Filipenses
Carta a los Filipenses
Videos por el Fr Claudio Doglio
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Carta a los Filipenses
En la serie de cartas de Pablo, llamadas Cartas de la Cautividad, también está la carta a los Filipenses. Sin embargo, los estudiosos modernos creen que esta carta no está vinculada a la cautividad de Pablo en Roma, entre el 61 y el 63, sino que es una carta más antigua. Pablo habría escrito a la comunidad cristiana de Filipos durante un período de encarcelamiento en Éfeso, probablemente en el año 57, es decir, al mismo tiempo que escribía a los Corintios y a los Gálatas.
La comunidad de Filipos había sido fundada por el propio Pablo al comienzo de su segundo viaje, hacia el año 50. En los Hechos de los Apóstoles se recogen algunos episodios interesantes de la evangelización de Filipos con la conversión de Lidia y el carcelero que tenía a Pablo detenido; por lo que podemos reconstruir sabemos que la comunidad de Filipos no le dio grandes problemas al Apóstol, al contrario, le ofreció numerosas satisfacciones. Pablo tenía algunos amigos queridos en esa ciudad y ese grupo cristiano respondió particularmente bien a su predicación, continuando fielmente en su adhesión al Evangelio. Inmediatamente después de la fundación del grupo cristiano, se quedó Lucas, el que iba a ser el evangelista, y quizás durante su permanencia ayudó a una maduración correcta de la comunidad y una relación amigable y constante con el apóstol Pablo.
Durante el agitado período del año 57, cuando Pablo fue arrestado e incluso recibió una sentencia capital, fue condenado a muerte, pero la sentencia no se ejecutó, los cristianos de Filipos intervinieron para ayudar al apóstol; enviaron a uno de sus representantes, probablemente con dinero y bienes de confort, dando testimonio de su participación en su historia. Y para agradecerles su interés Pablo escribió esta carta llena de referencias alegres. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que esta carta fue escrita desde la cárcel, por un preso político, es decir, por una persona que había sido injustamente perseguida y que vivía una profunda crisis, debida en parte a la rebelión y a las protestas de varias comunidades cristianas.
Veamos en esta carta algunos pasajes particularmente importantes para captar el estado de ánimo y la enseñanza del apóstol. Aun siendo una cara espontánea y ligada a una situación precisa, no tiene una estructura precisa y detallada. No se trata de un tratado teológico. Es una carta familiar, llena de contenido porque el apóstol está lleno del Evangelio.
Al principio, en el primer capítulo da información, como hacemos cuando escribimos una carta a personas lejanas interesadas en nuestra situación. Dice: “Quiero que sepan, hermanos, que lo que me ha sucedido ha favorecido la difusión de la Buena Noticia. En efecto, todos en el palacio, tanto los soldados como los demás saben que estoy preso por Cristo”.
El hecho de haber sido arrestado es un acontecimiento negativo pero el apóstol se da cuenta de que esos acontecimientos se han vuelto a favor. El palacio es la casa del ayuntamiento, es el lugar de la administración oficial de Roma que incluye también las cárceles del estado; y, por lo tanto, en ese ambiente romano saben que ese hombre está encarcelado por Cristo. Por lo tanto, su encarcelamiento se ha convertido en una oportunidad para el testimonio y la evangelización; no saben quién es Cristo, pero saben que ese hombre está en la cárcel por Cristo. Pablo aprovecha esa oportunidad para anunciar a Cristo, y no solo eso, sino que al haber sido encarcelado y, por lo tanto, no poder continuar la obra, son precisamente los hermanos que quedaron libres los que han sido más responsables entusiastas en el trabajo de evangelización.
