían –lo digo como necio– yo también me gloriaré. ¿Que son hebreos? Yo también. ¿Que son israelitas? Yo también. ¿Que son descendientes de Abrahán? Yo también. ¿Que son ministros de Cristo? –hablo como demente–, yo lo soy más que ellos”. ¿En qué sentido más que ellos? ‘Se los describo’…
Y aquí Pablo enumera sus propias glorias, sus méritos: “Les gano en fatigas, les gano en prisiones, aún más en golpes, con frecuencia estuve al borde de la muerte”. ‘¿Cómo se hace a saber que soy más ministro de Cristo que ellos? Porque he recibido más palizas que ellos; mi fuerza está en todos los sufrimientos que he soportado por Cristo. Se los describo’. “Cinco veces fui azotado por los judíos con los treinta y nueve golpes, tres veces me azotaron con varas, una vez me apedrearon; tres veces naufragué y pasé un día y una noche en alta mar. Cuántos viajes, con peligros de ríos, peligros de asaltantes, peligros de parte de mis compatriotas, peligros de parte de los extranjeros, peligros en ciudades, peligros en descampado, peligros en el mar, peligros por falsos hermanos. Con fatiga y angustia, sin dormir muchas noches, con hambre y con sed, en frecuentes ayunos, con frío y sin ropa. Y además de éstas y otras cosas, pesa sobre mí la carga cotidiana, la preocupación por todas las Iglesias”.
‘Estas son mis credenciales’. “Si hay que gloriarse, me gloriaré de mi debilidad. El Dios Padre del Señor Jesús –sea bendito por siempre– sabe que no miento”. Y luego narra la huida de Damasco al principio de su vida cristiana, cuando lo bajaron en una canasta. “Hay que seguir alabándose?, aunque de poco sirva, lo voy a hacer. Paso a las visiones y revelaciones del Señor. Sé de un cristiano (es una manera elegante de hablar de sí mismo en tercera persona) que hace catorce años –no sé si con el cuerpo o sin el cuerpo, Dios lo sabe– fue arrebatado hasta el tercer cielo; y sé que ese individuo –con el cuerpo o sin el cuerpo, Dios lo sabe– fue arrebatado al paraíso y escuchó palabras inefables, que ningún hombre puede pronunciar”.
Aquí, con extrema delicadeza, Pablo se refiere a una experiencia mística que tuvo lugar 14 años antes del 57, cuando escribió esta carta. Por tanto, estamos a principios de los años 40, al comienzo de su ministerio, cuando todavía estaba retirado en Tarso. En el momento de la crisis y del alejamiento tuvo una experiencia mística; fue raptado al tercer cielo. Es una forma de indicar la gloria de Dios; tuvo la oportunidad de encontrarse con el Señor, de escuchar mensajes extraordinarios que marcaron su vida y le permitieron comprender en profundidad su situación. “De eso podría gloriarme, pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré de mis debilidades”. Debilidades en el sentido de fatiga, trabajo, frío y desnudez, de ser un hombre débil, es decir, no poderoso, no fuerte, no rico.
“Ahora bien, para que no me envanezca, me han clavado en las carnes una espina, verdadero delegado de Satanás que me abofetea”. Este pasaje se interpreta en el sentido que he mencionado. Para Pablo, este enviado de Satanás es el que lo abofeteó en Corinto; es un hombre de la comunidad cristiana; es un responsable de la comunidad y uno que se opone a Pablo; y Pablo tiene el valor de llamarlo emisario de Satanás y, sin embargo, es parte del plan divino. ‘Es una espina en la carne. Dios me ha puesto esta espina de la carne para que no me enorgullezca, porque dada la grandeza de las revelaciones que había tenido, no me creería que había llegado, y por eso me hizo encontrar dificultades’. Y esta es una de las dificultades que más hizo sufrir a Pablo, precisamente la oposición en Corinto.
