El Evangelio
según San Lucas
Parte 10. Conversión y Salvación
Videos por el Fr Claudio Doglio
Voz original en italiano, con subtítulos en Inglés, Español, Portugués & Cantonés
Videos subtitulados y doblados en los mismos idiomas también disponibles.
10. Conversión y Salvación
Le informaron a Jesús sobre un acontecimiento reciente. Pilato había matado a unos galileos que habían hecho algo ilícito en el templo de Jerusalén. Le preguntaron a Jesús si la muerte de estos galileos fue el resultado de sus pecados. Jesús respondió haciendo una clara distinción entre esa acción política y la responsabilidad de los galileos. No eran más pecadores que los demás –dijo–, así como esos 18 albañiles que murieron en un accidente de construcción no eran más pecadores que todos los habitantes de Jerusalén, pero Jesús concluye: “Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera”.
El tema de la conversión es un tema muy querido para el evangelista Lucas. Si no existe conversión hay ruina; o conversión o muerte. Conversión significa cambiar de dirección. Lucas usa dos verbos griegos para indicar esta actitud. Uno es ‘epistrefo’ que es el verbo que recuerda la imagen de la carretera: cambiar de dirección de viaje; si nos damos cuenta de que hemos tomado el camino equivocado, tenemos que dar marcha atrás, hacer un cambio de sentido.
Es el concepto de conversión: si quiero llegar a la meta y me doy cuenta de que estoy en el camino equivocado, tengo que cambiar de camino, tengo que tomar el correcto. Lucas utiliza otro verbo mucho más bonito y es el verbo ‘metanoeo’ que indica el cambio de opinión, cambio de mentalidad. Es necesario cambiar la forma de pensar y esta es la auténtica conversión, el cambio de la cabeza… algo que no es muy fácil hacer. Imposible para los hombres, no es posible cambiar la cabeza de las personas que ustedes conocen ¿verdad?
Pensemos en la gente que conocemos de nuestro ambiente, gente de nuestra familia… pensamos que ‘el otro’ nunca cambiará de opinión…. ¿Y yo… puedo cambiar de opinión? ¿Puedo cambiar mi manera de pensar? ¿Puedo convertirme? Sí; la historia nos enseña que la conversión es posible; hay personas que realmente han cambiado de mentalidad; les ha pasado algo que los ha transformado. La historia de la salvación según Lucas se realiza gracias a la misericordia de Dios que interviene en la vida de las personas cambiando sus cabezas. La misericordia es terapia, es sanación medicinal; no es simplemente un paliativo, o sea, un manto que cubre, escondiendo lo que está distorsionado, enfermo.
La misericordia es terapéutica, tiene como objetivo curar, la meta es precisamente la transformación del pecador en un santo. En el capítulo 15, el evangelista Lucas recopila tres parábolas que conocemos como las parábolas de la misericordia: La oveja perdida; la moneda perdida; el hijo perdido. Son parábolas que muestran la acción de Dios para salvar a la humanidad. Es la labor de la misericordia, ejemplificada por el hecho de que Jesús va a almorzar con los pecadores.
Es así como el evangelista enmarca las tres parábolas. “Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a escuchar. Los fariseos y los doctores murmuraban: Éste recibe a pecadores y come con ellos”. Es el aspecto negativo que les molesta. Comer con los pecadores significa compartir su mentalidad, ponerse a su nivel, ir a sus casas y comer con esa escoria es una vergüenza. Jesús en cambio cree que es un camino pedagógico y medicinal. No va a adaptarse a ellos, no va a aprobarlos sino a ofrecerles la posibilidad de cambio. Va a buscar a los pecadores. Nunca debemos olvidar que la búsqueda del pecador no es para que el pecador se quede como tal. La misericordia de Dios no aprueba el pecado, no deja que el pecador siga siendo pecador. Lo va a buscar para traerlo de regreso a casa.
“Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, se va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la oveja perdida”. Dios es el pastor que va en busca de esa oveja que se ha perdido. Solo una; el 1 por ciento; ¿99% están bien y no necesitan salvación y el uno por ciento solo es pecador? Un porcentaje que no cuadra. No está de acuerdo con nuestros esquemas, con nuestra experiencia. Es cierto. El “99” probablemente se refiere a la realidad angélica y la única oveja perdida es la humanidad. ‘Una’ representando a todos; Adán es la oveja perdida, o sea, la humanidad misma. Dios deja a los ángeles en su propio mundo seguro para ensuciarse y ensangrentarse en el mundo corrupto del hombre. Y cargará a la humanidad sobre sus hombros al tomar la cruz y llevando al hombre a través de la resurrección a las alturas de Dios.
“Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende una lámpara, barre la casa y busca con mucho cuidado hasta encontrarla?”. A Lucas le gusta presentar siempre figuras femeninas junto a las masculinas. Así, al amigo insistente asoció la insistente viuda; al pastor buscando a la oveja perdida, la acompañó con la mujer buscando la moneda. Una imagen para el mundo masculino y una imagen para el mundo femenino, para decir lo mismo: la mujer que busca la moneda perdida es la sabiduría de Dios que entra en la historia para salvar esa moneda; Adán que recibió la huella de Dios, lleva la imagen y semejanza de Dios, pero se perdió en la tierra, en el polvo, debajo de algo, necesita ser recuperado. Esta es la conversión como una acción de Dios que busca al pecador para hacerle cambiar.
La tercera parábola, la del hijo perdido, es más amplia y presenta no simplemente un hijo perdido y otros nueve que se quedan en casa, sino son dos hijos, uno mayor y uno menor. Uno se queda en casa y el otro prefiere irse. Entre los dos hijos ahí está el padre. Es precisamente la relación entre el padre y los dos tipos de hijo que Jesús quiere presentar como modelo de la misericordia.
El hijo menor se va de casa para tener una vida autónoma e independiente y fracasa, es reducido a la pobreza, forzado a cuidar puercos. Para un israelita esto es lo peor imaginable. Sin duda se fue al extranjero, despilfarró el patrimonio, y se redujo a una vida bestial. Porque tiene hambre decide regresar. No es un modelo tan positivo; no lo usamos con facilidad como ejemplo de conversión, incluso catequéticamente para presentar a los niños ‘me levantaré iré a mi padre’… La razón por la que el hijo decide regresar a casa es porque tiene hambre, tiene el estómago vacío; y piensa ‘muchos trabajadores contratados en la casa de mi padre tienen para comer y aquí me muero de hambre. Entonces, regreso y le digo: trátame como a un sirviente, pero dame de comer’.
El objetivo es comer; el hijo está dispuesto a ser sirviente a cambio de comer. Cuando regresa a casa el padre no le deja decir toda la frase que había pensado. Le da la bienvenida con entraña de misericordia. Dice el evangelista Lucas que el padre lo vio de lejos y sintió que sus entrañas se movían. Es un verbo extraño, en griego es esplancknice, es el verbo que indica profundo amor visceral, típicamente maternal y el mismo verbo que caracteriza la actitud del samaritano que ayuda al hombre que se ha topado con ladrones; es la actitud de Jesús que se encuentra con la viuda en el funeral de su único hijo, es la misericordia de Dios que se mueve hacia el hombre.
El padre misericordioso sale y lo recibe, lo abraza, lo reintegra a la dignidad de hijo con elementos simbólicos, le hace llevar el primer traje –así dice literalmente que el texto griego– es el vestido de la dignidad primitiva, es la santidad del primer origen y lo invita a comer en la mesa de los hijos. El otro, el hermano mayor que se ha quedado en casa, es figura de la persona religiosa, observante, mientras que el menor representa un poco a los pueblos paganos, o a las personas rebeldes que no escuchan al Señor y que se alejan de él.
El hermano mayor encarna bien la tradición religiosa de Israel, la persona devota, practicante desde la juventud, pero con mentalidad servil. Sabiendo que su hermano ha vuelto, no está para nada contento; sabiendo que su padre le ha acogido, está indignado y no quiere entrar. El hermano que se ha quedado en casa, en realidad, está fuera de casa y no quiere entrar, no quiere entrar a comer con aquel otro… y el padre sale también a su encuentro.
Los hijos perdidos son dos; los dos están perdidos de manera diferente; ambos están fuera. El padre sale a invitarlos a los dos. El hijo mayor protesta diciendo: ‘Te he servido durante tantos años y ni siquiera una vez me has dado un cabrito para comer con mis amigos’. Tenemos nuevamente el verbo ‘servir’. Ese hombre no tenía dos hijos sino dos sirvientes. El defecto de ambos, aunque de diferente manera, es el servilismo no la filiación. ‘Trátame como un sirviente, pero dame comida’ – ‘te sirvo y no me diste un cabrito’. En el centro está la idea servil que se preocupa de comer, de llenar la barriga, de tener algo para sí.
