Los Hechos de los Apóstoles
19. Porcio Festo y Agripa II
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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19. Porcio Festo y Agripa II
En la primavera del año 60, en Cesarea Marítima, se tuvo el cambio del gobernador de Judea. Antonio Félix dejó el lugar a Porcio Festo. El nuevo procurador se encontró que entre los numerosos casos a resolver también estaba la cuestión de un prisionero llamado Pablo. Durante dos años el apóstol fue internado en Cesarea, en el pretorio romano, en espera de juicio; no había razones serias para acusarlo, pero el gobernador Antonio Félix, por un lado, quería complacer a los judíos manteniéndolo en prisión y por otro lado esperaba que el prisionero pagara un soborno para liberarse. No habiendo sucedido nada, Antonio Félix le dejó el asunto por resolver a Poncio Festo. Cuando Festo sube a Jerusalén para hablar con las autoridades del sinedrio, le piden que transfiera al prisionero a Jerusalén.
La intención siempre fue la misma, como hemos visto en el pasado, eliminar violentamente a Pablo con una emboscada durante una transferencia. “Festo respondió que Pablo seguía custodiado en Cesarea, ya que él mismo volvería pronto allá. Y añadió: Sus responsables que bajen conmigo y, si ese hombre es culpable de algo, que presenten allí su acusación. Festo se detuvo en Jerusalén no más de ocho o diez días; después bajó a Cesarea”.
Lo siguen algunos judíos que van precisamente para acusar a Pablo y el juicio se renueva. Pablo en su defensa dice que no tiene ninguna culpa ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra el César. Los acusadores no pueden probar ninguna acusación y Pablo refuta a todas las acusaciones. Festo le propone si quiere ir a Jerusalén para ser juzgado ante el tribunal judío sobre estos asuntos. Le dice: si prefieres ser juzgado por ellos es posible.
Ciertamente Festo quiso deshacerse del problema porque no sabía por dónde tirar y ofrece de nuevo a Pablo la posibilidad de ir al sinedrio. Pablo rechaza esta posibilidad porque se da cuenta de que no hay apertura a la verdad; no hay actitudes disponibles para un juicio serio y por lo tanto juega su carta extrema. “Pablo replicó: Estoy ante el tribunal imperial, donde debo ser juzgado. Sabes muy bien que no he perjudicado a los judíos. Si he cometido un delito capital no me niego a morir; pero si no hay nada de lo que éstos me acusan, nadie puede entregarme en su poder. Apelo al emperador. Entonces Festo, después de consultarlo con sus consejeros, dijo: Has apelado al emperador, irás al emperador”.
Son dos fórmulas muy importantes. Pablo, como ciudadano romano, tiene el derecho de ser juzgado por la corte imperial en la capital, en Roma. Es un tribunal de apelación, es el último grado de juicio ya que los diferentes tribunales locales no han tenido el coraje de tomar una posición, Pablo pide ser juzgado por el César, directamente en Roma. Festo consulta y evidentemente sus expertos le dicen que tiene derecho a ello y que la cosa se puede hacer; entonces el gobernador emite la sentencia: “irás al emperador”. Ya que has apelado a la autoridad del emperador, serás transferido a la capital del imperio y allí enfrentarás el juicio. Por lo menos se ha tomado una decisión; Pablo se ha liberado del problema del juicio judío en el sinedrio.
El traslado a Roma requiere la ocasión propicia y por lo tanto la estancia forzada a Cesarea sigue por algún tiempo. Llegan a Cesarea, para rendir homenaje al nuevo procurador, el rey Agripa y Berenice, son hermano y hermana, y tenían la tercera hermana, Drusila que era esposa de Antonio Félix, el ex gobernador. Ahora van a visitar al nuevo gobernador porque Agripa, Herodes Agripa Segundo, era rey de Cálcide, un pequeño reino en el norte de Transjordania (Líbano), y por lo tanto muy cerca del área de Cesarea Marítima. Es una visita de estado, es una visita de cortesía; entre las diversas cosas que hablaron está también el caso del prisionero Pablo. Festo le cuenta cómo fueron las cosas, pidiendo consejo ya que Agripa y Berenice son judíos y entienden un poco más de esos temas religiosos que mueven al pueblo.
Festo termina la presentación diciendo que el prisionero apeló al César. “Entonces yo mandé custodiarlo hasta que pueda enviarlo al emperador. Agripa contestó: A mí también me gustaría escuchar a ese hombre. Le respondió: Mañana lo escucharás. Al día siguiente se presentó Agripa con Berenice, con toda pompa, y entró en la audiencia acompañado de comandantes y gente principal de la ciudad. Festo hizo traer a Pablo”.