Continúa diciendo: “A causa de ello rogué tres veces al Señor que lo apartara de mí. Y me contestó: ¡te basta mi gracia!; la fuerza se realiza en la debilidad”. Es otra revelación, una confidencia que Cristo le hizo a Pablo. En este momento de dolor, de angustia, de rechazo, el apóstol le pide al Señor que lo libere de la presencia de esa persona. Tres veces, probablemente en tres momentos difíciles de crisis, Pablo le pidió al Señor que lo sacara de en medio, ‘resuelve tú el problema’. Y el Señor le hizo entender que ese era el camino; “¡Te basta mi gracia!”.
El poder de Dios se manifiesta en la debilidad del apóstol. En el momento que Pablo es abofeteado, es rechazado, es humillado, es expulsado de la comunidad, en él se realiza el evento del Cristo crucificado. Es ahí donde se realiza el poder del apóstol. El poder de Dios se manifiesta en la condición de debilidad del apóstol. Entonces Pablo dice que ha entendido. “Así que muy a gusto me gloriaré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder de Cristo. Por eso estoy contento con las debilidades, insolencias, necesidades, persecuciones y angustias por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Del tono de la polémica hemos llegado a una confianza mística muy importante. Pablo reconoce su fuerza en la debilidad. Es una enseñanza involuntaria, no concebida como una teoría, sino expresada en este movimiento explosivo de su corazón, y es un auténtico testimonio de la santidad de Pablo; es su conformación con Cristo.
Y así concluye esta espléndida carta polémica, atacando a los corintios, confrontándolos en su condición y pidiéndoles que tomen una posición, que elijan. La carta apologética la llevó Timoteo, y se encontró en medio de una situación tan dura que se asustó y no quiso volver. Y, por eso, esta carta polémica Pablo la encomendó a otro de sus discípulos, a Tito, quizás más valiente y emprendedor que Timoteo. Y Tito, llevó esta carta a Corinto. Debió de causar sensación.
La gente quedó impresionada. La comunidad cristiana empezó a darse cuenta de que se había equivocado. Como suele ocurrir, alguien levanta la voz y muchos le siguen tímidamente. Debían ser pocos los que se oponían a Pablo, pero eran los más activos, eran los que habían levantado la voz y todos los demás se habían dejado arrastrar por esa controversia. Ahora, doloridos por aquella escena donde Pablo había sido abofeteado, dolidos por esta espléndida efusión de la ira de Pablo, muchos se dieron cuenta de que habían cometido un error y ya no se dejaron dominar por esos pocos bravucones, aceptaron la posición de Pablo y le entregaron a Tito una carta en la que le pedían disculpas a Pablo y lo invitaban a Corinto. Prometieron poner en práctica lo que había indicado en la primera carta y lo esperaban para que pudiere reemprender la amistad con ellos.
Mientras tanto, sin embargo, Pablo se había visto obligado a abandonar Éfeso. Fue un año trágico. La disputa con los corintios le había marcado de manera particular, pero también fue el año de su arresto y condena a muerte; también fue el año de la controversia con los gálatas. Fue un año trágico en el que parecía que todo iba a caer. Todo el mundo estaba enfadado con Pablo y el apóstol, resistiendo todas las presiones, consiguió mostrar fuerza en su debilidad. Abandonó Éfeso y fue a Tróade para esperar la llegada de Tito.
Evidentemente se habían dado cita en esa ciudad, pero Tito tardó en llegar y Pablo no pudo quedarse tranquilo esperando, así que continuó su viaje y llegó a Macedonia, probablemente a la ciudad de Filipos, donde había muchos amigos suyos, una comunidad que lo acogió y lo consoló. Pablo estaba todavía angustiado esperando la llegada de Tito para saber si el problema se había resuelto o no.