Es la imagen instintiva del egoísmo, de la actitud humana centrada en las propias necesidades. El padre le dirige al hijo mayor una hermosa expresión: “Hijo tu siempre estás conmigo”. Es el centro de la parábola, es la revelación de nuestra dignidad como hijos e hijas: estar siempre con el Señor. Este es el sentido de nuestra vida; esta es la vida eterna y la plenitud de nuestra existencia.
La conversión no es tanto el hecho de que el hijo regrese a casa a comer, sino el cambio de mentalidad. El rebelde debe aprender a confiar en su padre, a quedarse con él y no usarlo para comer. El que se queda en casa debe cambiar de mentalidad, debe entrar en el estilo del padre y aprender a tener una actitud acogedora, disponible, que sepa apreciar el ser más que el tener. La conversión es para ambos.
El modelo es el padre misericordioso. La conversión es posible. Lucas presenta varios episodios de personas convertidas. Un modelo admirable es Zaqueo. En el capítulo 19 el evangelista Lucas presenta a este personaje que es un jefe del crimen organizado de Jericó. No simplemente un publicano, sino un jefe de recaudadores de impuestos; por tanto, un organizador de estas compañías de recaudación de impuestos para los romanos.
Mientras Jesús cruza la ciudad de Jericó, última etapa antes de subir a Jerusalén, este Zaqueo tiene curiosidad de verlo porque ha escuchado acerca de él. Si tenía otros sentimientos en su corazón, el evangelista no lo dice. Lo presenta como pequeño en estatura y astuto; sin hacerse ver quiere ver; sube a un árbol sicómoro. Es una planta con un tallo grande con ramas que se extienden ampliamente hacia abajo. Por tanto, es fácil subir y pasar por encima de las cabezas de la multitud para ver desde arriba, escondido por el follaje. Nunca se imaginó que Jesús lo notase y que lo interrogase en persona.
Cuando llega debajo de ese sicomoro Jesús se detiene y se vuelve hacia ese hombre infame y mal visto. Lo llama por su nombre: “Hoy debo hospedarme en tu casa”. ‘Hoy’ - a Lucas le gusta este adverbio del tiempo; lo usa frecuentemente en algunos episodios importantes: “Hoy nació para ti el salvador” … “Hoy estas palabras –que Jesús leyó en la sinagoga de Nazaret– se ha cumplido este pasaje de la Escritura”. “Hoy hemos visto cosas maravillosas –dicen los que han sido testigos del perdón al paralítico–. El ladrón crucificado con Jesús escucha: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. En el episodio de Zaqueo este adverbio aparece dos veces: “Hoy tengo que hospedarme en tu casa” y él lo recibió lleno de alegría, bajó rápidamente y se desvivió para darle la bienvenida. Jesús entró en la casa de los que podríamos llamar mafiosos, no para aprobarlos sino para cambiarlos. El encuentro con la misericordia de Jesús cambia la cabeza de Zaqueo que le dice al Señor: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres y devuelvo lo que he defraudado”. Esto es una conversión, un cambio de mentalidad, también en el uso del dinero.
Otro tema muy querido por el evangelista Lucas: devuelve lo que tomó deshonestamente y luego usa sus posesiones como caridad. ¿Es posible que un delincuente de tal envergadura cambie? Es un auténtico milagro. La gente murmura en contra Jesús… ‘fue a comer con ese pecador… ¡qué vergüenza!’. Da la impresión que Jesús está conspirando con criminales. En realidad, es el camino de la misericordia de Dios que baja y se ensucia con esta humanidad pecadora pero solo para purificarla, para sacarla del barro, para levantarla. La misericordia de Jesús atraviesa el corazón de Zaqueo; y un pecador como él cambia su vida. “Hoy la salvación ha entrado en esta casa”.
La conversión se identifica con la salvación, la misericordia de Dios salva al hombre pecador porque lo transforma, le cambia de cabeza. Aquí está la ‘metanoia’ – el cambio de mentalidad que es la gracia de Dios acogida por el hombre pecador. La misericordia de Dios hace justo al malvado. Zaqueo es un ejemplo. Es posible el cambio de cabeza, la misericordia de Dios es una terapia que funciona.
¿Y con mi cabeza - funciona? Si no funciona, la misericordia que se me ofrece es inútil. Para que sea útil debo dejarme cambiar. Esta es la ‘metanoia’, la conversión que se me pide y que quiero hacer posible gracias a la misericordia de Dios.