El Evangelio
según San Lucas
Parte 8. El tema del camino
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
8. El tema del camino
“Hacer y escuchar”
“Cuando se iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran al cielo, emprendió decidido el viaje hacia Jerusalén”. Nos encontramos en el capítulo 9, versículo 51, del evangelio según Lucas. Es considerado el versículo central, la articulación de la historia del tercer evangelista. Lucas sigue la trama de la tradición sinóptica común a Marcos y también a Mateo, sin embargo, reelabora un poco el material.
Muchos textos también son comunes a los otros evangelistas y por eso prefiero enfatizar aquellos aspectos que son propios y exclusivos de Lucas; por eso este versículo subraya la importancia que le da Lucas al viaje a Jerusalén. Fue el viaje decisivo de su vida; también lo recuerdan Marcos y Mateo que Jesús se trasladó de Galilea a Jerusalén, pero Lucas le da a este viaje una connotación particular y sirve precisamente para recopilar una gran cantidad de material que Lucas tiene en su experiencia, en la colección de la tradición que él mismo hizo.
En este viaje Lucas inserta su propio material. Es lo que los eruditos llaman la gran inserción Lucana. Prácticamente del capítulo 9 al capítulo 19. Diez capítulos que caracterizan el viaje; no es que se describa un viaje real, pero se dice repetidamente que Jesús estaba en camino y en este texto de partida el evangelista enfatiza que Jesús tomó la firme decisión de ponerse en camino. Literalmente, en griego, el evangelista dice que Jesús ‘endureció el rostro’, frunció el ceño y partió. Ponerse en camino es el resultado de una decisión. En Galilea, después de todo, Jesús estaba bien; tenía muchos amigos, las multitudes acudían en masa para aclamarlo; él podía quedarse tranquilamente en ese ambiente, lejos del poder judío porque Galilea era una tierra semi-pagana.
Ir a Jerusalén implica un riesgo muy alto y de hecho antes de ir Jesús se mudó al norte, interrogó a los discípulos sobre su convicción y anunció su muerte inminente. Los llevó a la montaña a orar, como señala Lucas, y en la montaña mientras oraba, su rostro cambió de aspecto, el Padre reveló a los discípulos que Jesús tenía razón. Es el Hijo. El camino indicado por él, aunque sea doloroso es el correcto. Y en este momento Jesús parte, toma la firme decisión de ponerse en camino.
Lucas da gran peso simbólico al camino; muy probablemente la razón es su experiencia personal. Lucas era un médico de Antioquía que conoció el cristianismo a través de Bernabé y Pablo, se convirtió en colaborador de Pablo y con el apóstol caminó mucho, recorrió el mundo antiguo, a pie, en barco, con todo tipo de medios; cambió de país constantemente, tuvo contacto con mucha gente, tuvieron innumerables experiencias de anuncio del evangelio. Vivieron una vida en el camino y esta experiencia suya de una vida apostólica en el camino la proyectó sobre el mismo Jesús y enfatizó el viaje de Jesús desde Galilea a Jerusalén.
Esa narración geográfica que de por si se puede llevar a cabo en pocos días, se convierte para Lucas en el emblema del camino espiritual de la Iglesia, es el camino pedagógico con el que Jesús entrena a sus discípulos. A lo largo del camino hacia Jerusalén, Jesús educa a sus discípulos como buen pedagogo y les ofrece los elementos fundamentales para caminar en la vida cristiana. No debemos olvidar que en hebreo el verbo ‘caminar’ se usa con el valor metafórico de ‘comportarse’; caminar como hijos de luz significa vivir bien, comportarse según la revelación de Dios.
El camino es el estilo, es el modo de vivir, hasta el punto que Lucas usa la palabra ‘camino’, en griego odòs, para indicar la comunidad cristiana. No se utiliza el término ‘cristianismo’ como un término abstracto. Los primeros cristianos se identifican en los Hechos de los Apóstoles como ‘los del camino’, los que pertenecen al camino. El término griego odòs permanece en español en la palabra ‘método’ = ‘met odos’, o sea, el acompañamiento en el camino. El método es la forma de vivir. El camino de Jesús es la enseñanza sobre cómo vivir, y la nueva vida de los apóstoles, transformados por la gracia de Jesús, es la experiencia de la Iglesia.
Por tanto, Jesús decide ir a Jerusalén. Y parte, pero enviando adelante a sus discípulos para preparar el terreno. Lucas narra –solamente Lucas– la misión de otros 72 discípulos. Los códigos antiguos no concuerdan en el número, algunos mencionan 72, y otros 70. Los números hacen alusión a los pueblos conocidos entonces. En el capítulo 10 del Génesis hay una imagen simbólica de la tierra habitada por 70 o 72 pueblos, existe esta variante en los textos que también se reproduce en los códigos del evangelio. Setenta es el número de la totalidad de naciones. Setenta discípulos están destinados a todos los pueblos.
