Los Hechos de los Apóstoles
12. El Concilio de Jerusalén
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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12. El Concilio de Jerusalén
En Antioquía de Siria nació una hermosa comunidad cristiana, numerosa, ferviente, activa. Bernabé y Saulo fueron los animadores y tuvieron también otros profetas y doctores en esa Iglesia en Antioquía. En Antioquía, la idea de comenzar la misión al mundo maduró y enviaron a Bernabé y Saulo para que lo intentasen, una prueba para verificar si lo que había sucedido en su ciudad podía repetirse en otras realidades, si el proyecto de Dios involucraba una predicación del evangelio a todos. Bernabé y Saulo partieron.
En el video anterior vimos el texto de los capítulos 13 y 14 de los Hechos de los Apóstoles en los que se narra este primer viaje misionero de los dos grandes apóstoles. De Chipre llegaron a Asia Menor, en la inmensa Anatolia, actual Turquía. Estuvieron en las ciudades de Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe y luego regresaron. Emplearon varios años para hacer este itinerario, para este “plantatio ecclesiae”, es decir, implantaron la Iglesia, comenzaron con pequeños grupos; nacieron muchas Iglesias en estas diversas ciudades, son comunidades bien organizadas. Regresados a casa, es decir, en Antioquía, hacia el final en los años 40, Pablo y Bernabé narran todo lo que han hecho. Comparten lo que el Señor ha hecho a través de ellos, y, en resumen, dicen que el experimento realmente funcionó.
Efectivamente, la proclamación del Evangelio echa raíces, da frutos, hay personas que acogen con agrado la proclamación y se adhieren a Jesús; por lo tanto, debe ser la forma correcta. Pablo y Bernabé han anunciado el Evangelio, han bautizado a estas personas, han hecho nacer la comunidad, han celebrado la Eucaristía, han dado la tarea a algunos hombres, los presbíteros, de presidir la Eucaristía, han organizado la Iglesia. Ahora surge un problema.
El capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles está dedicado precisamente a este punto central y decisivo de la historia. Porque “algunos venidos de Judea enseñaban a los hermanos que, si no se circuncidaban según el rito de Moisés, no podían salvarse”. Es decir, algunos cristianos de origen judío afirman que antes de ser cristianos hay que ser judíos. La idea de fondo es que el Mesías vino para los judíos, el Cristo salva a los judíos. Si ahora decimos que salva a todos, es necesario que todos se conviertan en judíos. Es posible que esta salvación traída por Cristo llegue a todos, pero es necesario –dicen ellos– que quien quiera salvarse antes debe convertirse en judío; es decir, aceptar la ley de Moisés. Hacer el proceso del prosélito según la tradición judía: estudiar la ley, comprometerse a aplicar todas las reglas de la ley de Moisés, la distinción de los alimentos puros e impuros, la observancia rigurosa del sábado, la circuncisión… y, por lo tanto, estos cristianos judaizantes afirman que antes de recibir el bautismo hay que recibir la circuncisión. Hay que circuncidarse y aceptar en todo la ley de Moisés, y después se puede reconocer a Jesús como el Mesías y ser bautizado para obtener su salvación.
Pablo y Bernabé no estaban de acuerdo en absoluto sobre esto. No olvidemos que Pablo y Bernabé eran judíos y originalmente estaban bien convencidos de su tradición religiosa. De Bernabé se nos dice simplemente que era levita, por lo tanto, un sacerdote, acostumbrado a la separación, a la pureza legal. Y Saulo era un fariseo, un escrupuloso doctor de la ley, ávido partidario de las tradiciones de los antepasados, por lo tanto, dos hombres vinculados al mundo judío que, durante toda su vida, hasta el momento en que se encontraron con Jesucristo, habían sido observantes de la ley de Moisés. Pero el conocimiento del evangelio de Jesús abrió sus mentes, les hizo comprender que la obra salvadora de Jesús va más allá de la ley. No la suprime, no la anula, pero la completa, la lleva a cumplimiento, la realiza y, por lo tanto, en algunas áreas la supera, como la distinción de los alimentos, la observancia material del sábado, la necesidad de la circuncisión.
Creen que para ser cristiano es necesario solo Cristo. La cuestión fundamental está aquí. ¿Qué se necesita para ser cristiano o para recibir la salvación cristiana? Adherirse a Jesucristo. No se necesitan otras prácticas; el bautismo es un signo sacramental de la adhesión de la fe en Cristo y la circuncisión se vuelve inútil. El punto es muy delicado porque en esa ocasión los judaizantes pidieron que Pablo y Bernabé circuncidaran a todos aquellos extranjeros, o sea, que primero se les enseñe la ley judía y luego los acerquen a Cristo.
En cambio, los dos apóstoles, fuertes por su experiencia en el mundo pagano, dicen que no hay necesidad, que ahora esas normas están superadas, no debemos pasar por el judaísmo para ser cristianos y esas personas que no saben nada de judaísmo pueden conocer a Jesús sin pasar por la ley de Moisés. Tienen un problema porque Pablo y Bernabé se oponen decididamente, discuten fuertemente con ellos y los judaizantes no aceptan ceder.
