Apocalipsis de Juan 6
La Mujer y la Bestia
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
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La Mujer y la Bestia
Con el capítulo 12 el Apocalipsis comienza una nueva sección. Ya ha presentado el septenario de los sellos y luego el de las trompetas; ahora comienza la última parte. Está propiamente enfocada en el capítulo 16 que contiene el septenario de las copas. Pero hay algunos capítulos que preparan la gran visión del tercer septenario.
En los capítulos 12, 13, 14 y 15 encontramos una indicación interesante que el mismo Juan nos ofrece hablando de tres signos. Intentemos leer el comienzo del capítulo 12. “Una gran señal apareció en el cielo” (una señal): una mujer revestida del sol, la luna bajo los pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Luego apareció otra señal: “Apareció otra señal en el cielo: un dragón rojo enorme, con siete cabezas y diez cuernos y siete turbantes en las cabezas”.
Encontramos dos grandes imágenes que se acercan; señales grandiosas definidas como ‘señales’. Esta palabra no se encuentra más sino en el capítulo 15 cuando Juan repite el mismo esquema. “Vi otra señal en el cielo” (la tercera) grande y admirable: siete ángeles que llevan las siete últimas plagas”. Siete jarras, las siete copas con las últimas plagas. Por lo tanto, esta sección está estructurada como el análisis de tres grandes signos. Los dos primeros muestran a una mujer y una serpiente: son las imágenes del conflicto. En cambio, el tercer signo evoca la solución; es el signo que anuncia la solución del conflicto.
¿Cuál es el conflicto del que hablamos? El choque entre la mujer y la serpiente. Lo que traducimos como ‘dragón’ es propiamente la palabra griega δράκων = ‘drakon’, que indica una serpiente grande; podría ser una pitón, una boa, pero no es simplemente un animal, es la imagen simbólica del mal, del demonio (diabolus) que en hebreo es llamado ‘Satanás’… lo explica el mismo texto un poco más adelante. Es la serpiente antigua.
Por tanto, el choque entre la mujer y la serpiente, muestra claramente la imagen primitiva de la tradición bíblica; es el choque primordial de la humanidad y el diablo. Al comienzo de la historia hubo este choque que determinó el curso de toda la historia. Por lo tanto, en esta mujer vestida de sol podemos ver la imagen de la humanidad primordial, es decir, del buen plan de Dios sobre la humanidad, frente al cual se colocó la serpiente con la intención de devorar a su hijo.
La mujer está embarazada. Es una imagen extraña y poderosa. Se presenta a la humanidad como la portadora del Mesías, dentro de sí, como su propio hijo y sufre en este parto, clama por el dolor, y la serpiente está lista para devorar a su hijo. El hijo que genera la humanidad es secuestrado por Dios y se lo lleva custodiado por el trono, pero la mujer permanece. La mujer se encuentra en el cielo y luego cae a la tierra. La serpiente falla en su intento de dominio, de destruir a su hijo. Contra él pelean los ángeles, los ángeles fieles a Dios. Chocan contra los ángeles rebeldes.
Se dice que la cola del dragón derribó un tercio de las estrellas del cielo. Ya hemos encontrado esta imagen. En el lenguaje apocalíptico las estrellas representan a los ángeles. Según la antigua imaginación, un tercio era el número de ángeles que se habían rebelado contra Dios. El gran dragón, con su cola, tira hacia abajo un tercio de las estrellas del cielo. Involucra no a la mitad de los ángeles, sino menos de la mitad; por eso los ángeles fieles a Dios son dos tercios, son el doble.
Es una nota importante que no debe tomarse literalmente como una cuenta numérica, sino que es una indicación simbólica para indicar que el bien es más fuerte que el mal. Las fuerzas fieles a Dios son mucho más numerosas y poderosas que las fuerzas rebeldes a Dios. De este choque, la serpiente sale derrotada y es precipitada en la tierra; también la mujer está en el desierto y la serpiente comienza a hacer la guerra a la mujer, la persigue en el desierto, quería destruirla.