Por eso Pablo expresa su confianza, dice que está “completamente seguro que ahora como siempre, viva o muera, Cristo será engrandecido en mi persona. Porque para mí la vida es Cristo y morir una ganancia”. Aquí se vislumbra la referencia a esa sentencia de muerte. Pablo está tomando en consideración seriamente la posibilidad de ser asesinado; podría morir pronto pero no tiene miedo de ello, incluso está diciendo que morir; para él es una ganancia ya que para él vivir coincide con Cristo y por eso desvela su propio pensamiento secreto. “Pero si mi vida corporal va a producir fruto, no sé qué escoger”. Es como si la opción se la dejaran a él. “Las dos cosas tiran de mí: mi deseo es morir para estar con Cristo, y eso es mucho mayor”. Morir una ganancia; Pablo ve el ser liberado del cuerpo como la posibilidad de estar plenamente con Cristo.
“Pero para ustedes es más necesario que siga viviendo”. Se da cuenta de que permanecer vivo puede ser la oportunidad de un trabajo al servicio del Evangelio. Y para los cristianos de la época puede ser una ventaja seguir disfrutando de la presencia y la enseñanza de Pablo; se da cuenta de que las dos cosas son buenas y no sabe qué elegir. Pero no es él quien tiene que elegir en ese momento. Pablo será liberado, la pena capital no se ejecutará y seguirá viviendo otros 10 años; luego habrá otra sentencia que se ejecutará en Roma bajo el emperador Nerón y allí, en la Vía Ostiense, Pablo perderá la vida por Cristo.
A pesar de todo, su fe es muy entusiasta; demuestra que es una persona totalmente dedicada a un ideal, o más bien, profundamente ligado a una persona que es la persona de Jesucristo. Un poco más adelante, en el capítulo 2, Pablo inserta el texto más antiguo en su carta a los Filipenses, uno que no escribió él mismo. Lo consideramos el himno cristológico más antiguo utilizado por la comunidad cristiana primitiva. Es un himno que celebra a Cristo en su naturaleza divina, en su humillación terrenal y exaltación celestial. Es un texto muy importante para la teología porque muestra cómo, desde el principio, desde los primeros años, la comunidad cristiana ha estado convencida de la divinidad de Jesús y su preexistencia.
Pablo inserta en el texto un himno que la comunidad de filipos conocía y usaba en la liturgia y lo introduce con esta observación: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. No me gusta mucho la palabra ‘sentimiento’ porque en el original griego Pablo usa más bien el concepto de mentalidad (φρονεῖτε = phronéite) literalmente sería: ‘piensen como ha pensado Cristo’. Podríamos traducir: ‘tengan la misma mentalidad que Cristo’. Por mentalidad entendemos la forma de ver la vida, la forma de planificar nuestra existencia, nuestra forma de vivir. ‘Tienen en Cristo el modelo; no intenten imitarlo solamente en los gestos, sino que es fundamental la mentalidad de fondo’.
Este himno presenta la mentalidad que guio la obra de Cristo. “Quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios”. Literalmente el texto dice que no consideraba un ἁρπαγμὸν = arpagmón, es decir, un objeto de robo. Recuerden que en las comedias el personaje que suele ser el avaro se suele llamar harpagone (en italiano) porque es un verbo griego que significa tomar, es lo que quiero tomar, dominar, controlar, poseer. “Cristo Jesús quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde…”. No quiso mantener celosamente el ser igual a Dios, sino al contrario se vació a sí mismo. En griego se utiliza el verbo del aniquilamiento = ἐκένωσεν – ekénosen.
De este verbo los teólogos han deducido la palabra ‘kenosis’ para indicar el abatimiento, el vaciamiento, la aniquilación de Cristo. Dios se vació asumiendo la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Apareció en forma humana el que era en forma divina; se humilló y se hizo pequeño = ἐταπείνωσεν = etapéinosen, se hizo esclavo, pequeño, insignificante; “se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz” A la peor muerte. En el centro tenemos el cambio de situación: “Por eso Dios lo exaltó”. El himno se divide en dos partes; la primera es descendente y la segunda es ascendente. El punto de paso está marcado por ‘Por esto’. Cristo Jesús, de naturaleza divina, no se guardó para sí, sino que se despojó de sí mismo, se hizo siervo, hombre, obediente, hasta la muerte y la muerte en la cruz.
