Los Hechos de los Apóstoles
9. En Antioquía nace una nueva comunidad cristiana
Videos por el Fr Claudio Doglio
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9. En Antioquía nace una nueva comunidad cristiana
“Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los paganos habían aceptado la Palabra de Dios”. Pedro fue a Cesarea. En casa del centurión Cornelio anunció el evangelio a un grupo de extranjeros, los bautizó, la noticia llegó a Jerusalén y en lugar de alegrarse por esta apertura misionera, los cristianos de Jerusalén regañan a Pedro; cuando regresa lo regañan porque entró en casas de los incircuncisos. Pedro dice: ‘Hice algo peor, no solo entré a la casa, sino que también los bauticé’. Y tiene que defenderse.
Al inicio del capítulo 11 de los Hechos de los Apóstoles, encontramos un discurso de Pedro en el que se resume la historia de Cornelio. Es interesante notar que esta historia es considerada muy importante por el autor de los Hechos, tanto que la cuenta tres veces. La primera vez en vivo mostrando todos los detalles del evento y luego pone dos discursos en boca de Pedro, uno en el capítulo 11, y otro al capítulo 15, en el que el protagonista narra el mismo evento como argumento probatorio de la voluntad de Dios de abrir horizontes, de salir del cerco de Israel y llevar el Evangelio a todos los pueblos.
Ya han pasado varios años desde la Pascua de Jesucristo y significa que en estos años los apóstoles permanecieron en Jerusalén y se contentaron con anunciar el evangelio a los habitantes de Jerusalén y, por lo tanto, a los judíos que tal vez venían de diferentes partes del mundo antiguo, también a aquellos judíos de habla griega, los helenistas, pero permaneciendo siempre dentro de la esfera del judaísmo. La comunidad creció e incluso llegaron algunas células cristianas a Damasco. Hay pequeñas comunidades en Lida y Jafa.
Felipe descendió a Samaria, anunció el evangelio a los samaritanos e hizo nacer a comunidades en esa región; bautizó al etíope. Ahora con la llegada oficial de Cornelio en la Iglesia cristiana el apóstol Pedro cuenta a toda la comunidad que el camino es el de la apertura. El evangelio es para todas las personas. Han tardado algunos años para entender la mentalidad de Dios y el estilo que la Iglesia tenía que seguir. Es una observación importante que debemos reiterar porque a lo largo de su historia la Iglesia sigue buscando el camino del Señor y las metodologías que debe aplicar, el discernimiento ante nuevas situaciones supone investigación, deben ser iluminadas por la gracia de Cristo.
La comunidad apostólica de los orígenes tenía ideas propias, pero ante ciertos signos ha sabido cambiar la perspectiva. Los signos de los tiempos, observados con fe, han cambiado la mentalidad de los hombres de fe, quienes han seguido la línea del Señor. Después de haber contado extensamente el episodio de Cornelio, el relato de los Hechos, en el capítulo 11, versículo 19, retoma el hilo narrativo anterior.
Recordamos que en la época de Esteban, en el año 36, estalló una persecución violenta contra el grupo cristiano, en particular contra los helenistas, los judíos de habla griega que se habían adherido a Jesús considerándolo el Mesías. En ese año, el sinedrio, teniendo todo el poder lo aprovechó para eliminar a estos personajes considerados peligrosos; eliminó a Esteban como el más autoritativo y por lo tanto el más peligroso y sacó de la ciudad a todos los demás. ¿Dónde fueron a parar?
Aquí continúa la historia desde ese momento: “Los que se habían dispersado durante la persecución ocasionada por Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, anunciando el mensaje solamente a los judíos”. Hay una diáspora cristiana, o sea, una diseminación de creyentes que están esparcidos en las regiones alrededor de Jerusalén. Dicho así parece muy poco, pero en realidad tenemos que imaginar que estas personas perdieron sus hogares, sus trabajos, el entorno donde crecieron y donde querían vivir, son exiliados por la fuerza, son expulsados y por lo tanto pierden todo lo que era su entorno natural; deben reconstruir sus vidas, tienen que encontrar un hogar, buscar un nuevo trabajo, reanudar el contacto social de relaciones y de amistades.
Fueron, pues, situaciones dolorosas y fatigosas que duraron meses, años; deben reconstruir una vida; traen consigo esa fe cristiana que han madurado en Jerusalén y siendo de origen judío mantienen ese hábito de relacionarse solo con los judíos y hablan de estas cosas religiosas concernientes al Mesías, por ejemplo, solo con los judíos, es decir, no fueron intencionalmente a buscar a otros para proclamar el evangelio, sin embargo, en la vida ordinaria es normal hablar de la situación de uno. Imaginemos el trato con los vecinos o con compañeros de trabajo, estos cristianos enviados fuera de Jerusalén contaron porqué se fueron… fueron perseguidos ¿por qué fueron perseguidos? Por una razón religiosa, porque creían que Jesús era el Cristo.
