El Evangelio
según San Lucas
Parte 6. El discurso programático
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
6. El discurso programático
Cuando Jesús inició su ministerio tenía unos treinta años y era hijo de José –tal como se entendía–. Lucas según su educación como literato helenista es el evangelista más preciso desde el punto de vista de las indicaciones historiográficas. Ha fechado el inicio del ministerio de Jesús en el decimoquinto año del emperador Tiberio y ahora agrega otro detalle importante que solo sabemos por él: Jesús tenía unos treinta años. Dice ‘alrededor’, no significa dar una indicación precisa; generalmente lo hemos tomado como una fecha fija y combinando las indicaciones de Juan sobre las tres pascuas del ministerio público de Jesús, generalmente hemos dicho que el ministerio de Jesús duró tres años. Si comenzó a los 30 años, murió a los 33.
Hay que tener cuidado de no fijar demasiado estos números, pretendiendo definir esta realidad porque en cambio los textos dan muchas más indicaciones genéricas. Jesús tiene unos treinta años cuando comienza y era conocido como ‘ben Yosef’ = hijo de José. Lucas precisa que se creía que era hijo de José. Ya ha narrado en el evangelio de la infancia que, en cambio, la concepción de Jesús tuvo lugar de una manera extraordinaria, como una intervención creativa del Espíritu de Dios. Pero José le proporcionó a Jesús la genealogía humana. En realidad, desde un punto de vista legal, Jesús pertenece a la familia de José, quien lo considera un hijo, lo adopta de acuerdo a todos los términos de la ley.
En este punto del capítulo 3, el evangelista Lucas informa la genealogía ascendente de Jesús. Mientras que Mateo al comienzo de su evangelio propone una genealogía descendente que va de Abrahán a Jesús, Lucas hace lo contrario: comienza de Jesús y se remonta hasta Adán.
Los nombres no corresponden perfectamente en los dos textos de Mateo y Lucas, pertenecen a dos tradiciones diferentes y hay una correspondencia no perfecta, pero esta meticulosa indicación no cuenta, si no el compromiso de mostrar cómo Jesús se inserta en una familia humana concreta, con los padres, los abuelos, los bisabuelos y yendo hacia atrás llega a David, llega a Abrahán y mucho más arriba llega hasta Adán. Lucas siempre organiza la expresión simplemente con un genitivo: hijo de José, de Leví, de Matat, etc. hasta llagar a hijo de Adán, hijo de Dios. Estos dos elementos son importantes. 'Adam' en hebreo simplemente significa hombre, hijo de Adán significa hombre; hijo de Dios se refiere a la naturaleza nueva y extraordinaria de Jesús.
El comienzo de su ministerio está marcado por la revelación al Jordán. Inmediatamente después, la primera acción de Jesús, de hecho, no es realizada por Jesús sino por el Espíritu. Jesús se aleja del Jordán y fue guiado por el Espíritu al desierto. Es el Espíritu el que lleva a Jesús al desierto, donde tiene que elegir cómo obrar. El hecho de saber que tiene la tarea mesiánica, no significa tener muy claro cómo obrar.
Este período en el desierto fue para Jesús un momento preparatorio en el que se enfrentó de manera inteligente el proyecto de su ministerio y ha elegido una modalidad según la Palabra de Dios. La narración de las tentaciones en Lucas es muy similar a la de Mateo, proviene de una tradición particular de los dichos de Jesús que los eruditos modernos llaman fuente “Q”. “Q” no tiene nada que ver con Qumram, es simplemente la inicial de una palabra alemana “Quelle” que significa fuente, surgente. Es una hipótesis de historia de la tradición, confiable, verificada en el campo literario. Se trata de algunos textos presentes solo en Mateo y en Lucas y ausentes en Marcos. Significa que tanto Mateo como Lucas, independientemente el uno del otro, han tomado de la misma fuente literaria.
Esta fuente hipotética está firmada con la letra “Q” que simplemente significa ‘la fuente’ de donde Mateo y Lucas sacan sus textos. La narración de las tentaciones es uno de estos textos. Es una narración didáctica en el sentido de que sirve para enseñar a los discípulos cómo elegir correctamente. Hay tres momentos en los que el diablo propone caminos, sugiere ideas diabólicas.
Notemos que Lucas invierte el orden de la segunda con la tercera. La tentación ambientada en el templo de Jerusalén la pone en último lugar. Lo hace intencionalmente porque Lucas siempre pone Jerusalén al final, como el vértice, como la meta a la que todo tiende. Incluso en el evangelio de la infancia, el nacimiento de Jesús tiende al templo de Jerusalén para la presentación. Y a los 12 años, nuevamente un viaje a Jerusalén. En Jerusalén termina el evangelio de la infancia.