“El Señor designó a otros 70 discípulos”. Es muy importante en el evangelio de Lucas notar el uso del término ‘Señor’ porque es bastante normal que la gente se dirija a Jesús llamándolo ‘Señor’, pero es solo el evangelista Lucas quien usa la expresión ‘el Señor’ en la narración, en las partes narrativas, para referirse a Jesús. Y no lo usa siempre, lo usa en algunos casos. Cuando lo utiliza lo hace para darle un protagonismo particular a Jesús. Es como decir: no se trata principalmente del hombre histórico Jesús, sino del ‘Señor’. Es un término muy importante, es el Cristo resucitado, es Dios mismo.
Estos 70 o 72 discípulos, son enviados a todas las naciones y en el medio también está Lucas y están todos los demás que han evangelizado a los pueblos después de la Pascua de Cristo. Es una especie de imagen profética: el Señor envió discípulos en esta misión a todos los pueblos. Y diríamos también, en todos los tiempos. Las instrucciones que se les dan a estos misioneros son similares a las que ya les ha dado a los doce apóstoles. Doce para las tribus de Israel, 70 para todos los pueblos: discurso universalista.
Otro elemento típico de Lucas: el evangelio es para todos los pueblos, para todas las gentes. La apertura del mensaje de Jesús es universal. Tan pronto como ha comenzado el viaje, Lucas sitúa un episodio que en la tradición de los sinópticos se desarrolla en Jerusalén en los últimos días del ministerio de Jesús.
Se le acerca un doctor de la ley y para poner a prueba a Jesús le pregunta ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Es la pregunta del mandamiento, del mandamiento principal, que el escriba experto ya sabe la respuesta, y de hecho lo anticipa: “Amarás al Señor tu Dios, amarás a tu prójimo”. Dos citas del Deuteronomio y del Levítico que no son la síntesis del mensaje cristiano; es simplemente una cita de dos textos bíblicos que pone en evidencia de que incluso en la revelación del Antiguo Testamento existía este precepto del amor. Jesús le señala a ese escriba que la pregunta que le hizo no tenía sentido; él ya sabía la respuesta; era solo para ponerlo a prueba la razón por la que le hizo la pregunta. Por lo tanto, para justificarse, para profundizar la pregunta le hace otra pregunta: “Pero quien es mi prójimo?”.
Y este es un detalle exclusivo de Lucas, igual que la siguiente historia con la que Jesús da la respuesta. El término ‘prójimo’ es un latinismo y significa: muy cerca, es el superlativo de ‘prope’ que indica la cercanía, por lo que en español sería incorrecto decir ‘el más cercano’ incluso si se usa porque ‘prójimo’ ya es un superlativo y es la forma con la que hemos traducido “πλησίον’ - ‘plesíon’, el vecino, que en hebreo es ‘reaj’: es el amigo, el socio, el colega, el compañero, el que pertenece a tu entorno. ¿A quién debo considerar mi amigo? El precepto del Levítico dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”: tu compañero, tu colega, tu vecino, pero ¿quién es el que merece ser amado por mí?
Esta es la pregunta que hace el escriba y Jesús revierte la pregunta porque al final, después de haber contado la historia de aquel hombre que se topó con ladrones, pregunta al doctor en derecho: “¿Quién es el que se ha comportado como prójimo con el desafortunado?” Y el escriba responde: “El que lo trató con misericordia”. Entonces la pregunta no es: quién merece ser ayudado, sino quién está dispuesto a ayudar.
Tratemos de cambiar la escena. Puedo preguntarme ‘quién es mi amigo’ y evalúo a las personas que conozco distinguiendo y buscando a los que son mis amigos, pero sería correcto revertir la pregunta y preguntarse: ‘Yo, ¿de quién soy amigo?’ ¿A cuántas personas trato como amigo? ¿Soy amigo de estas personas o espero que los otros sean mis amigos? La inversión de la pregunta es muy importante porque contiene la perspectiva de Jesús que es la de una amistad generosa que da el primer paso y da la vida por nosotros.
La historia que da vuelta la mentalidad es esa parábola que llamamos del ‘Buen Samaritano’ pero el personaje central es el hombre que bajó de Jerusalén a Jericó. Es la única parábola ambientada en un lugar geográfico específico. Es un camino muy duro que cruza un horrible desierto; hay unos 30 kilómetros de Jerusalén a Jericó, con una diferencia considerable de altura, unos mil metros. Es el camino de un día; es un área infestada por bandidos donde mejor no detenerse; y los peregrinos que subían a Jerusalén salían temprano en la mañana de Jericó y llegaban a la ciudad santa por la noche; o viceversa, cuando salían de Jerusalén se detenían en Jericó.
