Apocalipsis de Juan 7
Las Siete Copas y la Ruina de Babilonia
Videos por el Fr Claudio Doglio
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Las Siete Copas y la Ruina de Babilonia
“¡Aquí se pondrá a prueba el talento! El que tenga inteligencia que calcule el número de la fiera; es número de una persona y equivale a 666”. Es así que al final del capítulo 13 Juan propone un enigma: el número de la bestia: 666. Se han dado muchas explicaciones, sobre todo por el hecho de que en el mundo antiguo los judíos, los griegos, los romanos no tenían signos apropiados para los números, sino que utilizaban las letras del alfabeto.
Por tanto, un nombre escrito con letras también puede tener valor del número. Al sumar el valor de cada letra se obtiene un número. Y luego, intentando transposiciones en hebreo, en griego, en latín se han buscado nombres cuyo número diese la suma de 666. ¡Tiempo perdido!
Ninguna de las hipótesis avanzadas es válida. Están erradas, porque no hay término de verificación. El significado está vinculado a la referencia al 6, que es el número del hombre. Es el número de la impotencia humana, del límite. Está debajo del siete. La bestia, la que sale de tierra, como corrupción del poder religioso, es la imagen típica de la humanidad corrupta. Entonces el 666 no es el número del demonio; es el número del hombre, de la naturaleza humana corrompida por el mal y que necesita ser redimida.
Les resultará interesante saber que el nombre de Jesús, en griego da otro número. Se trata de un hecho claro. Si sumamos los valores de las letras que componen el nombre ‘iesus’ ¿saben qué número obtenemos? 888 = ocho – ocho – ocho es la plenitud, la realización del 7 en plenitud; y la superación del tiempo, del ciclo de siete días que siempre comienza de nuevo. Es la imagen del octavo día, es el día de la eternidad, es la razón por la cual en la antigüedad los baptisterios siempre fueron hechos octogonales. Sumergirse en el octágono significa entrar en comunión con la novedad de Jesucristo; la superación del 666.
Insertados en Cristo nos convertimos en 8 8 8. Se trata de juegos simbólicos que hay que disfrutar. Quizás no sea de nuestro gusto poético moderno, pero era la forma habitual de expresarse de estos autores antiguos de la corriente apocalíptica, a la que también pertenece Juan y sus escritos.
Por lo tanto, estamos en la fase final del Apocalipsis. En el capítulo 16 encontramos el tercer septenario, el de las copas. Recuerden que ya hemos encontrado otros dos: los signos – las trompetas; y ahora las copas. Ya dijimos que mejor que copas sería decir ‘cuencos’, ‘jarrón’, ‘cubos’, ‘palangana’ que son objetos litúrgicos que contienen la sangre de la víctima. La sangre que debe ser vertida en expiación.
Por lo tanto, en el capítulo 16 Juan contempla una liturgia celestial. Siete ángeles litúrgicos, “vestidos de lino puro resplandeciente” como los antiguos sacerdotes; llevan en mano 7 cuencos que contienen la ira de Dios. La expresión es extraña, no la comprendemos inmediatamente. No significa que Dios está enojado, que está furioso y se desahoga sobre la humanidad, sino que significa la intervención decisiva de Dios contra el mal. Y la sangre representa la vida misma de Dios. La ira de Dios interviene ofreciéndose a sí mismo; no matando enemigos sino ofreciendo directamente su propia vida para salvar a los enemigos. Estas imágenes deben ser bien esclarecidas en la perspectiva evangélica y no forzadas como discursos contrarios a los del anuncio evangélico.
El Apocalipsis no habla de violencia; no habla de la dureza de Dios contra los enemigos hasta el punto de matarlos, sino que repite el mismo mensaje del evangelio, donde es Dios quien pierde su vida para salvar a la humanidad malvada. Es cuestión de entender el lenguaje apocalíptico, y no hacerle decir lo que no tiene la intención de decir.
En el capítulo 16 el septenario de los jarrones muestra la gran expiación, el derramamiento de sangre que redimió al mundo. Los destinatarios cristianos entendieron esto muy bien; es el evento cumbre de la muerte y resurrección de Jesús. Con su sangre, dice la carta a los Hebreos, Cristo entró de una vez por todas en el santuario del cielo obteniéndonos una redención eterna.
Con lenguaje apocalíptico, es el mismo mensaje presente en el capítulo 16. Pero antes de este capítulo hemos encontrado el tríptico de los signos: la mujer y la serpiente; el conflicto entre la humanidad y el poder diabólico; ¿cómo se resuelve este conflicto? Con el tercer signo: precisamente los ángeles que derramaron sangre y obtienen la redención. Prácticamente con el capítulo 16 termina el septenario y el Apocalipsis también podría terminar, en vez, todavía tenemos varios capítulos: 17, 18, 19, 20, 21, 22. Seis capítulos más donde no aparecen más septenarios sino una serie de escenas para mostrar las consecuencias de la redención hecha por Cristo.
