Los Hechos de los Apóstoles
10. La liberación de Pedro de la cárcel
Videos por el Fr Claudio Doglio
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10. La liberación de Pedro de la cárcel
En Antioquía nació una comunidad cristiana formada por griegos, o sea, gente que no son judíos. Es un hecho extraordinario. La Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé para verificar esta extrañeza y Bernabé, como hombre virtuoso, reconoció la gracia de Dios; va a buscar a Saulo y lo lleva a Antioquía. Los dos permanecen en esa gran ciudad y forman muchos cristianos. En esta ocasión se enteran de la carestía que aflige a la región de Judea y por eso la Iglesia de Antioquía, en solidaridad con la Iglesia madre de Jerusalén, envía una ayuda económica para ayudar a los hermanos de Jerusalén. Saulo y Bernabé de Antioquía suben a Jerusalén.
Así termina el capítulo 11 de los Hechos. El capítulo 12 termina diciendo: “Bernabé y Saulo, acabada su misión, se volvieron de Jerusalén, llevando consigo a Juan, de sobrenombre Marcos”. Y podría ser el cierre de la historia, solo que en el medio está el capítulo 12. Es una narración de carácter propio. Es interesante observar cómo el narrador usó las fuentes de historias separadas y trató de construirlas juntas, dando una trama unitaria. La ocasión del viaje de Bernabé y Saulo a Jerusalén da la oportunidad de contar este nuevo episodio que tiene lugar en Jerusalén. Y, por tanto, las dos citas del viaje a Jerusalén y de Jerusalén sirven de marco de referencia, un episodio dentro de otro.
El relato narra cuando Pedro fue puesto prisionero. El rey que intenta oprimir con fuerza a la Iglesia es Herodes. Se trata de Herodes Agripa Primero, nieto de ese Herodes Antipas que había mandado matar a Juan el Bautista y conoció a Jesús durante la pasión. Herodes Agripa Primero era amigo del emperador Calígula y en los años 40 había obtenido de su amigo el emperador el reino de Judea. Destituyeron al gobernador y formaron el reino autónomo de Judea. Y este joven vástago de la dinastía herodiana tenía el título de rey; por supuesto fue una situación muy precaria y transitoria que duró unos años y Herodes murió trágicamente de repente.
Al final del capítulo 12, se cuenta con notas dramáticas la muerte del perseguidor, pero todo el contenido del capítulo es más bien sobre el perseguido, que es Pedro. “Por aquel tiempo el rey Herodes emprendió una persecución contra algunos miembros de la Iglesia. Hizo degollar a Santiago, el hermano de Juan”. Es la primera víctima entre los Doce. El primero de los doce apóstoles que pierde la vida por Jesús es Santiago el Mayor. El famoso Santiago venerado en Compostela en España. Santiago, hijo de Zebedeo, hermano de Juan, uno de los primeros apóstoles, uno de los amigos más cercanos de Jesús. Fue el que en el evangelio había pedido el primer puesto y lo obtuvo. El primer lugar en el reino inaugurado por el Mesías Jesús equivale al primero en morir. Fue decapitado por orden de Herodes Agripa Primero.
Estamos, por lo tanto, en los primeros años de la década de los cuarenta, indicativamente se dice que fue el año 42. Esteban murió en el 36, y el apóstol Santiago en el 42. Esto parece agradar a los judíos; o sea, las otras autoridades religiosas de Israel aprecian esta actitud dura hacia los cristianos, aquellos que llamaban los ‘nazarenos’, los discípulos de Jesús. Y Herodes, no por convicciones personales sino por interés político, viendo que esto les agrada, sigue haciéndolo; sigue con esta persecución y también arresta a Pedro "durante las fiestas de los Ázimos”. O sea, la fiesta de pascua.
Y aquí se narra la pascua de Pedro. Es una historia de muerte y resurrección. Precisamente durante los días de pascua, en el aniversario del arresto de la pasión y muerte de Jesús, también Pedro es arrestado y encarcelado. De alguna manera es su descenso a los infiernos, con una experiencia de liberación. Los Hechos de los Apóstoles relatan numerosos casos de puertas abiertas, de prodigiosa liberación de los apóstoles que están encarcelados por el poder político religioso y son liberados por la intervención divina. Si en este caso el episodio está narrado con muchos detalles precisamente para subrayar esta participación mística en la Pascua de Cristo.
El apóstol Pedro se solidariza con Jesús en el cautiverio y en la liberación. Herodes lo tiene en prisión con la perspectiva de hacerlo comparecer ante la gente después de las celebraciones de pascua. No quiere perturbar la solemnidad pascual, una vez pasados los días festivos tiene previsto hacer un juicio público para hacer espectacular el evento y condenarlo a muerte, para obtener el título de paladín que defiende las tradiciones judías contra estos nuevos grupos heréticos.