Aquí pueden ver una referencia a la historia del antiguo pueblo de Israel; desde la situación paradisíaca del comienzo, hay una caída en una condición desértica y en el desierto está la gran persecución. La serpiente arroja un río de agua con la intención de sumergir a la mujer, pero la tierra viene en ayuda, se abre y traga el agua. Reconocemos una alusión al Éxodo, a la salvación a través de en las aguas.
Dios alimenta a la mujer en el desierto, donde le preparó un lugar, la alimenta por un tiempo: ‘un año y dos años y medio año’. Tres años y medio es mitad de siete. Cuarenta y dos meses = tres años y medio… 1260 días = siempre tres años y medio. Son números diferentes que en el Apocalipsis tienen un valor simbólico para indicar la duración limitada del poder del mal.
Al final, el dragón se coloca en la playa, que es el límite entre la tierra y el mar. Pone sus cimientos en la arena, es inestable; y es precisamente en el límite que marca el dominio de su orgullo porque en el antiguo lenguaje mítico el mar es el símbolo del mal, del caos, de la confusión primordial; el monstruo marino es esta serpiente, antiguo dragón, la imagen del mal. Pero hay un límite que lo bloquea. Parece que el mar agitado quiere tragarse la tierra, pero se estrella allí y se detiene allí.
Es la imagen de un orgullo dominado, de un límite que Dios impone, pero la serpiente caída quiere hacer la guerra a la semilla de la mujer, a los descendientes, a los que guardan la palabra de Dios y luego llaman del mar a una bestia. Y luego a otra de la tierra. Dos bestias: son sus colaboradores; son dos imágenes grandiosas que deben interpretarse. La bestia que se levanta del mar es la imagen del poder político corrupto; es la fuerza humana; es la organización de los estados, de los imperios; es el poder que se convierte en un instrumento del diablo para arruinar a la humanidad.
Y la otra bestia que surge de la tierra es también la corrupción del poder, pero es imagen de un poder espiritual. Es el poder de la cultura y el poder de la religión. Representa aquella mentalidad que en todos los imperios y dictaduras han garantizado la ideología del poder. Son los magos, los astrónomos, los adivinos. Son los asistentes, los asesores, los hombres de pensamiento y religión que apoyan el poder. Es la corrupción del poder religioso que hace una alianza con el poder político corrupto y estos dos poderes se convierten en las bestias dominadas por la antigua serpiente para aplastar a la mujer, a la humanidad.
Es la imagen apocalíptica de un choque grandioso no entre el bien y el mal, sino entre la humanidad y el mal. Cuando en el capítulo 15 encontramos el tercer signo, grande y maravilloso, nos encontramos con el símbolo de la solución al conflicto entre la humanidad y el mal. Ante el conflicto entre la humanidad y el mal existe una solución.
El apocalíptico cristiano no tiene dudas, la solución es Jesucristo. Es el misterio pascual de su muerte y su resurrección. Pero de manera compleja y oscura se presenta en el septenario de las copas. Al decir ‘copas’ nosotros pensamos en cálices, o sea, vasos grandes para beber lo que sea. O también, en lenguaje moderno, las ‘copas’ se refieren a trofeos que se otorgan como premio a algún ganador. Esto no es lo que el texto del Apocalipsis intenta decir.
En mi opinión, la mejor traducción, aunque no sea muy fina, podría ser la palabra ‘balde’, ‘palangana’ porque el término griego usado para indicar la copa ‘φιάλας’ indica un recipiente bajo y capaz de contener mucho líquido. Este término técnico corresponde a otro término técnico hebreo e indica los ‘aspersorios’. ¿Tienen presente el cubo de agua bendita? Es un objeto litúrgico de ese tipo, o sea, es un recipiente donde se vierte un líquido, no para beber, sino para ser tomado y arrojado para bendecir, para la purificación.
