El Evangelio
según San Juan
Parte 1. Juan: un Evangelio simbólico
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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1. Juan: un Evangelio simbólico
El evangelio según Juan es el cuarto de la serie de evangelios y es una obra excepcional desde el punto de vista literario y teológico; una escritura deliciosa, aparentemente simple, pero en realidad muy profunda, rica en una gran teología, fruto de una profunda y atenta meditación. Nuestros hermanos orientales ortodoxos llaman a Juan ‘o theologos’, el teólogo por excelencia, el que contempló a Dios en la carne; el Logos hecho carne fue encontrado por los discípulos, entre ellos Juan, y este encuentro trajo una experiencia del misterio divino. Una tal experiencia que le permitió penetrar en las profundidades del Espíritu.
Uno de los más antiguos comentaristas de los evangelios, Clemente de Alejandría, gran maestro del siglo tercero, dice que Juan, habiendo visto que los otros evangelistas habían expuesto ‘ta somatika’, las cosas corpóreas, físicas, materiales relacionadas con la existencia histórica de Jesús, compuso a su vez uno ‘ewanguelium pnaumatikon’, un evangelio espiritual; y de hecho, la tradición ha llamado habitualmente al escrito de Juan ‘evangelio espiritual’; sin embargo, no es fácil explicar en qué sentido es ‘espiritual’.
El ‘espíritu’ no es lo opuesto a la materia; el espíritu es la vida de Dios, es la inteligencia penetrante del Señor, es la Sabiduría. Este texto espiritual, por lo tanto, quiere profundizar el significado de los hechos; no los cancela, los profundiza; considera los hechos desde un punto de vista teológico y luego va al fondo para llegar al mensaje más profundo.
En este sentido es espiritual porque capta la realidad significada por el hecho histórico de Jesús. Por eso, podríamos utilizar, en lugar del término espiritual, otro término que se adapta más a nuestro lenguaje actual y decir que el evangelio de Juan es ‘simbólico’.
El término ‘símbolo’ es precioso; proviene de la antigüedad e indica una cosa que debe combinarse con otra. Tratemos de reflexionar sobre la palabra. ‘Sym – bolon’; como término griego está compuesto de dos elementos: la preposición ‘sim’ que quiere decir ‘juntos’ y ‘bolon’, cuya raíz es el verbo ‘balo’ = poner, arrojar. Por tanto, una cosa simbólica debe estar junto con otra para obtener una totalidad.
Un elemento curioso en los antiguos orfanatos: se conservan todavía restos de objetos divididos por la mitad que fueron usados por los padres que llevaban allí a un niño. Por ejemplo, pañuelo bordado, cortado en dos, se ponía la mitad junto al niño; implícitamente se entiende que el que traía la otra mitad de ese pañuelo es el padre. Si alguien quería presentarse, por ejemplo, en Florencia en el Hospital de los Inocentes, para solicitar el reconocimiento del niño, esa mitad era un documento autorizado para reconocer el hijo porque juntando las dos piezas se obtenía una totalidad. Piensen en el trabajo de quienes arman un rompecabezas con una miríada de piezas que en sí mismas tienen poco valor o sentido, pero con paciencia, juntando los diversos detalles, se compone un cuadro con una figura bien precisa. Es la misma realidad del mosaico: un espléndido mosaico está hecho de muchas piezas; si desmontásemos el mosaico separando las distintas piezas también podríamos catalogarlas, contarlas, especificar de dónde vienen las baldosas de oro, de qué minerales son las azules y las rojas, pero al final nos arriesgaríamos a no saber qué representaba el mosaico. Esta no es la manera de estudiar un gran mosaico.
No se trata de desmontar las piezas sino de aprehender el todo; y solo poniendo juntas las piezas se entiende el mosaico, el mensaje que el que compuso el mosaico, armando los detalles, quiso transmitir. El procedimiento simbólico, por tanto, es en la literatura, este compromiso del lector de juntar lo que aparece con el significado que está detrás.
El verbo derivado de ‘symbolon’ no lo usa Juan sino el evangelista Lucas, y lo usa solo una vez para María, cuando dice que la madre de Jesús custodiaba estas cosas meditando sobre ellas en el su corazón. Un lector que encuentra el verbo ‘meditar’ nunca imagina que en griego es: συμβάλλουσα – symbalousa. ‘Conferens’ traduce el latín: ‘ferens cum’ = poniendo junto. ¿Qué es la meditación? Es precisamente este compromiso de juntar todos los pequeños detalles de tal manera que se tenga una imagen completa. Cuando la imagen esté completa la comprensión es mayor, más profunda.
