El Evangelio
según San Juan
Parte 10. La preparación para la Pascua de Jesús
Videos por el Fr Claudio Doglio
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10. La preparación para la Pascua de Jesús
“Muchos judíos que habían ido a visitar a María y vieron lo que hizo creyeron en él. Pero algunos fueron y contaron a los fariseos lo que había hecho Jesús”. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decidieron condenarlo a muerte”.
Lo que Jesús había hecho a favor de su amigo Lázaro es una señal que puede llevar a la fe. Pero no nos obliga a creer. La fe como respuesta de una persona, es gratuita. Viendo la señal realizada por Jesús muchos de los judíos creyeron. Pero algunos se negaron a interpretar ese hecho como una señal de que Jesús tiene razón, que su pretensión de ser Dios es razonable, y denuncian el hecho a las autoridades. El Sanedrín se reúne en sesión solemne y toma una decisión. Al final del Capítulo 11, el evangelista Juan muestra cómo habiendo dado vida a su amigo Lázaro, a Jesús le cuesta la vida. Caifás, sumo sacerdote, dice interviniendo frente al Sanedrín: ‘no entienden nada’. Es una frase irónica: “¿No ven que es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que muera toda la nación?".
El evangelista señala que dijo esto porque estaba inspirado, iluminado por Dios como Sumo Sacerdote. Comprendió que era bueno que Jesús muriera. Pero al mismo tiempo, también les está diciendo a las autoridades judías que no entienden nada y su pensamiento está distorsionado. Está proyectando un mal. Está decidiendo eliminar físicamente a Jesús como un personaje peligroso. Sin embargo, de esta manera cumple el buen plan de Dios, dar vida a la humanidad. A partir de ese día, por tanto, decidieron matarlo.
“Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se marchó a una región próxima al desierto, a un pueblo llamado Efraín, y se quedó allí con los discípulos”. Jesús todavía está lejos porque decide cuándo ser capturado. Quiere que su sentencia coincida con la fiesta de la Pascua para que su sacrificio se realice en plenitud como acontecimiento pascual de liberación, de paso de la muerte a la vida. El versículo cincuenta y cinco del capítulo once marca un descanso: “Se acercaba la Pascua judía y muchos subían del campo a Jerusalén para purificarse antes de la fiesta”.
Esta es la tercera vez que el evangelista se refiere a la fiesta de la Pascua. Por tanto, estamos en el tercer año del ministerio de Jesús. Esta nota inaugura la última fase de la narración. Estamos en el clímax. Antes de la fiesta de la Pascua, seis días antes, le preparan una comida en Betania. Es una especie de cuenta atrás para llegar al momento culminante de la muerte y resurrección de Jesús. Los lectores recuerdan que el relato de Juan comienza con una semana. Unos días seguidos preparan el pasaje de Juan el Bautista a Jesús. Es el sexto día. Hubo un banquete en Caná de Galilea. A partir de ahí empezó todo. Ahora cenamos en Betania seis días antes de la Pascua. La última semana, la semana escatológica, decisiva y definitiva comienza con un banquete particularmente significativo. Lázaro el muerto es uno de los comensales. Marta sirve y María hace un gesto de gran cariño. En la tradición iconográfica María suele vestirse de rojo, el color del amor y el cariño, mientras que Marta, imagen del servicio está con un vestido verdoso, ligado más bien al cansancio, al sudor, al compromiso.
La escena familiar que encontramos en la historia de la reanimación de Lázaro ahora se revive en la mesa. María, la que se deja llevar por un cariño particular, hace un gesto profético. Tomó trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy precioso. Ungió los pies de Jesús luego los secó con su cabello. Toda la casa se llenó del aroma de ese perfume. Eliminemos la imagen de la pecadora que a menudo se presupone en esta escena.
María de Betania, de hecho, no se presenta como pecadora. Es una persona unida por una fuerte amistad con Jesús y hace un gesto de extrema generosidad, incluso, un desperdicio. Trescientos gramos de perfume de nardo genuino es muy caro y se pueden despilfarrar simplemente para ungir a Jesús. Pero el Maestro interpreta esa unción como una figura profética. El perfume que llena la casa es la imagen del amor generoso y gratuito. Es una imagen profética de lo que Jesús está a punto de hacer: perder la vida. Podemos hablar de desperdicio de un frasco de perfume. Pero la vida de Jesús, humanamente hablando, es desperdiciada. Una persona, tan joven, tan inteligente, muere de esa manera. Cuántas cosas podría haber logrado todavía; es un clímax, es una pérdida exagerada de amor. Es la imagen de un Dios que ama más allá de toda medida humana. Esta mujer sabia que participa en el banquete es de alguna manera una figura eucarística que la anticipa con su gesto de cariño y despilfarro.
