Los Hechos de los Apóstoles
14. “Atenas y Corinto”
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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14. “Atenas y Corinto”
Hacia el otoño del año 50, el apóstol Pablo llegó a Atenas, a la gran capital de la cultura clásica. El apóstol llegó solo; al final de un año desafiante donde había viajado cientos, miles de kilómetros; había salido el otoño anterior de Antioquía en Siria y había viajado por todas las regiones de Anatolia (la actual Turquía) hasta Tróade. Después navegando dos días se trasladó a Europa, evangelizó Filipos, luego Tesalónica, luego Berea; allí dejó a Lucas, Timoteo y Silas para dirigir las nuevas comunidades nacidas en Macedonia y se trasladó solo a Atenas. Atenas ya no era una ciudad importante desde el punto de vista político y económico, pero seguía siendo la capital cultural del mundo griego; era una ciudad llena de templos y estatuas.
El judío Pablo tiembla al ver todas esas representaciones que según su educación religiosa no deberían haber existido; principalmente le desagrada ese politeísmo, esa multiplicidad de dioses y cultos que se practicaban en la ciudad de Atenas y siente la necesidad de anunciar la verdad que le ha conquistado. Tiembla en su corazón y mirando encuentra un indicio interesante; ve un altar, un pequeño objeto religioso, tipo exvoto, dedicado a un Dios desconocido: ΑΓΝΩΣΤΩ ΘΕΩ (AGNOSTO ZEÓ). Tal vez algún rico personaje ateniense habiendo obtenido una gracia y no sabiendo a qué deidad agradecer había dedicado este sagrado santuario a un Dios desconocido; para no ofender a nadie lo ha dedicado al Dios que no podía saber quién era.
Esa cita le sirvió a Pablo como una provocación. Le hizo surgir una idea desde la cual comenzar. Entrando en discusión con algunos filósofos estoicos y epicúreos, que abundaban en la plaza del mercado de Atenas, en el ágora o en el pórtico, donde se discutían todas las cuestiones filosóficas que podían ser de interés; el mismo Lucas dice que los atenienses son muy curiosos y se interesan por las últimas noticias y cuando llega un nuevo predicador que enseña doctrinas originales lo escuchan inmediatamente porque tienen hambre de las últimas noticias.
Entonces Pablo encuentra un terreno que le parece favorable; lo llevan a una colina donde celebraban reuniones y se tomaban decisiones, el Areópago, una hermosa colina rocosa justo en frente al Acrópolis de Atenas. Y allí deciden escucharlo; le piden que presente en síntesis su doctrina. Pablo comienza con una obra maestra de retórica; la segunda parte del capítulo 17 de los Hechos de los Apóstoles nos remite a este admirable discurso que el apóstol Pablo pronunció en Atenas utilizando el método de la retórica clásica, adaptándose al oído, a los gustos y costumbres de sus interlocutores.
Parece haber hecho bien porque compone un discurso adecuado para los griegos y sin embargo es un discurso fallido; no convence a los destinatarios, no se mueven a una adhesión de fe y tal vez Lucas quería esbozar un discurso un poco diferente al que Pablo estaba acostumbrado para enfatizar cómo un cierto tipo de predicación que quiere adaptarse demasiado a la audiencia no tiene éxito porque no comunica la novedad cristiana, sino que simplemente parece adaptarse a la forma común de pensar. Pablo emplea un lenguaje filosófico; parte de esa expresión que vio escrita en la estatua religiosa. Dice con una actitud de ‘captatio benevolentiae’: “Veo que son hombres sumamente religiosos. Cuando estaba paseando y observando sus lugares de culto, encontré un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Ahora bien, yo vengo a anunciarles al que adoran sin conocer. Es el Dios que hizo cielo y tierra y todo lo que hay en él. El que es Señor de cielo y tierra no habita en templos construidos por hombres ni pide que le sirvan manos humanas, como si necesitase algo. Porque él da vida y aliento y todo a todos”.
Es una velada polémica contra el culto pagano, contra los templos y las estatuas, contra los servicios religiosos que traían alimentos a los dioses como ofrendas. Dice Pablo: El Dios que yo les anuncio es el “que ha creado todo el mundo, que ha guiado a la humanidad e hizo que buscaran a Dios y que lo encontraran aun a tientas”. Entonces, este Dios buscado –por los filósofos de ustedes…dice implícitamente– son como el ciego. “Porque no está lejos de ninguno de nosotros, ya que en él vivimos, y nos movemos y existimos”.
Es una fórmula estoica (puede adaptarse a esos filósofos) “como dijeron algunos de los poetas de ustedes”. Y hace una cita del poeta griego Arato de Soli. “Por tanto, si somos de raza divina”, nosotros los humanos somos ‘ghenos’, linaje de Dios. Entonces, si somos parientes de Dios, “no debemos pensar que Dios es semejante a la plata o el oro o de piedra modelados por la creatividad y la artesanía del hombre”. Dios ha pasado por siglos de ignorancia y la ignorancia es la de los filósofos de ustedes y la de la gran cultura de ustedes que, sin embargo, no ha conseguido encontrar a Dios. Ahora el Dios que ustedes no conocen decide llenar su ignorancia y se ha establecido para darse a conocer a todos los pueblos “porque ha señalado una fecha para juzgar con justicia al mundo por medio de un hombre que él designó para esto. Y a este hombre lo ha acreditado ante todos resucitándolo de la muerte”.