Así que en Antioquía se crea división al interior de la Iglesia. Existen dos líneas operativas: conservadores y progresistas. Los conservadores quieren mantener todo como antes y los progresistas quieren dar un paso adelante y reconocer que la novedad de Cristo libra de ese antiguo esquema judío. Los dos lados están contrapuestos y no pueden encontrar una solución y por eso deciden ir a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos y presentarles el problema. Pablo y Bernabé son, por lo tanto, enviados a Jerusalén para aclarar la cuestión con las principales autoridades.
Durante el larguísimo viaje que hacen de Antioquía a Jerusalén, Pablo y Bernabé atraviesan muchas regiones, encuentran varias comunidades en Fenicia y Samaria, relatan su experiencia. “Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la comunidad, los apóstoles y los ancianos, y les contaron lo que Dios había hecho por su medio”. Relatan esa extraordinaria experiencia de la evangelización de los paganos en Anatolia y también relatan la discusión que tuvieron con algunos de los judaizantes. Algunos de los presentes en Jerusalén son de la misma idea que los judaizantes. “Pero algunos de la secta farisea que habían abrasado la fe se levantaron y dijeron que era necesario circuncidar a los paganos convertidos y obligarlos a observar la ley de Moisés”.
También en Jerusalén existen estas dos posiciones. “Los apóstoles y los ancianos se reunieron para examinar el asunto”. La reunión solemne de los apóstoles y otros líderes llamados presbíteros, es equivalente a un primer Concilio. Por lo general, este hecho se llama el Concilio de Jerusalén; se considera el primer Concilio en la historia de la Iglesia cuando se enfrentan a un nuevo problema que ha surgido y las autoridades eclesiales deben tomar una decisión y el problema debe ser aclarado porque no está muy claro cuál sea la forma de proceder.
Hay argumentos que favorecen una parte y argumentos que favorecen otra. Por tanto, es necesaria una discusión, un estudio cuidadoso. Los criterios son los de la palabra de Jesús y de las Escrituras. Necesitamos volver a lo básico, necesitan volver a los orígenes. Varios elementos históricos nos permiten fechar esta reunión apostólica en Jerusalén en el año 49. Han pasado casi veinte años desde la Pascua de Jesús; en veinte años de historia de la Iglesia, las cosas han cambiado, hay nuevas situaciones, han surgido problemas que no estaban antes y para resolver estos nuevos problemas es necesario volver a los orígenes, retomar a Jesús como fundamento: su enseñanza, la palabra de Dios conservada en las Escrituras del Antiguo Testamento y buscar en esos elementos fundamentales los criterios para resolver el problema actual. Lucas presenta una breve discusión y la ejemplifica con algunos discursos.
"Después de una larga discusión Pedro toma la palabra y narra su propio caso". Pedro reaparece aquí después de haber dejado Jerusalén en la época de la persecución de Herodes Agripa Primero; ahora regresa a Jerusalén y esta es la última ocasión en que aparece en el libro de los Hechos. Cuenta su historia con Cornelio, que es el episodio narrado en el capítulo 10. Y ya ha habido un discurso de Pedro en el capítulo 11, cuando el apóstol tuvo que defenderse ante las acusaciones de sus hermanos de Jerusalén por sostener que la extraña historia del centurión Cornelio es un signo de los tiempos, es una forma en la que el Señor quiso dar indicaciones precisas; es decir, de apertura hacia los paganos y si Cornelio, Romano, recibió el Espíritu Santo, incluso antes de su bautismo, está claro que no hay necesidad de circuncidarlo porque estaba dispuesto a acoger a Jesús y estaba lleno del Espíritu de Jesús, así que el bautismo que Pedro le dio fue el signo oficial de acogida en la comunidad cristiana.
Pedro concluye diciendo: “Nosotros creemos que tanto ellos como nosotros hemos sido salvados por la gracia del Señor Jesús”. ‘Nosotros no somos salvados por la circuncisión’. Los apóstoles son todos judíos, los que pertenecen a este grupo todos tienen experiencia de la tradición judía, pero Pedro dice: ‘Nosotros hemos recibido la gracia de Cristo y creemos que es esto lo que nos salva, no nuestra pertenencia al pueblo judío y la observancia de la ley; si nosotros creemos que somos salvados por la gracia de Jesucristo, lo mismo vale para ellos, también ellos son salvados por la gracia de Cristo’.
“Toda la asamblea en silencio se dispuso a escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los milagros y señales que Dios había obrado por su medio entre los paganos”. Pedro contó un episodio, el de Cornelio, pero Bernabé y Pablo tienen docenas de tales episodios y cuentan de Chipre, de Antioquía de Pisidia, de Listra, de Iconio y de Derbe… y mencionan nombres, cuentan hechos, situaciones de personas que se han acercado al Señor de manera extraordinaria. Cuando terminan de contar todas esas historias, Santiago se levanta. Santiago es el jefe de la comunidad de Jerusalén, es el representante del grupo más conservador; se le llama hermano de Jesús porque pertenece al clan familiar; probablemente Santiago es hijo de Cleofás, hermano de san José, por tanto, es primo de Jesús y como pariente cercano, en ese ámbito semítico, es el natural heredero del jefe.