Y luego en la última parte del Apocalipsis, a partir del capítulo 17, tenemos la descripción simbólica de las consecuencias de lo que ha hecho la muerte y la resurrección de Cristo. Los efectos son dos, opuestos: salvación y juicio. Dios intervino en la historia para establecer un cambio. La salvación realizada debe ser aceptada. Si se rechaza se convierte en juicio. Y, por eso, esta última parte del Apocalipsis, se caracteriza por dos figuras simbólicas importantes: Babilonia y Jerusalén, dos ciudades; la prostituta y la esposa, dos mujeres.
Los símbolos se superponen: uno habla de Babilonia la prostituta y el otro de Jerusalén la esposa. Son dos símbolos fundamentales: la ciudad y la mujer, son dos símbolos de relación. Juan propone a la mujer como la imagen de la misma humanidad, entendida en una clave relacional; y la calificación de la mujer como prostituta o como esposa pone en evidencia una relación de amor. Una relación falsa o una relación auténtica. Donde el amor es fingido y donde el amor es auténtico.
No es un invento de Juan, es una tradición profética del Antiguo Testamento. Muchos profetas hablaron del pueblo de Israel diciendo que se prostituyó, que fingió amar a Dios, pero en realidad amó otras cosas, otras realidades; se vendió a los ídolos por intereses. No permaneció fiel a la alianza con Dios. Se convirtió en una prostituta. Por otro lado, los mismos profetas presentan como una imagen ideal la del pueblo fiel que mantienen su lealtad nupcial. Es la esposa auténticamente enamorada y fiel al Señor y en la perspectiva de la salvación. Los profetas hablan de un pueblo adúltero que se transforma en un pueblo fiel.
Así, Juan parte de esta tradición profética para hablar de la humanidad con los símbolos de la mujer y la ciudad. Mientras que el símbolo de la mujer se refiere más bien a la persona, el símbolo de la ciudad alude a la comunidad. La mujer es el individuo; la ciudad es un colectivo, por lo tanto, en la superposición de la mujer y la ciudad, la relación persona – comunidad; el individuo y el pueblo. La ciudad puede ser Babilonia o puede ser Jerusalén; la persona puede ser prostituta o esposa.
Al comienzo de esta última parte del Apocalipsis Juan presenta Babilonia la prostituta. Al final presenta Jerusalén, y a la esposa. ¿Se trata de dos realidades diferentes, la buena y la mala? En mi opinión, NO. No son dos figuras opuestas, como si algunas personas fueran identificadas con Babilonia y otras personas fueran identificadas con Jerusalén. Es una comparación simplista. Recuerden que, en la escuela, cuando niños, la pizarra se dividía en dos partes: buenos y malos. El mundo no funciona de esa manera. ¿Entonces qué? Las dos imágenes deben superponerse; y estos últimos capítulos quieren evocar más que describir, la transición de Babilonia a Jerusalén, de la prostituta a la esposa.
¿Pero qué es lo que estas comparaciones representan? Estas imágenes representan a la humanidad; es la misma humanidad que Juan había recordado en el capítulo 12. ¿Lo recuerdan? La mujer vestida de sol, hermosa, en el esplendor original de la creación. La mujer es la humanidad, pero esa mujer que dejamos en el desierto, perseguida por el dragón, ahora en el capítulo 17, la encontramos nuevamente, es la misma; es la misma imagen simbólica.
Juan es llevado al desierto y ve... y se sorprende al ver a la mujer que hizo una alianza con la bestia. Al ver que el poder diabólico la perseguía, en lugar de oponerse y confiar en Dios, hizo alianza con el poder político, religioso, con elementos satánicos.
La humanidad se vendió al mal con el fin de tener algo, para hacer sus propios intereses; y la ciudad se convirtió en Babilonia: la confusión, la injusticia, la competición, el engaño. La ciudad está llena de imágenes personales, como una prostituta, que es la persona marcada por el mismo mal que caracteriza a la ciudad: falsa, tramposa, centrada en su propio interés, lista para participar en la competición para aplastar al otro, para hacer lo que le gusta. En el capítulo 17 se describe a Babilonia, la prostituta.
Durante siglos, los estudiosos han discutido sobre la identificación de este símbolo y todavía hoy se discute sobre esto. No está del todo clara la intención de Juan, precisamente porque el escrito es profundamente poético y simbólico; y esto da posibilidad a varias interpretaciones. Una de las interpretaciones más comunes, aún hoy, es la que ve en la figura de Babilonia al imperio romano, la estructura de Roma, como si fuera una descripción realista de una estructura política concreta. El engaño proviene del hecho de que estamos hablando de una mujer que está entronizada en siete colinas.
El traductor incluso traduce siete colinas, pero en griego son ‘montañas’, pero nosotros tenemos en nuestro oído las siete colinas de Roma y es normal que hagamos la aplicación. No funciona porque la imagen del ‘siete’ es muy común en el Apocalipsis y la imagen de las montañas recuerda generalmente al poder. Y toda la estructura no conduce a identificar de esta manera, tan materialmente.