Es una audiencia solemne, están presente todas las autoridades de la Galilea, se sientan con una actitud suntuosa: el rey Agripa, la princesa Berenice, las autoridades romanas y aparece entre ellos el prisionero Pablo. Festo presenta al rey Agripa y a todos los ciudadanos honorables presentes el caso de este hombre. Por su parte admite que no sabe qué escribir al emperador. “Por eso se lo he presentado a ustedes y especialmente a ti, rey Agripa, para que después de este interrogatorio yo pueda escribir un informe. Porque no me parece razonable enviar un preso sin explicar los cargos contra él. Agripa dijo a Pablo: Puedes hablar en defensa propia”.
Y Pablo tiene una enésima apología. Pablo se defiende haciendo un discurso de autodefensa. Y una vez más, en el capítulo 26 de los Hechos, Lucas presenta una síntesis autobiográfica de Pablo. Es un relato importante y muy extenso, retoma la situación de la vida del apóstol desde el principio, explicando al rey Agripa, buen conocedor de la situación judía, que cuando Pablo era joven pertenecía a la ‘airesis’ de los fariseos, la más rígida de la secta del grupo farisaico.
“Serví a Dios noche y día con perseverancia, fui un feroz protestante de la predicación que se hacía en nombre de Jesús el Nazareno. Muchas veces en las sinagogas yo los maltrataba para hacerlos blasfemar; y mi furia creció hasta el punto de perseguirlos en ciudades extranjeras, pero justo en este momento me encontré con Jesús”. Y una vez más, por tercera vez, nos encontramos con la historia del camino de Damasco en la que Pablo, en primera persona, cuenta ese evento decisivo de su historia. “Pregunté: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor respondió: Soy Jesús, a quien tú persigues. Ponte en pie; que para esto me he aparecido a ti, para nombrarte servidor y testigo de que me has visto y de lo que te haré ver”.
Pablo tiene el conocimiento de que ha sido hecho ministro y testigo. Tuvo un encargo oficial de Cristo resucitado. Ha sido llamado a ser apóstol, testigo personal, ha tenido la experiencia de Cristo resucitado y por lo tanto se convierte en un testigo creíble de las cosas que él mismo ha visto en persona. Continúa informando sobre la palabra que el señor le dijo: “Te defenderé de tu pueblo y de los paganos a los que te envío. Les abrirás los ojos para que se conviertan de las tinieblas a la luz, del dominio de Satanás a Dios, y para que reciban, por la fe en mí, el perdón de los pecados y su parte en la herencia de los consagrados”.
Pablo no especifica muchas otras cosas teológicas a Agripa, simplemente explica que su posición es la de un hombre religioso que ha madurado el conocimiento del judaísmo, cree en la venida del Mesías, ha reconocido que Jesús de Nazaret es el Mesías muerto y resucitado y ha pasado su vida dándolo a conocer a los demás. “No desobedecí, rey Agripa, a la visión celeste, sino que me puse a predicar: primero a los de Damasco, después a los de Jerusalén, en toda la Judea y a los paganos, que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, con prácticas válidas de penitencia. Por este motivo se apoderaron de mí los judíos e intentaron acabar conmigo. Pero, protegido por Dios hasta hoy, he podido seguir dando testimonio ante pequeños y grandes, sin enseñar otra cosa que lo que predijeron los profetas y Moisés, a saber, que el Mesías había de padecer, resucitar el primero de la muerte y anunciar la luz a su pueblo y a los paganos”.
El final es solemne. Es una maravillosa síntesis en la que Pablo muestra cómo la fe cristiana encaja perfectamente en tradición judía. ‘Tengo la fe de los profetas y de Moisés, creo que lo anunciado ha sucedido, el Cristo es el primero entre los resucitados, gracias a él llega la luz al pueblo de Israel y a todos los demás pueblos’. Mientras Pablo hablaba de esta manera en su defensa, Festo ya no puede callarse y exclama: “Estás loco, Pablo. Tanto estudiar te ha vuelto loco”.
El que habla es un romano, es un hombre de leyes, es un gobernador, una persona práctica, muy material. Todos estos discursos según él son locuras. Ese hombre ha estudiado demasiado; es un conocimiento exagerado y por eso los estudios lo han convertido en un maníaco. “Replicó Pablo: No estoy loco, ilustre Festo, más bien pronuncio palabras verdaderas y sensatas. El rey entiende de todo esto y a él me dirijo con franqueza; porque no creo que ignore nada de esto, ya que son cosas que no sucedieron en lugares ocultos. ¿Crees a los profetas, rey Agripa?”.
Se dirige a él directamente a quemarropa, le hace una pregunta muy personal… “Sé que les crees. Agripa respondió a Pablo: Por poco no me convences de hacerme cristiano. Respondió Pablo: ¡Quiera Dios que por poco o por mucho, no sólo tú, sino todos los oyentes fueran hoy lo que yo soy…!”. Entonces se da cuenta que sus manos están encadenadas y se disculpa: “me gustaría que se convirtieran como yo pero sin estas cadenas”. ‘Ciertamente no me gustaría que se convirtieran en un prisionero, en una situación angustiosa como la que estoy viviendo ahora; me gustaría que se convirtieran como yo, en discípulos de Cristo.