Entonces, es posible que los colaboradores y los vecinos no fueran judíos y la palabra ‘Cristo’ no significaba nada para ellos. Habrán preguntado ¿qué quiere decir? Y sin pretenderlo, sin una intención programática de evangelización, anunciaron la persona de Jesús, su historia, su mensaje teológico. Y el evangelio interesó a las personas no judías que estaban fuera del entorno bíblico, del conocimiento religioso tradicional. Se sintieron atraídas por la proclamación del evangelio y pidieron algo más y los cristianos hicieron lo que pudieron. Sin un plan explícito, de hecho, iniciaron una auténtica evangelización.
“Entre ellos había algunos chipriotas y cireneos que, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar a los griegos anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús. La mano del Señor los apoyaba, de modo que un gran número creyó y se convirtió al Señor”. La atención se dirige a una ciudad, Antioquía, la capital de Siria, una ciudad muy grande, una de las principales metrópolis del mundo romano.
Antioquía era la puerta de entrada a Oriente. Todo el mundo oriental de Siria, de Mesopotamia, llegaba al mediterráneo y fluía hacia Antioquía; era una ciudad cosmopolita donde se hablaba griego, pero aún durante siglos los campesinos conservaban siríaco o arameo. En esta enorme ciudad, donde había gente de todas las razas, de todos los idiomas y religiones, un grupo de judíos que venían de Jerusalén dio a luz a una nueva comunidad de creyentes en Cristo.
Lucas era de Antioquía; el narrador de los Hechos probablemente conoció a Jesús en esta ocasión. Estamos en los años 40; la persecución había llegado en el año 36, han pasado algunos años y después de este período de tiempo comienza a nacer un grupo cristiano. Lo más probable es que el médico Lucas fuera uno de estos griegos no judíos que llegaron a conocer el evangelio y estaban interesados. Un hombre de cultura que se interesó en la Biblia, leyó el texto bíblico en la traducción griega de los Setenta y maduró una adhesión de fe. La mano del Señor estaba con ellos, sin que ellos se dieran cuenta ni entendiesen nada, pero el simple anuncio dio sus frutos.
“La noticia llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén”. La noticia es que un gran número de griegos se hicieron cristianos. Era una cosa nueva. Comenzó por los samaritanos, luego un etíope, luego la familia de Cornelio, pero ahora inesperadamente, en una ciudad griega como Antioquía, nace una gran comunidad de cristianos no judíos. La comunidad de Jerusalén envió un inspector… un obispo. Uno que tenía la tarea de observar la situación para verificar. Fue Bernabé que era originario de Chipre. Ya lo habíamos encontrado cuando Lucas nos dijo que había vendido un campo y había ofrecido a los apóstoles las ganancias.
Este Bernabé, levita, por tanto, de ambiente saduceo, helenista, rico se ha convertido en cristiano y como Antioquía está frente a Chipre, uno de la zona podía ocuparse mejor de ese caso. Y Bernabé llegó a Antioquía, una ciudad de 700.000 mil habitantes, buscó ese grupo y asistió a algunas de sus reuniones o celebraciones.
“Al llegar Bernabé y comprobar la gracia de Dios, se alegró y, como era hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo, exhortó a todos a ser fieles al Señor de todo corazón”. Bernabé vio la gracia de Dios. ¿Qué fue lo que vio? Vio la gente feliz y entusiasta; vio que algunos griegos estaban felices de acoger la palabra de Dios, de las Escrituras hebreas; vio a hombres y mujeres deseosos de poner en práctica lo que el Señor les había enseñado. Encontró a personas que creían en Jesús, que habían puesto sus vidas en las manos de Cristo. Reconoció que eso era la gracia de Dios. Si no hubiera sido por la mano del Señor, eso no hubiera sucedido. Era un hombre lleno de Espíritu Santo y de fe, un hombre virtuoso porque vio algo diferente a sus propios gustos y lo reconoció como bueno.
Él es de tradición sacerdotal y, por lo tanto, naturalmente eso lo llevó a la separación y exclusión de los no judíos; vio a los griegos a quienes consideraba impuros, creyentes en Jesús y vio que era una cosa hermosa, aunque su mentalidad le decía lo contrario. Nos tenemos que dar cuenta que no es fácil. Cuando uno tiene una idea, si ve una realidad diferente, difícilmente la juzga bien, pero Bernabé era un hombre virtuoso, lleno de Espíritu Santo y fe y, por lo tanto, fue capaz de ir en contra de su propio esquema mental y reconocer la gracia de Dios en esa realidad, incluso si no correspondía a sus gustos.