No me parece correcto decir que Babilonia representa a Roma porque en este punto perdemos la dimensión simbólica profunda, simplemente sería un enigma, sería como decir que Juan tenía atragantado al imperio romano y lo describe como una gran mujer corrupta anunciándole su fin y destrucción. En los siglos siguientes, entonces, tenía que leerse esto texto como el anuncio de la destrucción del imperio romano. El imperio romano cayó; pero propiamente no Roma como ciudad.
Leído este texto hoy, dos mil años después ¿qué es lo que deduzco de este texto? ¿El hecho de que Juan estaba descontento con el imperio romano, y que esperaba que el imperio acabase? ¿Esto solamente? Sería un hecho arqueológico; ya no sería una palabra viva para mí hoy. Está claro que Juan, en el siglo primero, tenía delante la estructura imperial Romana y, por lo tanto, si criticaba a la sociedad corrupta, criticaba a la sociedad de su tiempo.
Sin embargo, el discurso simbólico no se detiene en la sociedad de su tiempo, sino que concierne a cada sociedad, a cada estructura corrupta, por eso me parece más correcto no fijarse en una identificación tan elemental: Babilonia representa a Roma. Muchas veces en las notas de las Biblias se encuentra esta explicación… pueden comprobarlo. Es una explicación tan elemental que bloquea la comprensión.
Otro autor reciente incluso propone lo opuesto. Ve en Babilonia al judaísmo corrupto; Jerusalén dominada por los saduceos que hicieron una alianza con el imperio romano y fue destruida. Juan diría que ya que la estructura de Jerusalén está corrompida por el poder y terminó mal (porque cuando escribe el Apocalipsis Jerusalén ya había sido destruida). Diferentes autores hoy apoyan estas identificaciones materiales.
Me parece apropiado ampliar la interpretación. Pueden permanecer ambas, pero son parciales porque no están solamente estas dos explicaciones. El poder corrupto estaba en Jerusalén con Anás y Caifás, y con el Sanedrín. Y el poder corrupto estaba en Roma con Tiberio, Calígula, Nerón, Vespasiano… sí, es cierto, pero no solo allí. También hoy Babilonia se puede identificar con el nazismo, con el imperialismo soviético, con el consumismo estadounidense. ‘Babilonia’ es todo esto… no una sola explicación. Está dentro de la corrupción de la persona y de la sociedad.
En la Edad Media, el movimiento franciscano vio en Babilonia la imagen de la corrupción de la iglesia y utilizó mucho esta imagen del Apocalipsis para hablar de la Iglesia corrupta que confabulaba con el imperio, ya no era el imperio romano, sino el sacro romano imperio. Fue siempre un juego de prostitución con el poder político; fue la corrupción de los grandes jefes, de los papas y de los obispos que conspiraron por el poder, y el movimiento franciscano identificó al principio a Babilonia la prostituta con la curia romana corrupta.
Dante Alighieri, en su Apocalipsis, que es La Divina Comedia, se refirió muchas veces al texto de Juan. Dante, educado en la Santa Cruz por Pedro Juan Olivi, experto franciscano del Apocalipsis, había usado ese lenguaje para juzgar la situación corrupta de su tiempo. En el canto decimonoveno del infierno, cuando visita la cueva de los simoníacos encuentra al papa Bonifacio VIII y se presenta como el que interpreta correctamente el Apocalipsis a su manera, y hablando con furia al papa simoníaco y a todos los otros pastores corruptos, dice:
“De ti, Pastor, habló el Evangelista,
cuando habló de la impura que puteaba,
con reyes, en las aguas, a su vista;
la que diez cuernos por honor llevaba,
en sus siete cabezas,
si el tesoro de virtud al esposo le guardaba".
Ustedes, pastores corruptos, son la prostituta de la que habla Juan en el Apocalipsis. Una aplicación católica de este tipo pasó después a los reformadores protestantes. Y en el 1500, muchos movimientos de reforma en Alemania leyeron el apocalipsis en una clave anti-romana. Si observan una reproducción de Dürer, podrán ver cómo la imagen de la prostituta sobre la bestia se presenta con características papales. A la bestia le pone una capa, la tiara y el báculo del sumo pontífice. Es una controversia dentro de la iglesia contra una estructura que se cree que está corrupta. También esta es una aplicación correcta, pero parcial. Entonces, ¿qué quiere decir Juan? No una crítica de una institución, sino resaltar cuán corrupta era la humanidad: lo era la estructura del Sanedrín; lo era la estructura del imperio romano; lo era la estructura de la iglesia. Lo es también para muchas realidades de hoy. La revelación habla de una humanidad babilónica que se ha prostituido al mal, pero este es el punto de partida, el objetivo es Jerusalén, la esposa. La última parte del apocalipsis quiere presentar esta gran transformación.