El lector encuentra muchos detalles, al igual que aquellos que hacen la experiencia histórica. Al conocer a una persona conocemos muchos detalles de esa persona, pero lo que importa no es el análisis meticuloso de todos los detalles sino poner juntas estas realidades para tener el retrato no tanto físico sino moral, espiritual, de esa persona. Esa es la manera con que los evangelistas hicieron el retrato de Jesús.
En particular, Juan hizo un retrato simbólico, donde muchos detalles de la historia tienen un sentido, un significado que el lector debe aprender a captar. Por eso el mismo autor, terminando su obra, al final del capítulo 20, dice haber escrito los signos. Es una de las palabras características del cuarto evangelio. Después de haber contado el encuentro del resucitado con los discípulos, el autor termina así: “Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están relatadas en este libro. Éstas quedan escritas para que crean que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él” (Jn 20,30).
Este final es precioso porque revela la intención del autor. En primer lugar, Juan nos dice que ha escrito signos hechos por Jesús, de no haberlos escrito todos, sino haber hecho una selección. Llamar ‘signos’ a las obras de Jesús significa que el autor considera que esos eventos de la historia humana de Jesús son significativos en el sentido de que comunican un significado adicional. Los signos son cosas que hacen referencia a otras cosas; los signos son inevitablemente materiales, pero se refieren a una realidad mayor. Si ves huellas en la playa estás viendo un signo. ¿Qué es una huella? Es simplemente arena un poco más presionada, pero de la forma que tiene esa arena prensada, entiendes que ha pasado un hombre o que ha pasado un perro y tienes una indicación de la dirección en la que camina; no ves al hombre, ni siquiera ves el pie, pero al observar la arena prensada de cierta manera entiendes que un hombre ha pasado. Lo imaginas porque la inteligencia humana es simbólica, junta los detalles.
Se necesita un pequeño momento para hacer todo este proceso mental. Vi la arena prensada y entendí que ha pasado un hombre porque si la arena tiene esa forma significa que fue una bota que la produjo, pero la bota no camina sola, debe haber un pie dentro, y el pie unido a una pierna, la pierna es parte de una persona. Si el pie es grande, obviamente la persona que pasó por allí es grande.
Es un razonamiento muy rápido, pero hay pasos importantes; este es un proceso simbólico. Tan pronto como huelo a humo, entiendo que algo se está quemando porque no habría humo si no hubiera fuego ardiendo. Las señales son cosas que hacen venir a la mente otras cosas. El humo trae a la mente el fuego, me recuerda que me olvidé de la olla en el fuego. Huelo el olor del humo por la nariz y me vino a la mente lo que me había olvidado. Es un hecho simbólico; mi cerebro razona de esta manera; y los literatos que construyen sus textos de manera simbólica realmente quieren una colaboración con el lector. Buscan un lector inteligente. Imagina que el autor te guiña un ojo mientras te cuenta una acción, en la que te dice: ‘presta atención, ten cuidado, intenta comprender lo que quiero decir; mira en profundidad, ve más mira atrás ¿comprendes la referencia?’. Se advierte al lector y éste intenta leer el texto con atención.
Juan muestra que todos los hechos históricos de la vida terrenal del hombre Jesús son signos del amor de Dios. Signos de cómo es Dios, de cómo piensa Dios, de cómo actúa Dios en la historia. Viendo a Jesús, personaje histórico, reconocible, documentable, al ver sus obras entiendes lo que Dios hace; es la posibilidad de ver lo invisible. El narrador simbólico muestra a través de los hechos experimentables lo que está más allá, de lo que no es humanamente visible, pero es revelado por Jesús.
La idea clave para Juan es que Jesús es el revelador del Padre. El Logos, el pensamiento, la Palabra, la sabiduría eterna de Dios hecho carne, ha sido experimentada por los discípulos que la han tocado, la han visto, la han conocido, han entendido más, han entendido a Dios porque el Logos hecho carne ha revelado que Dios es Padre. Han revelado sus gestos, la manera de ser, de pensar, de actuar de Dios. Es por eso que los llama ‘signos’.
