Apocalipsis de Juan 1
Visión introductoria
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
Visión introductoria
Un cordial saludo para todos los espectadores.
Con esta conversación comenzamos una nueva serie dedicada al Apocalipsis de Juan, el último libro del Nuevo Testamento. Un libro fascinante pero difícil. Difícil porque escribe en un lenguaje diferente al que estamos acostumbrados nosotros hoy. El libro que escribió Juan hacia finales del primer siglo después Cristo, pertenece a un género literario que los modernos han llamado ‘apocalíptico’, y es precisamente lo que da el título al último libro del Nuevo Testamento.
La primera palabra de este libro es precisamente ‘apocalipsis’. La primera dificultad radica en que esta palabra en nuestras lenguas modernas, especialmente en boca de los reporteros, se utiliza para hacer referencia a catástrofes, eventos desastrosos. En realidad, la palabra griega Ἀποκάλυψις = ‘apocalipsis’ significa 'revelación'. Está compuesta de dos términos: ‘apó’ que es una preposición que indica eliminación, exclusión y ‘calipto’ es el verbo que significa ocultar, aquello que cubre algo. Por tanto, si elimino lo que cubre ‘re-velo’ = quito el velo, hago ver lo que hay detrás. Apocalipsis significa ‘revelación’. Y continua: “revelación de Jesucristo”.
¿Qué es lo que este libro muestra? Por lo general, a esta pregunta muchos responderán ‘el fin del mundo’. Comencemos inmediatamente diciendo que el libro del Apocalipsis no habla del fin del mundo. Se titula: “Apocalipsis de Jesucristo”, es decir, la revelación de Jesús, que es el Cristo. Por tanto, como todos los otros libros del Nuevo Testamento, este último también habla de Jesucristo. Revela quién es el mesías Jesús; sobre todo revela en qué consiste su papel en la conducción del mundo. Juan parte de la contemplación del Cristo Resucitado, o sea del Cristo después de Pascua, después de su misterio de muerte, resurrección y ascensión al cielo, se sienta a la derecha del Padre y reina. Ya había escrito san Pablo a los corintios: “Cristo tiene que reinar hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15,25).
El Apocalipsis muestra la historia de salvación desde el principio, desde Adán, incluso desde la caída de los ángeles, para contar todas las etapas de la misericordia de Dios que intervino en la historia humana para salvar. El evento decisivo que ha revertido la situación es la muerte y resurrección de Jesús. Ahora es cuando el reino ha llegado. El Resucitado ascendió al cielo y se sienta a la derecha del Padre y su reino no tendrá fin. El Señor tomó posesión de su reino. Inauguró el reino y está reinando, aunque las cosas en el mundo continúan andando mal. Los cristianos de la primera comunidad, especialmente aquellos que vivieron alrededor a san Juan y en el entorno de Éfeso, capital de la provincia de Asia; hoy llamamos Turquía a esa zona en la costa occidental de Turquía.
Los cristianos de ese ambiente se encontraban en serias dificultades y quizás alguien se habrá preguntado ¿cómo es posible afirmar que el Cristo reina, que Él sea el que manda, si en cambio es el emperador de Roma el que manda? Y son muchas las otras fuerzas que nos oprimen: las leyes de la economía, del mercado… y nosotros estamos en una situación de gran malestar, de opresión. El apocalipsis nació como una obra de consuelo y aliento y se dirige, naturalmente, a una comunidad creyente que está pasando duras pruebas. Esto es típico del género apocalíptico. El que escribe una revelación quiere mostrar cómo más allá del velo está el control de lo que está pasando en ese lugar. Por tanto, no estamos abandonados; el mundo no está a merced de las fuerzas oscuras; incluso si el mal parece tener el predominio, el reino pertenece al Señor y a su Cristo.
Por tanto, Juan revela el señorío de Cristo para consolar a sus cristianos en dificultad y para alentarlos a que sean coherentes en el testimonio de su fe cristiana. Los cristianos tenían diferentes tipos de dificultades en la confrontación con los romanos porque el imperio comenzaba a pedir obediencia y adoración al emperador como divinidad. Y tenían aún más problemas serios con la mentalidad griega, filosófica y mágica muy generalizada en el ambiente de Éfeso. También tenían problemas con los judíos que eran muy fuertes en esa región y, a partir de los años 80, los judíos tuvieron fuertes controversias contra aquellos que ellos consideraron herejes cristianos. También tenían dificultad dentro de la misma comunidad porque se habían creado divisiones por motivo de diferentes opiniones y algunos cristianos eran de una mentalidad y otros tenían otra diferente. Y los grupos se enfrentaban entre sí.