Estamos acostumbrados a hacer estos ritos con agua, en cambio, en la tradición judía, estos cubos contenían sangre. Cuando un animal era inmolado, un sacrificio expiatorio, el sacerdote recolectaba la sangre del animal muerto en un recipiente, en una cuenca, en un cubo, quizás de metal precioso. Y esta sangre recolectada era esparcida. Existía una ocasión muy importante en la liturgia del antiguo Israel donde se hacía este rociamiento. Era el día del Kippur. Kippur significa expiación. El 10 del mes Tishri, que ocurre entre septiembre y octubre, el sumo sacerdote hacía un sacrificio de expiación por los pecados de todas las personas. Recogían la sangre de esta víctima en el cubo y llevaban la sangre dentro del santuario, en el santo de los santos, donde estaba la cubierta del arca; y tomando esta sangre con su mano aspergeaba siete veces ese objeto sagrado y misterioso, pidiéndole a Dios que perdone todos los pecados del pueblo.
Esa es la sangre de la aspersión; es la sangre que se derrama para el perdón de los pecados. Pueden reconocer aquí esas frases que también nosotros los cristianos usamos, pero cuando hablamos de sangre que redime de la culpa, que borra los pecados, no pensamos en la sangre de víctima animal, de uno de los muchos corderos sacrificados en el templo de Jerusalén. Pensamos en una persona, pensamos en Jesucristo. Es su sangre que realiza la expiación, por lo tanto, los siete ángeles vestidos de lino, con la banda al pecho, son exactamente como los sacerdotes del antiguo rito levítico; y llevan en mano siete cuencos. Representan simbólicamente al gran Kippur.
Esto es, el evento definitivo de la expiación del pecado. Este signo grande y maravilloso, recuerda la liturgia que lleva a cumplimiento el perdón de los pecados. Por lo tanto, es una referencia a la muerte y resurrección de Jesucristo; solución del conflicto entre la mujer y la serpiente. El tercer septenario de los cuencos o de los cubos, muestra la expiación definitiva y dice que esa lucha fue ganada por la humanidad y el dragón, la serpiente antigua, fue derrotado, se vuelve impotente para la humanidad, y se da la posibilidad de regresar a la santidad del primer origen.
Quizás esperaban escuchar algo acerca de la Santísima Virgen María a propósito de la mujer vestida al sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas. Es verdad que, en la tradición, esta imagen se ha aplicado a la Virgen María. Este texto del Apocalipsis lo leemos todos los años el 15 de agosto, en la fiesta de la Asunción de María al cielo. Sin embargo, debemos tener cuidado de no simplificar demasiado las cosas.
El texto del Apocalipsis no habla directamente de María. En este gran cuadro teológico de la historia de la humanidad, Juan presenta la naturaleza humana creada buena por Dios, en el esplendor de su originalidad. Sin embargo, reconocemos que, en María, esa naturaleza humana hermosa, bella, perfecta, se ha realizado verdaderamente. María es la realización de ese proyecto.
Y leyendo este texto en la fiesta de su asunción al cielo, no queremos decir que esa mujer que Juan ve en el cielo es María asunta, sino que queremos decir que en ella la victoria sobre el mal se ha realizado como una victoria definitiva y completa, tanto que fue concebida sin pecado original, es asunta a la gloria del cielo en cuerpo y alma.
En María se ha realizado desde ya el proyecto de Dios, desde el principio hasta el final. Lo que en ella ya ha llegado, está en progreso para toda la humanidad. Estamos esperando ver completo para nosotros, lo que en ella ya se ha cumplido, pero el Apocalipsis de Juan nos muestra la imagen global, y garantiza que el bien es más fuerte que el mal y gracias a la sangre de Cristo la humanidad vencerá definitivamente a la serpiente antigua.