Bernabé “exhortó a todos a ser fieles al Señor de todo corazón”. Se quedó voluntariamente en Antioquía. Juzgo que el evento era positivo y se dio cuenta de que realmente mucha gente estaba tratando de conocer a Jesús. No tenía los materiales, tal vez trajo a Antioquía un texto escrito en hebreo como primer borrador de Evangelio. Tal vez una antología de dichos y de acciones de Jesús como instrumento fundamental para la predicación. No tenía nada más y hablar a mucha gente era algo imposible. Se dio cuenta de que necesitaba ayuda.
Pensó y se le ocurrió una idea, una excelente idea. Allí cerca, pero no demasiado cerca, son unos 200 kilómetros, pero estaba dentro del área, estaba la ciudad de Tarso donde Saulo se había retirado después de convertirse en cristiano. Recordemos que se contó su historia en el capítulo 9. Cuando se convirtió en cristiano se retiró a Arabia y luego regresa a Damasco, pero es perseguido, debe huir a Jerusalén.
Quince días son suficientes para encontrar que no tiene aceptación; los cristianos no confían en él, los judíos lo consideran un traidor, debe tomar el barco y volver a casa sin nada que hacer. Pero Bernabé conocía a Pablo, lo estimaba, fue él quien dio garantía a los apóstoles de que este hombre no era un traidor sino un auténtico buscador de Dios que había encontrado al Mesías. Pero Pablo se había retirado a la vida privada, había regresado a su casa y había empezado a trabajar como artesano, tejiendo algunas telas, algunas esteras. Bernabé piensa que este hombre podría ser útil para esta misión de proclamar el evangelio.
Con muy pocas palabras el narrador cuenta una historia extraordinaria: “Bernabé marchó a Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró, lo condujo a Antioquía”. Aquí hay una coyuntura decisiva en la historia del cristianismo. Esta es la segunda vocación de Saulo. La primera, en el camino a Damasco, fue convertirse en cristiano; ahora, por obra de Bernabé, el fariseo Saulo convertido cristiano, está llamado a ser predicador, ministro del evangelio. Nosotros diríamos ‘presbítero’; convertido en cristiano ahora, a través de la mediación de Bernabé, se convierte en sacerdote. Cómo fueron los hechos no se nos dice. Nos dice lo esencial: Bernabé fue a buscarlo, lo encontró, le dijo –algo como esto– ‘te necesitamos, deja tu trabajo, ven y predica el Cristo; tienes la competencia para hacerlo. Jerusalén creaba problemas, pero Antioquía no es Jerusalén. Antioquía es un mundo enorme; allí puedes ayudar a muchas personas que quieren conocer a Jesús y tienes la habilidad para hacerlo’.
Saulo aceptó y se mudó a Antioquía. Bernabé y Saulo se quedaron un año entero en Antioquía y evangelizaron a muchas personas. En esa ocasión nació el nombre ‘cristianós’; es un término extraño, ya era extraño en griego porque es el adjetivo derivado de ‘christos’, son los ‘ungidos’, es un nombre casi absurdo para nosotros pero que ahora se ha vuelto técnico en la forma griega: ‘Son los de Cristo’.
En Antioquía este grupo se identifica como ‘oi christianoi’ – los cristianos. Y aquí nace una nueva comunidad; nace una nueva historia porque precisamente desde Antioquía parte una misión para la evangelización de todo el mundo. Y Antioquía es sensible a un hecho de solidaridad porque “Por aquel tiempo bajaron unos profetas de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, llamado Ágabo, se alzó inspirado y predijo una gran carestía universal –que sobrevino en tiempo de Claudio–“. Esta notable hambruna que azotó las regiones de Judea fue en los años 46 al 48. Un profeta de Jerusalén, cristiano, anuncia a los cristianos de Antioquía que la Iglesia madre de Jerusalén sufre de hambruna. Habían reunido los bienes, habían ayudado a los pobres, ahora se han encontrado en una situación de indigencia; dificultad con la política de los gobernantes, dificultad con el hambre y la comunidad de Jerusalén padece de hambre, es pobre.
La comunidad de Antioquía decide ayudar a la Iglesia madre de Jerusalén. “Entonces los discípulos decidieron enviar, cada cual, según sus posibilidades, una ayuda a los hermanos que habitaban en Judea. Y así lo hicieron enviando las limosnas a los ancianos por medio de Bernabé y Saulo”. Los dos grandes apóstoles de Antioquía son enviados a Jerusalén para llevar esta contribución económica. Es un excelente ejemplo inicial de solidaridad entre iglesias.