En esta difícil situación nace el Apocalipsis de Jesucristo según Juan. Los primeros versículos de esta obra son un título de presentación. Y luego el trabajo se presenta como una carta de Juan a las siete Iglesias que están en Asia. Cuando se dice “Asia” se refiere a la provincia Romana llamada así; hoy usamos el término Asia para indicar un continente enorme. En tiempo de Juan era una pequeña región donde había siete ciudades a las que Juan dirige los mensajes. No existían solamente estas siete ciudades dentro de las cuales existían las comunidades cristianas, pero los números en el Apocalipsis tienen un significado no cuantitativo sino cualitativo. Y cuando se dice ‘siete’ se entiende la totalidad.
Escribiendo a las siete Iglesias, quiere decir que Juan escribe a todas las iglesias, simbolizadas por esas siete concretas. “Les deseo el favor y la paz” … parece un comienzo Paulino, parece ser el comienzo de una carta. La paz y la gracia deseada vienen de tres fuentes, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. “De parte de Aquel que es, que era y que será”. Dios se presenta con estos tres matices temporales: en el pasado, en el presente y en el futuro inminente. No dice que ‘será’ sino que ‘viene’, que ‘está viniendo’.
Segunda fuente: “de parte de los siete espíritus que están ante su trono”. Es el Espíritu Santo imaginado en siete llamas, en siete formas. En la liturgia llamamos al Espíritu: ‘septiforme’ y hablamos de los siete dones del Espíritu Santo para indicar la totalidad del Espíritu y de la gracia que de Él emana.
Tercera fuente: “De parte de Jesucristo, el testigo fidedigno, el primogénito de los muertos, el Señor de los reyes del mundo”. Se otorgan tres títulos importantes a Cristo. Él es el testigo fiel, y mejor decir digno de fe, garante y creíble; Él es quien garantiza la revelación de Dios y la resurrección de los fieles. Él es el primogénito de los muertos; el primero de los muertos que han sido engendrados a la vida nueva; es el primero de los resucitados, es el garante precisamente porque es el primero en haber pasado por esa situación, y se convirtió en el príncipe y cabeza de los reyes de la tierra. Por eso puede garantizar a los fieles gracia y paz.
Luego sigue una especie de aclamación litúrgica: Al que nos ama y nos libró con su sangre de nuestros pecados, e hizo de nosotros un reino, sacerdotes de su Padre Dios, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos, amén. El Apocalipsis se abre como un encuentro litúrgico. Y, efectivamente, el Apocalipsis es una liturgia. Ha nacido en la liturgia como una reflexión sobre las ‘antiguas escrituras’, y una meditación actual del poder que el Cristo Resucitado ejercita en la historia. Por tanto, la comunidad cristiana reunida para la celebración litúrgica siente y vive la presencia del Cristo Resucitado que actúa antes y ahora aquí con fuerza.
En el versículo 9 el autor Juan narra la ambientación inicial. Una manifestación de Cristo Resucitado quien le dio el encargo de escribir. Narra una especie de vocación profética. “Yo Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las pruebas, el reino y la paciencia por Jesús”. Dice Juan: como ustedes, yo también me encuentro en una situación de dificultad y como ustedes soy responsable de la situación del mundo. E igual que ustedes me esfuerzo en resistir. El Apocalipsis es una obra de resistencia; un manifiesto religioso que invita a los fieles a la resistencia.
“Me encontraba exilado en la isla de Patmos a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús”. Juan fue exilado en una isleta rocosa cerca de las costas de Éfeso. Estuvo incomunicado con la comunidad pues se lo tenía como una persona peligrosa. Y mientras se encuentra en este destierro, fuera del ambiente social, tiene una experiencia fuerte. “Se apoderó de mí el Espíritu” dice la Escritura. Hay traducciones que dicen ‘en éxtasis’ pero esto no me gusta en absoluto. No se habla ni de rapto ni de éxtasis.