“Mientras Pedro estaba custodiado en la cárcel, la Iglesia rezaba fervientemente a Dios por él”. La oración de la Iglesia que interviene en favor del apóstol Pedro se convierte en un arma, un arma victoriosa con la que se abren las puertas de la prisión. “La noche anterior al día en que Herodes pensaba presentarlo al pueblo, Pedro dormía entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, mientras los centinelas hacían guardia ante la puerta de la cárcel”. Se lo mantiene bajo vigilancia, controlado a la vista, puertas cerradas, con cadena doble, muchos soldados haciendo guardia…. “De repente se presentó un ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo”.
Las palabras son casi idénticas a la historia de Navidad; también en la noche en Belén un ángel del Señor se apareció a los pastores y brilla una gran luz. Ahora estamos en una celda donde hay un prisionero encadenado. El ángel del Señor trae la buena noticia, es concretamente el evangelio de Dios que lo libra de las cadenas, “el ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: Levántate rápido. Se le cayeron las cadenas de las manos y el ángel le dijo: Ponte el cinturón y cálzate las sandalias. Así lo hizo. Luego añadió: Cúbrete con el manto y sígueme. Salió Pedro detrás de él, sin saber si lo del ángel era real, porque le parecía que aquello era una visión”. Le pareció un sueño; la celda oscura se volvió brillante; las cadenas se abrieron solas, y se abrió la puerta. Pedro tiene que levantarse, vestirse y salir.
Estamos en una noche de pascua, se recuerda la liberación del antiguo Israel de la esclavitud de Egipto; ahora el apóstol Pedro es liberado de su celda, se levanta, se ciñe y comienza el camino del éxodo. Es una salida y es realidad lo que le parece simplemente un sueño. “Pasaron la primera guardia y la segunda, llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle, que se abrió por sí sola. Salieron y, cuando llegaron al extremo de una calle, el ángel se alejó de él”. Repetidamente se usa el verbo ‘salir’: las cadenas se han soltado solas, las puertas se han abierto solas y el apóstol sale de la celda, sale del pasillo, sale de la prisión y está en una ciudad desierta en plena noche.
No hay nadie, se queda solo, se da cuenta que la persona que lo liberó es el ángel del Señor. Entonces Pedro, volviendo en sí, comentó: Ahora entiendo de veras que el Señor envió a su ángel para librarme “del poder de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo judío”. Es una prodigiosa intervención de liberación, una intervención pascual en la que el apóstol experimenta ese poder liberador del evangelio. Piensa un poco, trata de decidir qué hacer y luego “ya recobrado, se dirigió a casa de María la madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde unos cuantos se habían reunido para orar”. Marcos es el evangelista; es una persona importante en la primera comunidad cristiana.
Aquí nos dan otra noticia importante, su madre se llama María y es la dueña de la casa donde se reúne la Iglesia. Es una noche en la que la comunidad está despierta y ora, y lo más probable es que sea la noche de Pascua; están celebrando la Vigilia Pascual y Pedro llega libre, resucitado, mientras todos piensan que está en la cárcel. La casa de Marcos o de su madre María, es lo que llamamos el Cenáculo; es el edificio donde la comunidad apostólica había celebrado la Última Cena y presentes el día de Pascua, luego el día de Pentecostés.
Ahora han pasado 12 o 15 años y la comunidad sigue reuniéndose en esa casa. Se ha convertido en el entorno natural donde se encuentra el grupo cristiano de Jerusalén. Pedro “golpeó la puerta, y una criada llamada Rosa salió a abrir. Al reconocer la voz de Pedro, de pura alegría, no le abrió, sino que corrió a anunciar que Pedro estaba ante el portal. Le dijeron: ¡Estás loca!”. Le dijeron que no es posible que sea Pedro. Pedro está en la cárcel. “Pero ella insistía en que era cierto”. Tratan de explicar el fenómeno diciendo que es ‘el ángel de Pedro’; casi un fantasma o el alter ego divino.
Es un intento judío de explicar la presencia de Pedro, que no puede estar en carne y hueso allá. Pedro verdaderamente está allí, de carne y hueso y continúa llamando, golpea y golpea cada vez más fuerte porque no le abren. Finalmente, “le abrieron y cuando lo vieron no salían de su asombro. Él hizo un gesto con la mano para que se callaran –porque todos hablaban y querían saber– y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y añadió: Hagan saber esto a Santiago y a los hermanos”. Santiago es el Menor, el otro, de los Doce es el que también se llama Santiago, el Mayor. Este Santiago fue asesinado algún tiempo antes.