Judas representa una mentalidad económica y la reprende porque podría haber vendido por 300 denarios ese ungüento y podría haber sido utilizado para ayudar a los pobres. Jesús, que siempre ha estado del lado de los pobres, no tiene esta mentalidad mercantil. Judas recibirá solo treinta denarios por la traición a Jesús y ese ungüento habría costado 300 denarios. Un auténtico discípulo no es el que cuenta el costo, sino el que está verdaderamente ligado por un profundo afecto a Jesús y sabe entregarse, no simplemente sabe cómo calcular el costo de organizar los servicios, sino que está unido personalmente a Jesús. Y de esto deriva una nueva capacidad de amar a los demás.
Al día siguiente, Jesús entra en Jerusalén. Betania no está demasiado lejos de la ciudad santa. Jesús entra en la capital acogido triunfalmente por el pueblo. Al entrar en el templo de Jerusalén, Jesús comienza a enseñar. La segunda parte del capítulo 12 del evangelio según Juan muestra una antología de palabras dichas por Jesús durante ese último momento de enseñanza en el templo.
Algunos extranjeros griegos quieren ver a Jesús y se lo comentan a dos apóstoles que tienen nombres griegos, Felipe y Andrés. ‘Queremos ver a Jesús’. Pero Jesús no los satisface. Cambia de tema. Habla de sí mismo como un grano de trigo que debe caer al suelo para dar mucho fruto. Jesús se presentará a los griegos más tarde. No es la curiosidad de ver al Jesús humano lo que pueda realizar la salvación de los griegos. No olvidemos que la Iglesia donde nace el Evangelio es la iglesia griega. Es el ambiente de los no judíos, de lengua griega. Jesús se acerca a los destinatarios del Evangelio después de la Pascua. No llega físicamente, pero llega por mediación de los discípulos, por su testimonio, por sus palabras, a través de la liturgia, de los sacramentos de la iglesia, a través del texto del Evangelio, el testimonio escrito del discípulo amado. Jesús, como un grano de trigo, debe morir en la tierra para dar mucho fruto.
“Ahora mi espíritu está agitado, y, ¿qué voy a decir? ¿Que mi Padre me libre de este trance? No; que para eso he llegado a este trance. Padre, da gloria a tu Nombre”. Esta es una versión joánica de lo que llamamos el momento de Getsemaní narrado por los sinópticos. Juan lo anticipa y muestra el alma angustiada de Jesús, llena de agonía. Humanamente habría pedido: líbrame de este momento. Pero toda su vida está orientada hacia esta hora. De nuevo, otro término muy importante en la teología joánica. En Caná, como recordarán, dijo Jesús, aún no había llegado su hora. Pero ahora ha llegado la hora. Ahora es la ‘hora’, la Pascua definitiva.
Ha venido para esto; por tanto, no se retira, sino que afronta la difícil situación. Pide al Padre: glorifica tu nombre. Es similar a la oración "Padre nuestro". Que tu nombre sea santificado o que se haga tu voluntad. Es su forma de hablar y su voluntad de llevar a cabo el plan del Padre. “Vino una voz del cielo: Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré”. Esto, podríamos entenderlo como la versión joánica de la transfiguración. Los Sinópticos sitúan en la montaña de Galilea un episodio en el que una voz desde lo alto dice: “Este es mi hijo en quien me complazco, escúchenlo”. Juan narra de una manera sumamente sobria el hecho de que viene del cielo la voz de Dios Padre que habla de la Gloria de Jesús. La gloria es el peso y la poderosa presencia activa de Dios. Él lo glorificó. Es decir, ha demostrado que verdaderamente es su representante y lo glorificará nuevamente. En la resurrección, la gloria de Jesús se revela completamente. Los discípulos pueden reconocer que es el unigénito del Padre, lleno del don de la revelación.
Una palabra importante que Juan pone en los labios de Jesús en este momento es: “Ahora comienza el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado. Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Estas son palabras que evocan el sentido de lo que va a pasar. Ahora, en este momento tiene lugar el juicio.