Se habla de un devenir en el Espíritu, de una profundización en una condición del profeta que, dejándose guiar por el Espíritu, comprende en profundidad el sentido de la vida y de la historia. Se encontraba en el día del Señor, un Domingo. Es el día de la Resurrección, el día de Pascua. Precisamente en el contexto litúrgico del primer día de la semana. “Escuché detrás de mí una voz potente, como de trompeta… Me volví para ver de quién era la voz que me hablaba”. Gira y al hacerlo ve un personaje parecido al Hijo del Hombre. Es importante hacer notar este relato simbólico de ‘sentir a la espalda – darse vuelta – y ver cara a cara’. Representa el paso del Antiguo al Nuevo Testamento.
Anteriormente, había sentido hablar de atrás… solamente una voz; luego, habiéndose girado, o sea, habiéndose convertido, Juan pudo ver cara a cara al Cristo Resucitado, descrito con todos los elementos tomados de los antiguos profetas, especialmente de Daniel y Ezequiel. Si tienen una Biblia podrán ver en las referencias marginales que hacen referencia al Antiguo Testamento. Y si tienen un poco de paciencia y van a buscar esos textos podrán ver que la descripción de este personaje celestial está hecha con referencias literales pre-existentes; una especia de collage, un mosaico con elementos que ya existían. Lo que Juan está diciendo es que ‘el personaje glorioso del Hijo del Hombre de quien han hablado los profetas, es el mismo que yo he visto’. Y es el Cristo Resucitado.
“Una figura humana, vestida de larga túnica, el pecho ceñido de un cinturón de oro; cabeza y cabello blancos como la lana blanca o como nieve”. ¿Se han imaginado alguna vez al Cristo con cabellos blancos? ¿Por qué lo presenta de esa manera? Porque en el libro de Daniel, se menciona que el Padre Eterno es presentado con el cabello blanco. Es un título de honor, de respeto, de antigüedad. Es un elemento simbólico que caracteriza la divinidad. Por tanto, presentar a Jesús con las características del Padre Eterno significa, con el lenguaje simbólico del Apocalipsis, atribuir al Hijo del Hombre una cualidad divina.
Este juego de palabras es importante porque comunica un mensaje teológico. “Los ojos como llama de fuego, los pies como de bronce brillante y acrisolado, la voz como el estruendo de aguas torrenciales. En su mano derecha sujetaba siete estrellas, de su boca salía una espada afilada de doble filo; su aspecto como el sol brillando con toda su fuerza. Al ver esto, caí a sus pies como muerto…”. La reacción de la creatura frente a la aparición del divino es de debilidad extrema. “Pero él, poniéndome encima la mano derecha, me dijo: No temas”. Este es el símbolo inicial. El Cristo Resucitado se presenta a la comunidad en la persona del profeta que guía a esa comunidad, pone su mano sobre ese hombre, caído como un muerto y le dice: ¡No tengas miedo! “Yo soy el primero y el último, el que vive; estuve muerto y ahora ves que estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y el abismo”.
Este es el elemento más claro que caracteriza al Señor Jesús: ‘estuve muerto, pero estoy vivo’. De esta manera presenta la figura de Cristo muerto y resucitado. Actualmente, en la posición reinante de Aquel que tiene las llaves. Las llaves del mundo de los muertos. Él es el que manda. Él es el que puede abrir. Es el que quiere abrir y le dice a Juan y, a través de Juan, a la comunidad y también a nosotros: ‘No tengan miedo… en el universo yo soy el que mando… ten en cuenta mi situación de debilidad y de muerte, pero ten también en cuenta que he vencido y gobierno el universo; tengo el poder sobre la muerte’. Por tanto, “Escribe lo que viste” y envíalo a las siete Iglesias. La visión es el punto de partida de la misión.
Después de haber hecho la experiencia fuerte del Cristo Resucitado Juan debe comunicar a los demás su experiencia. ‘Porque me has visto, escribe a las siete Iglesias’. Y lo que sigue es la descripción simbólica que Juan ofrece del reino de Cristo en la historia del mundo. Pero, para comenzar y sin acabar el discurso directo, el Cristo Resucitado se manifiesta a Juan y le dicta siete mensajes para siete comunidades cristianas que vivían en la zona de Éfeso. Son las siete cartas que ocupan los capítulos dos y tres del Apocalipsis. Pero de esto hablaremos en la próxima conversación. Hasta la próxima