Así, en la historia del evangelio, el largo viaje de Jesús terminará en Jerusalén donde se cumple el misterio pascual. Desde Jerusalén todo comienza con los Hechos de los Apóstoles; es el camino de la Palabra que se mueve desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. Hasta en este pequeño detalle editorial nos damos cuenta que Lucas trabaja con un criterio inteligente y coherente.
Las tentaciones son sugerencias de metodologías diabólicas: dar de comer gratis a la gente para conquistar su favor; usar el poder y la riqueza para dominar; o, en la cima de todo, llegar volando a la cima del templo de Jerusalén o tirándose al precipicio y pedir a los ángeles que lo sostenga, que le den una demostración llamativa de su divinidad. O sea, asombrar con efectos extraordinarios. Los podría hacer… pero son sugerencias diabólicas. Jesús elige según la Palabra de Dios: no de solo pan vive el hombre; no tentarás al Señor tu Dios y a Él solo adorarás. Jesús supera las tentaciones refiriéndose a la Palabra de Dios.
Quiere decir que durante este retiro Jesús meditó la Palabra de Dios. Releyó las escrituras de Israel y repensando según el estilo de Dios, trató de tener el mismo estilo. Eligió bien. El diablo lo abandonó, pero con la intención de volver en otra ocasión. Esas tentaciones iniciales se terminaron, pero dice Lucas hay otro momento, un kairós, una oportunidad propicia que el diablo no la dejará escapar, es el momento de la cruz; allí tendrá lugar la última tentación: “Si eres Hijo de Dios sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.
El inicio del ministerio de Jesús lo cuenta Lucas con algunos cambios en comparación con los otros sinópticos Marcos y Mateo. Lucas anticipa el regreso a su tierra natal en Nazaret porque quiere mostrar el comienzo del ministerio de Jesús en la sinagoga, comentando las Escrituras, exactamente como lo hacía san Pablo durante su evangelización. Cuando Pablo llegaba a una ciudad, y comenzando de la sinagoga judía, partía por la Escritura para anunciar la venida del Mesías y anunciar a Jesús según las Escrituras. Así es que Lucas, que muchas veces acompañó a Pablo a la sinagoga, muestra cómo Jesús también empezó en la sinagoga, leyendo la Biblia, comentando la Biblia y explicando que las Escrituras se cumplen en su persona.
Ejemplifica esto con la cita de Isaías 61, un espléndido texto que contaba la vocación del profeta y se convierte en una especie de programa mesiánico de Jesús: “El espíritu de Dios está sobre mí”, decía el antiguo profeta. “Me ha consagrado con la unción”. Y esto vale para Jesús que recibió el Espíritu, fue consagrado en el Jordán y fue enviado por Dios para: “Llevar la buena nueva a los pobres”. El evangelio, la buena noticia que Dios salva, es la liberación de los prisioneros que propone Jesús; que libere a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor. Lo que era en la intención del profeta antiguo: el jubileo, que es el año santo de la redención, del rescate de los prisioneros, de la cancelación de las deudas. Jesús anuncia este año de gracia, un año agradable para el Señor, una ocasión extraordinaria de liberación.
La gente de Nazaret está asombrada por esta competencia bíblica y le gustaría aprovecharse de este profeta; reconocen con asombro que su conciudadano tiene una gran habilidad profética, conoce las Escrituras y habla en nombre de Dios. Les gustaría sacar provecho, les gustaría sacar provecho del hecho de que él es un compatriota, pero Jesús los enfría inmediatamente con dos citas no delicadas: Había muchas viudas en Israel en la época de Elías, pero el antiguo profeta fue a ayudar a una viuda libanesa; había muchos leprosos en Israel en la época de Eliseo, pero ese antiguo profeta fue a curar a un leproso de Siria. "Un verdadero profeta no es aceptado en su tierra", significa que no hace favores a los de su lugar, no busca votos y un consenso electoral. Si es un verdadero profeta está abierto y es precisamente lo que Jesús anuncia como su propia misión: una apertura universal de salvación.
De Nazaret Jesús se traslada a Cafarnaún y allí establece la sede de su ministerio. Según el texto de Marcos, de hecho, todo comienza en Cafarnaún. Notemos que Lucas ha anticipado el momento de Nazaret para dar una imagen general del ministerio de Jesús; y ha hecho otro cambio interesante, ha pospuesto el momento de la llamada de los discípulos. En la trama primitiva, seguida por Marcos, al principio Jesús regresó a Galilea, y lo primero es llamar a los discípulos para que lo siguieran.