La separación, la condena del príncipe de este mundo, la figura diabólica, el enemigo que se arroja, se arroja al suelo, es el momento en que pierde el poder. Jesús anuncia que ahora está a punto de ser elevado. Es un verbo ambiguo, una expresión de las típicamente joánicas, con doble sentido. ‘Ser elevado’ significa colocarse en el trono, hacer carrera, pero también significa ser colgado en la infame madera de la cruz, por lo tanto, morir. “Cuando yo sea elevado de la tierra (cuando suba al cielo, cuando vaya a la cruz) atraeré a todos hacia mí”. ¿A cuál de estos dos sentidos se refiere Jesús? No debemos elegir. En este caso, en Juan significa ambos: la cruz y la gloria. Cuando Jesús es levantado en la cruz, ocurre la gloriosa exaltación. Asciende al trono, asume el poder divino y tiene el poder de atraer a todos hacia él. Este don de amor lleva a Jesús a la cruz. Es una energía que atrae hacia sí a toda la humanidad, quitando el poder al príncipe de este mundo que divide y crea odio. Es solo el amor generoso de Jesús que ofrece su vida para vencer el poder diabólico que separa y enfrenta a los hombres entre sí y contra Dios.
En este punto el evangelista cierra la narración. Hace una especie de equilibrio observando que a pesar de todas las señales todavía no creían en él. Esto ya fue previsto por el profeta. Esto era inevitable. La fe es un acto libre. Jesús no obliga a la gente a aceptarlo. Propone y deja la libertad de aceptarlo o rechazarlo.
Con el capítulo 13 comienza la última parte del Evangelio, la sección que generalmente se llama el ‘libro de la gloria’, o el ‘libro de la hora’. Pero no es precisamente al comienzo del Capítulo 13 donde comienza esta sección. Ya hemos visto que 11,55 es una referencia a la Pascua que marcó un pasaje y, por tanto, podríamos decir que el capítulo 12 es una especie de colchón. Puede quedar como conclusión de la primera parte o como introducción a la segunda parte. Es un momento de paso lento con repetidas referencias a la Pascua. Se acercaba la Pascua de los judíos (11,55); seis días antes de la fiesta de la Pascua (12,1). “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (13,1). Es una especie de prólogo.
En 13,1 tenemos el comienzo solemne de la cena pascual, el último momento del encuentro terrenal de Jesús con sus discípulos. El evangelista enfatiza la plena conciencia de Jesús. Sabe que ha llegado su hora, que ha llegado la hora tan esperada y deseada. Es la hora de pasar de este mundo al Padre. Es un lenguaje pascual que recuerda el pasaje y evoca la muerte de Jesús como un pasaje al Padre. Desde el momento en que todo lo que pasó antes que se caracterizó por el amor, e incluso lo que va a suceder ahora está marcado por el amor. El evangelista usa una expresión importante para decir que los amaba 'eis telos', "usque ad consummationem". No es simplemente hasta el final, o sea, hasta el último suspiro, mientras vivió los amó. Es precisamente la meta, el objetivo. El ‘telos’ es la meta el objetivo, el final. (Notamos cómo en castellano el matiz cambia de significado ‘la final’ con respecto a ‘el fin’; la misma palabra puede ser masculina o femenina.)
Aquí Juan quiere decir que Jesús amó a los suyos hasta el fin. ¿Qué significa eso? Hasta que se llegue al final, es decir, realizando el proyecto de redención humana. Esta expresión sirve como inclusión de toda la sección. Si vamos al otro extremo de este ‘libro de gloria’, al final del capítulo 19, la última palabra que el evangelista Juan pone en los labios de Jesús en la Cruz es: 'thethelesthai', ‘todo se ha cumplido’. Consumatum est. Tiene la misma raíz de 'telos'. Todo se acabó, no en el sentido de que se acaba sino en el sentido de que se realiza. Todo está terminado. Por tanto, el proyecto de Dios se ha realizado.
La sección principal de los capítulos (13–21) de la última parte del Evangelio se centra en el cumplimiento. Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta llevar a la plenitud del amor a toda la humanidad. Jesús lo sabe y, por tanto, sabiendo que todo ha sido entregado en sus manos, y que venía de Dios y a Dios volvería, se levanta de la mesa y se quita la ropa y con el lavamiento de los pies comienza la cena de despedida del testamento espiritual.