No es sinónimo de milagro, no es simplemente algo maravilloso que llama la atención; es algo significativo que significa algo. Así, Juan nos dice que Jesús hizo muchas señales, pero ‘yo he escogido solo algunas; elegí algunas para contarles estas señales para que ustedes crean’. La fe de los oyentes es el objetivo del evangelista Juan, no tanto para que ‘comiencen a creer’ sino para que continúen creyendo.
El evangelio de Juan no es el texto de un primer anuncio, no es una historia elemental; es un texto profundo que es válido para personas que tienen competencia literaria. Precisamente por su profundidad espiritual, no va dirigido a principiantes; y desde la antigüedad, los antiguos Padres siempre consideraron a Juan el evangelio para los iniciados, para los maduros, para los avanzados; no es el primer paso para conocer a Jesús. Es necesario, sin embargo, para seguir creyendo y madurar en la fe.
El objeto de esta fe se especifica como: Jesús en cuanto Cristo e Hijo de Dios. Si piensan un poco, el comienzo del evangelio de Marcos es análogo. Marcos comienza diciendo: Les narro dónde se origina la buena nueva: es que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Marcos es un evangelio para principiantes, para los catecúmenos que comienzan a conocer a Jesús y el objetivo es mostrar el origen de esta afirmación: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.
Juan es el cuarto evangelista, escribe años después, escribe un texto más profundo, lo escribe para los avanzados y el objetivo es el mismo. El objeto de la fe es siempre que Jesús es Cristo, es el Hijo de Dios. Cristo indica la función, tiene la tarea mesiánica del rey consagrado, es el delegado oficial de Dios. Hijo de Dios se refiere a la naturaleza, la esencia de ese hombre que no es simplemente un rey, sino que es el Hijo, es el Hijo de Dios. Es Dios como el Padre que realiza el proyecto mesiánico de una manera absolutamente nueva en comparación con lo que era el pensamiento de los antiguos profetas.
Hay una continuidad, un cumplimiento, pero también una superación excepcional; hay una novedad extraordinaria y Juan como judío acogió a este maestro y entendió que es mucho más que un maestro, ha visto su gloria, ha entendido su esencia, su naturaleza, ha entendido su divinidad, ha entendido que es la imagen del Padre, el Logos que revela la auténtica divinidad. No solo da a conocer, sino que comunica la vida.
Si se fijan bien, los fines son dos: ‘para que crean’ y ‘para que creyendo tengan vida’. Creer no es un fin en sí mismo; es el pasaje para llegar a la vida en el nombre de Jesús, esto es, en plena comunión con él. El objetivo es vivir. Vivir bien, realizar una vida plena. El camino para alcanzar esta plenitud de vida es la fe. La fe se comunica a través de un testimonio.
El evangelio de Juan es el testimonio del discípulo amado. El término ‘testigo’ es muy especial para Juan. Él se presenta como el testigo, él estaba allí, el que vio y comunica a los demás la belleza de lo que experimentó, la base de lo que entendió. La narración de Juan se encierra entre dos testimonios: al principio presenta a Juan el Bautista que da testimonio de Jesús cuando comienza su ministerio; y al final, en el capítulo 19, después de que el soldado abrió el costado de Jesús crucificado, el que estaba presente, Juan, testigo presencial dice: “El que lo vio lo atestigua y su testimonio es verdadero; él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean”.
Es un paréntesis en el que el autor interviene en el texto; es una intrusión literaria, un paréntesis en la narración. Da el testimonio, mira al lector a la cara y le dice: ‘Yo soy testigo presencial; lo vi y te lo digo para que tú puedas llegar a una conclusión importante, para que tú también creas, como yo he creído’. Juan el Bautista comienza la obra dando testimonio de Jesús.
Juan evangelista culmina la obra dando testimonio de Jesús. Y toda la historia humana de Jesús se encierra entres estos testimonios de dos discípulos, ambos llamados Juan. Pero no es fácil decir quién es Juan, el autor del cuarto evangelio porque en el texto su nombre no aparece, ni tampoco se presenta. La única forma en que se presenta es ‘el discípulo amado’ o ‘el testigo’, ‘el que ha visto y da testimonio’, pero todos, desde la antigüedad, siempre han llamado a este discípulo testigo: Juan, el evangelista, el teólogo.