Los Hechos de los Apóstoles
8. El interesante caso del centurión Cornelio
Videos por el Fr Claudio Doglio
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8. El interesante caso del centurión Cornelio
Lucas, el autor de los Hechos de los Apóstoles, narró la conversión de Saulo de Tarso. Quizás Lucas no la consideró una conversión sino más bien una maduración; ha crecido hasta la plenitud, pero ha cambiado; ha cambiado de actitud. Es el capítulo 9 de los Hechos, que leímos en la reunión anterior, el evento dramático que trastorna la vida de Saulo; cambia su forma de ver. Inmediatamente después, Lucas relata el cambio de Pedro. Sabemos que en los Hechos de los Apóstoles los dos personajes principales, Pedro y Pablo, se mantienen deliberadamente en paralelo, y lo que se cuenta sobre uno, es también propuesto para el otro.
La intención del autor del libro es apoyar a Saulo, es decir, a san Pablo, para presentarlo como consistente con la predicación de Pedro, testigo ocular de Jesús, primero entre los apóstoles, piedra fundamental de la comunidad cristiana. Saulo creía que Jesús estaba equivocado. Al conocerlo Resucitado cambia de perspectiva, se da cuenta de que tiene razón y comienza a seguirlo. ¿En qué sentido debe cambiar Pedro?
El capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles narra una visita pastoral que cambió la pastoral, es decir, que abrió la mentalidad de Pedro haciéndole comprender que el proyecto de Jesús era ampliar los horizontes, de dejar el entorno restringido de Jerusalén y llevar la predicación evangélica a todos los pueblos. Hasta entonces los apóstoles habían permanecido en Jerusalén, sin participar en un ministerio misionero de proclamación a otros, sin embargo, comienza una salida de la ciudad que podríamos comparar con una visita pastoral.
En el capítulo 9, de hecho, en el versículo 32, se dice que “En uno de sus viajes bajó Pedro a visitar a los consagrados que habitaban en Lida”. Lida es una ciudad en la costa mediterránea, por tanto, distante unas decenas de kilómetros de Jerusalén. Pedro va a visitar los diversos grupos cristianos que se han venido creando en los pueblos alrededor de Jerusalén, pero permanecemos en la esfera de Judea. En Lida Pedro cura a un lisiado llamado Eneas. Y por ese entonces lo mandan a llamar para que vaya a Jafa, otro pueblo de la costa, porque murió una mujer involucrada en la vida cristiana y Pedro respondió al llamado, visita esa comunidad en el momento de luto por la pérdida de esta mujer llamada Tabitá y la resucita.
Realiza un gesto extraordinario, un milagro de resucitación del cadáver. No solo hace caminar al paralítico, sino que da vida a un muerto. Es una tarea grandiosa similar a la realizada por Jesús y es el signo de su autoridad apostólica. Después de estos prodigiosos hechos, Pedro permaneció en Jafa durante varios días, en la casa de un cierto Simón el curtidor.
En este punto comienza la historia del capítulo 10. Comienza como una narración separada: “Vivía en Cesarea un tal Cornelio, capitán de la cohorte Itálica; hombre piadoso, que veneraba a Dios con toda su familia. Hacía muchas limosnas al pueblo y oraba constantemente a Dios”. Un oficial romano al mando de la cohorte Itálica, por lo que lo más probable es que fuera un italiano, que vive en Cesarea. Es un buen hombre, religioso, interesado en la religiosidad de Israel; un hombre que reza y da limosna, pero es un extranjero, es un romano, es un enemigo, un soldado del ejército de ocupación. En estas situaciones, una persona de esa clase es considerado automáticamente malo, es uno de los enemigos, un extranjero ocupante, un pagano. En cambio, Lucas lo describe como un hombre honesto, serio, bueno, religioso.
A través de la experiencia de este hombre, se produce el cambio de Pedro. Cornelio, un día, “a eso de las tres de la tarde, vio claramente en una visión a un ángel de Dios que entraba en su habitación y le decía: Cornelio. Él lo miró asustado y dijo: ¿Qué quieres, Señor? Le contestó: Tus oraciones y limosnas han subido a la presencia de Dios y son tenidas en cuenta. Ahora envía gente a Jafa, a buscar a un tal Simón, por sobrenombre Pedro. Se aloja en casa de Simón el curtidor, al lado del mar”. Es una comunicación extraña. Un ángel de Dios le sugiere a Cornelio que mande a buscar a un hombre y le da la dirección donde se encuentra.