Por lo tanto, el continuador de la obra de Jesús es su hermano, que es su pariente cercano. Santiago poniéndose de pie, apoyó la misma idea. Se basa en un argumento bíblico; menciona una larga cita del final del libro del profeta Amós en el que se dice del Señor que: “De nuevo reconstruiré la choza caída de David, la reconstruiré levantando sus ruinas, para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que llevan mi nombre –dice el Señor–“.
Entonces, Santiago basándose en las Escrituras y no solo en fuerza de la experiencia, dice: “Por tanto pienso que no hay que poner obstáculos a los paganos que se conviertan a Dios. Basta encargarles que se abstengan de…” algunas cosas. Es una decisión sabia y moderada: ‘no debemos pretender imponer la ley de Moisés a los griegos; nosotros mismos ya no la observamos al pie de la letra, hemos aprendido a reconocer que era un elemento transitorio y a muchos aspectos los hemos superado por la fuerza de Jesús; por lo tanto, debemos dejar que se adhieran a Jesús sin esos impedimentos de la ley pero…es de sentido común que pidamos un poco de respeto porque nosotros, acostumbrados a la tradición judía, tenemos cierta reticencia frente a los animales asfixiados, a la sangre, a situaciones manifiestamente contrarias a la ley. Entonces como no es necesario comer carne de cerdo les pedimos que por respeto a nosotros no lo hagan; no decimos que es esencial para salvarse no comer carne de cerdo, sin embargo, por respeto a los que consideran algo no correcto comer carne de cerdo, les pedimos que se adapten’. Es una posición moderada que propone un cierto equilibrio y respeto y es aceptada.
Los apóstoles, los ancianos y toda la Iglesia decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía junto con Pablo y Bernabé. Es correcto que envíen a alguien de Jerusalén junto con los dos porque si los dos regresan a Antioquía diciendo ‘tenemos razón nosotros – los apóstoles han dicho que nuestra línea es la correcta’ ¿quién lo garantiza? Es correcto que de Jerusalén vayan otros de la posición contraria, que atestigüen que toda la Iglesia ha considerado como mejor esa línea propuesta por Pablo y Bernabé. Son elegidos Judas, por sobrenombre Barsabás y Silas.
Dos nuevos personajes, de los que no sabemos nada, que entran en la historia apostólica y son portadores de una carta, un documento conciliar. La reunión de los apóstoles en Jerusalén concluye con una carta que Lucas inserta en su totalidad. “Los hermanos apóstoles y ancianos saludan a los hermanos convertidos del paganismo de Antioquía, Siria y Cilicia. Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin nuestra autorización, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto”. ‘Nos hemos reunido, hemos examinado la situación, hemos decidido lo siguiente: “Es decisión del Espíritu Santo y nuestra” … O sea, iluminados por el Espíritu… “Hemos decidido no imponerles ninguna carga más que estas cosas indispensables…”.
Y mencionan cuatro actitudes: Abstenerse de “alimentos ofrecidos a los ídolos, de sangre (o sea, de carne con sangre), de animales estrangulados y de relaciones sexuales prohibidas (en sentido de matrimonio entre parientes). Harán bien si se privan de estas cosas. Adiós”. Pablo y Bernabé junto con Barsabás y Silas, descienden de Jerusalén y regresan a Antioquía; reúnen a la comunidad y leen la carta apostólica.
Es un momento de vida de Iglesia, es una de las primeras cartas, de los primeros documentos conciliares. Se lee la carta a la asamblea y “cuando la leyeron, se alegraron por los ánimos que les daba. Judas y Silas, que también eran profetas, animaron y confirmaron a los hermanos. Pasada una temporada, se despidieron de los hermanos con la paz y se volvieron a los que los habían enviado”. Así que Judas, de sobrenombre Barsabás, y Silas son simplemente encargados de acompañar como testigos del Concilio; entregan la carta y explican la línea apostólica. Después de lo cual pueden regresar a Jerusalén.
“Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, donde con otros muchos, enseñaban y anunciaban la Palabra de Dios”. Y también Silas permanece con ellos porque al comienzo del segundo viaje misionero Silas se convertirá en colaborador de Pablo para la labor de la gran misión. Después de un cierto período, de hecho, Pablo y Bernabé deciden reanudar la misión. Tienen un pequeño desacuerdo sobre Marcos. Recuerden que, en el primer viaje, cuando llegaron a Atalía, Marcos se asustó por el difícil viaje de cruzar el Tauro y se volvió atrás.
Bernabé es primo de Marcos y se inclinaría a perdonarlo y llevarlo de vuelta con él. Pablo es mucho más duro: ‘Si nos ha dejado una vez, ya no viene con nosotros’. Pablo y Bernabé discuten y creen que es mejor separarse; entonces forman dos grupos: Bernabé con Marcos vuelven a Chipre y reanudan la labor de evangelización de esa isla. Pablo junto con Silas vuelven a las otras ciudades de Anatolia Central y comienzan lo que desde el capítulo 17 los Hechos narran como el segundo gran viaje misionero con el que el Evangelio llega a Europa.