Viene a anunciar a Jesucristo; ha partido desde lejos, hizo un poco de polémica, pero de manera velada, utilizó el lenguaje de los filósofos y poetas y llega a anunciar la resurrección de Jesús. Cuando habla de la resurrección lo bloquean y le dicen ‘tiempo perdido’. “En otra ocasión te escucharemos sobre este asunto”. Ni siquiera entienden de qué está hablando Pablo; piensan que ‘anástasis’ es el nombre de una deidad femenina… es el nombre de la resurrección, pero lo toman como una ‘hipóstasis oriental’ junto con otra deidad llamada Jesús.
El discurso ‘resurrección de los muertos’ a los filósofos griegos no les gusta en absoluto. No porque sean incrédulos, están bien convencidos de la inmortalidad del alma, son herederos de una tradición platónica, pero creer en la inmortalidad del alma es algo diferente a anunciar la resurrección de la carne. Pablo está proponiendo el valor del cuerpo, de la humanidad concreta, mientras que la tradición griega está dispuesta a defender la inmortalidad del alma como liberación de la prisión corporal. Pablo está predicando el valor del cuerpo y de la historia humana que en escatología, o sea, en la fase final del proyecto de Dios, será plenamente valorada y recreada. No lo escuchan, interrumpen ese discurso y no aceptan su predicación.
Un muy pequeño grupo de personas permanece de alguna manera vinculado a Pablo, pero el mundo cultural de Atenas lo ha calificado como un charlatán. El narrador de los Hechos emplea el término: ‘spermo logos’, uno que lanza palabras como un sembrador, pero en vano, un charlatán que se contenta con divagaciones sin sentido. Pablo debe salir de la capital de la cultura con un fracaso sobre sus hombros que le pesa aún más que la paliza que recibió en otras ciudades; y así, a principios del invierno, llega a Corinto, no lejos de Atenas.
Es una ciudad construida en el istmo que toma su nombre de la propia ciudad y por lo tanto se encuentra con dos puertos: uno en el Egeo y otro en el Jónico y era el paso de los barcos para evitar la circunnavegación del Peloponeso, la parte sur de Grecia con una costa muy dentada, llena de rocas, que hacía la navegación muy peligrosa por lo que era mucho más conveniente llevar los barcos a la orilla y a través de una pista, llamada ‘diolkos’ (camino a través del cual las embarcaciones podían cruzar el istmo de Corinto por tierra haciendo un portaje, yendo del golfo de Corinto al golfo Sarónico. La calzada, que debía de extenderse entre 6 y 8 kilómetros, incluía una especie de carriles rudimentarios) para transportarlos de un puerto a otro. Era necesario un día. Entonces imaginen un barco que llega al puerto oriental, los marineros descargan la mercancía en carros, el barco es arrastrado a la orilla, hay trabajadores capaces de estas operaciones que transportan el barco a fuerza de brazos, a lo largo del istmo. Luego el barco se pone en el agua en el otro puerto, la mercancía se recarga y el barco puede salir.
Se tarda un día o dos para hacer esta operación; los marineros mientras tanto tienen un día libre y Corinto está equipado no sólo para tener trabajadores para transportar la carga del barco, descargar y cargar la mercancía sino también para ofrecer diversión a los marineros que tenían un día libre. Corinto era una ciudad de prostitución; había muchos locales de mala fama que ofrecían vino, mujeres y música. Ofrecían el pasatiempo para una gran población proletaria que estaba de paso, con dinero barato, para disfrutar de la vida.
La ciudad antigua de Corinto había sido destruida unos siglos antes y había sido reconstruida en la época de Julio César. El gran líder había pagado a sus veteranos con un pedazo de tierra y una casa en Corinto; y muchos se habían mudado a vivir en Corinto; se había convertido en una ciudad portuaria, llena de tráfico, lugar ideal para los que tenían comercio. Allí vivían ricos empresarios del transporte y una marea de gente sencilla, diríamos proletarios que vivían del trabajo manual, de expedientes o del entretenimiento. En esta ciudad de bajo nivel cultural y sobre todo moral Pablo llega solo, cansado, decepcionado, y en un ambiente como el del puerto, con todas las características que podemos fácilmente imaginar, Pablo comienza una predicación cristiana.
Es interesante hacer la comparación entre la noble y culta Atenas y la popular, ignorante, vulgar Corinto. A pesar de esta contradicción es sólo en Corinto donde el Evangelio se arraiga. Entre los arrogantes aristócratas filósofos de Atenas el Evangelio no se ha arraigado. En cambio, en ese ambiente infame de Corinto encuentra hogar la predicación evangélica. Repensando estas cosas me viene a la mente la frase de Fabrizio De André: ‘del estiércol nacen las flores, de los diamantes no nace nada’. Atenas representa el ambiente del diamante, frío, que no da lugar a nada; es la cultura cerrada en sí misma, egocéntrica y auto-referencial.