Un hombre bajaba de la ciudad santa, que está elevada, a la ciudad más baja que existe. Jericó está ubicada en la depresión del Jordán; es una zona muy baja. Jericó quiere decir ‘luna’. Hace referencia a un antiguo culto lunar, por lo tanto, tiene la connotación de una ciudad nocturna. En las diversas narraciones evangélicas Jesús en Jericó se encuentra con ciegos y pecadores.
El hombre que desciende de Jerusalén a Jericó ha sido interpretado en la tradición patrística como el hombre – ‘adán’ y este descenso es la caída por el pecado. La historia contada por Jesús podría interpretarse de alguna manera sociológico; ese hombre podría ser un esenio que es golpeado por los fanáticos, no ayudado por la clase levítica, pero rescatado por un extranjero samaritano. Sería una manera de decir que, dentro de la sociedad judía, a pesar de las diferencias en la política, de mentalidad, de religión, se puede estar abierto a otros.
Pero me parece que es más útil la lectura teológica profunda que supieron dar los Padres, quizás exagerando en la explicación alegórica, encontrando un sentido a cada detalle, pero en el contexto general el hombre es el protagonista, un hombre que tropezó con bandidos que lo dejan en la carretera medio muerto. Instintivamente los lectores elegimos ponernos en lugar del sacerdote y del levita (dos que tienen la misma actitud, por lo tanto, hacen un solo personaje) y el samaritano. El sacerdote y el levita no lo ayudan, en cambio el samaritano se conmueve y ayuda.
Instintivamente nos preguntarnos si nos ponemos en la piel de uno o del otro, en cambio, el punto crítico de la narración es el hombre que se topó con los bandidos, despojado de sus posesiones, herido y dejado medio muerto –medio muerto, por lo que el otro medio está vivo– en una condición de pérdida, de una lesión grave. Corre el riesgo de muerte.
Yo soy ese hombre. La naturaleza humana está herida por el pecado y es ahí, en el camino (la imagen del camino le gusta mucho a Lucas) donde el samaritano estaba de paso, los demás también… si pasan por ese camino quiere decir que estaban viajando; allí no vivía nadie, pero se enfatiza que el samaritano estaba de viaje; el samaritano es una figura cristológica; recuerda al mismo Jesús, es el divino extranjero que se acerca al hombre, lo ve, siente compasión.
El texto griego dice ‘ἐσπλαγχνίσθη’ - ‘esplanchnisthe’, un verbo extraño, complicado pero muy efectivo, es el movimiento de las entrañas, es una sensación visceral que siente el samaritano; es la misma que sintió Jesús hacia la viuda de Naín durante el funeral de su único hijo. El samaritano siente compasión por el hombre, se le acerca, venda las heridas, lo cura con aceite y vino, símbolos sacramentales entre otras cosas. No lo carga sobre sus hombros (lo carga sobre la bestia de carga) y lo lleva a un ‘πανδοχεῖον - ‘pandokeion’, que se traduce como posada, pero es una palabra mucho más hermosa en griego; significa el ambiente que acoge a todos y el encargado del hospedaje no es simplemente un posadero sino el que acoge a todos, y es una figura de la Iglesia.
Cristo ha comenzado a sanar a la humanidad, herida por el pecado; se ha hecho cargo, se ocupó del hombre, del herido adán y lo entregó a la Iglesia diciendo al ‘pandokeus’ –la persona acogedora– ‘cuídalo’ y le entrega dos monedas; y le dice que si gastas más en el cuidado de la humanidad, no hay problema, cuando pase nuevamente te compensaré en todo. El samaritano anuncia que vendrá de nuevo y pagará lo que se ha gastado de más para sanar a la humanidad.
Es el camino de la historia humana. La religión simbolizada concretamente por el sacerdote y el levita, la religión del Antiguo Testamento, ve al hombre y lo deja como está. En cambio, Jesús se acerca e interviene para curarlo. Es él quien tuvo misericordia con la humanidad. Este es el sentido. Lo importante es hacerse cargo; y no solo eso, inmediatamente después, Lucas dice que Jesús estaba hospedado en la casa de una mujer llamada Marta y mientras ella se ocupaba de muchos servicios, su hermana María sentada a los pies de Jesús lo escuchaba.
El significado de este episodio es que lo importante es escuchar. La parte buena es la relación personal con Jesús. Entonces lo importante no es hacer… es Jesús quien ha hecho misericordia con la humanidad por lo cual el discípulo escucha a Jesús, se sienta a sus pies, aprende de él, recibe su gracia, su misericordia, se deja transformar y se hace capaz de hacer misericordia a su vez.
La primera parte de la obra de Lucas, el evangelio, es escuchar a Jesús que tiene misericordia. La segunda parte, los Hechos de los Apóstoles, es la continuación; la iglesia que ha aprendido de Jesús continúa la obra de Jesús. Quien ha recibido misericordia se vuelve capaz de hacer misericordia. Lo que es importante es escuchar a Jesús, acogerlo para hacer lo que dice.