¿Por qué Cornelio tiene que mandar a buscar a este Simón llamado Pedro? El ángel no se lo dijo. Las oraciones y la limosna que hace Cornelio se han elevado ante Dios y Dios por eso lo invita a buscar a ese hombre. Podríamos imaginar que detrás de esta historia del ángel que la comunicación también podría haber sido una información humana; alguien le puede haber sugerido a Cornelio de hablar con Pedro y como hombre de gobierno y poder el centurión Cornelio organiza una misión asignando algunos soldados para que vayan a Jafa a buscar a este Pedro y hacerlo ir a Cesarea.
Cesarea es una ciudad pagana; es una ciudad construida por los romanos dedicada al emperador César, es una ciudad donde viven los romanos, los ocupantes, es una ciudad de soldados. Este oficial romano que envía a buscar a Pedro puede perturbar la serenidad del apóstol que no se imagina por qué Cornelio quiere encontrarse con él, pero tampoco Cornelio sabe por qué tiene que mandar a buscar a Pedro.
La historia se traslada a Jafa y al día siguiente mientras esos estaban en camino y se acercaban a Jafa, Pedro, en la casa de Simón el curtidor, que espera la hora del almuerzo sube a la terraza y se duerme y en ese momento tiene una visión, un sueño extraño a la hora del almuerzo. Ve un mantel bajando del cielo sostenido por las cuatro puntas; sobre el mantel hay diferentes tipos de animales. En el sueño Pedro ve animales inmundos, o sea, son animales que según la tradición levítica del Antiguo Testamento no deben comerse porque se consideran impuros. Podemos imaginar a un cerdo o un camarón… se consideran animales inmundos, no comestibles.
A la hora del almuerzo Pedro tiene hambre, sueña con un mantel con animales inmundos y una voz del cielo le dice: “¡Vamos, Pedro, mata y come! Pedro respondió: De ningún modo, Señor; nunca he probado un alimento profano... nunca probé nada que sea impuro. Y la voz del cielo le dice: Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro”. Esto se repite tres veces. Un sueño que se repite tres veces tiene un significado particular. Por tres veces Pedro renuncia a comer alimentos que considera impuros y tres veces la voz del cielo le dice: mira que los he purificado, no los consideres impuros. Se despierta repentinamente porque siente que alguien está llamando a la puerta.
Pedro está en la terraza de la casa y abajo alguien golpea la puerta y escucha voces romanas preguntando por un tal Simón, llamado Pedro. Lo necesita el centurión Cornelio en Cesarea. Probablemente, el que recibió a Pedro en su casa habrá tratado de protegerlo y Pedro desde la terraza reconoció que unos soldados lo están buscando. ¿Por qué lo están buscando? Porque el centurión Cornelio en Cesarea quiere hablar con él. Instintivamente nadie piensa en una apertura para la evangelización, sino que piensa a un problema político, en un asunto judicial. Es natural que Pedro tenga miedo, pero el narrador dice que el Espíritu le dice que vaya.
Dentro de sí, Pedro oye esa voz divina que le dice ‘ánimo… síguelos’. Y decide partir y recorre toda la costa desde Jafa hasta Cesarea. Va escoltado por esos soldados. Se necesita un día de camino. Cuando llegan Pedro ha tenido la oportunidad de repensar todos los hechos; debió haber puesto junto ese extraño sueño del mantel con la llamada de estos soldados; debió haberse preguntado varias veces ¿Qué querrá de mí Cornelio? ¿Por qué un centurión romano me manda a buscar? ¿Qué habré hecho? ¿De qué me querrá hablar? Probablemente de alguna acusación… sanó un paralítico… resucitó un muerto… creó un caos en la ciudad y ahora la fuerza romana se entromete en su vida… Si va a hablar con él debe ser serio… ¿por qué quiere hablar conmigo? Y, sin embargo, siente que es una buena oportunidad.
Cuando llega encuentra toda la familia de Cornelio reunida. La familia es el conjunto de empleados, no es solo la esposa y los hijos, son los siervos, los que dependen del centurión. También hay soldados con otros parientes, hombres, mujeres, niños… que esperan la llegada de este personaje. Cornelio debe haber dicho que lo invitaron a buscar a este hombre; no saben qué esperar de él; y él no sabe por qué lo llamaron.