Corinto es un mundo humano, tal vez corrupto, lleno de pecados, de vicios, de malos hábitos, sin intereses culturales, pero una humanidad, una humanidad verdadera, un estercolero humano donde las semillas pueden producir flores. Y las personas encontrando uno como Pablo, han madurado, han crecido, han superado ese nivel bajo, han elevado el nivel de sus vidas, se han unido a Cristo. En corinto hay una considerable presencia judía y, por lo tanto, como siempre, Pablo comienza desde la sinagoga; predica en la sinagoga y varios también le dan la bienvenida incluso el jefe de la sinagoga se convierte en cristiano.
Algunos, sin embargo, se oponen y Pablo entonces deja la sinagoga y busca alojamiento en la misma plaza donde estaba la sinagoga. Se hospeda en la casa de un cierto Ticio Justo; es un nombre típicamente romano; debe haber tenido una habitación en la planta baja que alquila a Pablo quien utiliza esta habitación como punto de encuentro; se convierte en un lugar de encuentro donde propone el Evangelio. Recién llegado a Corinto, Pablo tuvo la suerte de encontrar en la sinagoga a dos judíos ricos que venían de Roma: Áquila y su esposa Prisca, conocida familiarmente como Priscila. En Roma hubo algunos problemas y el emperador Claudio había expulsado a los judíos de Roma.
El historiador romano Suetonio lo recuerda diciendo que el emperador expulsó de Roma a los judíos ‘asidue tumultuantes’ (continuamente en revueltas) ‘impolsore Chersto’. Es uno de los textos más importantes que en la literatura pagana latina dan testimonio de la primera predicación cristiana en Roma. Suetonio no sabe nada del cristianismo, cree que es un tipo presente en Roma, llamado Cresto, que es la causa de los disturbios. Él oye decir ‘Cristo’, pero le parece extraño que se le llame como una herramienta y se imagina que se escribe con la ‘eta’, la ‘e larga’ que se pronuncia como ‘i‘. Por tanto, es una cuestión de pronunciación que no se escribe correctamente. Por esta misma razón tiene un gran valor histórico porque el historiador informa de una noticia sin entender de qué se trata. Dice que los judíos de Roma, en la época de Claudio, en el año 49, estaban continuamente en agitación a causa de un cierto ‘Cresto’. Nosotros leemos Cristo, que no es un personaje presente, pero es un hecho importante.
Los judíos de Roma, en el año 49, antes de que llegaran Pedro y Pablo, ya tienen la noticia de Jesús. Algunos lo reconocen como Cristo otros lo rechazan y discuten entre ellos. El emperador interviene de manera drástica y envía fuera a muchos de ellos, especialmente a los más ricos. Áquila y Priscilla son víctimas de esta expulsión y cambian la ubicación de su fábrica, se trasladan a Corinto, un ambiente ideal para el comercio. Tienen una fábrica de lona, de tiendas, y como Pablo de oficio era tejedor de esteras, se encuentran en la sinagoga y contratan a Pablo, le dan trabajo y hospitalidad en su casa. Quizás fueran ya cristianos; pero si no, seguramente conociendo a Pablo se convierten. En su tiempo libre Pablo predica el Evangelio, trabaja con sus manos y se gana la comida.
En su tiempo libre va a ese lugar, en la plaza de la sinagoga, y se reúne con la gente; conoce a la gente de Corinto, esa gente que está de paso y ofrece otro tipo de diversión; ofrece una palabra evangélica. Cuando Silas y Timoteo llegan de Macedonia, trabajan ellos para mantener el grupo y Pablo tiene todo el tiempo disponible para predicar el Evangelio. Se detiene un año y medio; es un récord; hasta este momento, nunca había parado tanto en una ciudad. Evidentemente encuentra que hay una gran cantidad de gente en esa ciudad por lo que se compromete con gran celo por la proclamación del Evangelio.
Un año y medio después, hubo cambio de gobernador, porque Corinto es capital de la Acaya, sur de Grecia, y esto hace que los judíos se aprovechen de ello para acusar a Pablo, pero el gobernador Galión, procónsul de Acaya, es un hombre sabio, es el hermano del filósofo Séneca. Apenas escucha la acusación de los judíos dice: “Si se tratara de algún delito o de una acción criminal, yo los atendería como es debido. Pero como se trata de discusiones sobre palabras y nombres y sobre la ley judía, arréglense ustedes. No quiero ser juez de esos asuntos”. Y los judíos se la toman con Sóstenes, jefe de la sinagoga; lo golpearon en la plaza del mercado, como un incapaz, que no ha sido capaz de llevar a cabo un juicio. Galión no está interesado en nada.
Pablo, ahora libre, toma el barco y regresa a Antioquía. Así termina el segundo viaje. Estamos en el otoño del 52. Ha concluido otro momento significativo en el que el apóstol ha dado vida a nuevas y hermosas comunidades cristianas.