Por esta actitud, Dios lo exaltó. Cristo se rebajó, “por eso Dios lo exaltó y le concedió un nombre superior a todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo (las rodillas de los ángeles), la tierra (los humanos) y el abismo (las realidades inferiores del mundo de los muertos)”. Todos deben doblar sus rodillas ante Jesucristo. “Y toda lengua confiese: ¡Jesucristo es Señor! (ΚΥΡΙΟΣ = Kyrios), para gloria de Dios Padre”. Esta es la fórmula más solemne de la fe. Reconocer que Jesucristo es Dios; ha sido resucitado y glorificado; es el único soberano del cosmos precisamente en virtud de su actitud de abajamiento. “Tengan los mismos sentimientos”. Pablo puede decir esto con fuerza porque experimentó esta actitud, esta experiencia de vaciamiento de primera mano; tiene verdaderamente la mentalidad de Cristo y la vive en su encarcelamiento.
El capítulo tres de esta carta incluye una exhortación a los cristianos de Filipos para que reaccionen ante las dificultades y las malas interpretaciones teológicas y, al igual que Pablo, se adhieran profundamente a Cristo. Hay algunos predicadores judaizantes y Pablo los llama duramente ‘perros’: “¡Cuidado con los perros, cuidado con los malos obreros, cuidado con los circuncidados!”, es decir, de los que creen que la ley, la observancia de las prácticas rituales, sean instrumentos de salvación. “Si bien yo podría apoyarme en tales cosas”.
Y aquí Pablo nos da una especie de carnet de identidad, un autorretrato de sí mismo como judío observante: “Circuncidado el octavo día, israelita de raza, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos; respecto a la ley, fariseo, celoso perseguidor de la Iglesia; en cuanto al cumplimiento de la ley, irreprochable en cuanto a la justicia de la ley”. ‘Yo, personalmente, en virtud de mi carne, soy una persona justa, un observador, un adorador piadoso’, pero esta era la antigua forma de pensar. Esta no es la opción de Pablo. “Pero lo que para mí era ganancia lo consideré, por Cristo, pérdida. Más aún, todo lo considero pérdida comparado con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús mi Señor; por él doy todo por perdido y lo considero basura con tal de ganarme a Cristo y estar unido a él, no con mi propia justicia basada en la ley, sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la justicia que Dios concede al que cree”.
Reconocemos el mismo lenguaje de la carta a los Romanos; es el mismo lenguaje de la carta a los Gálatas, que estudiaremos en la próxima reunión, porque viene del mismo período. Pablo dice que considera basura la presunción religiosa, la autosuficiencia de la persona ‘buena’. No dice que considera basura las riquezas, el poder, el placer, los honores del mundo… Dice que considera basura la presunción religiosa; el hecho de ser de buena familia, de haber tenido una educación religiosa, de haber sido fielmente observante de las prácticas; todo esto lo considera basura para valorar el poder de Cristo que lo ha transformado profundamente. Dice Pablo, “Lo que quiero es conocer a Cristo, y sentir en mí el poder de su resurrección, tomar parte en sus sufrimientos; configurarme con su muerte con la esperanza de alcanzar la resurrección de la muerte”.
Aquí está el apóstol que tiene los mismos sentimientos que Cristo, dispuesto a participar en su muerte en la perspectiva de su resurrección. “No es que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección; yo sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, como Cristo Jesús me alcanzó”. Esta es una de las más bellas definiciones que Pablo dio de sí mismo: conquistado por Jesucristo. Una persona tan enamorada de Cristo que corrió tras él toda su vida; se conformó verdaderamente con Cristo. Es un auténtico apóstol. Es el modelo que se nos ofrece a nosotros también.