Agripa lo he escuchado con atención y no está claro si lo hace por burla o por emoción genuina: admite “Por poco no me convences de hacerme cristiano”. Me estás convenciendo. La alocución está tomando un giro que corre el riesgo de volverse seria y por eso interrumpen. “Se levantaron el rey, el gobernador, Berenice y los asistentes, y al retirarse comentaban: Ese hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o la cárcel. Agripa dijo a Festo: Podría haberse marchado libre si no hubiera apelado al emperador”.
Ahora que Pablo ha pedido ser juzgado ante el emperador en Roma, otra autoridad judía, Herodes Agripa Segundo, sugiere a Festo que podría ser liberado. Es un hombre que no merece ni juicio, ni condena. Probablemente le tienen lástima, no le creen, lo compadecen de alguna manera, creen que es un hombre religiosamente fanático con sus grandes expectativas idealistas, pero no es un delincuente y no es un personaje peligroso.
Podría ser liberado, pero existe ese importante recurso, el preso es un ciudadano romano, apeló al emperador, y tiene derecho de acudir a la corte imperial y por tanto ahora Festo ya no tiene el poder de emitir un juicio y decide que tan pronto como sea posible el prisionero sea trasladado a Roma. Los dos últimos capítulos de los Hechos, 27 y 28, narran el largo viaje por mar que Pablo debe realizar en el traslado de Cesarea a Roma. “Cuando se decidió que navegáramos hacia Italia…”.
Notemos inmediatamente que el capítulo 27 comienza con la primera persona del plural. Hasta ahora la historia estaba en tercera persona del plural. En 27,1 se habla de ‘nosotros’. “Cuando se decidió que navegáramos hacia Italia, encomendaron a Pablo y a otros presos a un centurión llamado Julio, de la cohorte Augusta. Nos embarcamos en una nave de Adrumeto, que iba a partir hacia los puertos de Asia y zarpamos. Nos acompañaba Aristarco, un macedonio de Tesalónica”.
“Nos acompañaba…”. Es Lucas el que está hablando, es el autor de los Hechos. Pablo es enviado junto con Lucas y Aristarco, un cristiano nativo de Tesalónica, uno de los que había seguido a Pablo a Jerusalén en el año 58. Luego Pablo había sido transferido a Cesarea, habían transcurrido dos años esperando el juicio y finalmente, en el otoño del año 60, comienza la transferencia.
Y esta última parte de los Hechos, escritos en primera persona plural, toma como una fuente de referencia ese libro de registro que Lucas, acompañante de Pablo, probablemente escribió en vivo, mientras se realizaban los viajes. Los hemos ya encontrado en capítulos anteriores; son siempre relatos de movimientos por mar donde Lucas hace referencia a su presencia en el grupo que acompañaba a Pablo.
Es evidente que por la exactitud de las noticias depende de las notas que tomó mientras se realizaban estos viajes. La historia del traslado a Roma es muy detallada, presenta nombres de personas, de lugares geográficos y con detalles precisos de crónica narra la evolución de este viaje por mar. Pablo es confiado a un centurión de nombre Julio, de la cohorte Augusta; es el nombre del mariscal que debe tenerlo en custodia.
Pablo está atado con cadenas a un soldado romano, evidentemente junto con otros prisioneros y fue abordado en un barco de tal manera que puedan llegar a la capital. No se puede organizar una transferencia para un solo hombre; habrán esperado a tener una cierta cantidad de prisioneros para enviar a la corte romana y organizan, por lo tanto, esta navegación. El barco se dirigía a Adrumeto, y está destinado a los puertos de la provincia de Asia, la zona de Éfeso. Es difícil encontrar un barco que vaya directamente a Roma; las líneas de comunicación se trazaban desde estos barcos que hacían un servicio habitual pero siempre de pequeño cabotaje, por lo tanto, navegando de puerto en puerto, sin aventurarse en pleno mar Mediterráneo. Por tanto, el narrador con atención cuenta las distintas etapas.
“Al día siguiente arribamos a Sidón”. De Cesarea salen hacia el norte y se paran a Sidón, por lo tanto, un día de navegación y una noche en el puerto. “Y Julio, por consideración a Pablo, le permitió ir a ver a sus amigos para que cuidaran de él”. En el viaje de ida hacia Jerusalén se habían detenido en Tiro, en el viaje en el que es un prisionero se detienen en Sidón. También en Sidón hay un grupo de cristianos y Julio trata bien a Pablo y le da unas horas de permiso libre para encontrarse con la comunidad cristiana que vive en Sidón. Incluso como prisionero Pablo sigue siendo un misionero, el pastor de la iglesia.