La comunidad cristiana de Jerusalén reconoce en Santiago el Menor, hijo de Alfeo, pariente de Jesús, su primer obispo, esto es, jefe de la comunidad cristiana de Jerusalén. No es Pedro sino Santiago el considerado pastor de ese grupo judío. Santiago y los hermanos no están presentes en la casa de Marcos. Probablemente ese es uno de los grupos cristianos que en realidad se han vuelto numerosos a estas alturas; hemos encontrado el número 3000… 5000… y no caben en una casa y por lo tanto debe haber más lugares.
Pedro fue a la casa que estaba más cerca y saluda porque decide dejar Jerusalén, no es más un lugar apropiado para él. Le encarga a ese grupo de comunicar a Santiago y a las otras comunidades de Jerusalén que digan que Pedro se ha alejado. Efectivamente, a partir de este momento Pedro desaparece del horizonte de los Hechos; reaparecerá en el capítulo 15 para un discurso en el Concilio de Jerusalén, pero sobre su misión por el mundo Lucas no habla.
Con estas narraciones está prácticamente terminando las narraciones sobre el apóstol Pedro, pero sabemos que el libro de los Hechos no es la biografía ni de Pedro ni de Pablo; no es la historia de la Iglesia sino una historia de historias, de narraciones ejemplares, que Lucas tejió hábilmente para comunicar importantes mensajes eclesiales.
“Cuando se hizo de día los soldados estaban muy confundidos por lo que había pasado con Pedro. Herodes lo buscó y, al no encontrarlo, interrogó a los guardias y los hizo ejecutar”. El poderoso matón que quería aplastar a los humildes, de hecho, estaba decepcionado. Había preparado un día espectacular pero el espectáculo terminó en una burbuja de jabón; el prisionero ya no estaba. Con todos los guardias que habían sido puestos para controlar al hombre ¿cómo es que lo habían dejado escapar? Y en Jerusalén no había rastro de Pedro.
Sabiamente el apóstol se había alejado porque se daba cuenta que lo irían a buscar con especial furia. Lucas termina este cuadro destacando el trágico final del rey Herodes Agripa Primero y relata con tonos trágicos un hecho también mencionado por otras fuentes de una muerte súbita y pública. Herodes vivía en Cesarea Marítima; se mudaba a Jerusalén para las fiestas. Y, precisamente, durante la fiesta de pascua estaba preparando el juicio contra Pedro. Acabado ese momento, que fue de frustración, regresó a Cesarea. “Herodes estaba enemistado con los habitantes de Tiro y Sidón. Ellos, de común acuerdo, se presentaron al rey, se ganaron a Blasto, camarero real, y pidieron la paz; ya que su país recibía las provisiones del territorio del rey.
El día convenido, Herodes, vestido con traje real se sentó en su trono y les dirigió la palabra, el pueblo aclamaba: ¡Ésta es voz de dios, no de hombre!”. Una escena política que no tiene nada que ver con la historia de los apóstoles. En la corte de Cesarea, el rey Agripa Primero recibe a los embajadores de Tiro y Sidón; da un discurso solemne y la gente halagadora lo alaba como a un dios y en ese momento de máximo esplendor, vestido con el manto real, es golpeado por la justicia de Dios: “De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos”. Se descompuso… en ese momento de triunfo tuvo un derrame cerebral, un ictus o una enfermedad similar. Se sintió mal y cayó al suelo, luchó y murió en público, frente a todos los aduladores de la corte, envuelto con el manto real. Puede haber sido algún problema intestinal… esos gusanos entran casi como un motivo apocalíptico; de hecho, se dramatiza lo que se dice en el Magnificat: “Depuso a los poderosos de sus tronos y elevó a los humildes”.
Pedro es liberado de prisión, Herodes es depuesto del trono. El ángel del Señor libera a los humildes de sus prisiones y derriba a los poderosos de sus tronos. “La Palabra de Dios crecía y se difundía”. Es el versículo habitual, casi como leitmotiv que Lucas repite de vez en cuando. Es un hilo de sutura, de un coser para unir una narración con otra. Termina esta escena, ambientada en Jerusalén, con un apéndice en Cesarea, donde son protagonistas Herodes Agripa y el apóstol Pedro.
El siguiente versículo retoma el hilo del discurso: Bernabé y Saulo que habían llegado a Jerusalén para traer la ayuda económica, regresan a Antioquía y se llevan consigo a ese Juan que encontramos en la casa del Cenáculo, de sobrenombre Marcos. Los dos traen consigo a Marcos y se convertirán en tres nuevos misioneros que desde Antioquía irán por el mundo.