En cambio, Lucas reconstruye de una manera más histórica los momentos que debieron haber precedido a la llamada de los discípulos. Si Jesús sin ser conocido, sin tener razones de credibilidad, hubiera llamado a los discípulos, difícilmente hubiera obtenido consentimiento. Si un extraño viene a ti y te llama mientras estás trabajando, diciéndote que dejes todo y lo sigas, sería una tontería creerle. Tienes que conocer a esa persona, debes creer que vale la pena, que tiene motivos para que tú puedas elegirlo dejando todo lo demás.
Y es, precisamente, este razonamiento que debe haber hecho Lucas. Y por eso narra la vocación de los discípulos en el capítulo 5, después de haber presentado primeramente el ministerio en Nazaret como un discurso programático de apertura, luego narra en Cafarnaún varios episodios milagrosos: la curación del hombre poseído en la sinagoga; la curación de la suegra de Simón; muchas otras curaciones de tal manera que la multitud está presente. En este punto Lucas coloca el episodio de la llamada de los primeros discípulos.
Jesús ya estuvo en la casa de Simón, incluso ha curado a su suegra, así que Simón, el pescador, conoce a Jesús, lo vio en acción, lo escuchó hablar. Ese día, en la playa de Cafarnaún, había tantas personas que Jesús le pidió la barca de Simón, para evitar que la multitud se apiñara demasiado cerca de él. Sentado en la barca, no muy lejos de la orilla, Jesús enseña a la multitud reunida en la playa.
Después del sermón le propone al pescador Simón que reanude la pesca. La reacción es de desesperación; Simón le dice: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes”. Lucas ambienta la llamada de los discípulos en una narración milagrosa. Esta llamada ‘pesca milagrosa’ es el contexto narrativo en el que se desarrolla la vocación de Simón. Jesús no es un extraño para él, pero sigue siendo un extraño en su vida; le pidió la barca y él se la prestó de buen grado. Ahora le da un consejo práctico: “Navega lago adentro y echa las redes para pescar”. Simón es un pescador experto, sabiendo que no ha pescado nada durante el trabajo en toda la noche, sabe por experiencia que a plena luz del día se pesca menos, pero se fía de Jesús, a pesar de su experiencia como pescador, acepta ir en contra de sus propias ideas y seguir la palabra de Jesús: “Pero, ya que lo dices, echaré las redes”.
Echar las redes siguiendo la palabra de Jesús se convierte en un gesto simbólico muy importante. Es un anuncio de lo que hará la iglesia: Hacerse a la mar, no quedarse en tierra, sino afrontar los grandes espacios, las grandes muchedumbres, los nuevos pueblos, el anuncio universal del evangelio y la valentía de lanzar redes, de proclamar el evangelio incluso cuando parece una pérdida de tiempo, incluso con personas que parecen irrecuperables.
Cuando lo hicieron Simón ha capturado una inmensa cantidad de peces que reventaban las redes. Hizo señas a los socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Y cuando terminaron con esfuerzo de llevar a la orilla las redes cargadas de pescados, Simón cayó a los pies de Jesús y dijo: ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador! Reacciona con una mentalidad típicamente judía; reconoce que Jesús es un santo, es el santo de Dios, y se reconoce a sí mismo como un pecador y, por eso, le pide que se aparte, le pide distancia, ‘estemos distantes… soy un pecador, tú eres el santo’…. Y, en cambio, Jesús da vuelta la perspectiva y le dice: ‘NO… acércate precisamente porque eres un pecador… Vine a salvar a los que son como tú y es la cercanía la que te permite la salvación. Si dejas atrás lo que tu vida representa y me sigues, cambiaré tu vida te haré pescador de hombres’.
No es solo un cambio superficial, es un cambio de estilo global. Si lo pensamos bien, el pescador de peces saca peces para matarlos, mientras que el pescador de gente es el que salva vidas en el mar, y por lo tanto hace vivir a los que morirían náufragos. Convertirse en pescadores de hombres es un cambio de la situación, de dador de muerte para sus propios intereses comerciales, Simón se convierte en dador de vida, colaborador de Jesús para la salvación del mundo.
Es el comienzo de la gran obra de evangelización que parte de esa pequeña zona de Galilea y llega a los confines de la tierra. Lucas lo sabe bien porque es uno de esos peces capturados por las redes de los evangelizadores. Ha sido salvado y ha encontrado la vida y con entusiasmo les dice a los demás lo que él mismo ha experimentado.