Finalmente llegó Tito y fue portador de buenas noticias. Trajo una carta en la que la comunidad cristiana de Corinto pedía perdón a Pablo, pedía reconciliarse, y Pablo finalmente respiró y escribió una última carta que podemos llamar la 'carta de la reconciliación'. Es la que el redactor ha puesto al principio y ha utilizado como marco de esta serie de escritos. “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre compasivo y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación, para que nosotros, podamos consolar a los que pasan cualquier tribulación con el mismo consuelo que recibimos de Dios”.
Noten la insistencia en el concepto de consolación; explota en esta oración el apóstol recibiendo la buena noticia: “Bendito sea Dios”. Por fin se siente consolado y puede a su vez consolar; promete una visita a Corinto en poco tiempo; relata, lo sucedido, presenta su propia actitud en una espléndida frase: “No somos dueños de su fe sino colaboradores que queremos aumentarles la alegría”. Pablo, como verdadero apóstol no es un patrón de la fe, un opresor de la comunidad; es un colaborador de la alegría. Es una espléndida definición de un apóstol; un colaborador, uno que trabaja junto a Dios y junto a los hermanos para que tengan alegría y que su alegría sea plena. Uno que trabaja para que la gente que lo escucha sea feliz; no un maestro sino un servidor de la alegría.
También en esta última fase, Pablo enfatiza implícitamente el contraste con el otro estilo de los superapóstoles que habían aplastado a la comunidad; con su arrogancia los habían llevado a un comportamiento equivocado hacia Pablo. “Si alguno me ha causado pena, no ha sido solamente a mí, sino en parte a todos ustedes. Les escribí con gran angustia y ansiedad, derramando lágrimas". Estas palabras se refieren a la carta polémica.
Pablo escribió entra lágrimas, en un momento de gran aflicción, con el corazón angustiado, “para que conocieran el gran amor que les tengo”. Ahora, por fin, el asunto se ha resuelto. “Y a ése es suficiente el castigo que le ha impuesto la mayoría”. La comunidad ha castigado ‘a ese’, o sea al ofensor, el que dirigió la revuelta contra Pablo, y ahora la generosidad del apóstol le ha llevado a hablar en favor de ese ‘tal’. “Ahora en cambio hay que perdonarlo y animarlo, no sea que la pena excesiva acabe con él. Por eso les ruego reafirmen su amor para con él… A quien ustedes perdonen yo también le perdono”.
Empecemos de nuevo, y empecemos de nuevo con el estilo del perdón. “Cuando llegué a Tróade estuve muy preocupado porque allí no encontré a Tito, así que me despedí de ellos y partí para Macedonia. … Ni siquiera al llegar a Macedonia encontré alivio corporal, sino toda clase de adversidades: por fuera ataques, por dentro temores. Pero Dios, que conforta a los abatidos, nos confortó con la llegada de Tito. No sólo con su llegada, sino también con el consuelo que había recibido de ustedes: él me contó el afecto, el dolor, y la preocupación que ustedes tienen por nosotros; y eso me alegró aún más. Si les causé tristeza con mi carta, no lo lamento”.
Esa carta escrita entre lágrimas, carta polémica los ha hecho sufrir… y Pablo dice, estoy contento de haberlos hecho sufrir, porque ese sufrimiento los llevó a un cambio. “Ahora me alegro: no de su tristeza, sino del arrepentimiento que provocó en ustedes. Su tristeza provenía de Dios, de manera que nosotros no les hemos hecho ningún daño. La tristeza por voluntad de Dios produce un arrepentimiento saludable e irreversible”. ‘Estoy contento con ustedes y espero verlos pronto’.
Los últimos versículos de la carta son el sello de esta reconciliación. Una fórmula muy apreciada por nosotros y muy conocida porque la utilizamos como saludo inicial de nuestras asambleas litúrgicas: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.
Así saluda Pablo a los corintios y en poco tiempo bajará a la ciudad del istmo y pasará el invierno con los corintios entre el 57 y el 58; y durante esos meses escribirá la carta a los romanos.