Es una escena paradójica. Cuando Pedro está a punto de entrar Cornelio le sale al encuentro y se arroja a sus pies, casi adorándolo, como si fuera un personaje extraordinario, un elemento celestial. Pedro se da cuenta. Lo alza y le dice que no haga eso ‘también yo soy un hombre como tú’ y conversan juntos, diríamos que casi tomados del brazo, entran a la casa y Pedro ve a todas estas personas reunidas que lo están esperando. Mientras entra en la casa de este pagano se da cuenta de que ha hecho algo contrario a la ley.
Él es judío y se ha mantenido observante de las normas judías y ahora está entrando en la casa de los soldados romanos… no debería haberlo hecho, pero lo hizo y lo dice y también dice que esta entrada, o sea esta apertura, le fue sugerida de lo alto. Pedro ha repensado a lo largo del camino sobre ese sueño del mantel con la invitación a comer todo tipo de comida sin hacer distinción entre pura e impura. La voz de arriba le había dicho que “lo que Dios ha purificado no lo consideres impuro”.
Ahora Pedro se da cuenta de que el significado de ese sueño concierne a estas personas; son extranjeros, no judíos, interesados en conocer a Jesús y Pedro ni siquiera sabe por qué fue convocado. Obedeció esa llamada también impulsado por el Espíritu, pero no sabe por qué lo llamaron y Cornelio le dice sinceramente ‘tampoco yo sé por qué te hice venir, pero me dijeron que te haga venir porque tienes algo que decirme’.
Entonces Pedro se da cuenta de que es el mensaje de Jesús que debe comunicar; es la proclamación del evangelio; no lo hubiera hecho por su propia iniciativa, no hubiera ido a proclamar el evangelio a soldados romanos en la ciudad de Cesarea, pero fue arrastrado por la fuerza, fue llamado por estas personas interesadas, fue empujado por el mismo Dios. Y Pedro ahora se enfrenta a una situación que no estaba prevista. Son extranjeros que él consideraba impuros, y están, de hecho, dispuestos a creer en Jesucristo, están abiertos a la proclamación del evangelio.
Y entonces Pedro da un discurso misionero. Es uno de los varios discursos que el evangelista Lucas pone en boca del apóstol como síntesis kerigmática, es decir, el anuncio concreto del evangelio de Jesús de una forma reducida y esencial. Comienza diciendo ‘me estoy dando cuenta que Dios no hace preferencia de personas’. Quiere decir que, hasta ese momento, Pedro como buen judío, estaba convencido de que Dios hacía distinción de personas y consideraba a los judíos de una manera diferente a como consideraba a los demás pueblos. Está empezando a comprender que esas barreras han caído. Y también, había conocido a Cristo, lo había visto actuar, lo había escuchado hablar, pero aún no había entendido realmente esta apertura universal.
El encuentro con Cornelio fue realmente un caso extraño. Un evento extraordinario que determinó un cambio. Pedro había ido de visita pastoral y simplemente pensaba visitar a los judíos que se habían hecho cristianos en la ciudad de Lida. Luego se fue a Jafa, pero no pensaba en ir a otra parte. En cambio, esa visita pastoral lo llevó a un ambiente donde no pensaba ir y cambió el marco de su cuidado pastoral e inició un nuevo estilo de predicación evangélica con apertura a todos los pueblos.
Son los primeros pasos y Lucas cuenta con atención estos momentos significativos que marcan un cambio de perspectiva. Pedro anuncia al Señor Jesús, muerto y resucitado y Cornelio y su familia están dispuestos a creer. Y no solamente eso, “Pedro no había acabado de hablar, cuando el Espíritu Santo bajó sobre todos los oyentes”.
La proclamación del evangelio ya es comunicación del Espíritu y Pedro se da cuenta de este don venido desde arriba y en ese momento entiende que es su deber bautizarlos. Ha sucedido un pequeño Pentecostés; la familia de Cornelio llena de Espíritu Santo comienza a hablar en lenguas y glorificar a Dios como lo habían hecho los apóstoles al principio y por lo tanto Pedro razona: “¿Puede alguien impedir que se bauticen con agua los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? Y ordenó que los bautizaran invocando el nombre de Jesucristo. Ellos le rogaron que se quedaran unos días”.
Esta visita supuso un cambio en el escenario de la vida eclesial; fue un primer gran signo de apertura a todos los pueblos.